31 de mayo de 2009

ALGUNAS POSIBILIDADES

Las imágenes pertenecen a la iglesia de St. Fronleichnam, de Rudolf Schwarz.
Solo es posible la solución final gracias a las previas, olvidadas ya, que han servido de valiosos tanteos.
Las proporciones de la nave están casi decididas y solo resta la colocación precisa de los huecos. Incluso, las propias ventanas están diseñadas con obstinada seguridad, también sus proporciones y, prácticamente, hasta su posición en los paños de fachada. Pero aun hay un mundo de decisiones que tomar y sobre las que invertir energía. Y a ella pertenecen estos trazos de grueso carbón. De ellas depende mucho.
Por eso aquí tenemos el dibujo de un arquitecto en el sentido más sincero y honesto del término. De esa decisión ya no depende la supervivencia de la idea, pero si un mundo de matices. Aquí está invertido tiempo de modo altruista. (A veces, da pavor tener que decir estas obviedades.)
Construir cuatro ventanas dejaba, en negativo, una señal evidente de la cruz. Schwarz quiere borrar la posible lectura de toda referencia figurativa. Multiplicando el número de ventanas esto se consigue. Pero de manera indirecta sigue siendo posible ver allí varias cruces superpuestas, vibrando como una gran cruz de Caravaca. Claro que eso son solo imaginaciones del espectador.
La luz, en esta última opción, entra, además, iluminando el frente del altar en colmado equilibrio.

29 de mayo de 2009

MAQUINAS DE HABITAR



José Luis Sert, nos muestra un interior en el que siente necesario corregir los errores de Le Corbusier en la Unité: donde antes el corredor era opaco, ahora es una galería bien iluminada y ventilada.
Por lo demás, está trazado a la “manera” de los dibujos de su maestro.
Está realizado para disfrutar contemplando la vida de seres minúsculos a través de un vidrio, como si de un terrario se tratase. Como señales de tráfico, unas flechas indican los posibles recorridos de los habitantes. Unas flechas dictadas para la comprensión de unos ojos externos. La tarea de los habitantes no es solo seguirlas, sino mirar: mirar por las ventanas, por los pasillos, mirar los cuadros, mirar a través y a todos lados. Obedientes, los monigotes se colocan en la cocina, caminan y se sientan en sus sillones de grafito, al borde del abismo.
No existen en realidad. Son solo dibujos que muestran las correctas actividades de la vivienda. Son gráficos de usos con apariencia humana por mucho que existan platos con sopa recién servida sobre la mesa o aparentes conversaciones. Por mucho que el tiempo de la modernidad ya fuese un hecho consolidado, el habitante aun no había nacido. Hoy, tal vez.
Sert, con lo que significa este dibujo, parece ahondar en el malentendido sobre lo que en verdad consistía una máquina de habitar: ¿dónde quedaba la poesía?, ¿dónde quedaba la máquina de emocionar?

27 de mayo de 2009

ALFOMBRAS MAGICAS



Koolhaas, terco, insiste en describir la arquitectura como ese algo sobrante una vez que lo funcional ha consolidado sus relaciones.
Para Koolhaas, la arquitectura no puede explicitar ya la coherencia de la obra, al haberse convertido en el despojo de los usos. Incapaz de lograr ya la unión de las partes, esa tarea debe dejarse al habitante. Claro que el habitante, aun, no es un ser todopoderoso, ni siquiera roza lo omnisciente, y necesita de pistas, de elementos repetitivos, de ciertas señales bien dispuestas, que le ayuden a reconstruirla mentalmente.
En Koolhaas hay todavía suficiente de arquitecto como para soñar de manera inconfesa con esa unidad, y no tanto de periodista como para hacerlo por medio de mecanismos no arquitectónicos. Recurre, en este dibujo para la Biblioteca de Seattle, a la alfombra como mecanismo de unión visual de igual modo a como lo haría un cineasta con la repetición de determinadas escenas. Los colores y los materiales de esos trozos de suelo rememorados serán capaces de diferenciar los recorridos y sus zonas de tránsito naturales. Entonces, gracias a esas mágicas alfombras, en la cabeza del usuario, quizás la obra sea unitaria.
Creo que eso significa en realidad que Koolhaas da la arquitectura por muerta. Pero esa es una cuestión de otra índole. Y ciertamente sospechosa.
Cuando alguien ha dictado el acta de defunción de la arquitectura siempre llevaba escondida, bajo la manga, la receta de su resurrección.


