15 de abril de 2009

AZAR-TENDENCIA-CONEXION-ESTRUCTURA


Sorprende que para un ingeniero como Cecil Balmond la estructura sea una concentración que proviene del azar. Sobre el azar parecen operar ciertas energías, tendencias en su ordenación y su conexión, que generan la estructura. La estructura, pues, solo es una forma especial de condensación del azar.
Sorprende, decíamos, porque este concepto de estructura difiere enormemente del empleado por generaciones pasadas, donde el proceso inevitablemente debiera haber atravesado el camino de la optimización, la minimización, o la proporcionalidad.
Nada de eso aparece en los nuevos conceptos de estructura manejados hoy. La estructura es susceptible de ser objeto de diseño, al mismo nivel que lo son las fachadas o los detalles constructivos. De ese modo la atención de ingenieros y arquitectos, parece estar destinada al diseño de estructuras aparentemente azarosas. Pero solo aparentemente; puesto que el azar, como todo el mundo sabe, guarda malas relaciones con la estabilidad. El esfuerzo intelectual por desentrañarlas se encuentra parejo al trabajo del biólogo cuando luchaba por averiguar las leyes de crecimiento de una planta o un árbol, o de las células. De ahí que en los libros de Cecil Balmond exista el esfuerzo innegable por desentrañar las estructuras aparentemente azarosas de la naturaleza.
Sorprende, con todo, que lo más hermoso del dibujo sea lo que tiene de retrato del nacimiento de la estructura. Donde casi aparece volando, atravesando constelaciones, dejando tras de sí una estela de trocitos de azar. Semejante a un auténtico cometa.

10 comentarios:

TOKI dijo...

encantado de conocer el blog y agradecido de leer los post del blog (muy enriquecedores).

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por el amable comentario. Un saludo cordial.

Valerian dijo...

Bonito dibujo, aunque ¿no es realmente el caos sencillamente algo ordenado de tal forma que no podamos percibir su ordenación?

C.Camino dijo...

Bueno, muy sugerente el dibujo de Cecil Balmond. Pero el azar en la naturaleza no existe, todo esta regido por un orden intrínseco, que quizás el ser humano en un primer estadio desconoce y entonces asocia al azar pero tras una búsqueda continuada la estructura se va forjando, va apareciendo dicho orden hasta el nacimiento de las leyes. Probablemente establecer las leyes de crecimiento de una planta o un árbol sean mucho más complejas pero eso no quiere decir que no existan. La arquitectura de hoy que maneja estructuras más complejas es capaz de conmover al espectador, desorientarle y animarle a realizar esa búsqueda como bien dices.
Un saludo

Unknown dijo...

Yo creo que el azar y el orden no tienen porque ser la misma cosa; que si compartir un vínculo que les una. Me explico; el ser humano entiende azar y orden como conceptos totalmente opuestos, de manera que sin la existencia de uno no estaría el otro. Es como un equilibrio de ideas entre luz y oscuridad, bien y mal, blanco y negro que gracias a múltiples experiencias hemos aprendido a saber diferenciarlos. Una sin la otra, por tanto, no cobra significado; necesitan de un "opuesto” que les una y les diferencie a la vez. Y sin embargo, es verdad que las formas caóticas que asolan nuestro mundo en un primer término parecen eso; caóticas, para luego descubrir con sorpresa un compendio de leyes universales detrás (la locura de una manzana cayendo al suelo). Estamos la mayoría del tiempo cegados por el hábito o la costumbre y no nos damos cuenta de este orden primario del que se rige nuestro universo general y particular. Y ahí esta el problema: las formas caóticas del principio no son del azar, el azar es todo lo contrario; es el momento instintivo, creativo, caótico y sin sentido(es el momento en que la manzana decidió caer del árbol) que hace que el orden cobre significado. Es, por tanto, la antesala a la búsqueda del orden; y no por ello no existe o es lo mismo, simplemente es que el azar es “azaroso”; es como el jugador de ajedrez que gana a la máquina, como la tostada que se cayó por el lado de la mantequilla. Es difícil, a veces, saber diferenciarlos porque para nosotros también es difícil entender que algo con tanto “poder” no este controlado. Del azar y el orden solo sabemos que comparten el mismo plano de juego; el universo, y que sin embargo ambos llevan de forma diferente la partida. Un saludo.

Andres dijo...

PROBLEMA DE SEMÁNTICA GENERALISTA
¿Existen los sucesos aleatorios?


Hay quien diría que no existen, podrían decir que las causas que los provocan aún no se conocen, que esos sucesos todavía no tienen explicación.

¿Existe alguna diferencia entre un suceso aleatorio y otro del que simplemente se desconocen las causas que lo provocan?

