9 de diciembre de 2009

COPIAR


Copiar sin piedad, sin pudor, impunemente.
Sin miedo.
Afortunadamente para su vitalidad, la arquitectura siempre ha avanzado sobre esa vía dinamizadora. Pero no copiar como el que arrasa un territorio y lo esquilma. No copiar como un ladrón, sino de un modo generoso y en parte anónimo, con un doble compromiso hacia lo copiado y hacia el futuro.
Porque una vez ejecutada la obra, el arquitecto se convierte en donante, para que otros puedan a su vez adquirir los pequeños logros alcanzados. Para ello no basta copiar sin ton ni son, sino que es necesario conocer el origen y las intenciones de la copia,- incluso el espíritu que la anima-, no sea que a base de derivadas, estemos ante un clon degenerado e improductivo del que no se reconoce ni origen ni padre: una vía muerta. Ya el lugar, las costumbres constructivas, el clima y los materiales, ya las eventualidades, los accidentes y las dificultades de la obra, harán necesariamente que ésta se trasforme en algo distinto a su origen.
Sobre esa tierra concreta, ante unas dificultades específicas, el proyecto dejará de ser un vil plagio y empezará a murmurar su propia realidad.
Copiar como herramienta liberadora, con la naturalidad del que usa un desatascador en una cañería obstruida. O copiar como el que sabe que los inventos y las obras maestras corresponden a momentos diferentes a las actuales postrimerías.

4 comentarios:

stepienybarno dijo...

El límite entre burda copia y una buena copia, como bien apuntas Santiago, está en el espíritu de la obra, que se encuentra muy fuera de la forma y muy dentro del fondo. Cierto es que saber dónde está este límite es una de las claves de la arquitectura.

Si partimos siempre de cero, nos perdemos por el camino una gran lección de sabiduría acumulada y si solo queremos repetir lo ya hecho, el mundo no evoluciona y nos quedaríamos anclados en un absurda cobardía.

Como casi siempre en el término medio parece estar la virtud.

Felicidades, como siempre por la sensibilidad de tus entradas.

Santiago de Molina dijo...

Partir de caminos explorados por otros parece muchas veces una vía imprescindible. Pero en ocasiones parece necesario saltar al vacío de lo que no se conoce y arriesgar. Aun a sabiendas que el resultado se acabará, misteriosamente, pareciendo a otras obras.

Gracias por participar.

Jack Babiloni dijo...

A veces es todo tan sencillamente etimológico como distinguir entre "formar" y "dar forma". Unos artistas basan su vida creativa en esto último y desembocan en la mímesis, cuando no la autorreferencia o el manierismo. Otros, más avezados, prefieren navegar aguas más procelosas, negando a cada nuevo instante las morfologías del instante pretérito.

Sólo hablan de plagio los periodistas o los políticos. Los artistas hablan de proceso. "Procesal" atañe a lo que ha sido analizado y, por tanto, digerido, argumento bien entendido por jueces y estadistas. Sin embargo, los verdaderos artistas (perdón por el oxímoron) sólo hablan de TALLER; nunca de foco, titular o dictamen. Eso se lo dejamos a quien habla de clara-con-puntillas cuando jamás pasó por la cocina para freír un triste huevo.

Gracias de nuevo, Santiago, por tu constante ludismo intelectual.

Santiago de Molina dijo...

Jack, como siempre. Gracias por participar.