31 de marzo de 2009

DONDE NACEN LAS IDEAS


Sin duda, las ideas de arquitectura a Utzon le salen de la cabeza. Una cabeza que es como un tintero. Y unos brazos largos y móviles como los de Shiva, que le sirven para desplazar la mano de ese tintero negro a un lugar donde dibujarlas.
Los proyectos se hacen mojando en la tinta de la memoria y dibujando, por medio de una traslación directa, sin más obstáculos. Mano y cabeza, si. Pero también unos ojos que miran y ven y vigilan el resultado.
El dibujo es hermoso también porque es la caricatura del propio Utzon, espigado como una caña-tintero y con unos brazos largos, como de goma, que a todos lados llegan.

29 de marzo de 2009

CALDO DE CULTIVO


“En ocasiones, raramente, solía encenderse el salón al atardecer, y el sonido del piano llenaba la casa, acogiéndome cuando yo llegaba al pie de la escalera de mármol hueca y resonante, mientras el resplandor vago de la luz que se deslizaba allá arriba en la galería, me aparecía como un cuerpo impalpable, cálido y dorado, cuya alma fuese la música. ¿Era la música? ¿Era lo inusitado? Ambas sensaciones, la de la música y la de lo inusitado, se unían dejando en mí una huella que el tiempo no ha podido borrar. Entreví entonces la existencia de una realidad diferente de la percibida a diario, y ya oscuramente sentía cómo no bastaba a esa otra realidad el ser diferente, sino que algo alado y divino debía acompañarla y aureolarla, tal el limbo trémulo que rodea un punto luminoso. Así, en el sueño inconsciente del alma infantil, apareció ya el poder mágico que consuela de la vida, y desde entonces así lo veo flotar ante mis ojos: tal aquel resplandor vago que yo veía dibujarse en la oscuridad, sacudiendo con su ala palpitante las notas cristalinas y puras de la melodía.”(1) 
Me he preguntado muchas veces cuando empezaron a ver, con esos "ojos que ven", Le Corbusier o Kahn o Palladio. Cúales fueron, verdaderamente, esos instantes mágicos. Seguramente a Le Corbusier le ocurrió en su viaje interior a Oriente. Kahn tal vez en Roma, por mucho que antes ejerciese como profesor. Palladio tal vez golpeando piedra o una tarde, después de muchas otras de conversación con Trissino. Ese instante de iluminación puede cambiar una vida. Puede hacernos poetas o arquitectos. Pero ese instante requiere de una caldo. Es decir, requiere calor y sustancia que lo hagan posible. Esa debiera ser la única tarea en un aula: ser cocina. Pero no de proyectos recalentados sino de ese caldo substancial y nutritivo que da pie a lo absoluto.

(1) LUIS CERNUDA, “La poesía”, 1942, Ocnos, El País, Madrid, 2003.

27 de marzo de 2009

“PEQUEÑOS PLACERES DE LA VIDA”


Esta imagen acompañaba el texto de 1957: “Los pequeños placeres de la vida” de los Smithson. Allí se hablaba de las pequeñas cosas de la arquitectura con la seguridad de encontrar, en un momento de excesos, placer en lo sencillo. “Trabajar o escribir ante una ventana cubierta de enredaderas. Ver la luz del sol extenderse sobre el suelo. Estar de pie mirando a través de la ventana sin deslumbrarse. Poder ver el paisaje, la vegetación o los árboles mientras se está sentado. Poder ver el exterior desde el baño, o quizás, estar doblemente cerrado. Acceder fácilmente a nuestras pertenencias sin advertir su presencia constantemente. Leer en la cama. Sentarse cómodamente y poder hablar una tarde. Disfrutar de un buen nivel de ventilación en verano. Bajar unas persianas de madera en invierno.” 
Esas pequeñas cosas hacen que el habitar sea posible. Su ausencia tiene un reverso. Su carencia hace que la vida pueda ser odiosa e infeliz. Así lo demuestra cada mañana, la puerta cuyo sentido de apertura se nos muestra equivocado. El descuidado interruptor en el rincón de la pared. La imposibilidad de guardar la aspiradora sin descolocar mil otros cacharros. O la ventana que mira a un vecino siempre demasiado cercano. La atención a esas pequeñas cosas hacen la vida más placentera. Cuántas no están en las manos del arquitecto. 
El proyectar esconde también la satisfacción de encontrar esos placeres, anticipándolos, habitando la casa por medio del dibujo.

