27 de enero de 2010

ANIMAL EXTRAÑO


La traza de este cuadrúpedo, vigilante y extraño, corresponde a Navarro Baldeweg. Corzo o tigre, es un centinela del espacio que lo rodea. Una esfinge que, elástica, se ha erguido. Pero algo en esos trazos han hecho que el animal haya perdido su condición.
El peso se distribuye en equilibrio sobre cuatro apoyos sólidos. Las patas, como columnas, facilitan el contacto con un terreno imaginario pero cierto. El cuerpo, como un dintel, los unifica y remata sin dulzuras. Así, el animal se convierte en un templo.
Pero al igual que toda obra debe contener desconciertos, los ojos y el apoyo de la cabeza, hacen del conjunto algo móvil e inestable, como un jarrón sobre la arista de una mesa.
El equilibrio parece a punto de desbaratarse. Y sin embargo ahí permanece, prolongado en el tiempo; dejando esa ilusión en suspenso. Igual sucede en cada templo, desde el Partenón a Segesta.

2 comentarios:

Valerian dijo...

Y yo que veo esa imágen y pienso en un peine vasco (lleva txapela)feliz...

¿soy yo o a veces buscamos profundidades donde no son necesarias?

Jack Babiloni dijo...

Buscar profundidades no es necesario, Valerian, de acuerdo; pero sí fundamental, importante, decisivo. En definitiva, conmovedor (con-movedor). Si no vagabundeáramos entre innecesidades, quizá desdiríamos a cada instante, verbigracia, el amor. (Conozco millares de casos aledaños que apoyan semejante desdecimiento). Sin embargo, hace lustros que sostengo que arte y amor no sólo son puntales miscibles, sino, además, isótropos. Con todos los vientos de cara, incluso, homeomorfos. Quede bien claro que el hecho de que tú veas un peine vasco feliz me parece puntualización abisal. Al fin y al cabo, el humor es el tránsito entre erudición y distanciamiento perspectivo. Con lo que, por otras calles, llegamos a idéntico hogar.

Gracias, Santiago, por hacernos pasar de lo e(x)trañable a lo e(n)trañable, sin avituallamientos.

(Siempre. No sólo hoy).