21 de julio de 2024

LA COCINA FUERA DE LA COCINA

Cuando el dormitorio se ha convertido en oficina y escenario, cuando el baño ha dejado de ser un espacio de intimidad, no es de extrañar que la cocina haya dejado de ser una habitación para reducirse a tres electrodomésticos y una pila donde rellenar la botella de agua antes de ir a pilates.
Entre todas, la metamorfosis de la cocina ha sido la más silenciosa y profunda de la casa. Las cocinas de humo y vapores, las que nutrían nuestra cotidianidad con olores de hogar y promesas de sustento, han encontrado refugio en la comida prefabricada y en las “dark kitchens”. La venta de pizza congelada es un negocio milmillonario que no hace más que crecer en todo el mundo. La comida mediterránea, asiática, las hamburguesas gourmet y los sándwiches que llegan a la mesa a lomos de ciclistas en cajas térmicas se preparan en el mismo local y por los mismos cocineros. Sin ventanas, comensales, ni escaparates las cocinas fantasmas son tecnificados puntos de logística que operan fuera de la vista. A la vez, los restaurantes han convertido la alta cocina en un espectáculo al que es imposible sustraerse. Las estrellas michelín ultravisibilizan sus realizaciones. El kimchi y el alginato sódico invaden las redes sociales y los estantes del supermercado. La web del restaurante de lujo promete una experiencia culinaria a la que hay que ir preparado como se va a una circuncisión. Entre la cocina convertida en una caja negra y la experiencia religiosa de comer, está el mundo del comer sano y los “foodies”. Solo que ya nadie puede hacer otra cosa que preparar ensaladas ya que los antiguos pucheros han perdido su sitio y las recetas de cuchara requieren de un tiempo y de la compra de productos que poco a poco se vuelven imposibles de encontrar.
En este panorama el espacio dedicado a preparar la comida en nuestras casas se ha ido reduciendo. A la vez que crece la venta de microondas y hornos de aire, disminuye la de metros lineales de encimera de Ikea. Con cada llamada de teléfono a un delivery, la cocina se repliega. La arquitectura de la cocina ha dejado de ser una estructura fija para convertirse en una entidad viviente y fuera de casa. En la cocina fantasma los sistemas de gestión de pedidos y los sensores que monitorean cada aspecto del proceso culinario tienen un ritmo frenético y preciso. Las dark kitchens gentrifican las cocinas domésticas. Lo que antes era un almacén vacío a las afueras de la ciudad ahora es un hervidero de actividad culinaria multiétnica manejado por las mismas manos. La inteligencia artificial y la automatización prometen llevar la eficiencia a niveles aún más altos, quizás hasta el punto de que las manos humanas sean reemplazadas por brazos robóticos. De la cocina entendida como lugar hemos pasado a la cocina como punto de mero mantenimiento vital. Su arquitectura se reduce, encoge y se mezcla dentro de la casa.
El futuro tal vez sea “kitchenless”, es decir con cocinas fuera de las cocinas. O con particulares que cocinan en sus propias casas para los demás, como ya sucede en la India. El tiempo y el dinero mandan. Los argumentos para mantener el espacio de la cocina en casa por motivos de pura salud no son, por ahora, competitivos. Ni siquiera las cocinas cooperativas son una buena respuesta. Pero cualquier reivindicación de productos de proximidad, de vida sana y de alimentación responsable comienza con disponer de un espacio propio para la cocina doméstica. Tarde o temprano los estudios clínicos, energéticos y sociales reivindicarán que el espacio de las cocinas rentaba más que tener la cocina fuera de casa. Como sucede ya con el tabaco.
When the bedroom has become an office and stage, and the bathroom has ceased to be a private space, it’s no surprise that the kitchen has shrunk to just three appliances and a sink to fill a water bottle before heading to Pilates.
Among all transformations, the kitchen’s metamorphosis has been the most silent and profound of homes. Kitchens filled with smoke and steam, nourishing our daily lives with homey aromas and promises of sustenance, have found refuge in prepackaged meals and "dark kitchens." The frozen pizza industry is a multibillion-dollar business that continues to grow globally. Mediterranean, Asian food, gourmet burgers, and sandwiches delivered by cyclists in thermal boxes are all prepared in the same location by the same cooks. Without windows, diners, or storefronts, ghost kitchens are tech-driven logistics hubs operating out of sight. Meanwhile, restaurants have turned haute cuisine into an inescapable spectacle. Michelin stars spotlight their creations. Kimchi and sodium alginate flood social media and supermarket shelves. A luxury restaurant’s website promises a culinary experience requiring as much preparation as a major ritual. Between the black box kitchen and the religious experience of dining, lies the world of healthy eating and “foodies.” Yet, few can do more than make salads, as traditional pots have lost their place, and slow-cooked recipes demand time and ingredients that are increasingly hard to find.
In this landscape, the space for food preparation at home has been shrinking. As microwave and air fryer sales soar, linear feet of countertop from Ikea dwindle. With each delivery call, the kitchen retracts. Kitchen architecture has shifted from a fixed structure to a living entity beyond the home. In ghost kitchens, order management systems and sensors monitoring every culinary process move with a frenetic precision. Dark kitchens gentrify domestic kitchens. What once was an empty warehouse on the city outskirts is now a hive of multiethnic culinary activity, managed by the same hands. Artificial intelligence and automation promise even greater efficiency, potentially replacing human hands with robotic arms.
We’ve shifted from understanding the kitchen as a place to seeing it as a mere point of vital maintenance. Its architecture contracts, shrinks, and blends within the home. The future may be “kitchenless,” with kitchens existing outside traditional spaces. Or with individuals who cook in their own homes for others, as already happens in India. Time and money dictate. Arguments for keeping kitchen space at home for health reasons are currently not competitive. Even cooperative kitchens are not a good answer. However, any advocacy for local products, healthy living, and responsible eating begins with having a dedicated space for home cooking. Sooner or later, clinical, energy, and social studies will claim that having kitchen space at home is more beneficial than outsourcing it. Just as has happened with smoking.

14 de julio de 2024

MOTIVOS PARA HACER UN LABERINTO

No se me ocurren motivos para hacer hoy un laberinto que no sean el puro ocio o el comercio. Ya no quedan minotauros, jardines, ni catedrales capaces de albergar en su seno recorridos infinitos. Tampoco quedan filántropos capaces de financiar un espacio dedicado a perderse por el puro placer de ese escalofrío. En un mundo que dedica estanterías kilométricas al mindfulnes de “encontrarse a uno mismo”, el hecho de perderse tal vez sea ir demasiado a contracorriente. Tal vez los recorridos donde vagar que no repercutan en aumentar las ventas resulten inexplicables. Tal vez la palabra laberinto misma no sea ya más que una idea, un concepto. Un horizonte borroso.
Además, ya no quedan arquitectos de laberintos ¿a quién encargar uno? Hasta los diseñadores de videojuegos tienen más práctica que los arquitectos, a quienes ese encargo les queda tan lejos como proyectar un gabinete de curiosidades, unas caballerizas reales o una cámara funeraria. Dédalo sigue siendo el decano de esta exhausta tipología. Y, si se apura, hasta Borges. El laberinto más reciente y universal es añil y amarillo, y encierra una monstruosa cantidad de sillas, mesas y encimeras de cocina. Para salir de él no vale el hilo de Teseo ni las matemáticas de Katie Steckles con su regla topológica del "gira siempre a la derecha", sino una tarjeta de plástico conectada electrónicamente con un banco. Una salida tan tramposa como la de Ícaro.
Reivindiquemos, sin embargo, los laberintos, aunque sean como una utopía, porque nos permiten recordar que la arquitectura no tiene como principal tarea simplificar la vida, sino dar luz a su complejidad.
  