24 de marzo de 2009

"¿QUE ES UNA CASA?"



En Julio de 1944, Charles Eames escribe para la revista Arts & Architecture un artículo titulado, “What is a house?”.
La arquitectura debía proveer una visión aplicada a la vivienda donde la técnica desarrollada por la industria de la guerra pudiera ser empleada con fines más altos. Uno de los dibujos que allí aparecían es éste. Sorprende el optimismo irrefrenable que desprende. La vivienda se describe desde el punto de vista de las tareas secundarias que debe dar cabida.
Una vivienda deber permitir, necesariamente, que se pueda hacer el pino en ella. Debe permitir tocar una pieza de Bach, (que sea de Bach está implícito a que aparezca un violonchelo, pero eso es, como es obvio, solo una conjetura). También, que se pueda escuchar esa pieza musical. Que los niños jueguen a los indios y los vaqueros. Que los adultos puedan hacerlo a las cartas. Que se pueda bailar, proyectar una película, abrazarse o serrar un tablón. Que se pueda pintar sobre un caballete, que una planta crezca en su interior o que se pueda dormir la siesta. Y por supuesto, que el habitante pueda preparar un cóctel o desarrollar sus habilidades como aeromodelista. Ignoro si Chales Eames pretendía que se pudiesen hacer varias de estas cosas simultáneamente.
El dibujo evita el continuar la lista con un habitante atándose los cordones de los zapatos, o guardando un sombrero. También cosiendo una cremallera, o dejando la compra, o abriendo un plano de la ciudad.
Puede que ese dibujo sea, en realidad, una metáfora de todas las tareas secundarias que deba dar cabida cualquier casa. O una descripción de la casa como una sucesión enhebrada de todas esas tareas que es el habitar. Que sería, por tanto, la única tarea principal.

22 de marzo de 2009

RIPIO


El ripio no cuenta con buena fama. No es la piedra fundamental del muro; ni siquiera es obligado que sea un material de su misma calidad o dureza. Bastan los restos, piezas sueltas o desechos. No obstante, contribuyen a la estabilidad de la obra.
En poesía se entiende por ripio el verso útil solo para lograr el metro o la rima necesaria pero que en realidad no aporta nada al tema principal. Es por definición el elemento secundario y prescindible. Desde el punto de vista del proceso de formatividad, en arquitectura también existen “ripios” en el hacerse del proyecto. Elementos innecesarios para la idea principal y que, sin embargo, aportan consistencia al conjunto. 
La tarea del ripio, por ello, es amable y honrada. Funciona como el lubricante en los motores. No generan el impulso, ni son piezas básicas, pero ayudan a que entre los engranajes del proyecto no aparezcan fricciones indeseadas, ni temperaturas extremas. Si el ripio es notorio, si en la obra se perciben con facilidad, se trata de obras consideradas habitualmente ”menores”. Su visibilidad es la prueba de que no se está ante una obra maestra. Lo cual no significa que no puedan ser conmovedoras como lo son las serenatas de Mozart o los poemas de Joyce. 
Le Corbusier muestra sus ripios sin pudor: la chimenea de La Unité de Marsella, las formas bulbosas en la entrada de la Tourette, la escalera trasera de Ronchamp o todo el interior de la sala de la Asamblea de Chandigarh. También lo es el pilar de bronce de Mies en el Seagram. Lo cual habla de una faceta del ripio que trata de proveer ciertos efectos aunque las formas que lo respaldan se vean desbordadas. Porque el ripio es forma desorbitada. Es decir, forma que se sale de la órbita de la idea. 
La estrategia del ripio ha invadido el sistema y la lógica constructiva contemporánea. Suelen ser ripios muchos de los detalles constructivos e incluso los materiales que aparecen hoy con autonomía de la forma. Lo cual descubre otra importante cuestión sobre la idea; y es que tiene límites escalares de influencia. Koolhaas hace años dejó meridianamente marcada la capacidad generatriz de la idea de proyecto en su margen superior con su texto “Bigness”, donde la idea principal se mostraba inútil o ilegible a partir de tamaños elevados. La estrategia del ripio descubre los límites inferiores de acción de la idea principal, por su incapacidad para generar la mayor parte de los detalles constructivos de la obra. 
Por otro lado, ripio y ornamento comparten una hermandad bastarda. Uno y otro son los parientes pobres y denostados de la idea regente. Con todo, la capacidad trasformativa del ornamento y el ripio sobre la obra es cosa más que probada. Cualquier parte puede reivindicar un papel distinto al que el arquitecto o la idea principal le pretende asignar. Entonces se revelan y pueden convertirse en algo inesperado. 
Desde luego, hay que tener mucho oído para saber escuchar los susurros de esas insignificancias.