Si seguimos a ambas palabras en el Diccionario de la Lengua Española (Vigésima Segunda Edición) de la Real Academia de la Lengua Española es probable que consigamos alguna explicación.


aleatorio, ria.
(Del lat. aleatorĭus, propio del juego de dados).
1. adj. Perteneciente o relativo al juego de azar.
2. adj. Dependiente de algún suceso fortuito.

dependiente.
(Del ant. part. act. de depender1).
1. adj. Que depende.
2. m. Empleado que tiene a su cargo atender a los clientes en las tiendas.
3. m. p. us. Persona que sirve a otra o es subalterna de una autoridad.

fortuito, ta.
(Del lat. fortuītus).
1. adj. Que sucede inopinada y casualmente.

inopinadamente.
1. adv. m. De un modo inopinado.

inopinado, da.
(Del lat. inopinātus).
1. adj. Que sucede sin haber pensado en ello, o sin esperarlo.

casualmente.
1. adv. m. Por casualidad, impensadamente.

casualidad.
(De casual).
1. f. Combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar.

prever.
(Del lat. praevidēre).
1. tr. Ver con anticipación.
2. tr. Conocer, conjeturar por algunas señales o indicios lo que ha de suceder.

3. tr. Disponer o preparar medios contra futuras contingencias.


De estas definiciones se puede extraer que un suceso aleatorio es aquel que depende de un suceso que ocurre sin haber pensado en ello o sin esperarlo y por combinación de circunstancias que no se pueden conocer ni evitar.


CONCLUSIÓN

Puede opinarse que si no se pueden conocen las causas de las circunstancias del suceso que causa un suceso aleatorio tampoco pueden conocerse las causas de dicho suceso o fenómeno llamado aleatorio.


Comparando las dos definiciones se puede advertir que los sucesos aleatorios tienen en el fondo el no poder conocer y que los sucesos cuyas causas se desconocen simplemente tienen en el fondo el no conocer, sin implicar imposibilidad. Este matiz puede ser definitorio para llegar a la conclusión sobre si los sucesos aleatorios y aquellos cuyas causas se desconocen son lo mismo en realidad.


Los sucesos aleatorios están englobados dentro de aquellos cuyas causas desconocen teniendo añadida la particularidad de ser imposible conocer las circunstancias.


El tiempo verbal que se usa en la definición de un suceso aleatorio en la siguiente parte, no se pueden conocer ni evitar es, es presente. Esto indica que es en la actualidad cuando no se puede conocer...


Si las causas de los sucesos cuyas causas actualmente no se conocen no se conocen es porque no puede hacerse en la actualidad en la gran mayoría de los casos. Si el desconocimiento de las causas de los sucesos cuyas causas se desconocen se debe a que no se puede conocer automaticamente pasan a convertirse en sucesos aleatorios siempre y cuando cumplan su otra cualidad: suceder sin haber pensado en ello o sin esperarlo.

Santiago de Molina dijo...

Andrés. Bienvenido. Menuda llegada!

Unknown dijo...

Cogemos el autobús a la misma hora y siempre llega puntual; pero hoy se está retrasando más de lo normal, debe ser porque llueve, debe ser por el tráfico o porque nuestra propia ansia de llegar a tiempo nos ciega cuando miramos el reloj. Estaríamos hablando de un suceso que no conocemos; pues no tenemos ninguna referencia de cuando vendrá el autobús (la hora se ha pasado y seguimos esperando).

Si bien entonces dices que un suceso aleatorio surge cuando no lo esperamos o pensamos, el autobús jugaría con nosotros en una circunstancia que no podríamos prever y que por consiguiente partiera del azar. Esto sería cuando al levantarnos después de infernales minutos de espera, decidimos ir a pie y nos alejamos de la parada; en ese momento pasa el autobús, lejos de nuestro alcance quedándonos con una amarga sensación y ganas de maldecir al propio destino por nuestra torpeza. Una de dos o el azar juega con una ventaja asombrosa sobre nosotros o las circunstancias; aunque a veces imposibles de prever, son las que determinan sucesos "inesperados" o aleatorios y serían entonces como una acción que sucede en un tiempo presente y que pasa a ser recordada como una experiencia del pasado. Yo creo, por tanto, que el tiempo es el elemento primordial de esta historia; es un factor fundamental en lo desconocido y aleatorio; pues lo conocido es aquello que tras un entendimiento previo y posterior (entiéndase espacio de tiempo también) es lo que llegamos a “saber” de algo. No esperábamos la llegada del autobús; solo sabíamos que llegaría o no y por tanto ante un conocimiento previo y muy escaso sucede un imprevisto; el autobús llega cuando no estábamos en la parada, nuestro conocimiento hasta este punto se ha completado y el azar nos ha jugado una mala pasada. Se ha completado, por tanto, un espacio de tiempo con una relación de pasado-presente. Y lo desconocido ha pasado a ser un suceso de carácter aleatorio…
Un saludo.

Santiago de Molina dijo...

Parece que os estais poniendo de acuerdo en asociar el azar al tiempo. Aunque sean tiempos diferentes. Es curioso.

Jack Babiloni dijo...

Me enamoré de la mujer que tuvo y tiene el detalle de quererme porque intervine parietalmente más de 900 metros cuadrados de un edificio decimonónico madrileño. Ella, que trabajaba y trabaja en un bufete de abogados razonablemente aledaño, un día modificó su diario paseo pedestre hacia su puesto laboral, alentada por el rumor de apertura de un local de chocolates en la fachada de enfrente al inmueble sobre el que servidor intervino con silicatos.

Hoy, silicatos, chocolates y feromonas siguen coadyuvando a nuestro azaroso amor, cuya estabilidad es difícilmente cuestionable. El azar, tanto en amor como en arquitectura (a veces es, incluso, lo mismo) no desmiente la estabilidad; sencillamente, crea (o recrea) otra.