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11 de agosto de 2024

GESTIÓN (CREATIVA) DE RESIDUOS

Puerta partida, imagen fuente desconocida
El desperdicio no es desperdicio hasta que no lo desperdiciamos. Mientras, los restos deben guardarse en una nevera de posibilidades. Del mismo modo a como en las casas de las generaciones de posguerra se gestionaban las sobras de la comida del día anterior convirtiéndolas en manjares con forma de albóndigas, croquetas o "ropa vieja", la arquitectura de todos los tiempos ha empleado las construcciones existentes en nuevas obras. Viejos templos y fábricas, aun siendo usados, entran en los próximos planes de demolición como almacén de materia para la edificación por venir. El Coliseo romano dejó de ser coliseo para ser una cantera. Los templos griegos y romanos sin derruir dejaron de ser usados como espacio religioso y se convirtieron en almacenes de piedra y madera, sin cambiar ni un ápice su forma. En el pasado el almacén del desperdicio de la arquitectura tenía su propia logística.
A otra escala y aunque aparezcan abandonados, los trozos de madera sobrante en el hacerse de una obra se convierten de la mañana a la noche en virutas, piezas auxiliares y cuñas en manos de un buen carpintero. Aunque a la gestión de residuos de la arquitectura se le exijan contenedores y un plan para su correcta gestión, hay un momento intermedio de los desechos de las obras que no llegan a ser desechos sino trozos de ladrillo recién cortado, o de madera recién aserrada que, desde el suelo reclaman su inclusión en otra parte... Tal vez muchos acaben como verdadero desperdicio, pero recién amputados de la pieza “útil”, reclaman en un susurro no pasar al cajón del residuo. Si quien pasa por delante posee algo de creatividad, si tiene necesidad de acuñar o completar un espacio, si necesita de su forma o de su materia, el desperdicio pasará a tener una inesperada nueva vida.
Ese aspecto del reciclaje de tono menor resulta hermoso. Tal vez resulte insignificante en el volumen de contenedores de materia del verdadero desecho, pero da pie a imaginar el reciclaje con una caridad y unas aspiraciones diferentes. Porque con ese pequeño ripio, cuña o listón, es como si el proyecto de arquitectura fuese interpelado en su mismo hacerse a participar de la gestión de los residuos tanto más que las plantas de reciclado.
Waste is not waste until we waste it. Meanwhile, the remnants should be kept in a refrigerator of possibilities. Just as in post-war generation households, the leftovers from the previous day's meals were managed and turned into delicacies like meatballs, croquettes, or "ropa vieja," architecture throughout time has used existing constructions in new works. Old temples and factories, even while still in use, enter the next demolition plans as a warehouse of materials for future buildings. The Roman Colosseum stopped being a colosseum to become a quarry. Greek and Roman temples, though not demolished, ceased to be used as religious spaces and turned into warehouses of stone and wood, without altering their form one bit. In past times, the waste warehouse of architecture had its own logistics.
On a different scale and even if they appear abandoned, the leftover pieces of wood from a construction project are turned overnight into shavings, auxiliary pieces, and wedges in the hands of a good carpenter. Although architectural waste management demands containers and a plan for proper disposal, there is an intermediate moment when construction waste does not become waste but rather pieces of freshly cut brick or newly sawn wood that, from the ground, cry out for inclusion elsewhere... Many might indeed end up as true waste, but freshly severed from the "useful" piece, they whisper not to be thrown into the waste bin. If someone passing by possesses a bit of creativity, if they need to wedge or complete a space, if they require its shape or material, the waste will gain an unexpected new life.
This aspect of minor-tone recycling is beautiful. It might seem insignificant in the volume of true waste material containers, but it gives rise to imagine recycling with a different kind of charity and aspiration. Because with that small scrap, wedge, or strip, it's as if the architectural project itself is called upon, in its very making, to participate in waste management even more than recycling industry.

14 de julio de 2024

MOTIVOS PARA HACER UN LABERINTO

Chartres, France, laberynth, imagen fuente desconocida
No se me ocurren motivos para hacer hoy un laberinto que no sean el puro ocio o el comercio. Ya no quedan minotauros, jardines, ni catedrales capaces de albergar en su seno recorridos infinitos. Tampoco quedan filántropos capaces de financiar un espacio dedicado a perderse por el puro placer de ese escalofrío. En un mundo que dedica estanterías kilométricas al mindfulnes de “encontrarse a uno mismo”, el hecho de perderse tal vez sea ir demasiado a contracorriente. Tal vez los recorridos donde vagar que no repercutan en aumentar las ventas resulten inexplicables. Tal vez la palabra laberinto misma no sea ya más que una idea, un concepto. Un horizonte borroso.
Además, ya no quedan arquitectos de laberintos ¿a quién encargar uno? Hasta los diseñadores de videojuegos tienen más práctica que los arquitectos, a quienes ese encargo les queda tan lejos como proyectar un gabinete de curiosidades, unas caballerizas reales o una cámara funeraria. Dédalo sigue siendo el decano de esta exhausta tipología. Y, si se apura, hasta Borges. El laberinto más reciente y universal es añil y amarillo, y encierra una monstruosa cantidad de sillas, mesas y encimeras de cocina. Para salir de él no vale el hilo de Teseo ni las matemáticas de Katie Steckles con su regla topológica del "gira siempre a la derecha", sino una tarjeta de plástico conectada electrónicamente con un banco. Una salida tan tramposa como la de Ícaro.
Reivindiquemos, sin embargo, los laberintos, aunque sean como una utopía, porque nos permiten recordar que la arquitectura no tiene como principal tarea simplificar la vida, sino dar luz a su complejidad.
  
I can’t find any reasons to build a labyrinth today beyond pure leisure or commerce. There are no minotaurs, gardens, or cathedrals capable of hosting endless pathways anymore. Nor are there philanthropists willing to fund spaces dedicated to the thrill of getting lost. In a world filled with endless shelves about mindfulness and “finding oneself,” losing oneself might seem too rebellious. Perhaps wandering through spaces that don’t boost sales is seen as inexplicable. Maybe the word labyrinth has become just an idea, a concept, a blurry horizon.
Moreover, we no longer have labyrinth architects. Who would you even hire to design one? Even video game designers have more experience than architects, as such tasks feel as distant as creating cabinets of curiosities, royal stables, or burial chambers. Daedalus remains the master of this exhausted typology, and perhaps Borges too. The most recent and universal labyrinth is blue and yellow, filled with countless chairs, tables, and kitchen counters. To escape, neither Theseus’s thread nor Katie Steckles’s topological rule of "always turn right" will do; it requires a plastic card connected to a bank. A trick as deceptive as Icarus’s escape.
Let’s reclaim labyrinths, even as a utopia, because they remind us that architecture’s main purpose isn’t to simplify life but to illuminate its complexity.