25 de mayo de 2009

ALGEBRA ARQUITECTONICA



La imagen, aquí traducida, pertenece a portada del nº 11 de la revista Assemblage del año 1990.
Coincide en el tiempo, sintomáticamente, con los despuntes del camino de la arquitectura hacia la hibridación disciplinar. Un camino, en ese instante solo sugerido, pero que se empezaba a recorrer sin excesivos titubeos.
Muestra las ecuaciones básicas que todo arquitecto debe conocer. Todas ellas cuestiones de forma asociada con memoria y poética y sus componentes. Y en que, como optimista resumen, parece llegarse a la conclusión de que la arquitectura ofrece más, siempre y en todos los sentidos, que la suma de sus partes.
Estas ecuaciones se muestran con igual trascendencia y seriedad que tendría para un físico el enunciado de la Ley Relatividad General. Y sin embargo, la forma de expresión tiene el valor de un buen collage, en el que conviven lenguajes gráficos y matemáticos con la alegría y la fuerza de una broma a sus mayores.

23 de mayo de 2009

MEDIDA Y TAMAÑO


El estéta italiano Gillo Dorfles, ha definido la arquitectura como el arte de la medida. Ronald Barthes, por su parte, dice que es el arte del tamaño de las cosas.
Evidentemente no son definiciones coincidentes. Y es lástima no poder presenciar una discusión entre ellos para aclararlo.
La “medida” es un concepto categórico; las cosas se miden en metros o micras. La definición parece arrastrar el lanzamiento de una malla de pescador infinita sobre el universo. Una malla de cotas y distancias que permiten cazar el mundo y cuya densidad impide que, aparentemente, nada se escape. Para Dorfles, simultáneamente, la medida equivale a delimitación. En cierto modo, la arquitectura es el arte del contenedor, y su preocupación como disciplina, es puramente espacial.
Sin embargo, el tamaño es un término que se define en relación a otros objetos. Definir la arquitectura como el arte del tamaño de las cosas, es incluir el contexto en torno al cual se vuelven grandes o pequeños. De manera que al decir de algo por su tamaño, se habla del objeto y de esos otros ausentes que permiten referenciarlo. Sin olvidar que esa referencia puede llegar a ser el propio observador. Esa relación se ha dado en llamar tradicionalmente escala.
El contexto obliga a hablar de tamaños y el espacio de medidas. (Aunque la cosa se complica, afortunadamente, si los espacios empiezan a relacionarse entre si, y de nuevo, hay que hablar de ellos en términos de tamaño).
Que Koolhaas defina a finales del siglo pasado la arquitectura con el mismo patrón de las tallas de la ropa S, M, L, XL significa aun más cosas. Que sea un tema tratado sin descanso no le quita importancia. Las cosas más obvias suelen encerrar grandes misterios.

21 de mayo de 2009

PRECIPICIO


Aldo Rossi, refiere en su Autobiografía científica un pasaje memorable y rodeado de oscuridad: “Ahora puedo entender la misteriosa observación que cogí al vuelo en la Ostería della Maddalena: es decir, que si bien en cada habitación existe un precipicio, sería absurdo pretender construirlo, como lo es querer construir la intimidad, la felicidad y la ruina”.(1)
Se tarda mucho en entender el sentido de ciertas cuestiones en arquitectura. Hay frases, imágenes y obras que nos esperan en un rincón hasta que estamos preparados para recibir su zarpazo.
El precipicio de cada habitación al que se refiere Rossi no es un Aleph que concentra universos, sino un tipo especial de vértigo. No es el vértigo que produce el abismo. No es un vértigo de lo vertical, siquiera. No es tampoco dimensional. Se trata del vértigo del límite. El vértigo de encontrar el borde infranqueable de la arquitectura. El miedo a la limitatio.
Para Rossi, el arquitecto debe ser consciente de sus potencias y de las fronteras más allá de las cuales es ineficaz con su oficio. Dicho de otro modo, para Rossi, los objetivos de la arquitectura no pueden ser otros que arquitectura. Con todo, es consciente que la arquitectura conjura siempre la vida. La arquitectura siempre resulta trascendida. En ella se enraízan, como sin esfuerzo y solo por el hecho de habitar, esos mágicos precipicios.
Aunque para colmo de su insignificancia, esto sucede lo quiera o no el propio arquitecto.

