Cuentan que cuando Erich Mendelsohn vio que en “Espacio,
tiempo y Arquitectura”, obra clave, referencia y testimonio de la recién parida
modernidad, no aparecía ni siquiera su nombre, arrancó violentamente las
páginas que establecían la relación entre Cubismo y la teoría de la Relatividad
y se las envío a Einstein para que comprobara como se las gastaban los
historiadores del arte. Einstein respondió al “desatino” de Giedion, diciendo
que era fácil inventar cosas nuevas cuando uno se atrevía al absurdo, pero más
difícil hacerlo y que fueran razonables. (1)
Tal vez Einstein se equivocara. El caso es que las
relaciones entre relatividad y arquitectura estuvieron bien presentes entre las
preocupaciones del mismo Mendelsohn a lo largo de su carrera.
Los comienzos de Mendelsohn como economista quizás le
proporcionaran la rara habilidad para entender su oficio como un negocio
rentable. De hecho, ningún otro arquitecto de por aquel entonces logró
ganar tanto dinero gracias a la modernidad, aunque todo sea dicho, su riqueza
fue requisada por los nazis con la misma velocidad que eran capaces de mostrar
los croquis de sus edificios.
Mendelsohn fue un arquitecto de fama, lo que le permitió
recibir encargos jugosos e incluso edificar el único monumento verdaderamente
moderno de su tiempo: La Einsteinturm. Ninguna otra obra dio
cumplimiento a tantos “–ismos” juntos como esa torre dedicada a su amigo
Einstein: Resumen del expresionismo y del futurismo, allí, sus máximos
exegetas, Zevi y Pehn, valedores tanto del expresionismo como del organicismo,
han visto los rescoldos y la culminación de los fuegos formales y la celeridad
de toda la época.
Pero por encima de esa importante obra, es en sus dibujos,
donde mejor se condensan los esfuerzos de su arquitectura: sobre bases
curvadas, como si el planeta hubiese quedado pequeño gracias a una nueva
concepción del vértigo horizontal, sus bocetos están cargados de líneas que se
extienden al infinito, sin bordes y a punto de desvanecerse. Arquitectura como
percibida desde un vehículo en una autopista.
Pocos arquitectos resumen tan magníficamente la exigencia de
dar forma a una época y sentir el tiempo en que se proyecta como parte
trascendente del material de trabajo del arquitecto.
(1) WHITTICK, Arnold, Eric, Mendelsohn,
Leonard Hill, Londres, 1956, citado en GEORGIADIS, Sokratis, Sigfried
Giedion, an Intellectual Biography, Edimburgh University Press, Edimburgo,
1993, pp. 124-125 ahora en COLOMINA, Beatriz, Doble Exposición, Akal,
Madrid, 2006, pp. 17