7 de julio de 2024

ESCALERA EN UN METRO CUADRADO

Si la arquitectura ha tenido a lo largo de su historia momentos de pura exploración de los límites de la enormidad (la torre más alta o el edificio más grande del mundo), pocas son las ocasiones en que esa búsqueda se ha producido en dirección contraria. La motivación por hacer algo lo más pequeño posible ha sido habitualmente fruto de la pura racanería. O de las crueles condiciones del mercado. Una casa de quince metros se publicita como un logro imbatible, cuando en realidad no es otra cosa que un cuchitril que se ofrece a los ojos lo más limpio y tecnificado posible. En esta carrera por el ahorro, uno de los objetos de odio ancestral es la escalera, debido a la enorme cantidad de espacio que consume. Blasfemia que las compañías de ascensores, por cierto, han explotado desde siempre como un negocio lucrativo y poco ecológico. La lucha por hacer que las casas pudiesen tener escaleras económicas desde el punto de vista de la ocupación, ha hecho despegar el ingenio de proyectistas, especialmente desde el siglo pasado. En esa línea se ha explorado la ingeniería de los materiales, la geometría, los procesos industriales de fabricación y las normativas como las mismas energías, talento e inventiva que la inmersión a las simas abisales o la propulsión en la ciencia astronáutica.
En este afán reductor, la escalera de menos de un metro cuadrado supone uno de los últimos unicornios. Si bien las escaleras de pates, las compensadas, las de tijera o las de barco han resuelto desde antiguo el problema del espacio, no resulta admisible hacer subir de un piso a otro a un ser humano de una edad que no sea la adolescencia por tan empinados lugares. Hoy ya existen escaleras de caracol que ha inclinado el eje y con ello han ganado espacio en su recorrido y multiplicado sus millones en ventas. Las hay que han compensado tanto sus peldaños que se han vuelto delicados instrumentos de tortura. Existen escaleras que han aligerado su peso hasta poderse trasladar como un sillón no muy pesado.
Como los récords olímpicos de triple salto o lanzamiento de martillo, el futuro nos deparará una escalera en medio metro cuadrado... Nadie lo duce. Nada hay que detenga la lucha por el record. Aunque la solución final pase por encoger a los habitantes...
If architecture has historically had moments of pure exploration of the limits of enormity (the tallest tower or the largest building in the world), there have been few occasions when that pursuit has gone in the opposite direction. The motivation to make something as small as possible has usually been the result of sheer stinginess or the harsh conditions of the market. A fifteen-square-meter house is advertised as an unbeatable achievement when, in reality, it’s nothing more than a hovel made to look as clean and high-tech as possible. In this race for savings, one of the age-old objects of disdain is the staircase, due to the vast amount of space it consumes. Blasphemy that elevator companies, incidentally, have always exploited as a lucrative and not very eco-friendly business. The struggle to make houses with space-efficient stairs has sparked the ingenuity of designers, especially since the last century. In this vein, the engineering of materials, geometry, industrial manufacturing processes, and regulations have been explored with the same energy, talent, and inventiveness as deep-sea diving or advancements in astronautical science.
In this reductive quest, the staircase of less than one square meter is one of the last unicorns. While paddle stairs, offset stairs, folding stairs, or ship ladders have long solved the space problem, it is unacceptable to make anyone beyond adolescence climb such steep places. Today, spiral staircases with inclined axes have gained space and multiplied sales. Some have balanced their steps so much that they've become delicate instruments of torture. There are staircases light enough to be moved like a not-too-heavy chair.
Like Olympic records in triple jump or hammer throw, the future will bring us a staircase within half a square meter... No one doubts it. Nothing will stop the quest for the record, even if the final solution involves shrinking the inhabitants...

8 de abril de 2024

BOSQUES DE ARQUITECTURA

A pesar de que la sala hipóstila se ha emparejado habitualmente con el concepto de “bosque de columnas”, lo cierto es que la tendencia inmemorial de la arquitectura hacia la abstracción ha hecho de esos espacios un lugar regular, uniforme y reticulado. Sin embargo, algunas salas hipóstilas, pocas, han tratado de ahondar precisamente en la idea de bosque, y, del mismo modo a como los árboles crecen con un orden oculto a los ojos y fundado en relaciones de distancias entre raíces o copas, en la dureza del suelo o el irregular acceso a los nutrientes, han tratado de dislocar el orden de sus columnas emulando la naturaleza.
La sala del Thersilion, construida en la ciudad griega de Megalópolis, en el 370 AdC., pertenece a esta anomalía tipológica. Un gran rectángulo contenía 65 columnas desalineadas dedicado a albergar a cerca de 9000 personas. La arqueología ha desvelado que el orden entre las columnas conduce radialmente a un espacio central situado entre cuatro de ellas que poseen casi el carácter de un baldaquino. Ese paradójico arranque de los ejes estructurales, debido a que todo centro es negado en la retícula hipóstila, era necesario para que un orador pudiese ser visto y escuchado por toda la asamblea. El desorden de semejante espacio, donde no percibimos las fugas o los alineamientos se muestra aparentemente caótico. Solo el techo y sus vigas hoy ausentes podían darnos alguna pista de su jerarquía. 
Los mismos ecos del bosque atraviesan la sala construida para el campus del Kanagawa Institute of Technology, a 30 kilómetros al oeste de Tokio, por Junya Ishigami. La sala cuenta con 305 columnas de acero orientadas irregularmente y distribuidas por todo el espacio con un fingido desorden. Su forma y posición ocultan un delicado equilibrio estructural. De todas las columnas, tan solo 42 trabajan a compresión y permanecen sólidamente unidas a la estructura de la cubierta. El resto son cables-columna que contribuyen a la estabilidad de las cargas horizontales del viento o posibles terremotos, y “cuelgan” de la cubierta. El aspecto de simples pletinas de acero pintado de blanco de todas ellas apenas permite distinguir a cuál familia pertenece cada una.
Gracias a la fidelidad a la idea de lo boscoso, en ambos proyectos, apenas separados por miles de años y kilómetros, aparecen claros en el bosque y espacios ocluidos a la mirada allí donde se solapan las columnas. Se nos invita a imaginar que cada sala hipóstila, entendida en su sentido original, debiera diferir en su luz, sus especies y su clima. Es decir, gracias a su preciso desorden y su carácter, podemos imaginar, en una, el aire seco de una Grecia espartana atravesando un bosque de robles y olivos; y en otra, la ligereza agitada por el viento y la luz tintineante de un bosque de bambú…
“Tengo yo ahora en torno mío hasta dos docenas de robles graves y de fresnos gentiles. ¿Es esto un bosque? Ciertamente que no: éstos son los árboles que veo de un bosque. El bosque verdadero se compone de los árboles que no veo. El bosque es una naturaleza invisible — por eso en todos los idiomas conserva su nombre un halo de misterio”(1).

