16 de junio de 2010

LA TERCERA VIA



Contrariamente a lo que se piensa, en arquitectura siempre existe un camino intermedio entre el hacer las cosas bien y hacerlas mal: No hacerlas.
Este principio, de uno de los mejores arquitectos sin obras completas, Perogrullo, amordazado cada vez que aprieta el hambre, debiera estar bien presente antes de aceptar cualquier trabajo. Evaluar, sin ambages, si en cada tarea existen posibilidades ciertas de hacer las cosas bien. Si las capacidades propias, el contexto o la ejecución ofrecen honestas opciones de mejora de lo existente.
La omisión para el arquitecto no es pecado, sino virtud. Cada cual hasta el límite de sus fuerzas, la omisión es la tercera vía de rendir tributo a su oficio.
En este mundo que aplaude al realizador inmoderado, no conviene excederse en las realizaciones – que siempre son muchas-. Hacer lo poco que se crea conveniente es lo sensato, y blandir ese poco contra el muy productor o el muy reproductor, para que sepa que la indiferencia por la realización continua es prueba de que no se está en la inopia. Si no en otra cosa.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Santiago,

leyendo tu artículo he recordado un escrito que antecedía a un número antiguo de la revista el croquis de los arquitectos holandeses Neutelings y Riedijk. Dicho documento abordaba la idea de cómo convencer al cliente de que no le hace falta hacer lo que quiere hacer, era algo como una oda a la pereza, de cómo es mejor no hacer nada, o lo menos posible; una enumeración de reglas de las que yo recuerdo precisamente la anteriormente indicada.

Muchas gracias,

Álvaro

Santiago de Molina dijo...

Hola Alvaro,

No lo conocía. Lo miraré. Seguro que es interesante. Gracias por pasarte por aquí. Saludos

Jack Babiloni dijo...

Conviene recordar de cotidiano que la obra artística (erecta, tangible) es el resultado de los planteamientos inasibles (no construidos, procesales, escondidos, impronunciados), que son, estos sí, realmente "la obra".

Y en la aplastante mayoría de los casos de la historia de la humanidad, mejor obra que la tangible (construida) obra misma.

Gracias por seguir animando a la reflexión, querido Santiago.

Santiago de Molina dijo...

Jack,

Desde luego, lo no construido anima a lo construido. Lo anima, es decir, lo llena de alma y lo espolea.

Gracias, por tus comentarios. No solo "animan" sino que son un verdadero aliciente.

Gracias por participar.

Un abrazo