I can’t find any reasons to build a labyrinth today beyond pure leisure or commerce. There are no minotaurs, gardens, or cathedrals capable of hosting endless pathways anymore. Nor are there philanthropists willing to fund spaces dedicated to the thrill of getting lost. In a world filled with endless shelves about mindfulness and “finding oneself,” losing oneself might seem too rebellious. Perhaps wandering through spaces that don’t boost sales is seen as inexplicable. Maybe the word labyrinth has become just an idea, a concept, a blurry horizon.
Moreover, we no longer have labyrinth architects. Who would you even hire to design one? Even video game designers have more experience than architects, as such tasks feel as distant as creating cabinets of curiosities, royal stables, or burial chambers. Daedalus remains the master of this exhausted typology, and perhaps Borges too. The most recent and universal labyrinth is blue and yellow, filled with countless chairs, tables, and kitchen counters. To escape, neither Theseus’s thread nor Katie Steckles’s topological rule of "always turn right" will do; it requires a plastic card connected to a bank. A trick as deceptive as Icarus’s escape.
Let’s reclaim labyrinths, even as a utopia, because they remind us that architecture’s main purpose isn’t to simplify life but to illuminate its complexity.

7 de julio de 2024

ESCALERA EN UN METRO CUADRADO

Si la arquitectura ha tenido a lo largo de su historia momentos de pura exploración de los límites de la enormidad (la torre más alta o el edificio más grande del mundo), pocas son las ocasiones en que esa búsqueda se ha producido en dirección contraria. La motivación por hacer algo lo más pequeño posible ha sido habitualmente fruto de la pura racanería. O de las crueles condiciones del mercado. Una casa de quince metros se publicita como un logro imbatible, cuando en realidad no es otra cosa que un cuchitril que se ofrece a los ojos lo más limpio y tecnificado posible. En esta carrera por el ahorro, uno de los objetos de odio ancestral es la escalera, debido a la enorme cantidad de espacio que consume. Blasfemia que las compañías de ascensores, por cierto, han explotado desde siempre como un negocio lucrativo y poco ecológico. La lucha por hacer que las casas pudiesen tener escaleras económicas desde el punto de vista de la ocupación, ha hecho despegar el ingenio de proyectistas, especialmente desde el siglo pasado. En esa línea se ha explorado la ingeniería de los materiales, la geometría, los procesos industriales de fabricación y las normativas como las mismas energías, talento e inventiva que la inmersión a las simas abisales o la propulsión en la ciencia astronáutica.
En este afán reductor, la escalera de menos de un metro cuadrado supone uno de los últimos unicornios. Si bien las escaleras de pates, las compensadas, las de tijera o las de barco han resuelto desde antiguo el problema del espacio, no resulta admisible hacer subir de un piso a otro a un ser humano de una edad que no sea la adolescencia por tan empinados lugares. Hoy ya existen escaleras de caracol que ha inclinado el eje y con ello han ganado espacio en su recorrido y multiplicado sus millones en ventas. Las hay que han compensado tanto sus peldaños que se han vuelto delicados instrumentos de tortura. Existen escaleras que han aligerado su peso hasta poderse trasladar como un sillón no muy pesado.
Como los récords olímpicos de triple salto o lanzamiento de martillo, el futuro nos deparará una escalera en medio metro cuadrado... Nadie lo duce. Nada hay que detenga la lucha por el record. Aunque la solución final pase por encoger a los habitantes...
If architecture has historically had moments of pure exploration of the limits of enormity (the tallest tower or the largest building in the world), there have been few occasions when that pursuit has gone in the opposite direction. The motivation to make something as small as possible has usually been the result of sheer stinginess or the harsh conditions of the market. A fifteen-square-meter house is advertised as an unbeatable achievement when, in reality, it’s nothing more than a hovel made to look as clean and high-tech as possible. In this race for savings, one of the age-old objects of disdain is the staircase, due to the vast amount of space it consumes. Blasphemy that elevator companies, incidentally, have always exploited as a lucrative and not very eco-friendly business. The struggle to make houses with space-efficient stairs has sparked the ingenuity of designers, especially since the last century. In this vein, the engineering of materials, geometry, industrial manufacturing processes, and regulations have been explored with the same energy, talent, and inventiveness as deep-sea diving or advancements in astronautical science.
In this reductive quest, the staircase of less than one square meter is one of the last unicorns. While paddle stairs, offset stairs, folding stairs, or ship ladders have long solved the space problem, it is unacceptable to make anyone beyond adolescence climb such steep places. Today, spiral staircases with inclined axes have gained space and multiplied sales. Some have balanced their steps so much that they've become delicate instruments of torture. There are staircases light enough to be moved like a not-too-heavy chair.
Like Olympic records in triple jump or hammer throw, the future will bring us a staircase within half a square meter... No one doubts it. Nothing will stop the quest for the record, even if the final solution involves shrinking the inhabitants...

30 de junio de 2024

COSAS DE VOLVER A CASA

La llegada a la habitual casa de vacaciones (aquel que tenga esa suerte), ya sea en el pueblo o en la playa, o el regreso tras ellas a la casa donde pasamos la vida, tiene algo de reencuentro con un ser querido. No sé si será por los olores y la luz al llegar, lo leve de una atmósfera cerrada, o el reencuentro con los objetos que nos rodean por temporadas, pero parece que la arquitectura, en esos momentos, nos sonríe. Al igual que los perros con sus dueños, cuando la casa ha estado un tiempo sin sus habitantes, les recibe abierta desde su centro.
Pocas cosas son mejores, tanto de las vacaciones como de volver de ellas, que ese reencuentro con la casa, donde nos lanza un tipo de bienvenida propia, sin palabras ni gestos. Es la suma de un abrazo inmóvil y una sonrisa un poco ladeada, cálida, tan cierta como la amistad o el sentimiento de llegar a una patria de la infancia. La debió sentir Odiseo al tumbarse sobre la cama de su casa en Ítaca después de deshacer las maletas. Aunque nuestra llegada sea de un tono y escala menor, no lo es el sentimiento de que la arquitectura nos espera y nos recibe. No olvidemos que no solo los sitios, los amigos o los animales sienten nuestra partida o nuestra llegada. La casa también nos devuelve, tal vez como un espejo, a nosotros mismos sonriendo. De todo lo infraleve que ofrece lo doméstico, os deseo pronto esa sensación.
Y más aún si alguno o alguna, la semana pasada, se tropezó con el asesino resalto de una acera ciudadana.
Arriving at the usual vacation home, whether in the village or by the beach, or returning from it to the house where we spend our lives, feels like reuniting with a loved one. I don't know if it's the smells and the light upon arrival, the faint scent of a closed-up space, or the reunion with the objects that surround us seasonally, but it seems that the architecture, in those moments, smiles at us. Just like dogs with their owners, when the house has been without its inhabitants for a while, it greets them warmly from its core.
Few things are better, both about vacations and returning from them, than that reunion with the house, which gives us its own kind of welcome, without words or gestures. It is the sum of an immobile hug and a slightly tilted, warm smile, as real as friendship or the feeling of arriving in a childhood homeland. Odysseus must have felt it when he lay down on the bed of his house in Ithaca after unpacking. Although our arrival may be of a lesser tone and scale, the feeling that the architecture awaits us and welcomes us is not. Let's not forget that it's not just places, friends, or animals that feel our departure or arrival. The house also reflects us back, perhaps like a mirror, smiling. From all the subtle nuances that the domestic offers, I wish you soon that sensation.
And even more so if any of you, last week, stumbled over a killer speed bump of the city sidewalk.