(1) José Ortega y Gasset, "El bosque", 1914.  
Although the hypostyle hall has often been paired with the concept of a 'forest of columns', the truth is that architecture's timeless tendency towards abstraction has made these spaces regular, uniform, and reticulated. However, some hypostyle halls, few in number, have sought to delve precisely into the idea of a forest, and, in the same way that trees grow with an order hidden to the eyes and based on relationships of distances between roots or crowns, on the hardness of the ground or the irregular access to nutrients, they have tried to dislocate the order of their columns emulating nature. 
The Thersilion hall, built in the Greek city of Megalopolis in 370 BC, belongs to this typological anomaly. A large rectangle contained 65 misaligned columns dedicated to housing about 9000 people. Archaeology has revealed that the order among the columns leads radially to a central space located between four of them that almost have the character of a canopy despite being the same as the others. This paradoxical start of the structural axes, because every center is denied in the hypostyle grid, was necessary for a speaker to be seen and heard by the entire assembly. The disorder of such a space, where we do not perceive the leaks or alignments, appears to be chaotic. Only the roof and its beams, now absent, could give us some clue to its hierarchy. 

The same echoes of the forest run through the hall built for the campus of the Kanagawa Institute of Technology, 30 kilometers west of Tokyo, by Junya Ishigami. The hall has 305 irregularly oriented steel columns distributed throughout the space with feigned disorder. Their shape and position hide a delicate structural balance. Of all the columns, only 42 work in compression and remain solidly attached to the roof structure. The rest are cable-columns that contribute to the stability of the horizontal wind loads or possible earthquakes, and 'hang' from the roof. The appearance of simple white painted steel plates of all of them barely allows to distinguish to which family each one belongs. 

Thanks to the fidelity to the idea of the wooded, in both projects, barely separated by thousands of years and kilometers, clearings appear in the forest and spaces occluded to the gaze where the columns overlap. We are invited to imagine that each hypostyle hall, understood in its original sense, should differ in its light, its species, and its climate. That is, thanks to its precise disorder and its character, we can imagine, in one, the dry air of a Spartan Greece crossing a forest of oaks and olives; and in another, the lightness stirred by the wind and the tinkling light of a bamboo forest...

'I now have around me up to two dozen serious oaks and gentle ashes. Is this a forest? Certainly not: these are the trees I see from a forest. The true forest is made up of the trees I do not see. The forest is an invisible nature - that's why in all languages its name retains a halo of mystery'(1).

(1) José Ortega y Gasset, "the forest", 1914.

12 de febrero de 2024

TEMPLOS DE LADRILLO

No me pregunten por qué, pero el ladrillo ha gozado de poco lustre a la hora de ser empleado en los templos. Los romanos y los griegos fueron muy reticentes a la hora de construir templos con ese modesto material. Puede que no se fiaran mucho de su durabilidad o que los ladrillos no fuesen por entonces más que un buen relleno debido a su pobre calidad.
Sin embargo, el ladrillo es sólido, como bien sabía el más ilustrado de los tres cerditos, a pesar de no ser muy glamuroso a la hora de erigir monumentos con una fuerte aspiración de eternidad. El ladrillo, por eso mismo, se recubría habitualmente con estucos, morteros y aplacados. Las fachadas “inacabadas” de San Lorenzo en Florencia o San Petronio en Bolonia son un vivo ejemplo. El siglo XIX con el neomudejar, el siglo XX y la exhibición de su crudeza y sinceridad constructiva, o en el siglo XXI y la persecución de nuevas formas de colocación han supuesto solo gloriosos paréntesis. Ciertamente el ladrillo posee la misma dignidad que la paja, la madera o la piedra, de hecho, es bien sabido que para el buen arquitecto no hay materias con más o menos nobleza, pero lo cierto es que incluso el tercer cerdito tuvo que sufrir un ligero cambio entre las versiones del cuento fruto de la falta de confianza hacia la eternidad del ladrillo. Por lo visto, ni a los cuentistas les pareció que el ladrillo resolviese bien la imagen de solidez e inmutabilidad frente al soplido del lobo que pretendían transmitir y tuvieron que sustituir la versión de la última casa a una hecha de piedra.
Y si la literatura era sensible a esa solidez incompleta del ladrillo, no es de extrañar que medio Renacimiento y hasta Palladio, incluso, tuvieran que recubrir los suyos para no dejarlos a la vista.
La casa de ladrillo, o el templo, además de que tiene que tener chimenea, requiere de aparejar esos ladrillos, y de construir con reglas, plomadas y seguros. En fin. En el templo de ladrillo nos quedamos, como los tres cerditos reunidos al final del cuento. Tratando de encender el fuego para que no se cuele otro lobo por la chimenea.
Ahora que pienso en esto del fuego y la chimenea, puede que el tercero de los cerdos fuese el más termodinámico de los tres.
Don't ask me why, but brick has enjoyed little prestige when it comes to being used in temples. The Romans and Greeks were quite hesitant to build temples with this humble material. Perhaps they didn't trust its durability much, or maybe bricks were just considered good filler due to their poor quality back then.
Nevertheless, brick is solid, as the most enlightened of the three little pigs knew, despite not being very glamorous when it comes to erecting monuments with a strong aspiration for eternity. For this reason, brick was frequently covered with stuccos, mortars, and facings. The "unfinished" facades of Saint Lorenzo in Florence or Saint Petronio in Bologna are a vivid example. The 19th century with the neo-Mudejar, the 20th century with the display of its rawness and constructive sincerity, or the 21st century and the pursuit of new methods of placement have only represented glorious parentheses. Indeed, brick possesses the same dignity as straw, wood, or stone. It is well known that, for a good architect, there are no materials with more or less nobility. However, the truth is that even the third pig had to undergo a slight change between versions of the story due to a lack of confidence in the eternity of brick. Apparently, even storytellers didn't think that brick portrayed the image of solidity and immutability against the wolf's blow that they wanted to convey, and they had to replace the version of the last house with one made of stone.
And if literature was sensitive to this incomplete solidity of the brick, it's not surprising that half of the Renaissance, and even Palladio, had to cover theirs to keep them out of sight.
The brick house, or the temple, besides needing a chimney, requires laying those bricks and constructing with rules, plumb bobs, and liability insurances. That´s it. We are left with the brick temple, like the three pigs gathered at the end of the tale, trying to light the fire so that another wolf doesn't sneak in through the chimney.
Now that I think about this fire and chimney, the third of the pigs might have been the most thermodynamic of the three.

