29 de junio de 2020

VALORES DE LA LEJANÍA


Tanto el Renacimiento como la óptica dicen que ese punto donde todo confluye y se condensa no está lejos de nosotros. Lo llevamos dentro y se teje y desteje en el fondo de nuestro cerebro. Pero lo cierto es que sabemos, por muchas patrañas que nos expliquen los fisiologistas, que se trata de algo tan profundo e inalcanzable como el horizonte. (En realidad el horizonte es la línea trazada por ese punto dicharachero al ir de un lado para otro). Sin embargo ¿de dónde procede el poder magnético que hace que todas las líneas confluyan en él? ¿De dónde mana su poder? Al igual que los cósmicos agujeros negros y las estrellas, ese punto donde se condensa la mirada debe su extraordinario poder atractor no a la gravedad, sino a la minusvalorada fuerza de la lejanía. 
La lejanía es una fuerza ligera y silenciosa cuando nos encontramos en la proximidad de las cosas deseadas. Pero su poder crece con la distancia hasta anegar el pensamiento e impedirlo. Cantos en la lejanía son los proferidos desde el bosque de Walden y la cabaña de Heidegger. Desde lejos, la vida de la ciudad se ve con perspectiva. (Nunca mejor dicho). La lejanía es una fuerza poderosa porque provee, además de paz y tranquilidad, sus propias enfermedades y anhelos: la nostalgia y la morriña son algunos de sus nombres. Ulises viaja impulsado por el poder que le brinda el deseo de regresar a su lejana Ítaca. 
En la lejanía la arquitectura cambia enormemente. La lejanía es distancia convertida en tiempo. O mejor, tiempo hecho memoria. En él las obras crecen: San Carlino o el Tempietto de Bramante en Roma se vuelven tan grandes como el Panteón. La lejanía distorsiona el tamaño y a la vez destaca y rellena sus huecos congruentemente. Fruto de la lejanía la arquitectura se incorpora a la ciudad y al tiempo. Gracias a ella se produce una especial planeidad que diluye todo exceso de formas. A esa distancia solo los grandes arquitectos saben trabajar porque hay que rebajarse mucho, ser muy modesto, para renunciar a la forma. Palladio sabe bien de este efecto en la Iglesia veneciana del Redentore. La lejanía es una cura de humildad. 
La lejanía es la casa donde habita el punto hacia el que se dirigen todas las líneas de fuga.

2 comentarios:

Esteban Fernández-Cobián dijo...

Hace unos años me regalaron una monografía del arquitecto español José Luis Ezquerra de la Colina (1934-2016), que construyó toda su obra en México. Se titula 'Ezquerra y la arquitectura lejanista'. El concepto me resultó extraño, pero tal vez podría enriquecer el discurso. Copio la descripción de la editorial: "Este magnífico libro ilustra el estilo ‘lejanista’, una forma original de arquitectura, urbanismo y diseño de interiores que ‘ofrece una visión del pasado y representa una expresión surrealista de sensaciones y sentimientos culturales distantes, tanto occidentales como orientales’. Entre sus edificios más celebrados se incluyen el famoso Las Hadas (Manzanillo), la fantasía costera que cambió el aspecto de la arquitectura de los complejos vacacionales de México, y el hotel Kea Lani de Maui, inspirado en un vernáculo arquitectónico tradicional hawaiano. El trabajo residencial de Ezquerra no es menos mágico. Desde villas privadas mexicanas hasta palacios saudíes y las villas de Cartes y Alabanas en Horseshoe Bay, Texas". Saludos.

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por tu aportación Esteban. No conocía el trabajo de José Luis Ezquerra. Y es interesante la referencia. Te envío un afectuoso saludo.