23 de junio de 2024

CIEN MANERAS DE MORIR SOBRE UNA ACERA


Se llama “ceja”, no solamente a ese conjunto de pelos que pueblan la parte inferior de la frente y que impiden la caída del sudor a las cuencas de los ojos, sino el saltito del adoquín canalla y asesino que asoma en una de sus esquinas para que nos tropecemos al caminar por la ciudad. Ese resalto, que nunca resulta cómico para uno mismo, es un signo del carácter criminal de las calles que nos acecha de mil formas.
Las cejas pueden ser producto de una falta de oficio a la hora de poner las piezas de un pavimento, pero la mayor parte de las veces son solo el signo de que la ciudad se mueve. La acera debajo tiene raíces, humedades y a veces sus adoquines se empujan unos a otros igual que los manifestantes de una aglomerada procesión que no va a ninguna parte. Nadie puede señalizar esos dientes de las aceras con un cartel de peligro, porque supone una búsqueda tan infructuosa como la de una moneda perdida en la arena de la playa. Como mucho, y cuando el daño a algún transeúnte es reiterado o cuando alguna persona mayor sufre un serio tropiezo, la queja se convierte en una llamada a los servicios municipales, que acaban buscando y limando la esquina con una radial como el que desmocha las astas de un toro por miedo a su bravura.
Pese a todo, las cejas no son lo más humillante que puede suceder en una acera. Peor es el adoquín suelto y mal asentado. El adoquín que baila y que acumula de modo invisible agua en un charco oculto como una mina antipersona. En esas ocasiones el suelo nos escupe al poner nuestro pie sobre su traicionera superficie. El salpicado oscuro sobre los pantalones o la falda, la suciedad humillante como la cagada de una paloma subterránea, nos deja malhumorados el resto del día…
En todos esos casos, y tras dos pasos recuperándonos, volvemos la cabeza sin dejar de caminar, escudriñando el origen de la dentellada o el escupitajo, con una mirada retadora e inútil. La cobardía de la figura del peatón es tan legendaria como las espantás de Curro Romero, que no se atreve a volverse para localizar el origen de su deshonra y rematar su ira, aunque sea a golpes vengativos.
Existen millares de esos pequeños demonios urbanos. Menos mal que a veces las aceras nos regalan florecillas silvestres crecidas entre sus grietas. No sé si para compensar. O para hablarnos a través de lo minúsculo de esos detalles de la complejidad del resto de la ciudad y de su paisaje.
It’s called an “eyebrow” in Spanish, not just that cluster of hairs populating the lower forehead to prevent sweat from falling into the eye sockets, but also the mischievous and treacherous bump of a cobblestone that peeks out one of its corners to trip us as we walk through the city. In English, it’s simply called a "trip hazard" or "pavement bump." That bump, which is never comical for oneself, is a sign of the criminal character of the streets that stalk us in a thousand ways.
These bumps can be the product of a lack of skill when placing the pieces of a pavement, but most of the time they are simply a sign that the city is alive. The sidewalk underneath has roots, moisture, and sometimes its cobblestones push against each other like the protesters in a crowded procession going nowhere. No one can mark those sidewalk hazards with a danger sign because it would be as futile as searching for a lost coin in the beach sand. At most, and when the damage to a passerby is repeated or when an elderly person suffers a serious stumble, the complaint becomes a call to municipal services, who end up searching and sanding down the corner with a grinder like someone trimming a bull's horns out of fear of its ferocity.
Despite everything, these bumps are not the most humiliating thing that can happen on a sidewalk. Worse is the loose and poorly set cobblestone. The cobblestone that wobbles and invisibly accumulates water in a hidden puddle like an anti-personnel mine. On those occasions, the ground spits at us when we innocently step on its treacherous surface. The dark splatter on our pants or skirt, the humiliating dirt like the droppings of an underground pigeon, leaves us in a foul mood for the rest of the day…
In all these cases, and after taking two steps to recover, we turn our head without stopping walking, scrutinizing the origin of the bite or spit, with a defiant and useless look. The cowardice of the pedestrian figure is as legendary as the escapes of the famous bullfighter Curro Romero, who doesn’t dare turn around to locate the origin of their dishonor and finish off their anger, even if it’s with vengeful blows.
There are thousands of these small urban demons. Luckily, sometimes the sidewalks gift us with wildflowers growing between their cracks. I don’t know if it’s to compensate. Or to speak to us through the tiny details about the complexity of the rest of the city and its landscape.

17 de junio de 2024

EL ALGORITMO Y LA ARQUITECTURA

El algoritmo acabará arrinconando a André Luçat, a Norma Merrick Sklarek y a Viljo Revell al ostracismo. No hay un museo imaginario posible de obras maestras minoritarias. Tarde o temprano, el algoritmo acabará con el mundo de la diversidad cultural y de los márgenes, por el simple motivo de que selecciona con un criterio fundado en visualizaciones o clics. La viralidad no construye obras maestras. Ni ayuda a conservarlas en la memoria. En el territorio de la calidad el algoritmo anda perdido como un topo en mitad de la arena del desierto.
Bajando en el scroll de la pantalla, y ante nuestros ojos, vemos pasar la misma y repetida imagen. Fuera de nuestro alcance se van quedando progresivamente las obras maestras menores, los matices de sus plantas y las rarezas del gusto de los frikis y de las minorías. Spotify, Netflix o Pinterest suprimen sistemáticamente la periferia y los bordes. El turismo y la posibilidad de descubrir obras limítrofes guiados por un algoritmo, dejarán de lado la visita a los palazzi de Alessandro Specchi o al exotismo de William Chambers. El discurso hegemónico se vuelve entonces de un imperativo dictatorial. Pronto Robert Smythson será corregido como Smithson. Ya ni Philibert Delorme merecerá el calificativo del mayor de los arquitectos franceses del siglo XVI… Ni siquiera si el número de frikis se vuelve considerable, es decir, rentable, tendrán cabida en el top ten de turno Albert Laprade, Elizabeth Wilbraham, Rodolfo Fioravanti o Guillaume Gillet. Tal vez la Wikipedia sea el refugio. O ese viejo invento, ya poco visitado para su fin original, que fueron las bibliotecas.
Cuando el mundo de la diversidad celebra prácticas que enfatizan la importancia de la diferencia en la creación de lazos de solidaridad, encarnación y deseo, tal vez el reivindicar los márgenes culturales sea un sueño que languidece ante la catástrofe climática y el pensamiento posantropocéntrico. Sin embargo, toda reivindicación que no contemple el cuidado de esas minorías del pasado, minorías sin voz, es peor que una criminal estafa de Ponzi: es puro colaboracionismo con el exterminio de la memoria.
The algorithm will eventually corner André Luçat, Norma Merrick Sklarek and Viljo Revell into obscurity. There is no possible imaginary museum of minority masterpieces. Sooner or later, the algorithm will end the world of cultural diversity and margins, simply because it selects based on views or clicks. Virality does not build masterpieces. Nor does it help to preserve them in memory. In the territory of quality, the algorithm is as lost as a mole in the middle of the desert sand.
Scrolling down the screen, before our eyes, we see the same repeated image passing by. Out of our reach are progressively left the lesser masterpieces, the nuances of their plans, and the quirks of the tastes of geeks and minorities. Spotify, Netflix, or Pinterest systematically suppress the periphery and the edges. Tourism and the possibility of discovering border works guided by an algorithm will leave aside the visit to the palazzi of Alessandro Specchi or the exoticism of William Chambers. The hegemonic discourse then becomes a dictatorial imperative. Soon Robert Smythson will be corrected as Smithson. Not even Philibert Delorme will deserve the qualification of the greatest of the French architects of the 16th century... Not even if the number of geeks becomes considerable, that is, profitable, will Albert Laprade, Elizabeth Wilbraham, Rodolfo Fioravanti or Guillaume Gillet have a place in the top ten of the moment. Perhaps Wikipedia is the refuge. Or that old invention, now little visited for its original purpose, which were libraries.
When the world of diversity celebrates practices that emphasize the importance of difference in creating bonds of solidarity, embodiment, and desire, perhaps claiming cultural margins is a dream that languishes in the face of the climate catastrophe and post-anthropocentric thinking. However, any claim that does not contemplate the care of those minorities of the past, voiceless minorities, is worse than a criminal Ponzi scheme: it is pure collaboration with the extermination of memory.

9 de junio de 2024

GIRAR, LEVEMENTE, EL MUNDO

Tras la conquista de Atenas a manos de los turcos, en medio de un Partenón hecho añicos se construyó una mezquita. Su giro en dirección a la Meca, convirtió al edificio griego en algo anómalo. El cubo otomano permaneció injertado entre las columnas casi ciento cincuenta años. En lugar de un dios destronado, la antigua cella y la sucesión de columnas se convirtió en un anómalo patio para las abluciones. Si se piensa, ese giro es más impositivo que la pieza en sí misma. Y se trata de un gesto que sobrevive en todas las iglesias bizantinas convertidas en mezquitas, donde las quiblas giradas retuercen la arquitectura sin lograr imponerse. Un giro que representa diferentes concepciones teológicas del mundo.
El palacio de Carlos V, se construyó girado cerca de ocho grados respecto a los patios y ejes de la Alhambra. Un giro muy leve pero apreciable. Esa dislocación cose la grandeza de la pieza de Pedro Machuca con el ámbito urbano próximo y deja una provechosa y estudiada cuña entre ambos edificios. El espacio triangular que cose ambas geometrías es una de las maravillas de la Alhambra. No tanto por su contenido arquitectónico, sino por ofrecerse como el signo de un posible espacio de diálogo entre dos universos mentales y formales aparentemente irreconciliables.
El pórtico de entrada a la Capilla de la Resurrección del Cementerio de Estocolmo, diseñada por Lewerentz y construida entre 1922 y 1926, está separado y rotado apenas dos grados respecto al cuerpo de la nave. El giro acomoda el larguísimo camino de entrada entre árboles al espacio interior de la capilla. El pórtico columnado, que además del levísimo giro no toca la caja, resulta una anomalía difícil de percibir. No obstante para algún crítico ese leve gesto representa por sí mismo la subversión del canon clásico (1). Para algún otro estudioso imaginativo, es una clara alusión a la piedra que cerraba el sepulcro de Cristo y que los apóstoles encontraron desplazada (2). Sin ir tan lejos, ese giro es un signo de la independencia de ambos cuerpos y, con ello, de nuevo, dos mundos: el cargado del lenguaje clásico y el depuradamente sobrio y abstracto de la modernidad
Esos grados de más, mucho menos peligrosos que el exceso de grados Celsius, aportan otras lecturas al mundo. 