5 de febrero de 2024

TEMPLOS DE MADERA

Frente al cerdito que hizo su casa de paja, el segundo de los tres sabía que una casa de madera poseía una larga tradición arquitectónica. Es decir, el segundo de los puercos, al menos, algo había leído.
La madera está en el origen de los materiales que poseen cierto prestigio a la hora de erigir arquitectura, aunque para ser francos, se queda algo pobretona para los templos. Por eso pasó lo que pasó con la historia del templo griego, que empezó en madera y acabó de piedra, como si una medusa petrificadora lo hubiese mirado con mal ojo. Aquellos templos son solo una sombra de aquellos orígenes leñosos, pero aun hoy, esa sombra resulta luminosa. Bramante, en su renacentista San Ambrosio, en Milán, colocó una columna que era de piedra pero que parece de madera, evocando ese maravilloso momento. Dicho de otro modo, el cerdito intermedio no iba mal encaminado con sus estudios, al menos en lo que se refiere a las asignaturas de historia.
Seguramente el problema imprevisto por este segundo puerco constructor estuvo en que no había calculado a viento la estructura, o que los pulmones del lobo estaban entrenados mejor de lo esperado y fueron capaces de provocar un soplido tan huracanado como el que sufre la costa oeste de americana cuando un tornado asola toda construcción de “balloon-frame” que se encuentra a su paso.
Construir con madera, además, no es de cerdos modernos o posmodernos, como la folie que hizo el cerdito que erigió su templo de paja, sino que poseía cierto arraigo y hasta cierto prestigio ligado a lo ecológico. Ese cerdito, seguro que había buscado madera obtenida de una explotación sostenible. Y que su templo tenía las más altas calificaciones en las certificaciones LEED y BREEAM... Pero, como ustedes saben, de poco le sirvió... 
Compared to the little pig who built his house of straw, the second of the three knew that a wooden house had a long architectural tradition. In other words, the second of the pigs, at least, had read something.
Wood is at the origin of materials that have some prestige when it comes to erecting architecture, although to be frank, it is somewhat poor for temples. That’s why what happened with the history of the Greek temple, which started in wood and ended up in stone, as if a petrifying medusa had looked at it with an evil eye. Those temples are just a shadow of those woody origins, but even today, that shadow is luminous. Bramante, in his Renaissance San Ambrosio, in Milan, placed a column that was made of stone but looks like wood, evoking that wonderful moment. In other words, the middle piglet was not misguided with his studies, at least as far as history subjects are concerned.
Surely the unforeseen problem for this second pig builder was that he had not calculated the wind structure, or that the wolf’s lungs were better trained than expected and were able to cause a blow as hurricane-like as the one that suffers the west coast of America when a tornado devastates every “balloon-frame” construction in its path.
Building with wood, moreover, is not for modern or postmodern pigs, like the folly that the piglet who erected his temple of straw did, but it had a certain root and even a certain prestige linked to ecology. That piglet, surely had looked for wood obtained from a sustainable exploitation. And that his temple had the highest ratings in LEED and BREEAM certifications… But, as you know, it didn’t do him much good…
 

29 de enero de 2024

TEMPLOS DE PAJA

Los tres cerditos sabían bien que una casa de paja tenía mal futuro. O al menos, lo sabían dos de ellos. La paja, materia pobre y poco dada a la estabilidad, ni aun cuando se hacen fardos con ella, es un ingrediente del paisaje campesino y del menú diario de las vacas y otros herbívoros, pero no de la arquitectura.
Ciertamente las balas de paja se acumulan en los campos con un azar que de tan maravillosamente orquestado a veces parece obra del mismísimo Donald Judd, pero de ahí a construir un templo "in antis" con este material, la cosa es ir muy lejos.
La paja puede ser un buen relleno, incluso un magnífico aglutinante para el barro que con sus fibras dota de algo más de perduración al muro de arcilla propio del viejo mundo rural del siglo pasado o del hipersensibilizado ecologismo contemporáneo. Si se apura, incluso hay quienes lo emplean como aislamiento térmico no sin esfuerzo y buena voluntad. Pero, pensar en algo sagrado como un templo, hecho de paja, y dado el mal resultado del experimento relatado por el popular cuento, sitúa este ejemplo en la órbita de la pura posmodernidad. El tejado a dos aguas, también de paja, o el intento de tallar la redondez de una columna en un fardo, asimilando eso a un sillar de piedra, posee una innegable y juguetona ironía.
El lobo, sabemos, vino después. Se llamaba Robert Venturi.  Y sopló. No demasiado, hasta que vimos todos salir al inocente cerdito de Michael Graves, (pongan aquí el nombre del posmoderno que deseen), huyendo a la carrera a la casa de madera de su hermano...
The three little pigs knew well that a straw house had a bleak future. Or at least, two of them knew. Straw, a poor material not given to stability, even when bales are made with it, is an ingredient of the rural landscape and the daily menu of cows and other herbivores, but not of architecture.
Certainly, straw bales accumulate in the fields with a randomness that is so wonderfully orchestrated it sometimes seems like the work of Donald Judd himself, but to build an ‘in antis’ temple with this material is going too far.
Straw can be a good filler, even a magnificent binder for mud that with its fibers gives a bit more permanence to the clay wall typical of the old rural world of the last century or of hypersensitive contemporary ecologism. If you push it, there are even those who use it as thermal insulation, not without effort and goodwill. But, to think of something sacred like a temple, made of straw, and given the bad result of the experiment narrated by the popular tale, places this example in the orbit of pure postmodernity. The gabled roof, also of straw, or the attempt to carve the roundness of a column in a bale, assimilating that to a stone block, has an undeniable and playful irony.
The wolf, we know, came later. His name was Robert Venturi. And he blew. Not too much, until we all saw the innocent piglet of Michael Graves, (insert here the name of the postmodernist you wish), running away to his brother’s wooden house... 

11 de diciembre de 2023

SUELO SALVAJE


Podría decirse que construimos la arquitectura para civilizar el mundo. Con ello nos protegemos de las inclemencias del tiempo. La primera operación de la arquitectura es la de proveernos de un techo, ciertamente, pero también la de brindar un suelo doméstico. Aunque, como todo, siempre hay excepciones. En algunas, rarísimas veces, la arquitectura enmarca el suelo, lo subraya. Recoge un tozo de terreno entre cuatro paredes y lo convierte en el auténtico habitante.
De ese modo el suelo se convierte en el sujeto inesperado de las atenciones de la construcción. Sus hormigas, su humedad y su olor a tierra, quedan a resguardo. La más mínima señal de verdor queda aniquilada con semejante gesto pero a cambio las curvas de nivel, las educadas curvas de nivel, permanecen intactas cruzando la obra hasta volver a encontrarse con las del indómito exterior. El suelo así convertido en ready-made, se domestica, aunque no gracias a los mecanismos tradicionales de la arquitectura. Si habitualmente se cubre de baldosas o se aleja de las miasmas con una solera, en estos exiguos casos transustancia la intemperie en interioridad.
Cercana a esta rara estrategia están las arquitecturas que se construyen para preservar ruinas, restos arcaicos y fósiles sin desempolvar. El lugar común de todas ellas está en el trazado de un recinto alrededor de un suelo olvidado como una piedra sumergida en la corriente de un río, que al colocarse sobre una mesa se sacraliza y adquiere singularidad. La vitrina y el tabernáculo realizan idéntica magia. El suelo, gracias a ese paspartú de muros a su alrededor, se vuelve un protagonista involuntario con su propia extrañeza y poesía. Estos casos, como decía, no constituyen una gran familia pero si una taxonomía perdida de suelos nobles sin nobleza aparente.
La Casa Tanikawa, diseñada en 1974 por Kazuo Shinohara para el poeta japonés Shuntaro Tanikawa en las montañas de Nagano, está situada en una pendiente en medio de un bosque*. El interior es una habitación que cubre un suelo oscuro, húmedo y en pendiente. De allí nacen pilares de madera que en algo recuerdan los árboles del exterior. Tanikawa escribió un poema para inspirar al arquitecto. La arquitectura, mejor que el arte, clava sus uñas en la negrura de esa tierra reconociéndose en ese gesto como su auténtica guardiana.

