25 de enero de 2010

CONEXIONES



“WG es Walter Gropius, un mierda que se hizo famoso como empresario cultural”(1). Para hablar de Gropius, seguramente bastan esas palabras de Quetglas. A nadie se le escapa que el verdadero insulto es haberle aplicado el término de “empresario cultural".
Su figura aristocrática y sugerente es clave para entender no solo la Bauhaus sino la arquitectura moderna. Klee allí le corona como “Príncipe de la plata”, seguramente, como señala Wolfe, el oro era demasiado chillón para un personaje como Gropius. Argan en una notable monografía dedicada a él en exclusiva, apenas habla de su obra: parece de mayor alcance lo que su figura fue capaz de provocar. Rykwert enseña con cierta incómoda ironía, una imagen de su Blockhaus Sommerfeld, en Berlín, del año 1921, formada por troncos de madera al más puro estilo del oeste americano. Una imagen capaz de destrozar cualquier reputación.
Pero en realidad todo eso importa poco. Como tampoco importa que su fortuna se erigiese simultáneamente a su tarea decana en Harvard, con una patente de casas de madera contrachapada para la General Panel Corporation, de la que era vicepresidente.
Como arquitecto nos ha legado un par de obras maestras. Una construida y otra utópica, pero trascendente: el edificio de la Bauhaus, y el proyecto del “Teatro Total”.
Mucho se ha escrito sobre el edificio de la Bauhaus. Sobre el proyecto del “Teatro total”, cabe, por menos conocido, un comentario: Se trataba de un teatro giratorio, encargado por Piscator cuyo sentido del espectáculo trataba de eliminar los límites entre actor y el espectador. Todo ello en un conglomerado inédito al cual se sumaban varias películas proyectadas sobre las paredes y la cúpula del teatro.
En agosto de 1939, en el primer número de la revista Sur, la más seria de la vida cultural de Buenos Aires, esa propuesta fallida fue empleada por Jorge Luis Borges para elaborar un ensayo titulado “La biblioteca total”. Primer borrador de lo que luego sería su “biblioteca de Babel”. Lo que es desde entonces una imagen verdaderamente antológica y paradigmática para cualquier arquitecto a la hora de  hablar de laberintos o bibliotecas.
La faceta de activador cultural de Gropius es, pues, una aportación no desdeñable. No cabe como insulto. Como ha probado Borges en otros tantos cuentos memorables, una existencia queda justificada por la mera inspiración de un verso, quizás de una imagen, a obras mayores. ”Porque la maquinaria del mundo es harto compleja para la simplicidad de los hombres”.

(1). QUETGLAS, Josep , Escritos colegiales, Actar Barcelona, 1997, pp. 177

4 comentarios:

Maritza Casanova dijo...

que buen blog, me encanto la reflexión a Gropius, muy personal, pero valida.

Saludos

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por tus amables palabras. También por participar con tu comentario y por seguirlo. Un saludo

Jack Babiloni dijo...

A propósito de tu sugerente texto, Santiago, se me han desbocado varias líneas argumentales. Sólo ampliaré una, por no extenderme.

Pensaba en todas esas personas que siguen amando, con indecible dignidad leal, a sus parejas fallecidas. Y continúan años, lustros o decenios haciéndolo, hasta su propio deceso. A algo así se refería Joan Miró cuando decía: "Quemen uno a uno todos mis cuadros. No me importa en absoluto, pues todos los instantes de alegría que me proporcionó crearlos permanecerán para siempre".

Cada cierto tiempo, reputados profesionales del verbo (con décadas de actividad pero sempiterna bisoñez intelectual), certifican la muerte del arte. Los que lo practicamos a diario, sin embargo, ni refutamos. Qué más nos da si seguimos amando lo desaparecido.

Haciéndolo, lo (re)gresamos.

Santiago de Molina dijo...

Gracias por participar y tus sugerentes puntos de vista.

Un saludo, Jack