(1) St. John Wilson, Colin. "Sigurd Lewerentz and the Dilemma of the Classical." Perspecta nº 24, 1988, p. 50
(2) Hart, Vaughan. “Sigurd Lewerentz and the ‘Half-Open Door.’” Architectural History, vol. 39, 1996, p. 181–96.

After the conquest of Athens by the Turks, a mosque was built amidst the shattered remains of the Parthenon. Its orientation towards Mecca made the Greek building anomalous. The Ottoman cube remained grafted among the columns for almost one hundred and fifty years. Instead of a dethroned god, the ancient cella and the succession of columns became an unusual courtyard for ablutions. If you think about it, that orientation is more imposing than the structure itself. It is a gesture that survives in all Byzantine churches converted into mosques, where the turned qiblas twist the architecture without managing to dominate it. A turn that represents different theological conceptions of the world.  
The Palace of Charles V was built rotated about eight degrees from the courtyards and axes of the Alhambra. A very slight but noticeable turn. This dislocation stitches the grandeur of Pedro Machuca's piece with the nearby urban environment, leaving a useful and studied wedge between the two buildings. The triangular space that sews both geometries together is one of the wonders of the Alhambra. Not so much for its architectural content, but for offering itself as a sign of a possible dialogue between two seemingly irreconcilable mental and formal universes.
The portico of the Chapel of the Resurrection at the Stockholm Cemetery, designed by Lewerentz and built between 1922 and 1926, is separated and rotated barely two degrees from the nave. The turn accommodates the long entrance path through the trees to the interior space of the chapel. The columned portico, which besides the slight turn does not touch the box, results in an anomaly that is difficult to perceive. However, for some critics, this slight gesture represents the subversion of the classical canon (1). For another imaginative scholar, it is "an allusion to the stone that closed Christ's tomb and was found open by his disciples"(2). Without going so far, this turn represents the independence of both bodies and, with it, once again, two worlds: the loaded classical language and the refined, sober, and abstract modernity.
These extra degrees, much less dangerous than the excess degrees Celsius, offer other readings to the world.

3 de junio de 2024

EL OLVIDADO PARVIS

Los bolardos, los cercados, los pivotes, los muretes y las barandas han sido empleados desde antiguo para marcar ciertos espacios abiertos en la ciudad que no eran propiamente plazas ni puro espacio de circulación. A un lado y al otro de esos lugares protegidos, la vida ciudadana se desarrolla de modo diferente. Ese espacio con un significado diluido en el tiempo, generalmente situado antes de los edificios sagrados, es lo que se denominó durante mucho tiempo como “parvis”.
El recorrido etimológico del término atraviesa continentes y siglos sufriendo delicadas mutaciones. El “pardesu” indoeuropeo fue adoptado por el griego como “parádeisos”, y más tarde traducido al latín como “paradisus”. Desde ahí llegó al francés antiguo, de donde proviene la casi desaparecida palabra “parvis”. Todas ellas conservan el significado de "recinto protegido". En el espacio del parvis, se debatía, se comerciaba, se realizaban representaciones teatrales y hasta juicios. Era un espacio "sagrado" anterior al espacio del templo y de hecho allí uno quedaba a salvo de las exigencias legales de la ciudad para gozar del amparo de las leyes eclesiásticas. El viejo parvis de las iglesias se fue transformando a lo largo de los siglos y hoy se ha convertido en lo que se conoce como "explanada": un espacio previo a los edificios públicos que sirve como espacio de acogida de viajeros, turistas o visitantes.
El parvis, convertido en una cosa intermedia ya sin forma reconocible, es poco reivindicado por casi nadie. Sin embargo, es un tipo de espacio importante en cualquier ciudad que se precie de serlo, no porque permita sacar fotografías de los monumentos y edificios públicos con algo de espacio, sino porque son parte de lo público sin ser propiamente ni espacio de plaza ni de calle como tal. Lugares casi sin nombre, pero que no son ni mucho menos, "no lugares", resultan algo fantasmales pero no están muertos. Allí el griterío o los juegos de los niños no es bien recibido, una sutil sombra de dignidad aún flota en su ambiente, y permiten contemplar la ciudad y disfrutar de sus recodos sin la urgencia del paso apresurado. El parvis, o lo que queda de el, tiene algo de isla dentro del fragor ciudadano. Por eso, si camina entre algún edificio público y de pronto parece que algo a su alrededor le invita a ir algo más sosegado, mire a su alrededor. Tal vez se trate de un parvis que tira, silencioso, de la manga de su chaqueta.
 
Bollards, fences, posts, low walls, and railings have long been used to delineate certain open spaces in the city that were neither proper plazas nor purely circulation areas. On either side of these protected places, urban life unfolds differently. This space, whose significance has faded over time, generally found in front of sacred buildings, was known for a long time as the “parvis”.
The etymological journey of the term crosses continents and centuries, undergoing subtle mutations. The Indo-European “pardesu” was adopted by the Greeks as “parádeisos,” and later translated into Latin as “paradisus.” From there, it made its way to Old French, from which the nearly obsolete word “parvis” originates. All of these terms retain the meaning of "protected enclosure." In the space of the parvis, debates were held, commerce thrived, theatrical performances took place, and even trials were conducted. It was a "sacred" space preceding the temple grounds, where one was safe from the city's legal demands, enjoying the protection of ecclesiastical laws. Over the centuries, the old church parvis transformed and has now become what we know as the "esplanade": a space in front of public buildings serving as a welcoming area for travelers, tourists, or visitors.
The parvis, now an intermediate space with no recognizable form, is seldom celebrated by anyone. However, it remains an important type of space in any city worth its name, not because it allows for photographs of monuments and public buildings with some breathing room, but because it is part of the public domain without being strictly a plaza or street. These almost nameless places, far from being "non-places" possess a somewhat ghostly quality but are not dead. While the clamor of children playing is not welcome there, a subtle aura of dignity still lingers. They allow one to observe the city and enjoy its nooks without the urgency of hurried steps. The parvis, or what remains of it, is like an island amid the urban bustle. So, if you walk past a public building and suddenly feel an invitation to slow down, look around. It might be a parvis quietly tugging at your sleeve.