*Debo y agradezco esta referencia al profesor Tomás García Píriz.  
It could be said that we build architecture to civilize the world. With it, we protect ourselves from the harshness of the weather. The first operation of architecture is to provide us with a roof, certainly, but also to offer a domestic floor. Although, like everything, there are always exceptions. On some, very rare occasions, architecture frames the ground, underlines it. It collects a piece of land between four walls and turns it into the true inhabitant.
In this way, the ground becomes the unexpected subject of the attentions of the construction. Its ants, its humidity, and its smell of earth, are sheltered. The slightest sign of greenery is annihilated with such a gesture but in return the contour lines, the polite contour lines, remain intact crossing the work until they meet again with those of the untamed exterior. The ground thus converted into ready-made, is domesticated, although not thanks to the traditional mechanisms of architecture. If it is usually covered with tiles or it is moved away from the miasmas with a slab, in these meager cases it transmutes the outdoors into interiority.
Close to this rare strategy are the architectures that are built to preserve ruins, archaic remains, and undusted fossils. The common place of all of them is in the layout of an enclosure around a ground as forgotten as a stone submerged in the current of a river, and that, suddenly, when placed on a table it is sacralized and acquires singularity. The showcase and the tabernacle perform identical magic. The ground, thanks to that
passe-partout of walls around it, becomes an involuntary protagonist with its own strangeness and poetry. These cases, as I said, do not constitute a large family but if a lost taxonomy of noble floors without apparent nobility.
The Tanikawa House, designed in 1974 by Kazuo Shinohara for the Japanese poet Shuntaro Tanikawa in the mountains of Nagano, is located on a slope in the middle of a forest*. The interior is a room that covers a dark, damp, and sloping floor. From there, wooden pillars are born that somewhat resemble the trees outside. Tanikawa wrote a poem to inspire the architect. Architecture digs its nails into the blackness of that earth, recognizing itself in that gesture as its true guardian.

*I owe and appreciate this reference to Professor Tomás García Píriz.

16 de octubre de 2023

EN LA CIUDAD, SIEMPRE CABE ALGO MÁS

Ante un auditorio de adolescentes, un profesor de instituto rellena un frasco de vidrio con bolas de golf hasta los bordes. ¿Cabe algo más? Vierte entonces un buen puñado de garbanzos entre los huecos libres y, tras colmatar el tarro de nuevo, vuelve a hacer la misma pregunta. Ante el acuerdo general de que nada más cabe en un recipiente lleno hasta el borde de ese extraño potaje, el profesor aun introduce agua entre los huecos despreciados. En ese instante iluminador todos descubren que siempre cabe algo más cuando queda algo de aire sin ocupar...
En el intrincado tejido de la ciudad, el acto de rellenar los huecos libres sigue una lógica que se asemeja a ese experimento de instituto y que tiene como puro motor la insaciable economía de mercado. Cada espacio vacío es una oportunidad, y como en un bazar, las fuerzas de la oferta y la demanda impulsan su transformación y colmatan, como un líquido, sus espacios. Con un orden de llenado donde la optimización de recursos es la principal protagonista, la ciudad, como ese recipiente de vidrio, busca la compacidad para funcionar de manera eficiente. El aire colmatado es su lenguaje predilecto. En la ciudad siempre cabe una persona más, una idea más, un negocio más. Una religión más.
La incansable búsqueda de la densidad urbana garantiza, curiosamente, el futuro de la ciudad misma. Y la búsqueda de los espacios libres es, antes que un signo de la presión capitalista, de una voluntad ancestral por vivir juntos. 
In front of a group of teenagers, a high school teacher fills a glass jar with golf balls to the brim. Is there room for anything more? Next, the teacher pours a handful of chickpeas into the remaining gaps, and after filling the jar once more, poses the same question. With the general consensus that nothing more can fit into a container filled to the brim with this strange concoction, the teacher goes a step further by introducing water into the neglected gaps. In that enlightening moment, everyone discovers that there is always room for more when there's some unoccupied air...
Within the intricate fabric of the city, the act of filling empty spaces follows a logic resembling that high school experiment and is driven by the relentless market economy. Every vacant space represents an opportunity, much like a bustling bazaar, where the forces of supply and demand drive their transformation, filling their spaces like a liquid. With a filling order where resource optimization takes center stage, the city, like that glass container, seeks compactness to function efficiently. Filled air becomes its preferred language. In the city, there's always room for one more person, one more idea, one more business. One more religion.
The tireless pursuit of urban density oddly ensures the city's future. And the quest for open spaces is, before being a sign of market pressure, a reflection of an ancestral desire to live together.