(1) ROSSI, ALDO, Autobiografía Científica, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1984 (Ed. consultada, 2º ed. 1998), pp. 47

20 de mayo de 2009

"SIMETRIA Y HOMOSEXUALIDAD"

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El título es interesante pero, desgraciadamente, no es mío. Tampoco, estas líneas van a tratar de simetría ni homosexualidad. Así, quien lo desee, puede interrumpir ya su lectura y evitar con ello el sentimiento de estafa.
Dicho título lo dictó Bruno Zevi hace años para un artículo en un número de la revista “Nueva Forma”. Para nosotros poco importa ya su contenido y si sus extraordinarias cualidades de comienzo.
Cito de memoria a Borges, quien hacía referencia a un libro llamado, De Tribus Impostoribus, (Los tres impostores) dedicado a Moises, Mahoma y Jesucristo, y de cuyo contenido no tuvo noticia; sencillamente porque no existía. Ya el título era suficientemente escandaloso para no necesitar de papel impreso.
Titular es un arte también para la arquitectura y sus proyectos. “Espacio, tiempo y arquitectura” es todo un plano de situación. “Hacia una arquitectura” es un puro vector de fuerzas lanzado al futuro. La lista puede extenderse con facilidad....

18 de mayo de 2009

RIPIO (II)


El proceso de proyectar no es ni una experiencia fulgurantemente totalizadora, ni está libre de preocupaciones. El proyecto no sale de un golpe, sino que su proceso está plagado de momentos de perplejidad e insatisfacción. Ante la obra se busca un tipo especial de forma en que las partes y el todo guarden mutua relación. Tan sólida como pueda lograrse. Tan sorprendente o tan brillante que hagan aparecer, del conjunto logrado, algo vivo llamado Arquitectura.
Ese conjunto coherente necesita que la ligazón entre sus partes se de con naturalidad. En esas junturas inevitables se percibe el oficio del arquitecto. Llamamos ripios a esos puntos de apoyo necesarios para la estabilidad del conjunto, sus puentes y sus soldaduras. Pareyson se refiere en su Estética a ellos mediante el término “zeppa”. Allí “el artista actúa con menor cuidado, sin paciencia e incluso con desgana, casi podría decirse con prisa, como si fuesen elementos que por estar dictados por la necesidad de continuar adelante, pudiesen ser abandonados a la convención sin perjuicio del todo”.
Umberto Eco, comenta al hilo de estas suciedades de la forma: “El mal arquitecto, enfermo de esteticismo, se irrita porque una puerta debe empernarse con una bisagra, y la diseña de manera que nos parezca “bonita” mientras desarrolla su función: y a menudo, al hacerlo, consigue que la puerta chirríe, se bloquee, y no se abra o se abra mal. El buen arquitecto quiere, en cambio, que la puerta se abra para mostrar otros espacios, y no le importa recurrir, habiendo diseñado el edificio [como un todo], a la eterna sabiduría del cerrajero para la bisagra.”
Si el ripio, al igual que el apéndice en el intestino, puede ser ese resto abandonado en el proceso evolutivo del proyecto, de él se pueden obtener lecturas especialmente sugerentes y perpetuamente clarificadoras del modo de trabajo de sus autores. En él se esconden, bajo la aparente falta de cuidado, secretos modos de proceder.
Pero eso no es todo.
La atención crítica siempre se centra en los puntos que considera brillantes y las ideas clave de la obra, obviando las zonas en penumbra en las que se encuentra el ripio. Sin embargo estos elementos umbríos pueden, con otros ojos u otros tiempos, convertirse en luminosos y ofrecer nuevas lecturas interpretativas. Por eso sobre el ripio puede recaer la sucesión interpretativa para cada generación, haciendo de una simple obra, una obra maestra.
En el ripio, si esto fuese merecido, se encuentra latente la apertura de la obra hacia nuevas lecturas con el paso del tiempo. He ahí su fuerza y su modestia.

16 de mayo de 2009

SUPERPONER


Siempre son enmarañados los dibujos de Alvar Aalto. Enmarañados por el trazado tembloroso y por el cambio de dirección que siempre parece que van a tener sus líneas. En este caso, también por la superposición de los dibujos: una perspectiva, sección y detalles. Tan solo unos bocetos de un viaje a Grecia, del teatro de Dionisos en Atenas, nada de su proyectar. Sin embargo, por medio de esa superposición de escalas y trazos, se puede comprender ese mirar, una forma de mover los ojos por la realidad. Como un scanner. De lo lejano, al efecto logrado, a su forma de construcción, a la relación dimensional que lo permite.