19 de marzo de 2009

“UN ÁRBOL ES UNA HOJA, UNA HOJA ES UN ÁRBOL”



“Un árbol es una hoja, una hoja es un árbol. Una ciudad es una casa. Una casa es una ciudad, y la ciudad una casa. Un árbol es un árbol pero también una hoja enorme. Una hoja es una hoja pero también un árbol en miniatura. Una ciudad no es una ciudad a menos que sea también una casa inmensa. Una casa es una casa solo si es también una pequeña ciudad.” Estos croquis de Aldo van Eyck, nos ponen en sobreaviso de la complejidad que debe reunir la casa. Adelanta que una parte debe contener el todo, en los mismos términos que lo haría un objeto fractal, pero de manera trascendente y en una doble lectura. 
Por un lado, “la casa es una ciudad”. No es solo una casa, sino que remite, en cuanto a su complejidad, a las relaciones que se dan en la ciudad. No solo en cuanto a los conceptos de lo público y lo privado, o en cuanto sus usos, o sueños. Debe pensarse en un concepto de casa ampliado. Es decir, existe entre casa y ciudad identidad y no una simple metáfora. 
Por otro, Aldo van Eyck lo afirma como criterio de prueba arquitectónica: “Una casa es una casa solo si es también una pequeña ciudad”. Lo cual obliga a comprobar toda casa bajo esta premisa. Se trata de un croquis que esconde la misma satisfacción que tenía "la prueba del nueve" para verificar el éxito de alguna operación en la infancia.

17 de marzo de 2009

ESTAR EN LAS NUBES (IV)


Estas nubes pertenecen a Juan Borchers. Se encuentran en uno de sus cuadernos de notas.
Las nubes son aquí masas en las que se muestra su evolución. Estas nubes actúan como una forma en movimiento. El arquitecto anota al margen la hora en que realiza el dibujo.
La filogénesis de cada una de las nubes, procede de la anterior. Existe un relato en la evolución de esas masas de vapor de agua. Pero un relato vacío de voluntad arquitectónica de ningún tipo desde el punto de vista de la forma. Es un relato blanco, puro, sin la intención de generar algo que deba cumplir una misión o un uso, y sin necesidad de justificarse. Por decirlo con otras palabras, es un relato del tiempo traducido a forma.
Es importante señalar aquí las diferencia entre un tiempo medido en términos digitales y un simple reloj de manillas: en el reloj digital el futuro desaparece. Vemos señalado solo el instante. La aparición sucesiva de los números llenan un presente que se escapa. Sin embargo el reloj de manillas o el reloj de sol, muestran un tiempo pasado y un tiempo por venir. Una promesa de futuro. (Podemos incluso expresarlo en esos términos cuando decimos que faltan 20 minutos para que llegue la hora).
Por tanto, no es tanto un reloj del presente como del trascurso del tiempo. Desde esa óptica podemos ver el Panteón como una maquinaria igualmente concebida para ver ese paso del tiempo. Pertenece a ese mundo en el que la arquitectura parece diseñada para señalar la eternidad que deben durar los dioses.
Al igual que un reloj de sol anticipa y promete las horas por venir en el Panteón, esas nubes de Borchers narran el trascurso del tiempo en términos de evolución de la forma de modo mucho más cercano al reloj digital. Es un tiempo arquitectónico diferente al de la obra de Adriano porque los cambios de las nubes son inconstantes y variables. Esas formas en evolución son una "obra abierta" en la que la nube sucesiva es impredecible, (o mejor dicho, poseen unas leyes de modificación que las hacen impredecibles). También, esas nubes de Borchers son todas las nubes. En ellas queda, misterios de la vida, relatada una tarde en que Juan Borchers se dedicó a pintar nubes.
Esa capacidad tiene el dibujo no solo de atrapar al objeto sino al mismo dibujante.