27 de mayo de 2024

LA INSATISFACCIÓN DEL DORMITORIO

Hay una alegría en el acto de dormir que no se corresponde con los espacios donde se produce. La más modesta siesta es mejor que el dormitorio de Luis XIV en Versalles. La arquitectura arrastra el invisible desajuste de no haber inventado un espacio para dormir a la altura de ese oscuro acto diario. Y no será porque los arquitectos no lo hayan intentado con todas sus fuerzas. Han construido cámaras y antecámaras, células y cápsulas con resonancias biológicas y espaciales, alojamientos y habitaciones que remiten a los tranquilizadores hábitos repetidos, han inventado cuartos y estancias con camas, lechos y doseles, aludiendo a un mundo de espacios dentro de espacios o a la relación ontológica entre el ser y el estar.
La pieza, el habitáculo, la alcoba, el camarote y la cabina, el apartamento y la celda monacal son especializaciones de un lugar incompleto, secretamente insatisfactorio y precario, por mucho que se haya especializado y llenado de riqueza y de matices. Inevitablemente, dormimos en un sitio peor que el propio dormir. Porque frente a lo que sucede con el dormitorio, el dormir no se puede proyectar. Por mucho que forremos esos lugares con mullidos cojines de plumones, cortinas, doseles y acolchadas alfombras, por mucho que sus proporciones, luz, ventilación o paisaje circundante hagan sublime la estancia, un descanso auténticamente reparador aún posee mayores virtudes que la habitación donde se produce. En esto, la farmacopea ha llegado mucho más lejos que la arquitectura. ¿Por qué esta simpleza en relación al dormir no da que pensar a los cansinos que aspiran a solventar los problemas del mundo con sus obras? ¿Acaso no es una aspiración más noble hacer de esta disciplina el mejor escenario de la vida en lugar de falsear sus posibilidades a la hora de arreglar los desencuentros cosmopolíticos entre actantes biodiversos?
There is a joy in the act of sleeping that does not correspond with the spaces where it takes place. The most modest nap is better than Louis XIV's bedroom in Versailles. Architecture carries the invisible mismatch of not having invented a space for sleeping that measures up to this dark daily act. And it’s not for lack of architects trying with all their might. They have built chambers and antechambers, cells and capsules with biological and spatial resonances, lodgings and rooms that refer to reassuring repeated habits, they have invented quarters and spaces with beds, cots, and canopies, alluding to a world of spaces within spaces or to the ontological relationship between being and being there.
The room, the dwelling, the alcove, the cabin, and the compartment, the apartment and the monastic cell are specializations of an incomplete place, secretly unsatisfactory and precarious, no matter how specialized and rich in nuances they have become. Inevitably, we sleep in a place worse than the sleep itself. Because, unlike the bedroom, sleep cannot be designed. No matter how much we line these places with soft feather cushions, curtains, canopies, and padded carpets, no matter how sublime their proportions, light, ventilation, or surrounding landscape make the stay, truly restorative rest still possesses greater virtues than the room where it occurs. In this, pharmacopeia has gone much further than architecture. Why does this simplicity not give pause to those weary souls who aspire to solve the world's problems with their works? Is it not a nobler aspiration to make this discipline the best stage for life instead of falsifying its possibilities when it comes to resolving the cosmopolitical disagreements among biodiverse actants?

20 de mayo de 2024

TODOS LOS DICCIONARIOS DE ARQUITECTURA

Si se mira comparativamente con otras disciplinas, el número de diccionarios de arquitectura no resulta excesivo. La razón es sencilla de explicar. Un voluntarioso autor comienza su tarea y se queda paralizado en la primera página, incapaz de ir más allá de la única y posible primera palabra: AALTO. Entonces hace un diccionario diferente o cambia de tema o se dedica a otra cosa...
El aguijón de la primera palabra marca la extensión de la totalidad del diccionario. Y claro, ¿Cuánto espacio debe dedicarse a esa misma primera definición? AALTO. Alvar AALTO. Entonces se abandona, decía.
Hay algo en ese conjunto de vocales y sonidos, AALTO, en su misma pronunciación, que hace que todo a su alrededor sea complejo. Un leve tartamudeo que alarga la primera vocal y la convierte en algo difícil de pronunciar sin parecer algo lelo. A-A-LTO. Se abre la boca y se retrae la lengua con un leve trabucarse, igual que sucede con la visita a alguna de sus obras: A-A... Llegados a un momento en la vida, además se baja el volumen de esas dos primeras Aes... Como si hubiesen penetrado muy dentro del arquitecto que las pronuncia y se hubiesen fusionado formalmente en una especie de A larga como una M. Ese proceso de macla cerebral afecta a nuestras relaciones con la obra real del arquitecto finés. También su obra se funde neuronalmente en un sólido Maireasainayokimuuratsalo... Una especie de amable grúfalo de ladrillo y madera.¿Cuántos años más seguiremos boquiabiertos? ¿cuántas generaciones más permanecerán balbuceantes ante ese  AAAAAaaaalto?
A Alvar Aalto se vuelve como a los amigos. Tarde o temprano se vuelve. Como el que acude al calor de una taza de café o a la proximidad de una chimenea. AALTO es la casa de nuestros padres.
If you compare it to other disciplines, the number of architecture dictionaries doesn't seem excessive. The reason is simple. An eager author starts their task and becomes paralyzed on the first page, unable to move past the single, inevitable first word: AALTO. So, they create a different kind of dictionary or change the subject or move on to something else entirely...
The sting of the first word dictates the scope of the entire dictionary. And, of course, how much space should be dedicated to that very first definition? AALTO. Alvar AALTO. And so, they give up, as I was saying.
There’s something about that combination of vowels and sounds, AALTO, in its very pronunciation, that makes everything around it complex. A slight stammer that stretches the first vowel and makes it hard to say without seeming a bit foolish. A-A-LTO. You open your mouth and retract your tongue with a slight stumble, just like visiting one of his works: A-A... At a certain point in life, you even lower the volume of those first two As... As if they had penetrated deep inside the architect who pronounces them and had formally fused into a kind of long A, like an M. This process of cerebral fusion affects our relationship with the real work of the Finnish architect. His work also merges neuronally into a solid Maireasainayokimuuratsalo... A kind of gentle gruffalo made of brick and wood. How many more years will we remain awestruck? How many more generations will stay tongue-tied before that AAAAAaaaalto?
You return to Alvar Aalto like you return to friends. Sooner or later, you come back. Like seeking the warmth of a cup of coffee or the closeness of a fireplace. AALTO is the home of our parents.