18 de septiembre de 2023

INFRABARROCO


Hacer flotar nubes de piedra, curvar muros como si fuesen ligerísimos lienzos de tela, o exagerar las distancias gracias a la disminución progresiva de los tamaños de las cosas, son recursos de la pulsión barroca. Una pulsión que disfruta con el engaño, la apariencia y la sorpresa antes que con la pura razón.
Antes que un "estilo", en lo barroco resuena el juego, el ingenio y ese tipo de duendes traviesos que se precian del pellizco y de la velocidad. Por eso precisamente el barroco no desaparece, sino que roza algo que sobrepasa el tiempo como sucesión de minutos o años. Simplemente, su espíritu aflora. Eugenio D´Ors denominó a esta corriente subterránea que asoma como si fuese un manantial irrefrenable el "eon barroco". Aunque D´Ors se vio abocado a contraponer lo barroco a lo clásico, lo cierto es que se trata de otro orden de enfrentamiento. Ni siquiera es la culminación de un periodo en los términos estilísticos por los cuales todo acaba en este momento degenerado y que Victor L. Tapiè logró definir inmejorablemente como "florecimiento vicioso". Los intentos por ofrecer una definición no tienen fin. Previtali escribió: "Mil seiscientos treinta, o sea, el Barroco" llevando al absurdo el término en relación a su encasillamiento estilístico...
El barroco fue el arte de lo contradictorio antes de la aparición de "complejidad y contradicción". Lo barroco afecta a las formas, al discurso y a la mirada. Es la manifestación del dominio de un lenguaje. De una lucha con uno mismo. La forma barroca se enseñorea en sus capacidades. Esa vaga presunción le hace bordear el límite de la forma y por ello el poder, la fe y la fuerza han estado en su órbita. Pero no podemos olvidar que existe otro barroco, y es a lo que quería llegar con esta imagen del comienzo, que no es otro que el barroco de lo infraordinario, el barroco de la poca cosa - al que no puede negarse algo de barroco pero de segundo orden o de mise en abyme-. Esta cortina de ladrillo es un buen ejemplo. Este barroco desapercibido roza la posmodernidad pero no busca el aplauso. No se planifica en exceso sino que aspira a la felicidad de lo pequeño. Churriguera, Jujol e incluso Guarino Guarini jugaban con este maravilloso barroco menor que lanzaba leves destellos entre los resquicios de las grandes obras. Un barroco de andar por casa. Un infrabarroco. Uno que aun sobrevive a diario en el plato a punto de caer de la pila del fregadero, en la lámpara inclinada, en el hueco inesperado y flexible que oculta el suelo del pasillo... Ese barroco leve es del desequilibrio, lo inestable, el del cuadro torcido y que el TOC reconoce de inmediato, y que, por supuesto, por convivir con nosotros como lo hacemos con un pajarillo o un cachorro de gato, merece reconocimiento. 
To make stone clouds float, to curve walls as if they were the lightest of canvas, or to exaggerate distances through the gradual reduction of the sizes of things, these are the resources of the Baroque impulse. An impulse that revels in deception, appearance, and surprise rather than pure reason.
Before it's considered a 'style,' in the Baroque, there echoes playfulness, wit, and those mischievous sprites who take pride in the pinch and speed. That's precisely why the Baroque doesn't disappear; instead, it grazes something that transcends time as the succession of minutes or years. Simply put, its spirit emerges. Eugenio D'Ors referred to this underground current that emerges like an uncontrollable spring as the 'Baroque eon.' Although D'Ors was compelled to contrast the Baroque with the classical, the truth is that it's a different order of confrontation. It's not even the culmination of a period in the stylistic terms by which everything ends in this degenerate moment, a definition Victor L. Tapiè brilliantly captured as 'vicious flourishing.' Attempts to provide a definition are endless. Previtali wrote: 'Seventeen hundred thirty, in other words, the Baroque,' absurdly stretching the term in relation to its stylistic categorization.
The Baroque was the art of contradiction before the appearance of 'complexity and contradiction.' The Baroque affects forms, discourse, and perspective. It's the manifestation of mastery of a language. A struggle with oneself. The Baroque form reigns supreme in its capacities. This vague presumption leads it to skirt the boundary of form, and thus power, faith, and strength have been in its orbit. But we can't forget that there's another Baroque, and that's what I wanted to convey with this initial image. It's the Baroque of the infraordinary, the Baroque of the mundane - something of second-order Baroque or mise en abyme can't be denied. This brick curtain is a good example. This unnoticed Baroque brushes against postmodernity but seeks no applause. It's not overly planned but aspires to the happiness of the small. Churriguera, Jujol, and even Guarino Guarini played with this wonderful minor Baroque that emitted faint glimmers amidst the crevices of grand works. A Baroque of the everyday. An infra-Baroque. One that still survives daily in the plate on the edge of falling from the sink, in the slanted lamp, in the unexpected and flexible nook that conceals the hallway floor... This subtle Baroque is of imbalance, the unstable, the askew painting recognized immediately by OCD, and, of course, because it lives with us as we do with a little bird or a kitten, it deserves recognition.

31 de julio de 2023

LA FORMA DISPUESTA

Entender el ornamento como centro sustancial de la arquitectura (y por tanto no denominarlo ornamento), ser el discípulo más radical de Gaudí, y profesar un gusto ilimitado por todas y cada una de las formas del universo, son cualidades que se dan en Josep María Jujol. Arquitecto maldito y por tanto, llegado a un punto, elevado a los altares, su obra es objeto de culto (académico) por mucho que sea imposible de clasificar entre lo que la misma academia es capaz de digerir.
Excepcional en todo, su mundo del añadido, que comparte con Schwitters y con Rauschenberg, es un mundo en el que las formas son "formas dispuestas". Los ejemplos son innumerables. Uno de ellos, no el más conocido, da pistas de la riqueza de su cosmología. La Casa Bofarull tiene, como en las mesas de después de comer de Spoerri, platos, vasos, restos de cerámica y hasta un porrón en la cubierta. Cuando solo le habían pedido retejar y poco más, el festival desplegado allí es una obra de un puro artista del collage, precisamente a la vez que nacía el collage. Entre las grietas rellenas con cemento del trencadís, parece la sustancia protagonista: el pegamento. Como todo en Jujol, la costura de las partes está oculta. Solo vemos objetos, formas, pero lo que verdaderamente importa es el conjunto, el potaje completo. En realidad "el todo" es lo protagonista.
Dicho con otras palabras, no hay nunca actores secundarios en la obra del arquitecto catalán. Todo es equivalente. Todo vale lo mismo: el oro y la basura, la marquetería y el tajo a hachazos de la madera. Toda forma es forma bien traída. Todo le vale aunque no todo vale. Todo oculta una magia independiente del tamaño y del precio... Todo es en Jujol maravilloso, todo maravilla. Por todo ello, para los arquitectos hijos de la modernidad (o de la posmodernidad), Jujol nos recuerda lo equivocados que estamos con nuestra seguridad sobre lo que es y no es arquitectura.  
Understanding ornament as the deepest core of architecture (and therefore not calling it ornament), being the most radical disciple of Gaudí, and professing an unlimited taste for each and every form in the universe are qualities that are found in Josep María Jujol. A cursed architect and therefore, at a certain point, elevated to the altars, his work is the object of (academic) worship, even though it is impossible to classify within what the academy itself is capable of digesting.
Exceptional in every aspect, his world of the addition, which he shares with Schwitters and Rauschenberg, is a world where forms are "arranged forms". The examples are countless. One of them, not the most well-known, gives clues to the richness of his cosmology. Casa Bofarull has, like Spoerri's after-dinner tables, plates, glasses, ceramic remnants, and even a porrón on the roof. When they had only asked him to re-roof and do a little more, the festival displayed there is the work of a pure collage artist, precisely at the same time that collage was being born. Among the trencadís filled with cement, the protagonist substance seems to be the glue. Like everything in Jujol, the sewing of the parts is hidden. We only see objects, forms, but what truly matters is the ensemble, the complete medley. In reality, "the whole" is what takes center stage.
In other words, there are never supporting actors in the work of the Catalan architect. Everything is equivalent. Everything holds the same value: gold and garbage, marquetry and rough-hewn wood. Every form is well brought. Everything is valid, although not everything is valuable. Everything hides an independent magic, regardless of size and price... Everything in Jujol is marvelous, everything is a marvel. That is why, for architects who are children of modernity (or postmodernity), Jujol reminds us of how mistaken we are in our certainty about what is and isn't architecture.