15 de marzo de 2009

ESTAR EN LAS NUBES (III)


“La noche del miércoles al jueves después de Pentecostés (7-8 Junio de 1525), vi en sueños lo que representa este dibujo: una multitud de trombas de agua que caían del cielo. La primera golpeó la tierra a una distancia de cuatro leguas: la sacudida y el ruido fueron terroríficos, y toda la región se vio inundada. Tanto me hizo padecer aquello que me desperté. Después, las otras trombas de agua, espantosas por su violencia y su número, golpearon la tierra, unas más lejos y otras más cerca. Y caían de tan alto que parecían bajar todas con lentitud. Pero cuando la primera tromba estuvo muy cerca ya del suelo, su caída se hizo tan rápida e iba acompañada de tal ruido y de huracán que me desperté, temblando como una hoja, y tarde tiempo en reponerme. De suerte que, una vez levantado, pinté lo que aquí arriba vemos. Dios encamina las cosas hacia su mayor bien”

El sueño de un diluvio de Alberto Durero, de 1525, ilustra este texto. Existen muy pocos sueños dibujados del pasado, y menos aun, auténticos. Durero, al despertar, dibuja una nube destructora como una bomba atómica, -cosa que, por otro lado, ya ha señalado Yourcenar-. Una nube condensada en una tromba de agua que arrasa el territorio.
Podríamos decir que es una nube en caída. Se percibe no solo en el relato de Durero sino en el propio dibujo. También se nota su peso y su velocidad.
No es ya materia contradictoria, ni informe, como en los casos ya vistos. Esta idea de nube es velocidad y fuerza. Como un vector atraviesa la tierra y la hace retumbar. Se siente la nube como aguas en caída, pero aguas de brillo y acero quemado. Las consecuencias arquitectónicas de una idea así alterarían sin dudarlo el plano de suelo; debiera ser algo semejante a la huella que deja el impacto de un meteorito.
Me pregunto si Saénz de Oíza hubiese aceptado gustoso la ligazón entre la torre del BBV y esta obra de Alberto Durero.
Como poco, creo que habría sonreído.


13 de marzo de 2009

ESTAR EN LAS NUBES (II)


Estar en las nubes es costumbre entre arquitectos y bohemios, pero como se puede comprender, no está bien visto entre notarios o policías.
Estar en las nubes no es cosa compatible con la vida diaria. Si se está en las nubes te pueden robar la cartera y puedes ni enterarte. Pero como sintió Gaudí, si estás en las nubes también se pueden inventar cosas fabulosas, (aunque se acabe atropellado por un tranvía).
Estar en las nubes es soñar o estar distraído. No es de extrañar que gocen de tan buena fama en un mundo etéreo y virtual como el nuestro. Ni siquiera es una mala metáfora para explicar ese estado aparentemente distraído que es el comienzo del proyecto de arquitectura.
Las nubes difuminan sus contornos y hablan del instante. Igualmente de lo intangible y de la falta de permanencia. Esta informalidad en la que se mueven las ideas antes de convertirse en lluvia que todo lo empapa pertenece al mundo privado del creador.
Hemos visto ya el caso de unas nubes contradictorias: nubes de piedra y hormigón.
Si es que podemos encontrar alguna conexión entre lo informe y lo inmaterial debiéramos encontrarlo en este nuevo caso. En el pabellón de Diller y Scofidio para la Exposición Nacional de Suiza del 2002, la materia de la arquitectura se deshace hasta desaparecer. Un proyecto cercano a los efectos del ilusionismo, con el secreto anhelo de participación del usuario que eso siempre esconde.
En esta obra la arquitectura no es entendida como forma en los términos en que usamos habitualmente. Aquí la arquitectura es la encargada de generar la forma. O con otras palabras, la arquitectura es solo la infraestructura que produce el vapor y una disposición de los recorridos para que el impacto sobre el espectador sea mayor.
Como se puede deducir, la arquitectura no ha logrado aun, acercarse a lo verdaderamente informe.

