25 de julio de 2022

LO ARBITRARIO Y SU ACTUALIDAD


Ante el dibujo de este pilar de la Catedral gótica de Barcelona, cualquiera podría decir que, o bien es una pura arbitrariedad, o que, desligado de la infinidad de líneas de puntos que recogen las nervaduras, le faltan datos. 
Si Rafael Moneo se encargó hace años de abordar el problema de lo arbitrario en el mundo de la arquitectura, no parece que, a pesar de todo, se haya producido un gran avance en este tema. En resumen, los arquitectos conviven con lo arbitrario como cualquiera con las rozaduras de sus zapatos: en un incómodo silencio. 
Para nuestro pesar, el vínculo de lo arbitrario con la arquitectura resulta dolorosamente inextinguible y lastra las decisiones que se toman en el hacerse de cada obra. Si al menos esas decisiones fuesen gratuitas y no dependiesen del dinero de terceros... O si al menos lo arbitrario en arquitectura no nos acercarse tanto al escurridizo y perjudicial territorio del arte... (Supongo que la ciencia no vive sumida en semejante desazón existencial). 
Sin embargo seguimos y seguiremos inmersos en una disciplina en la que no todo puede ser estabulado, explicado y medido. Llegados a cierto nivel (que no pasa del medio punto sobre diez), no hay una rúbrica satisfactoria que pueda ser ofrecida honradamente a un estudiante para explicar su calificación cuando se trata del proyecto de arquitectura. Llegados a cierto nivel de detalle, y frente al resto de competidores en un concurso, no hay un pliego técnico que recoja "en absoluto" lo que significa la verdadera calidad de una obra. Llegados a un delicado punto, la arquitectura traspasa su decidida objetividad para sumergirse en un territorio de difícil explicación.
Eso si, antes hay mucho terreno que recorrer hasta llegar a ese nivel de matices. Ahí el sumatorio de razones será siempre aplastante y decisiva. Como las que justifican ese pilar.

18 de julio de 2022

LO SEPAS O NO LO SEPAS, LLEGAS TARDE


Existieron muchos Mondrian antes que Mondrian. O dicho de otro modo, ni siquiera Mondrian era tan original como para poder presumir de ser el primero en lo suyo. Hasta él, pintor moderno por antonomasia, llegó tarde. 
En el ámbito del arte y de la arquitectura cada invento con apariencia de novedad posee una poderosa familia de parecidos y de antecedentes cuyo eco permite hallar el nacimiento de sus formas en el pasado. Así, si en la ciencia se puede ser el primero de haber hecho una radiografía, descubierto el tungsteno o parido la teoría de la relatividad, en el humilde campo del arte, es palpable que crecemos sobre las ruinas del pasado.
Es decir, Mondrian o Velázquez enseñan a mirar, pero lo hacen sobre Lascaux y sobre Giotto. Y eso es más que reclamar el conocido dicho: "lo que no es tradición es plagio".
Nick Tosches lo expresa con mayor rotundidad cuando dice: "Lo que reclamamos como originalidad y descubrimiento no son más que aires y delirios de nuestra inocencia, ignorancia y arrogancia;... Lo que se diga, fue dicho mejor - más poderosa, hermosa y puramente- hace mucho. La aurora de los dedos rosados de Homero es la más grande aurora de dedos rosados; la luna de dedos rosados de Safo, igual. No hay nueva sabiduría, sólo tontos que encuentran su camino a lo viejo; ni nueva poesía, sólo poetas tomando un aliento tan viejo como el tiempo". Tan llamativo como su apreciación, son los insultos. Presumir de novedoso es de tontos (o algo peor). 
No hay camino que permita ser arquitecto que no sea el de la modestia. Y en esto no hay medias tintas. Presumir de ser los primeros en algo, acaba siendo repetir una mentira, que ni siquiera es una mentira original.

11 de julio de 2022

LA MEJOR CRIPTA DE LA ARQUITECTURA MODERNA


Este maravilloso gnomo de jardín, con su gorro oscuro posando en una incómoda posición encunclillada es el arquitecto Jaques Herzog. Su contexto, algo tenebroso para una visita, es el bajosuelo de la famosísima casa Farnsworth, de Mies van der Rohe. En esa posición contempla el cilindro de las bajantes y las canalizaciones de la casa como si se tratase un tesoro arqueológico. Este lugar, nutricio y excrementicio a la vez, puesto que es el único cordón umbilical de la casa con el mundo, resulta, para cualquier arquitecto, un lugar de peregrinaje obligado cuando visita la antigua residencia de Edith Farnsworth. En él, como las catacumbas o las criptas fundacionales de las catedrales, se entierra el santo grial de la modernidad. En él se repite un tipo de ritual simbólico semejante al de multitud de templos occidentales desde tiempos inmemoriales: encima está el altar y a su sombra se encuentran los restos de un enterramiento que justifica el emplazamiento de la iglesia. 
Ese tubo de vulgar cemento, gastado ya por los besos de los peregrinos, (metafóricamente hablando), encierra el mundo de las apariencias, el simbolismo y, en cierto modo, hasta el cadáver de una época de la arquitectura y de su mundo de significados erradicados. Bajo ese suelo el acero blanco de la estructura no es tan blanco y el óxido y la suciedad, inevitables, dan la cara, deshaciendo la supuesta pureza a la que la arquitectura una vez aspiró. 
Mientras la casa, insuperada obra de arte, pervivirá para siempre convertida en lugar de culto. Por fin transformada precisamente en eso, en una capilla laica. Donde no es posible la vida, pero sí otro tipo de experiencias místicas.

4 de julio de 2022

EL RECIPIENTE DEL 95% DE LA VIDA


... El leve tatuaje que dejan los pliegues de las sábanas sobre la piel y que se diluye con el paso de la mañana... La constelación de migas desiguales sobre la mesa del desayuno... La distribución de los mil pequeños lagos formados por las gotas diarias salpicadas tras la ducha... El exacto tono del golpe de la puerta al cerrarse tras nosotros... La llave al ser girada y que siempre, al primer intento, se atasca ligeramente...
El sumatorio de esos instantes describe nuestra vida mejor que lo hace una biografía. Sin embargo esa vida no figura como vida porque es anónima y forzosa. Calvino dice que solamente "hasta que uno se percata de que esa parte supone un noventa y cinco por ciento de ella" uno comienza a darle la debida importancia. Esa masa gelatinosa no posee forma propia y lo único que hemos sabido hacer con ella es fabricar moldes imperfectos a los que hemos denominado casas
Cada una de nuestras casas es el recipiente de ese tuétano hecho de minucias. Sus paredes recogen sombras de deditos infantiles. Sus suelos conservan las marcas de los muebles al ser desplazados en sus ocasionales movimientos. Sus techos, leves sombras de insectos perseguidos una lejana noche de verano... 
Si ese noventa y cinco por ciento se saca de ese molde solo queda algo informe que se bambolea como un inmenso flan al borde del colapso. Por eso seguimos necesitando ese recipiente y no por sentirnos protegidos u otras excusas no mejores.