5 de diciembre de 2022

¿CUÁNDO DESCANSA LA ARQUITECTURA?

La arquitectura lucha a diario, trabaja con las cargas que hay que llevar hasta el suelo como un estibador. Se esfuerza por dar significado a cada esquina y cada detalle. Funda su competencia en el trabajo duro y en el sudor de su frente (y en ello arrastra a los arquitectos). Así puede entenderse la historia de la arquitectura, desde las catedrales góticas, a los grandes museos; desde los coliseos a las termas; desde Santa Sofía al Cristal Palace. Esa condición visible de su labor, de sus esfuerzos diarios, se da en las grandes obras. Pero, ¿cuándo descansa? 
En la casa, la arquitectura se repanchinga en su sillón tras la dura jornada laboral. Todo el día en el tajo merece el satisfactorio contrapeso de llegar a casa, a la casa. En la casa esta vieja incansable encuentra su merecido asueto. Solo en la casa la arquitectura se va de fin de semana.
Así fue en la historia de esta disciplina hasta el paréntesis estajanovista que supuso el siglo XX, donde no paró de producir casas con aspiración de convertirse en obras monumentales y eternas. Junto a ese instante, salvo las excepciones domésticas de Palladio y el raro caso tipológico de la villa, el resto de las casas de la historia han conservado ese espíritu de “ocio digno” tanto para los habitantes como para la propia arquitectura. 
La casa, como tema, permaneció siempre libre de los esfuerzos semanales y del neg-ocio. Solamente gracias a la calma que encuentra esta disciplina en el caserío logra recuperar energías para hacer esas otras grandes obras por las que se ha ganado su fama de arte perdurable. No puede olvidarse que todo arte tiene su contraparte, como toda escultura depende del vaciado en yeso capaz de acoger el metal fundido en su interior. Sin esa merecida pausa, sin ese negativo, la arquitectura no puede abordar temas mayores. Recordemos que hasta la divinidad misma, al séptimo día encendió la tele y, pies en alto, descansó.

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