11 de julio de 2016

ROMPER EL LETARGO


Una cosa es la ciudad y otra muy diferente la vida que pasa por encima. Ese parece ser el mensaje secreto de las ciudades cuando aparecen en ellas las inclemencias de la meteorología. Si nieva, una plaza dibuja sus verdaderos recorridos y los hace presentes. Si aparece una lluvia repentina las aceras se habitan allá donde están cubiertas por las cornisas de los edificios, que parecen resguardar momentáneamente a sus ciudadanos. Si una ciudad se inunda vemos súbitamente la topografía que a diario permanecía oculta o una ciudad duplicada e inaccesible. Y así con todo...
El caso es que la presencia de lo inesperado deforma el modo de uso de la ciudad y de la arquitectura y de improviso la volvemos a percibir un poco revivificada. Percibimos lo regular subyacente o lo invisible cuando aparece la necesidad del uso alternativo, como si ese extrañamiento fuese capaz de hacernos habitantes de una ciudad hasta entonces intangible.
Por eso, tal vez no vemos nuestra ciudad, propiamente, salvo cuando aparecen ocasiones en las que lo imprevisto deshace nuestros hábitos.
Por eso se agradecen las obras en las ciudades, las manifestaciones y las fiestas patronales, que amén de ser incómodas, gracias a las flagrantes anormalidades que introducen, de pronto nos hacen un poco turistas de nuestros hábitos y nos dejan sentir como la ciudad misma nos mira habitándola. Como a veces sucede con los gatos o ciertas aves. Por esos momentos sabemos que las ciudades tienen ojos que nos miran, (que no son precisamente las ventanas de sus edificios).
Esa ocasión que abre las puertas a la extrañeza es un componente que debe, por tanto, tener cabida en cualquier arquitectura o ciudad, pero por si misma. Sin necesidad de esperar a esos cataclismos. Al menos si en algo pretende ser capaz de despertar a sus habitantes del diario letargo del habitar.
Un letargo confortable que impide ver hasta la belleza de la realidad que nos rodea.

2 comentarios:

Néstor Casanova Berna dijo...

"Una cosa es la ciudad y otra muy diferente la vida que pasa por encima".
Respeto mucho tu conocida perspicacia, pero esta vez disiento. Me parece que confundes el entorno construido con la ciudad, la que, en verdad es una y la misma que la vida de los urbanitas. Podrás decirme que tu Muy Real Academia te respalda, pero reivindico, como sudaca, que ambos se equivocan en esto.
Saludos muy cordiales desde Montevideo y felicitaciones por persistir en pensar en voz alta y con escritura clara.

Santiago de Molina dijo...


Gracias por disentir. No estoy muy seguro de sí la vida de los habitantes y la propia ciudad coinciden como tú propones.
Empezando por Sodoma y Gomorra, me temo que la invención de Caín, es decir la ciudad, siempre está levemente dislocada de sus habitantes. Pero de cualquier modo muchas gracias y un afectuoso y agradecido saludo!!!