30 de agosto de 2010
CIERTA GRAVEDAD
Contrariamente a lo que se cree, los arquitectos y los
cirujanos estéticos no deben su sustento a la belleza, sino a la fuerza de la
gravedad. La tensa lucha por domar sus efectos, disimularlos y dotarlos de
garbo, les ha dado de comer desde que la arquitectura es arquitectura y la
estética, estética.
A pesar de ser sus guardianes y garantes, hoy los
arquitectos fingen sus leyes mediante estructuras que se ocultan y misteriosos
funambulismos que parecen, más que nunca, negar su presencia. La gravedad,
apuntalan, es cosa de iniciados. La gravedad hoy es un argot.
Nuestro tiempo muestra como espectáculo la fractura entre la
terquedad de lo portante y lo levemente etéreo. Como si los arquitectos
estuviesen solo interesados, no ya en la forma de la arquitectura, sino en
mostrar a los habitantes la intangible y vertical prisión diaria que
representan las estructuras: hermosos jeroglíficos indescifrables, ahora
simulando desmoronarse.
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23 de agosto de 2010
IGNAZIO GARDELLA Y LA MATERIA
La figura de Ignazio Gardella se yergue aun ante nosotros
como un recordatorio de lo que en un tiempo significó verdaderamente ser
arquitecto.
Descendiente de cuatro generaciones de arquitectos, Gardella
ejerce la elegancia con la naturalidad del que está acostumbrado a elegir
siempre bien. No solo traje y corbata. También el gesto y la forma de su
arquitectura. Gardella sabe demasiado bien donde se da esa elegancia, que es
signo de civilización y siente “un tierno, trépido respeto por una misteriosa
vida anterior al edificio”.
Entre los muchos puntos de aproximación a su obra, cabe el
estudio de la amplia relación de su arquitectura con la historia. Un proyectar
que descubre con receptividad la forma más que imponerla. Una obra cuya poética
supera su temática. Un tipo de modulación usada más allá del mero ritmo y
orden.
No obstante cabe también acceder al núcleo duro de Gardella
como una experiencia puramente física y táctil. La materia es en su arquitectura fuente de una
sensualidad inusitada y trascendente. Así, en su “Casa alle Zattere”,
-seguramente su obra más compleja y penetrante-, los huecos, el color y hasta
los balcones, rezuman densidad, el plano de fachada se esponja, ganando
profundidad gracias a la luz y trasformándose en espacio. Argan encuentra en
esta obra motivos semejantes a cierta música de Stravinski, más por el logro
del vibrato en la materia que por su pura composición formal.
Junto a ella, el terragnesco Dispensario Antituberculoso,
donde los filtros en celosía hablan de la hondura de una piel calada y
aérea. Las viviendas Borsalino, -viviendas que Coderch honra e
idolatra-, y cuyas ventanas son un monumento dispuesto para ser acariciado con
las manos y la mirada. O la amurallada y regia Facultad de arquitectura de
Génova, donde lo inexpugnable y áspero de los machones se constituye por
medio de la repetición de un logrado motivo espacial y urbano.
En Gardella cada material cambia de fase: La piedra, el
terrazo o el enlucido no son solo materiales con sus nombres y características,
son materias en segundo grado. Son rugosidades, tegumentos, y calados, con su
historia y su densidad. En Gardella incluso el color no es color, sino textura
y materia. El color es un resultado de una calculada dureza, porosidad o
discontinuidad, inseparable de su profunda razón constructiva.
Francesco Dal Co, encuentra en Gardella herencia de la
arquitectura de Loos. Su figura entronca en la modernidad las claves de la
arquitectura renacentista, dice Rafael Moneo. No han perdido vigencia, aun con
ser las primeras, las palabras de Gulio Carlo Argan sobre su obra, donde es
tratado con atemperada admiración. Los escritos sobre su figura son muchos,
casi todos precisos e inteligentes.