El otro dibujo pertenece a una estrategia diferente de superposición. Una Silla de Jacobsen. El dibujo, por un tipo especial de economía superpone plantas y vistas. Por economía la arquitectura y la industria muestran sus productos simétricos, seccionados y solo representados por su mitad. No aquí. La visión que Jacobsen quiere ofrecer es la del objeto en su totalidad visual. Y la superposición se dirige hacia el espectador. De ese modo el objeto, puede ser comprendido completamente sin apenas movimiento de los ojos. Igual que lo haría un cuadro cubista. La superposición como estrategia para entender el mundo y para describirlo. 

14 de mayo de 2009

DESBORDAR


Sucede en pintura que, por hermosos, complejos o engalanados que sean sus marcos, siempre resulta pobre cuando queda constreñida dentro de ellos. Al igual que le sucede a la arquitectura con sus solares, el arte más interesante es el que desborda su marco. Aquel que salta fuera y celebra sus relaciones con el exterior, como una fiesta.
Ante la torpeza de proporciones y medidas del retrato ecuestre del Príncipe Baltasar Carlos, y sabiendo que la pintura de Velázquez siempre habla de lo que sucede fuera del lienzo, obliga a preguntarnos por ese exterior del cuadro cuya ausencia hoy, tanto lo perturba. Esta pintura está amputada al faltar la relación correcta con el espectador.
La deformidad de la montura se debe a que, en su posición original, se encontraba sobre una puerta en el salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid. De ese modo, sería completado y corregida su proporción al ser visto desde abajo. Resulta clave para nosotros cómo el lugar de exposición es capaz de dar sentido al lienzo y completarlo con la intermediación de los ojos. Velázquez está obligado aquí a confiar en el contexto para comprender su pericia.
La segunda imagen pertenece a Robert Smithson y su obra no-lugar en Mono Lake. Smithson, súbitamente descubre que el lugar elegido para la obra de arte, lugar desértico y privado de todo tipo de estímulos, no existe. El reto es por tanto representar un no lugar, un espacio vacío.
El no- lugar es in-visible recurriendo al juego de sentidos que el sonido de estas palabras tienen en su idioma. Y la única manera de mostrar ese no-lugar es un lienzo-marco formado por el propio borde del territorio y una caja-marco con guijarros en el interior. El no-lugar, es pués, el espacio borrado, el espacio ausente, el espacio en blanco. Curiosamente el descubrimiento de ese no-lugar desborda el lienzo. Salta sobre él y lo vincula con todos los no-lugares existentes. De pronto, con su identificación como aquellos espacios del anonimato y de la falta de identidad, se descubre la genealogía que permite agruparlos. Incluso nos regala una muestra del no-lugar mediante su caja con piedras. Exactamente a como un biólogo descubre nuevas especies que antes permanecían desvinculadas, pero que por el mero hecho de su correcta nomenclatura, adquieren verdadera unidad.
El primer caso injerta los ojos del espectador como parte de su contenido, el segundo es capaz de hablar de cosas ausentes a través de las representadas y hermanarlas. Apropiación óptica y fenomenal en el primer caso, apropiación cultural y háptica en el segundo.
Ambos ejemplos resultan paradigmáticos de las principales estrategias de apropiación del lugar también de la arquitectura.

12 de mayo de 2009

LABERINTO


Nos recuerda Borges que en su isotropía, el desierto es el laberinto perfecto. Conocemos laberintos en jardines, en catedrales y en antiguos dibujos y emblemas. Su poder de seducción es hipnótico, quizás porque siempre encierra el peligroso juego de la vida y la muerte. La invención del viejo Daídalos es siempre cárcel y tumba.
El sabio jesuita Kircher imaginaba en el siglo XVII el interior de la tierra como un complejo laberinto. El mundo como laberinto figura en un escudo de armas de Galeazzo Baccaria en el siglo XVI. En él se puede contemplar un globo terráqueo como una extraña esfera de vidrio. En su interior aparece un intrincado recorrido sobre una sección por el ecuador.
Pero en el dibujo de arriba se describe la idea del mundo como laberinto de un modo diferente. No se logra mediante un trazado complejo sino mediante la inserción de una sola y sencilla pieza de arquitectura.
Sverre Fehn nos lo descubre: "Una vez construí una casa que, según decían todos me había inspirado Palladio. Sin embargo más adelante me di cuenta. Observando la planta de mi casa, me dije: `la Rotonda, como sabemos, fue una broma... en aquel tiempo perdimos la percepción del horizonte como misterio. Fue un “shock” para todos descubrir que el mundo era una esfera y que era posible medirlo. Trasformó por tanto, la tierra en un laberinto construyendo una casa con cuatro fachadas iguales. Cuando se deja la casa en dirección Oeste y se gira alrededor del mundo se vuelve a la fachada de la cual se partió ´".(1)

(1) Sverre Fehn, Notas sobre la Villa en Norrköping, Suecia, 1963-64.