3 de julio de 2023

CÍRCULO PERFECTO

El circuito de Nardo, un círculo de 12.6 Km de diámetro es el más perfecto posible para alcanzar altas velocidades. Sobre ese asfalto sin fin se han batido record tras record desde los años setenta. Hermosamente, la redondez de la pista lo es solo desde fuera. A los mandos de un vehículo se trata, a todos los efectos, de una recta donde no es necesario girar el volante gracias al equilibrio que se logra entre el propio peralte y la fuerza centrífuga. En resumen, es un círculo inmejorable, un círculo digno de la ingeniería, donde la perfección, como es sabido, es solo una cuestión de tolerancia al error.
Por lo que respecta a la arquitectura la perfección del círculo se basa en parámetos de otro orden. Un ejemplo inmejorable  de este tipo lo realizó la misma firma automobilística que había construido el circuito de Nardo. Solo que cincuenta años antes. En 1926, Fiat, había trazado una pista de pruebas insuperablemente redonda (por mucho que no lo fuese literalmente). No estaba en un campo llano de Italia sino en la cubierta de la propia fábrica de coches de Lingotto. La obra estuvo a cargo del arquitecto Giacomo Mattè-Trucco. Sobre ese óvalo se probaron durante décadas los vehículos en un sin fin de vueltas perfectas e iguales. Este si que era un círculo inmejorable por mucho que su forma fuese más bien oblonga. En ocasiones, y solo en arquitectura, las formas visibles no corresponden con el espíritu que las anima. 
The Nardo Circuit, a 12.6 km diameter circle, is the most perfect one possible for achieving high speeds. Over that endless asphalt, records have been broken time and time again since the seventies. Beautifully, the roundness of the track is only apparent from the outside. Behind the wheel of a vehicle, it is, for all intents and purposes, a straight line, where turning the steering wheel is not necessary thanks to the balance achieved between the banking of the curve and centrifugal force. In other words, it is an unbeatable circle, an engineering marvel, where perfection, as is known, is merely a matter of tolerance for error.
As for the architectural aspect, the perfection of the circle is based on parameters of a different nature. An exceptional example of this was carried out by the same automotive company that had built the Nardo Circuit, but fifty years earlier. In 1926, Fiat had created an impeccably round test track (although not literally) on the rooftop of its own Lingotto car factory. The architect responsible for this feat was Giacomo Mattè-Trucco. For decades, vehicles were tested on that oval, completing countless perfect and identical laps. This was a true perfect circle, despite its slightly oblong shape. Sometimes, in architecture alone, visible forms don't necessarily match the spirit that animates them.

22 de mayo de 2023

AL NIVEL DEL SUELO

La ciudad está llamada a encontrarse con su soporte. Es decir, a caer hasta esparcirse por el suelo como un juguete roto. La tierra, nuestra última casa, tarde o temprano, acogerá con un abrazo cálido y húmedo a todo lo que se erige sobre ella. Incluida la arquitectura y a nosotros mismos. Todo termina allí. No es gratuito que ese contacto posea, pues, un precioso valor. En esa franja, en la que se da el depósito de todos los sedimentos - comenzando por el polvo de los días - se teje la vida con el pasado. En esos centímetros se dan, a su vez, los verdaderos actos ciudadanos.
En la cualidad de los primeros veinte centímetros construidos de la ciudad, decía Enric Miralles, radica la calidad de la ciudad misma. Antes que en la condición de sus edificios o la particularidad de su emplazamiento importa ese palmo de altura (1). La sucia y salpicada belleza que se da allí es la de los sedimentos, también la del arranque de la arquitectura. Esos veinte sagrados centímetros acumulan el pasado y sustentan a los ciudadanos y a las democracias, al mercado y la vida. Esos veinte centímetros de zócalos, de humedades y de piedra, son el espacio del encuentro, del debate y del acuerdo de la civilización. Ciertamente ese margen exíguo se llena de aceras, peldaños y colillas, pero, no olvidemos que son mucho más que eso, son el alma viva de las ciudades y de la arquitectura al llegar a encontrase con el lugar donde inevitablemente terminarán sus días.

(1) Citado por Teodoro Fernández, en "Paseo Centenario", revista ARQ Santiago de Chile, nº 52, diciembre de 2002, p. 30.
The city is destined to meet its support. That is to say, to fall and scatter on the ground like a broken toy. The earth, our final home, will eventually embrace everything that stands upon it with a warm, damp embrace. This includes architecture and ourselves. Everything will end up on there. It is not without reason that this contact holds precious value. In that strip, where all sediments are deposited - starting with the dust of days - life is woven with the past. In those centimeters, true acts of citizenship take place as well.
According to Enric Miralles, the quality of the city lies in the quality of its first twenty built centimetres. More than the condition of its buildings or the uniqueness of its location, that span matters (1). The dirty and splattered beauty found there belongs to the sediments, as well as to the beginning of architecture. Those twenty sacred centimetres support not just the past but citizens and democracies, markets, and life itself. Those twenty centimetres of baseboards, dampness, and stone are the space for encounters, debates, and agreements among its citizens. Certainly, that narrow margin is filled with sidewalks, steps, and cigarette butts, but let us not forget that they are much more than that; they are the living soul of cities and architecture as they come into contact with the place where their days will inevitably end.

15 de mayo de 2023

ESCALERAS PARA CUERPOS INVISIBLES

Cada escalera es el molde de un cuerpo ausente, (al menos del mismo modo a como una caja de pino es la funda de un cuerpo yaciente). Cada uno de sus peldaños conforman la secreta funda de un pie, (de modo semejante a como lo hacen los zapatos aunque sin envolverlos). Puede que por eso mismo, porque en las escaleras reconocemos a alguien ausente, las excepciones nos descubren algunas de sus cosas invisibles.
Construir escaleras con lo que se tenga a mano, como es el caso, hace que las proporciones, el sistema constructivo y hasta su propia lógica se encuentre dislocada. Entre unas pisas precarias no cabe un pie porque el ladrillo está simplemente acumulado y es provisional. El ascenso por unas escaleras de ese orden resulta aun más peligroso que el ya de por si peligroso ascenso por unas bien paridas. Por mucho que a veces las escaleras tengan forma de escalera, por mucho que incluso sirvan para ascender o descender por ellas, cuando su objetivo no es acompasarse con el cuerpo del usuario sino algo turbio, quizás debieran llamarse de otro modo.
Las escaleras entonces hablan de pura inseguridad, de abusos y, sobre todo, de lo poco que importan las personas que las usan. Estas escaleras no son entonces fundas de un cuerpo, sino colmillos. Y huelen a explotación y a cosas peores. Son mandíbulas que trituran cuerpos y almas.
Each staircase is the mold of an absent body, (at least in the same way that a pine box is the sheath of a lying body). Each of its steps conforms to the secret casing of a foot, (similar to how shoes do it without enclosing them). Perhaps for that very reason, because we recognize the absence of someone on the stairs, the exceptions reveal some of their invisible things.
Building stairs with whatever is at hand, as in this case, causes the proportions, construction system, and even their own logic to be dislocated. Between the precarious steps, a foot cannot fit because the brick is simply piled up and provisional. Climbing stairs of this kind is even more dangerous than the already dangerous ascent on well-made ones. Despite the fact that sometimes the stairs have the shape of stairs and even serve to ascend or descend them, when their objective is not to sync with the user's body but something murky, they should perhaps be called something else.
The stairs then speak of pure insecurity, abuse, and above all, how little the people who use them matter. These stairs are not covers of a body but fangs. And they smell of exploitation and worse things. They are jaws that crush bodies and souls. 

