El paso del tiempo deja huella sobre la materia. La arquitectura envejece y los años la completan con la pátina del tiempo. Un recubrimiento que es de más alcance que esa especial costra que el hombre llama historia.
La forma de aceptar el paso del tiempo y de los seres humanos pasando sobre la arquitectura se muestra de muchos modos pero uno de los más hermosos es el desgaste. El desgaste no coincide con la simple erosión sino que representa el inesperado suplemento de vida de la arquitectura. El desgaste no corresponde a la fatiga ni al cansancio sino a una extensión de la forma como algo dinámico y vivo.
Creo recordar que era Quetglas, - siempre que la anécdota es fascinante uno tiene la malsana costumbre de atribuírsela -, quien hablaba de unos pequeños agujeros en los peldaños, junto a las jambas de los portales de algunas casas de Barcelona. Eran las huellas que dejaron el castañeteo prolongado años de unos zapatos de tacón esperando su clientela a la intemperie, quizás en el barrio de Gracia. El desgaste sobre la arquitectura toma cuerpo y goza de mayor dignidad que la huella casual de los obuses en los viejos monumentos.
Se trata de una erosión que conecta la vida con la forma. Algo así se percibe igualmente en esos viejos peldaños de la casa rehabilitada por Fernando Távora, en Villa Nova de Cerveira, que permanecen como un monumento a la eternidad. El ascender prolongado, el sentarse en medio de esos tramos de granito durante años, el incesante caer de la lluvia del alero, el peso de los años y de los cuerpos ascendiendo sobre esas piedras, son un signo más de cómo la arquitectura no es, a fin de cuentas, más que el molde de los hombres en el tiempo.
PE: Me hace llegar mi querido Angél Martínez García-Posada la referencia de esas marcas del taconeo profesional en los soportales barceloneses atribuida a Juan José Lahuerta y publicada en la Vanguardia el 11 de Septiembre de 2002. Es tan buen origen como el de Quetglas. ¡Gracias, Ángel!
PE: Por otro lado, Chus, nos envía las huellas de ese taconeo en la Rambla... ¡Muchas gracias también!