13 de mayo de 2024

TALENTO CRIMINAL

Un detenido por portar un arma blanca; demandado por agresión en varias ocasiones; arrestado por golpear a pedradas a un agente de la autoridad y, finalmente, condenado por homicidio y lesiones graves durante una riña, fue, además, autor de algunas de las pinturas más excepcionales del barroco de todos los tiempos. Caravaggio era un delincuente y sin embargo, su obra resulta inmortal... ¿O tal vez no? ¿Deberían ser descolgados sus cuadros de los museos por sus abominables crímenes? El problema moral que asoma tras cada obra del pasado nos sitúa ante un vértigo difícil de soportar para la susceptibilidad occidental contemporánea... 
La casa de Philip Johnson, es decir, la casa que construyó como estudiante en Harvard como proyecto de graduación, ha pasado a denominarse "la casa en la que vivió Philip Johnson". Para la academia americana resulta intolerable que una de las figuras más importantes de la historia de la arquitectura de su país mostrase una familiaridad inaceptable con el nazismo. Para occidente toda figura cuyo nombre sea empleado en el espacio público debe ser ejemplar: "No nos detendremos aquí", ha dicho la Decana de Harvard. (Mientras se debate sobre eso con vehemencia, no hay declaración oficial alguna sobre los crímenes de lesa humanidad que se televisan hoy en todo el mundo) ¿Alguno de los actuales miembros del "Johnson Study Group" que trata hoy de "resituar" su figura -es decir, condenarle al ostracismo-, apelará en unos años a su condición homosexual en la búsqueda de referentes por parte de ese colectivo antes que a su intragable ideología? ¿Podrá eso resarcirle de sus inmorales actitudes supremacistas, antisemitas y misóginas? ¿Hace eso deplorable su casa de la calle 9 Ash, en Cambridge, que fue en realidad la primera "casa patio miesiana" construida de todo el mundo?
El legado de Mies o Le Corbusier pueden verse comprometidos si se estudian en profundidad sus ambigüedades. El haberse despedido en algunas de sus cartas con el saludo nazi, en el caso del alemán, o el haber colaborado lateralmente con el régimen de Vichy en el caso del pintor suizo, ¿desligitiman algunas de las obras maestras de la arquitectura moderna? ¿Debería dejar de enseñarse la obra de Mies en las escuelas de arquitectura por los dibujos que hizo del pabellón Alemán para la Feria Mundial de Bruselas de 1935 en los que ondeaba la bandera nazi?
Existen más frentes abiertos. El exceso de consumo energético de los inmensos vidrios simples empleados por el mismo Mies Van der Rohe, o el exceso de hormigón usado por Le Corbusier, les hace ser mirados hoy con ojos sospechosos a pesar del magisterio de su arquitectura. ¿Hasta dónde se producirá el juicio sumario al pasado? ¿Aguanta alguna obra actual las acusaciones en el territorio de lo sostenible o de la equidad cuando habitamos en un mundo impuro?
A pesar de que se afanen por realizar candorosas declaraciones sobre el bienestar tecnopolítico, económico, social y ecológico de sus obras, ¿acaso alguien cree que próximamente no se analizarán, y hasta el extremo, el real consumo y desperdicio de energía, medios o la más ligera explotación laboral encubierta de los edificios erigidos por cada reputado decano o catedrático? ¿Se comprometieron ejemplarmente con la paridad de género o la equidad étnica del colectivo de los ferralistas, alicatadores o instaladores que construyeron sus edificios? Unas simples mediciones pueden dar al traste una carrera construida sobre un discurso que no se compadece con la realidad. ¿Hasta donde debe llevarse esto? La obra concreta y los propios valores que es capaz de generar un edificio no importan si se considera este tema del valor como algo relativo. Y sin embargo ver la dosis de mejora del lugar que ocupa, el matiz de sensibilidad que abre, la cantidad de verdad que ofrece esa obra de arquitectura, tal vez brindase alguna salida, aunque fuese provisional. 
Parece más sencillo comprometerse con la crítica al pasado, considerado como algo refutable, que con la crudeza del presente. En fin, lo único claro es que Caravaggio no saldrá en nuestro auxilio.
A detainee for carrying a bladed weapon; sued for assault on multiple occasions; arrested for pelting a law enforcement officer with stones and ultimately convicted of homicide and grievous bodily harm during a brawl, was also the author of some of the most exceptional Baroque paintings of all time. Caravaggio was a criminal, yet his work remains immortal... Or does it? Should his paintings be removed from museums due to his abominable crimes? The moral dilemma that emerges with each work from the past presents a vertigo difficult to bear for contemporary Western sensibilities...
Philip Johnson's house, that is, the house he built as a student at Harvard as his graduation project, has now been renamed "the house where Philip Johnson lived." For the American academy, it is intolerable that one of the most important figures in the history of architecture in their country showed unacceptable familiarity with Nazism. In the West, any figure whose name is used in the public sphere must be exemplary: "We will not stop here" said the Dean of Harvard. (While this is hotly debated, there is no official statement on the crimes against humanity being televised around the world today).Will any of the current members of the "Johnson Study Group" who today seek to "reposition" his figure - that is, condemn him to ostracism - appeal in a few years to his homosexual condition in the search for references by that collective rather than to his unpalatable ideology? Can that compensate for his immoral supremacist, anti-Semitic, and misogynistic attitudes? Does that make his residence at 9 Ash Street in Cambridge, which was actually the first "Miesian courtyard house" built in the world, deplorable?
The legacy of Mies or Le Corbusier may be compromised if their ambiguities are studied in depth. Saying farewell in some of their letters with the Nazi salute, in the case of the German, or collaborating tangentially with the Vichy regime in the case of the Swiss painter, does it delegitimize some of the masterpieces of modern architecture? Should Mies's work stop being taught in architecture schools because of the drawings he made of the German Pavilion for the 1935 Brussels World's Fair with the Nazi flag flying?
There are more fronts open. The excessive energy consumption of the immense single glasses used by Mies Van der Rohe himself, or the excessive concrete used by Le Corbusier, makes them looked at today with suspicious eyes despite the mastery of their architecture. How far will the summary judgment of the past go? Does any current work withstand accusations in the realm of sustainability or equity when we inhabit an impure world?
Despite their efforts to make candid statements about the tecnopolitical and ecological well-being of their works, does anyone believe that soon their real energy consumption and waste, means, or even the slightest covert labor exploitation of the buildings erected by every renowned Dean or professor will not be analyzed to the extreme? Did they exemplarily commit to gender parity or ethnic equity in the collective of ironworkers, tilers, or installers who built their buildings? Simple measurements can thwart a career built on a discourse that does not align with reality. How far should this be taken? The specific work and the values that architecture is capable of generating do not matter if that value is considered relative. And yet perhaps seeing the dose of improvement in its place, the nuance of sensitivity it opens, the dose of truth that work of architecture offers, perhaps it would provide some way out, even if it were temporary.
It seems easier to commit oneself to the criticism of the past as something refutable than to the crudeness of the present. In the end, the only thing that is clear is that Caravaggio will not come to our rescue.

6 de mayo de 2024

LA IMPORTANCIA DE LA MANCHA NEGRA

Si en el dibujo de la arquitectura las líneas continuas y a puntos tienen su propio sentido e historia, existe otra familia de gestos significantes, con su taxonomía y significado: la de las manchas. Dichas superficies, que en el mundo del CAD se conocen como meros rayados, y que durante décadas se encontraron con el problema informático de encontrar sus bordes para poder ser trazadas sin fugas, son representantes de la vieja tradición del espacio poché.
Lo rayado en negro, o sepia, era lo sólido, lo inaccesible y lo opaco. Sin embargo por mucho que se representase así, la física elemental de partículas dice que lo invisible y macizo no lo es. El caso es que de las muchísimas manchas de negro de las que hablar, una resulta inevitable. La del famosísimo plano de Roma, trazado por encargo papal por Giambattista Nolli desde 1736 hasta su publicación, más de una década después, en 1748. Ese plano, el más ambicioso, exacto y hermoso de todos los realizados en Roma hasta ese momento, estaba colmatado de un relleno costoso y delicado que representaba el caserío de la ciudad, lo privado, en fin, lo invisible. En esa mancha negra estaba contenida la vida cotidiana. El resto, como es sabido, era el espacio público, de lo excepcional y del bullicio ciudadano.
Ese rayado, ese poché urbano, resultaba entonces extremadamente elocuente y hoy no ha perdido sentido. La técnica del relleno empleada por Nolli, derivada del grabado barroco y del rayado unidireccional de los muros que servía para ilustrar el tratado de “Architettura civile” de Guarini de 1734, permitía notar cuanto Roma era la paradigmátrica res-pública occidental. Visto con el tiempo, los bordes de aquellas manchas negras se han mantenido como un contenedor estable a lo largo de los siglos. Si bien el vacío que representa se ha demolido, transformado y mutado, el contorno de sus irregulares figuras han servido para que generaciones pudieran seguir viendo en la ciudad la misma eternidad de hace centurias. El poché, mientras, ha funcionado como un antifaz a los ojos inquisidores del usuario del plano. Lo rayado funciona como un velo protector de la vida de los ciudadanos. Si la planta de arquitectura desvela lo que sucede en todo interior, sin ocultar nada, ese relleno funciona como un filtro, como una cortina de las interioridades domésticas. Este pudoroso y preciso plano, gracias a una mancha que durante mucho tiempo ha sido interpretada como un fondo mudo, o como un plano de contraste con el urbanismo moderno en relación a su densidad (por Rowe), ofrece hoy más que nunca un filtro de privacidad diferente, memorable, que merece ser elevado a la categoría de figura por derecho propio. Aunque solo sea porque dentro de esa sustancia negra hoy el mundo en red trata de entrar sin pedir permiso. Esa mancha negra es el petróleo que trata de extraer Airbnb.


In architectural drawings, continuous and dashed lines have their own meaning and history, but there's another significant family of gestures with their own taxonomy and significance: that of stains. These surfaces, known in the CAD world as mere hatches, struggled for decades with the computer problem of defining their edges to be traced without leaks, representing the old tradition of poche space.
What was hatched in black or sepia was the solid, the inaccessible, the opaque. However, no matter how it was represented, elementary particle physics tells us that the invisible and dense is not truly so. Among the countless black stains to discuss, one is unavoidable: the famously detailed map of Rome, commissioned by the papacy and executed by Giambattista Nolli from 1736 until its publication over a decade later in 1748. This map, the most ambitious, accurate, and beautiful of all produced in Rome up to that point, was filled with costly and delicate shading representing the city's buildings, the private, in short, the invisible. In that black stain lay everyday life. The rest, as is well known, was the public space of the exceptional and the bustling city life.
That hatching, that urban poche, was therefore extremely eloquent and has not lost its meaning today. Nolli's shading technique, derived from Baroque engraving and the unidirectional hatching of walls used to illustrate Guarini's 1734 treatise "Architettura civile", revealed how Rome was the quintessential Western res publica. Over time, the edges of those black stains have remained as a stable container throughout the centuries. While the void it represents has been demolished, transformed, and mutated, the contours of its irregular shapes have allowed generations to continue seeing in the city the same eternity as centuries ago. The poche, meanwhile, has acted as a mask to the inquisitive eyes of the map user. The hatching functions as a protective veil for the lives of citizens. If the architectural plan reveals what happens within every interior, without hiding anything, this shading functions as a filter, as a curtain for domestic interiors. This modest and precise map, thanks to hatching that has long been interpreted as a mute background, or as a contrast to modern urbanism in terms of density (by Rowe), now offers more than ever a different, memorable privacy filter, worthy of being elevated to the status of a figure in its own right. If only because within that black stain, today's interconnected world tries to enter without asking permission. That black stain is the oil that Airbnb is trying to extract.
 


