De no haber planos de arquitectura no sería posible ver aparecer ni proyectos, ni las construcciones, ni la civilización, ni las ciudades, ni sus habitantes. Ese instrumental, más útil que escarpelos y tranvías, hacen de herramientas para la aprensión y el descubrimiento del mundo. Cada plano es tanto una instrucción de uso y montaje de la arquitectura como una búsqueda, y la escisión de sus usos es ficticia y nociva. No hay planos de urbanismo, de estructuras o arquitectura, como no puede decirse que de un telescopio solo quepa contemplar el firmamento y no las nubes o a una hermosa vecina.
Cada plano de arquitectura se dirige al descubrimiento de algo aun no encontrado por completo, pero prometido. Como un descubridor lo hace a bordo de un barco, a la búsqueda de un continente no nato.
Así un plano de urbanismo es un detalle constructivo de la ciudad, uno de instalaciones un plano de la estructura de venas y fluidos de una edificación y un plano de arquitectura uno de las interioridades del lugar y de la trasmisión de sus pesos y espacios. Separarlos por categorías insolubles, cosa que ocurre en todo último proyecto de fin de carrera, es motivo de recusación de cualquier titulado y de cualquier incubadora de arquitectos.