“`Hay que trabajar con los medios que se tiene al alcance´:
obvio, pero este precepto no lo es tanto para los arquitectos. Les parece una
invitación al realismo, a la modestia y a la moderación que no todos están
dispuestos a asumir, como en cambio sabía hacer Ignazio Gardella, el último
patriarca de la arquitectura Italiana.”(1)
“Por mi parte, yo nunca espero nada bueno de un artista que
sutiliza en cuestión de formas y colores, sin proponerme una elección
verdaderamente meditada de las materias empleadas: porque es el material mismo
de los objetos (y no en su representación plana) donde se halla la verdadera
historia de los hombres”(2)
(1) DAL CO,
Francesco, “Recuerdo de Gardella”, en Ignacio
Gardella, 1905-1999. Arquitectura a través de un siglo, Electa, Madrid,
1999, pp.15
(2) BARTHES, Roland,
“Las enfermedades de la indumentaria Teatral”, Ensayos críticos, 2002,
(1964), Seix Barral, Barcelona, pp.74
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16 de agosto de 2010
LEONIDOV
Hijo de una pobre familia de granjeros y leñadores pero con
un talento innato para el dibujo, Ivan Leonidov, pasó de estibador a ser
acogido por un pintor callejero, y luego por Alexander Vesnin en la escuela de
arte rusa de Vkhutemas.
Gracias a su proyecto de graduación del Instituto y
Biblioteca Lenin de Moscú, obtuvo un reconocimiento internacional inusitado
en el año 1927, e inauguró una estirpe de arquitectos que deben su fama a su
trayectoria como estudiantes más que a la obra construida. (En realidad solo
hizo en su vida unas alegres escaleras en Kislovodsk en las que metió,
desbordante, hasta una tribuna para discursos y un teatrito griego).
Junto con la torre a la Tercera Internacional de
Tatlin, y el Mausoleo de Lenin de Aleksey Shchusev, esta obra es el
referente de Vkhutemas durante su época más gloriosa. Luego ya solo pudo
enseñar en la misma escuela que le había encumbrado como un héroe a la vez que
dibujaba arquitecturas inmaculadas, con un talento estéril que nunca le
abandonó.
Hoy que Leonidov lleva bajo tierra 50 años, ¿qué culpa tiene
de parecer cada vez más un plagio de Koolhaas?. Su obra siempre pertenecerá al
futuro y al papel. Koolhaas y tantos otros serán siempre sus antecedentes.
Conviene recordar que en raras ocasiones el pasado no es un preludio sino un
epílogo de la actualidad.
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9 de agosto de 2010
HUMILDAD
“Si yo veo belleza en la piedra y tu ves belleza en el
barro, entonces tu alma es más refinada que la mía” decía Charles Correa
hablando de Noguchi. El trabajo con lo humilde no está en prorrumpir formas
para encadenar la belleza, sino en descubrirla con la mirada susurrante en lo
menos llamativo. “Maqueta de trabajo en una caja de pañuelos” rezaba esta
imagen del pabellón de España de la bienal de Venecia, de García de Paredes, en
el año 1958.
Lo despreciado esconde tesoros sin fin. Ese parece ser el
esfuerzo de un secreto grupo que reina en lo más profundo de la historia del
arte y que permanece empeñado en el refinamiento autoexigente de la humildad:
Religión de arquitectos honrados.
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2 de agosto de 2010
JUGUETES
Los juguetes de construcción provocan en los arquitectos el mismo efecto que los telescopios en los astronautas y que el escaparate de las pastelerías en los niños. Se debería estudiar en profundidad en que medida esos juguetes infantiles han despertado más vocaciones que las obras completas de cualquier gran maestro. Wright presumía de haber adquirido muchas de sus habilidades gracias a un juguete de piezas de madera que el pedagogo Friedrich Froebel inventó y que su madre puso en sus manos concienzudamente.
Algo de todo ello tiene la propuesta de un desconocido Norman Mailer, homónimo del famoso escritor, quién el año 1962, planteó 15.000 apartamentos para la ciudad de Nueva York. Que la maqueta fuese construida con piezas de lego no es insignificante. La construcción es una propuesta con una importante carga utópica que crece como un juego vertical, y donde el gusto por apilar más y más piezas parece solo encontrar el límite en el derrumbe del conjunto.
La diversión aquí es doble porque el juego también lo es: El juego de la arquitectura contiene juegos subsidiarios. Aunque lo más hermoso de la imagen está en la cantidad de energía que desprende. Por un instante miren el rostro del autor ante su construcción. Esa es, exactamente esa, la sonrisa que produce la auténtica arquitectura de la que hablaba Alejandro de la Sota.
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