29 de abril de 2024

LA BRECHA

Es inevitable. Existe una brecha entre la sofisticación discursiva de un arquitecto y su obra. No se trata de un desfase de tiempo, es decir, no se trata de un retardo en el que las palabras se anticipan a la lentitud de la construcción, sino de una brecha que atañe a la densidad de lo alcanzado. Por supuesto, este desfase se produce en las dos direcciones. Sabemos que ha existido siempre en la historia de la arquitectura y hoy es muy sencillo percibirla.
Hay con nosotros arquitectos que nos hacen ver esa fisura nítidamente. Lo dicho por parte de muchos de nuestros contemporáneos no se compadece con lo logrado en la realidad construida. Hay mil ejemplos cercanos en los que se puede ver que las obras y su argumentario marchan palpablemente desacompasados. Seguramente el milagro se encuentra, precisamente, en el hecho de que la densidad mental y la de la obra encajen. Pocos lo logran y esto sirve para mostrar cuánto de independiente es la obra de su autor. A veces de padres memos nacen obras geniales, y viceversa.
Puede recurrirse a ejemplos ya históricos por no ir a lo sangrante de lo puramente actual. Wright criticaba a Le Corbusier por escribir tres libros por cada obra que construía. Claramente, Wright era consciente de esa brecha. En los demás. El discurso de los Smithson es mucho más hondo y avanzado que la obra edificada, por mucho que ésta sea valiosísima. Otro tanto sucede con Cedric Price. En el otro extremo, podemos encontrar casos lacónicos, vacíos u opacos, discursivamente, que alcanzan terrenos de verdadera hondura con su trabajo. A pesar de su evidente disparidad, Mies Van der Rohe, Paul Rudolph, Miguel Fisac o Craig Elwood son preclaros ejemplos de esto último... Como hecho construido, la arquitectura posee un nivel de densidad disciplinar, y no encuentro una palabra mejor, intelectual o cultural, que le es propia. Atañe al ser humano a un nivel sensorial y emocional diferente del mero discurso de la pintura, la música o la literatura. La toma de consciencia de esa brecha, además de ser un síntoma, supone un valioso rasero y una invitación. Tal vez al silencio.  
It's inevitable. There exists a gap between the discursive sophistication of an architect and the work. This is not a time lag, that is, it's not a delay of words upon the slowness of the building, but a gap that pertains to the density of what has been achieved. Of course, this discrepancy occurs in both directions. We know it has always existed in the history of architecture and today it is very easy to perceive it.
There are architects among us who make us see this fissure clearly. What is said by many of our contemporaries does not match what is achieved in the built reality. There are a thousand nearby examples where you can see that the works and their argument march palpably out of step. Surely the miracle lies precisely in the fact that the mental density and that of the work fit together. Few achieve it and this serves to show how independent the work is from its author. Sometimes from less gifted parents, brilliant works are born, and vice versa.
Historical examples can be used to avoid going to the bleeding edge of the purely current. Wright criticized Le Corbusier for writing three books for each work he built. Clearly, Wright was aware of that gap. In others. The discourse of the Smithsons is much deeper and more advanced than the built work, as valuable as it is. The same happens with Cedric Price. At the other extreme, we can find laconic, empty or opaque cases, discursively, that reach areas of true depth with their work. Despite their evident disparity, Mies Van der Rohe, Paul Rudolph, Miguel Fisac or Craig Elwood are clear examples of the latter... As a constructed fact, architecture possesses a level of disciplinary density, and I can't find a better word, intellectual or cultural, that is its own. It pertains to the human being at a sensory and emotional level different from mere discourse of painting, music or literature. The awareness of this gap, in addition to being a symptom, implies a valuable yardstick and an invitation. Perhaps to silence.



22 de abril de 2024

BAJAR SIN FIN

No se puede bajar sin fin. Ninguna escalera es suficientemente eficaz en la vida real para bajar hasta el fondo. Por mucho que una sima o un ‘viaje al centro de la tierra’ hayan tratado de descender hasta el ultramundo, ninguna escalera puede llegar tan lejos como para asomarse al otro lado de lo profundo. En la Divina Comedia, Dante tuvo que inventarse una extraña pirueta sobre la tripa del mismo demonio para comenzar a subir después de haber descendido hasta más allá de los infiernos.
La mina más profunda conocida, situada en Sudáfrica, desciende cuatro kilómetros. Al fondo de semejante pozo, brilla el oro. Esa bajada, como puede imaginarse, se hace en ascensor. La mina de Sal “Wieliczka” en Polonia emplea 800 escalones para bajar 327 metros. No hay un ‘más allá’ en lo profundo valiéndonos de unas escaleras. Más allá, solo encontramos la misma idea de bajar, que, de alguna manera, es semejante a la línea del horizonte, pero de lo vertical: algo que resulta inalcanzable por definición. Si ahondamos en esto, la idea de lo vertical, infinitamente y hacia abajo, hay que mencionar que se trata de una pulsión que solo puede ser propia de nuestro planeta y que por mucho que encuentre en las escaleras una imagen icónica, se diluye de inmediato en cuanto nos asomamos a ese otro infinito vertical hacia arriba que es un firmamento poblado de estrellas.
Por su parte, las escaleras de la vida diaria ni llegan tan alto, ni caen tan bajo. La escalera más larga conocida tiene 11.674 escalones y corre paralela a la pendiente del Monte Niesen, en Suiza. Sin embargo, en absoluto atiende a esa idea vertiginosa de una bajada infinita por mucho que en su descenso privado de profundidad sea de mil setecientos metros... Así pues y llegados a este punto, el único remedio para ir al fondo, como ontología, es la literatura, gracias a Dante o a Julio Verne o al cine y sus "vértigos". Tal vez el intento de bajar sin fin sea solo eso, una idea extrema de lo profundo, muy difícilmente alcanzable por ese modesto conjuntos de pisas y tabicas. Por mucho que podamos pensar que su repetición ilimitada puede conducirnos a ese hondo lugar bajo nuestros pies.
One cannot descend endlessly. No staircase is sufficiently effective in real life to descend to the bottom. No matter how much a chasm or a 'journey to the center of the earth' have tried to descend to the underworld, no staircase can go so far as to peek on the other side of the deep. In the Divine Comedy, Dante had to invent a strange pirouette on the belly of the demon himself to start climbing after having descended beyond the hells.
The deepest known mine, located in South Africa, descends four kilometers. At the bottom of such well, gold shines. That descent, as you can imagine, is done by elevator. The Salt Mine "Wieliczka" in Poland uses 800 steps to descend 327 meters. There is no 'beyond' in the deep using stairs. Beyond, we only find the same idea of descending, which, in some way, is similar to the horizon line, but vertical: something that is unattainable by definition. If we delve into this, the idea of the vertical, infinitely and downwards, it should be mentioned that it is a drive that can only be unique to our planet and that although it finds in the stairs an iconic image, it immediately dilutes as soon as we peek at that other infinite vertical upwards that is a firmament populated with stars.
For their part, the stairs of daily life neither reach so high, nor fall so low. The longest known staircase has 11,674 steps and runs parallel to the slope of Mount Niesen, in Switzerland. However, it does not attend to that dizzying idea of an infinite descent even though its private descent devoid of depth is one thousand seven hundred meters... Thus, and having reached this point, the only remedy to go to the bottom, as ontology, remains literature, thanks to Dante or Jules Verne or cinema and its "vertigos". Perhaps the attempt to descend endlessly is just that, an extreme idea of the deep, very difficult to reach by this modest set of risers and treads. No matter how much we can think that their neverending repetition can lead us to that deep place under our feet.