10 de abril de 2023

ARQUITECTURA VERDE, EL LADO OSCURO

Lo verde siempre fue lo rico, fértil y vivo. La naturaleza se identifica con el color verde. Por motivos más evolutivos que culturales, el ojo humano distingue más matices del verde que de ningún otro color. Las células situadas al fondo de nuestra retina y encargadas de discriminar el color verde, los conos M, son las más numerosas. Tal es su protagonismo que para muchas culturas, sobre todo orientales, el azul es solamente un matiz del verde y no un color específico.
Lo verde lo inunda todo. El medioambienalismo tiñe de verde cada acto humano como un desinfectante. Por algo el jabón con el que limpiamos nuestros platos después de comer es, mayoritariamente, de ese color. También la arquitectura se transmuta cuando lo verde se adhiere a su ser como un musgo metastásico. La imagen de lo verde parasita este viejo arte a cambio de una inmerecida indulgencia ecológica. La arquitectura verde, convertida en una marca o una religión se vuelve entonces un oxímoron. Una religión donde solo los daltónicos son los verdaderos apóstatas. 
Como puede comprenderse, lo verde esconde un poder nada tranquilizador. Se convierte entonces en un perfecto sistema moral capaz de ocultar y volver espectáculo cada cosa que toca. De mismo modo, la pantalla croma falsifica lo que se ve en el escenario de las redes y el mundo digital, el blandiblú y su mocosa plasticidad y el increíble Hulk fundan su verdor los diferentes matices de una insoportable anormalidad. El perro verde es, por definición, una rareza. El cine ha imaginado la mayor parte de los seres alienígenas recubiertos con una lustrosa y húmeda piel verdosa por algún sensato motivo...
Como para no sentir un cierto escalofrío con ese inocente color asociado a la arquitectura…
Green has always been associated with richness, fertility, and life. Nature is identified with the color green. For more evolutionary reasons than cultural, the human eye distinguishes more shades of green than any other color. The cells located at the back of our retina that are responsible for discriminating green, the M cones, are the most numerous. Such is their prominence that for many cultures, especially Oriental, blue is only a shade of green and not a specific color.
Green is a flood. Environmentalism colors every human act with green like a disinfectant. That is why the soap we use to clean our dishes after eating is mostly of that color. Architecture also transforms when green adheres to it like a metastatic moss. The image of green parasitizes this old art in exchange for undeserved ecological indulgence. Green architecture, turned into a brand or a religion, then becomes an oxymoron. A religion where only the colorblind are the true apostates.
As can be understood, green conceals a power that is far from reassuring. It becomes a perfect moral system capable of hiding and turning everything it touches into a spectacle. Likewise, the green screen falsifies what is seen on the stage of social media and the digital world, the slime and its mucous plasticity, and the incredible Hulk base their greenness on the different shades of an unbearable abnormality. The "green dog" is, by definition, a rarity. Cinema has imagined most alien beings covered in a shiny and moist green skin for some sensible reason...
We all feel a certain chill with that innocent color associated with architecture...

20 de marzo de 2023

LA ESCALERA COMO RELICARIO


Las escaleras, esos inventos maravillosos usualmente empleados para comunicar dos pisos a diferente altura, son mucho más que lo que se ve a simple vista. Por lo pronto, cada escalera acumula más tropiezos, desgaste y alfombras que peldaños. Cada escalera es un profundo depósito de vivencias y de tiempo. También es el mayor almacén de aristas y rincones de toda la casa.
Ese es el motivo de que entre las líneas de las escaleras se acumule el polvo desde tiempos ancestrales. Ni siquiera la aparición de la aspiradora ha logrado desprender del espacio entre sus pliegues centenares de pelusas agazapadas. De hecho y con el fin de evitar esos incómodos habitantes que delataban la falta de limpieza de toda la casa, en el siglo XIX se popularizaron, sobre todo en los países sajones, unas piezas triangulares que aún hoy siguen atrincheradas en muchas de sus esquinas. En su mayoría hechas de latón brillante, ofrecen desde ese resguardo un brillo atenuado que nos recuerda que las escaleras son inmejorables relicarios de espacios incompletos.
Entre sus huellas y tabicas existen rincones incapaces de generar una habitación, pero si su miniatura. En esos rincones-bonsais, el refugio humano no es posible, pero desde allí irradian algo de su potencia protectora cuando nos sentamos en sus peldaños a modo de asiento, cuando desde allí se produce el beso adolescente, o cuando el descenso por sus peldaños se ralentiza para escuchar furtivamente alguna conversación susurrada en el piso de abajo.
Mientras, ese banco de líneas salvaguarda su depósito de geometría, y hasta ofrece rentabilidades superiores a las de las más convencionales colecciones de sellos o monedas. 

Stairs, those wonderful inventions usually used to connect two floors at different heights, are much more than meets the eye. For starters, each staircase accumulates more trips, wear and tear, and carpets than steps. Each staircase is a deep deposit of experiences and time. It is also the largest repository of edges and corners in the entire house.
That is why dust has been accumulating between the lines of the stairs since ancient times. Not even the appearance of the vacuum cleaner has been able to remove the hidden dust bunnies from these small folds. In fact, in order to avoid these uncomfortable inhabitants that revealed the lack of cleanliness in the entire house, triangular pieces became popular in the 19th century, especially in Anglo-Saxon countries, and even today they are entrenched in many corners. Mostly made of shiny brass, they offer from their refuge a subdued shine that reminds us that stairs are unbeatable reliquaries of small, incomplete spaces.
However, it's not that there are corners among their footsteps and risers capable of generating a room, but only their miniature. In those tiny corners, almost bonsais, human refuge is not possible, but from there, they radiate some of their protective power when we sit on their steps as seats, when the teenage kiss happens there, or when the descent down their steps slows down to eavesdrop on a whispered conversation on the floor below.
Meanwhile, this banck of lines safeguards its geometry deposit, and even offers higher returns than the most conventional collections of stamps or coins.

27 de febrero de 2023

LA MUERTE DE LA CIUDAD COMIENZA CON LA RUINA DE SUS EDIFICIOS

La muerte de la ciudad comienza con la ruina de sus edificios. La lenta carcoma del abandono, la dejación del deber de habitar, repercute en la ciudad y pudre poco a poco la vida de sus calles y plazas. Cada edificio abandonado es una profecía sobre el destino urbano. Una noche de cristales rotos refleja la completa podredumbre moral de un país. De diferentes modos, en silencio o precipitadamente, se comienza atacando la arquitectura. Luego van las personas. Más tarde solo queda la sombra de la ciudad. Tal vez su nombre. 
A menudo se olvida que cada obra, precisamente por sus secretos lazos de continuidad con el conjunto de la ciudad, es una caja de caudales del tiempo, de la memoria y de la vida de quienes la habitan. De la pervivencia de este pabellón de hexágonos depende, aunque sea en parte, el destino de Madrid mismo. En él se conserva, misteriosamente, el pasado rural de una España perdida y hoy desocupada tanto como el puro ingenio de una inimitable generación de arquitectos. Por mucho que suene a apocalipsis barato, si se destruye esa memoria se destruye la frágil densidad del ser humano, empezando por su dimensión histórica y siguiendo por la social. La desaparición del hombre es más la desaparición de la ciudad que la desaparición de la naturaleza, decía Italo Calvino. En la presión de la urgencia por mantener en pie una simple obra, late nuestra propia supervivencia.

* El presente texto ha formado parte de la exposición presentada en ARCO 2023 por el COAM, Imagen cortesía de Luis Asín