9 de mayo de 2009

RUINA



Todo comienza cuando el edificio se termina.
En esa arquitectura formada aparece, por fin, la idea. Entonces los habitantes y el tiempo hacen su trabajo. La obra adquiere nuevos significados y tonos; en hermosas ocasiones, tonos sentados y suaves. Fatalmente, después, la obra será ruina. El tiempo abrirá líneas en lugares inapreciables al principio; fisuras, más tarde. Abrirá lucernarios, ventanas y caminos, como solo lo hacen los grandes arquitectos. Solo algunos restos permanecerán erguidos.
Esas ruinas serán capaz de evocar tiempos pasados. Esconderán misterios sobre sus habitantes y permitirán soñar un pasado remoto y quizás bárbaro.
Esos fragmentos suyo sentido general se habrá perdido, serán capaces de recrear obras inesperadas. Al igual que las viejas estatuas, comidas por el tiempo como guijarros de playa, serán obras nacidas a una nueva vida. La victoria de Samotracia será aun más viento de mar y cielo que la mujer que fue.
¿Cómo serán las ruinas que engendrará la arquitectura de hoy?. Piranesi, Rossi o Stirling ya hicieron esa pregunta a generaciones pasadas, sabiéndose autores de los restos que nacerán de sus obras.

6 de mayo de 2009

RE-PRESENTAR



Este dibujo se hace hoy extraño.
Ya nadie dibuja así.
Pertenece a James Stirling. Se trata de una axonometría invertida. La planta baja aparece con sus soportes seccionados. Un dibujo que está a medio camino de otros. No es una planta como tal. Tampoco es una axonometría en su sentido más clásico, puesto que el punto de vista que ofrece no logra expresar el volumen con la claridad que tendría si fuese percibido desde el aire. De cualquier modo es un dibujo con una clara voluntad de expresión. Sin embargo, ¿hacia quien va dirigido?. No es un dibujo para expresar la situación ni el orden constructivo de los elementos que componen el edificio. Tampoco para expresar el funcionamiento ni el orden de las plantas como se haría para un cliente. Son dibujos con una carga pedagógica muy marcada. Como si fuesen dibujos realizados exclusivamente para otros arquitectos.
La constante voluntad de Stirling por hacer de sus representaciones un hecho de comunicación es siempre latente. Si bien sus plantas gozan de un acusado esquematismo, no puede decirse igual de las múltiples secciones fugadas, perspectivas constructivas o axonometrías, realizadas desde todo punto de vista. Es en estos dibujos donde puede hacerse un claro paralelo con su arquitectura: precisos, limpios, carentes de retórica, pero no hermosos en si mismos.
En éste, la planta baja se muestra liberada de edificación. Solo llegan a tener contacto con el suelo los núcleos de comunicación y los soportes. Sin más detalles. Unos soportes, como las mil patas de un insecto, lo alejan del suelo. Y el dibujo es empleado con la misma precisión con la que un entomólogo mantendría, mediante alfileres, desplegadas las alas de una mariposa disecada.

4 de mayo de 2009

SOMBRAS Y ARBOLES



Cedric Price y otra de sus ideas germinales:“sombras y árboles como una imagen variable”.
Varían los árboles cada día con su crecimiento. También lo hacen con el viento sobre sus ramas y hojas. La variación de sus sombras participa de un tipo diferente de cambio, puesto que está ligada al movimiento de la tierra respecto al sol. Así pues, es una imagen doblemente variable.
El objeto resultante, es el objeto múltiple "sombrárbol". Mucho más complejo y denso en cuanto que se interrelaciona con un conjunto de árboles y claros, quizás con un bosque; mucho más complejo en cuanto que se trata de un objeto-paisaje. (Como se puede comprender, eso es más de lo que puede lograr “un objeto” en el paisaje). Price destaca, además, que la única mirada capaz de describirlo es la arquitectónica mirada en planta, identificándolo, por tanto, con un puro objeto de arquitectura. Consecuentemente, con este dibujo nos pone ante el "sombrárbol" como el arquetipo de toda la arquitectura variable.