15 de abril de 2024

TEOREMA DEL CLARO EN EL BOSQUE

Todo bosque necesita un claro, una pausa entre los árboles, para ofrecer a sus habitantes un lugar desde donde poder contemplar su espesura. Este sencillo hecho constituye el prolegómeno del teorema del claro del bosque.
El claro del bosque representa la exaltación del bosque desde su corazón. Ese espacio libre de arbolado constituye un estamento no ligado al vacío como se entiende en la filosofía o las religiones orientales, sino más bien consiste en un acto de pura autoconsciencia. De ese modo, el bosque mira hacia su propia esencia. Esos límites internos, dado que esencialmente los bordes de todo lo boscoso son indefinidos y oscuros, refieren a su vez a un específico tipo de aislamiento, en cierto modo parejo al del oasis del desierto. Como puede comprenderse, el claro del bosque no necesariamente es un fenómeno natural sino que puede “plantarse”, (en puridad es un auténtico “desplante”).
El teorema del claro del bosque aplica no solo al bosque sino a toda sala hipóstila. En este sentido cabe interpretar la catedral inserta en medio del bosque de columnas de la mezquita de Córdoba como un claro. Y del mismo modo cabe decir de los cuatro pilares faltantes en el bosque de piedra retorcida del parque Güell, de Gaudí, y de los dos maravillosos ejemplos libres de columnas del Thersilion y de la sala hipóstila del Kanagawa Institute of Technology de Junya Ishigami.
El claro son los ojos concentrados del bosque, que nos mira.   
Every forest needs a clearing, a pause between the trees, to offer its inhabitants a place from which to contemplate its thickness. This simple fact constitutes the prologue of the forest clearing theorem.
The forest clearing represents the exaltation of the forest from its heart. This tree-free space constitutes an estate not linked to the void as understood in philosophy or Eastern religions, but rather consists of an act of pure self-awareness. In this way, the forest looks towards its own essence. These internal limits, since essentially the edges of everything woody are undefined and dark, refer in turn to a specific type of isolation, in a way similar to that of the desert oasis. As can be understood, the forest clearing is not necessarily a natural phenomenon but can be "planted", (in purity it is a real "snub").
The theorem of the forest clearing applies not only to the forest but to every hypostyle hall. In this sense, it is possible to interpret the cathedral inserted in the middle of the forest of columns of the Cordoba mosque as a clearing. And in the same way, it can be said of the four missing pillars in the twisted stone forest of Gaudí's Park Güell, and of the two wonderful examples free of columns of the Thersilion and the hypostyle hall of the Kanagawa Institute of Technology by Junya Ishigami.
The clearing is the concentrated eyes of the forest, which looks at us.



8 de abril de 2024

BOSQUES DE ARQUITECTURA

A pesar de que la sala hipóstila se ha emparejado habitualmente con el concepto de “bosque de columnas”, lo cierto es que la tendencia inmemorial de la arquitectura hacia la abstracción ha hecho de esos espacios un lugar regular, uniforme y reticulado. Sin embargo, algunas salas hipóstilas, pocas, han tratado de ahondar precisamente en la idea de bosque, y, del mismo modo a como los árboles crecen con un orden oculto a los ojos y fundado en relaciones de distancias entre raíces o copas, en la dureza del suelo o el irregular acceso a los nutrientes, han tratado de dislocar el orden de sus columnas emulando la naturaleza.
La sala del Thersilion, construida en la ciudad griega de Megalópolis, en el 370 AdC., pertenece a esta anomalía tipológica. Un gran rectángulo contenía 65 columnas desalineadas dedicado a albergar a cerca de 9000 personas. La arqueología ha desvelado que el orden entre las columnas conduce radialmente a un espacio central situado entre cuatro de ellas que poseen casi el carácter de un baldaquino. Ese paradójico arranque de los ejes estructurales, debido a que todo centro es negado en la retícula hipóstila, era necesario para que un orador pudiese ser visto y escuchado por toda la asamblea. El desorden de semejante espacio, donde no percibimos las fugas o los alineamientos se muestra aparentemente caótico. Solo el techo y sus vigas hoy ausentes podían darnos alguna pista de su jerarquía. 
Los mismos ecos del bosque atraviesan la sala construida para el campus del Kanagawa Institute of Technology, a 30 kilómetros al oeste de Tokio, por Junya Ishigami. La sala cuenta con 305 columnas de acero orientadas irregularmente y distribuidas por todo el espacio con un fingido desorden. Su forma y posición ocultan un delicado equilibrio estructural. De todas las columnas, tan solo 42 trabajan a compresión y permanecen sólidamente unidas a la estructura de la cubierta. El resto son cables-columna que contribuyen a la estabilidad de las cargas horizontales del viento o posibles terremotos, y “cuelgan” de la cubierta. El aspecto de simples pletinas de acero pintado de blanco de todas ellas apenas permite distinguir a cuál familia pertenece cada una.
Gracias a la fidelidad a la idea de lo boscoso, en ambos proyectos, apenas separados por miles de años y kilómetros, aparecen claros en el bosque y espacios ocluidos a la mirada allí donde se solapan las columnas. Se nos invita a imaginar que cada sala hipóstila, entendida en su sentido original, debiera diferir en su luz, sus especies y su clima. Es decir, gracias a su preciso desorden y su carácter, podemos imaginar, en una, el aire seco de una Grecia espartana atravesando un bosque de robles y olivos; y en otra, la ligereza agitada por el viento y la luz tintineante de un bosque de bambú…
“Tengo yo ahora en torno mío hasta dos docenas de robles graves y de fresnos gentiles. ¿Es esto un bosque? Ciertamente que no: éstos son los árboles que veo de un bosque. El bosque verdadero se compone de los árboles que no veo. El bosque es una naturaleza invisible — por eso en todos los idiomas conserva su nombre un halo de misterio”(1).

(1) José Ortega y Gasset, "El bosque", 1914.  
Although the hypostyle hall has often been paired with the concept of a 'forest of columns', the truth is that architecture's timeless tendency towards abstraction has made these spaces regular, uniform, and reticulated. However, some hypostyle halls, few in number, have sought to delve precisely into the idea of a forest, and, in the same way that trees grow with an order hidden to the eyes and based on relationships of distances between roots or crowns, on the hardness of the ground or the irregular access to nutrients, they have tried to dislocate the order of their columns emulating nature. 
The Thersilion hall, built in the Greek city of Megalopolis in 370 BC, belongs to this typological anomaly. A large rectangle contained 65 misaligned columns dedicated to housing about 9000 people. Archaeology has revealed that the order among the columns leads radially to a central space located between four of them that almost have the character of a canopy despite being the same as the others. This paradoxical start of the structural axes, because every center is denied in the hypostyle grid, was necessary for a speaker to be seen and heard by the entire assembly. The disorder of such a space, where we do not perceive the leaks or alignments, appears to be chaotic. Only the roof and its beams, now absent, could give us some clue to its hierarchy. 

The same echoes of the forest run through the hall built for the campus of the Kanagawa Institute of Technology, 30 kilometers west of Tokyo, by Junya Ishigami. The hall has 305 irregularly oriented steel columns distributed throughout the space with feigned disorder. Their shape and position hide a delicate structural balance. Of all the columns, only 42 work in compression and remain solidly attached to the roof structure. The rest are cable-columns that contribute to the stability of the horizontal wind loads or possible earthquakes, and 'hang' from the roof. The appearance of simple white painted steel plates of all of them barely allows to distinguish to which family each one belongs. 

Thanks to the fidelity to the idea of the wooded, in both projects, barely separated by thousands of years and kilometers, clearings appear in the forest and spaces occluded to the gaze where the columns overlap. We are invited to imagine that each hypostyle hall, understood in its original sense, should differ in its light, its species, and its climate. That is, thanks to its precise disorder and its character, we can imagine, in one, the dry air of a Spartan Greece crossing a forest of oaks and olives; and in another, the lightness stirred by the wind and the tinkling light of a bamboo forest...

'I now have around me up to two dozen serious oaks and gentle ashes. Is this a forest? Certainly not: these are the trees I see from a forest. The true forest is made up of the trees I do not see. The forest is an invisible nature - that's why in all languages its name retains a halo of mystery'(1).

(1) José Ortega y Gasset, "the forest", 1914.