11 de marzo de 2009

ESTAR EN LAS NUBES (I)


Cuenta Jørn Utzon que dos curas le convencieron para hacer la iglesia de Bagsvaerd cuando le contaron que todo el pueblo había estado ahorrando durante 25 años para hacer el edificio.
Los primeros instantes del proyecto se dan durante su estancia como profesor en la universidad de Hawai.
Entre esos dibujos aparece una comitiva en procesión bajo un cielo de nubes.
Ese techo de nubes se convierte en el trascurso de la obra en una hermosa superficie ligera y flotante de hormigón curvada que atrapa la luz.
Habrá quien se sorprenda, con razón, del proceso de toma de decisiones que hace que se pueda pasar del claro concepto de unas nubes como cubrición, a una superficie de hormigón, sin perder un ápice de coherencia. Ese tránsito de generación de las formas es específico y propio de la arquitectura.
La fidelidad de Utzon a la idea le obliga a resolver en esa superficie toda la complejidad del proyecto. Exigencias funcionales, constructivas y lumínicas conforman su precisa curvatura. El hormigón se pliega por medio de unas cimbras que le hacen conservar la memoria de las tablas con que fue construido.
Misteriosamente a la arquitectura le está permitido hacer nubes de hormigón salvando la contradicción con naturalidad.

9 de marzo de 2009

"MIL SOLES"


Aalto dibuja “mil soles”. Aun no es un croquis tembloroso ni múltiple. No contiene aun esa felicidad blanda de grafito de años después. De alguna manera es un croquis público, explicativo. Ni siquiera está rotulado en su idioma natal, sino en uno extranjero que llegó a aprender por medio de cursos por correspondencia. Pertenece a esa forma de trabajo que nace en las orillas de las servilletas y las fronteras de grandes planos y que contiene más información que los planos mismos.

7 de marzo de 2009

CONTEXTOS


Mucho más inspirador que los objetos que produce la arquitectura, son las relaciones que se producen entre esos objetos y lo que les rodea. Esto habitualmente es lo que se ha dado en llamar contexto. 
El trabajo del arquitecto es más delicado e intenso en cuanto que en realidad se refiere siempre al espacio complementario del objeto arquitectónico. Dicho en otras palabras: Una de las mayores riquezas del arquitecto es que trabaja, no con materiales, - eso es una cuestión de alguna manera secundaria -, sino con ese espacio ausente que rodea los objetos. Trabaja con un ente intangible que debe ser previsto y manejado con medios indirectos. Exacto a como un mentalista dobla cucharas sin tocarlas. 
Las formas crean vínculos, establecen relaciones, afinidades. La arquitectura con su entorno llega a conformar un tipo especial de vibración. Los objetos se vinculan y extienden por medio de conexiones secretas e invisibles. Algunos objetos, por medio de esas conexiones consiguen ampliar su condición estática o dinámica. Se convierten en objetos anudados o se desligan. Si esos lazos son tensos en exceso, pueden llegar a romperse. En ocasiones, esas líneas se extienden saltando de unos objetos a otros hasta distancias inverosímiles. Simultáneamente, ese espacio ausente de relaciones puede modificar los estados internos del objeto propuesto. En ocasiones, hasta aniquilarlo. 
El contexto así descrito es como una maraña intangible que nace de las formas y vuelve a ellas en líneas de doble dirección. Esa maraña de enlaces, es un tejido que actúa en múltiples estratos de la cultura y que es capaz de trabar incluso obras no construidas del pasado o del futuro. 
En ocasiones, incluso de otras disciplinas.

5 de marzo de 2009

DETALLES SIN IMPORTANCIA



“Siempre he renegado de la idea de que el detalle arquitectónico consiste en convertir las cuestiones en problemas.(...) De hecho me lleva a pensar que ese tipo de cuidado, casi obsesión, por el detalle va en detrimento de la idea”(1) 
La relación de Rem Koolhaas con la construcción nunca ha sido conflictiva. No así la relación entre los materiales en sus obras. 
Su arquitectura está plagada de componentes apilados y dispuestos de modos inverosímiles. Con una abundancia y una desmesura que ha ido haciéndose exponencial a medida que su firma ha ido proliferando por el mundo como un auténtico virus. 
En los últimos tiempos la exigencia de innovación sobre los materiales ha sido más alta, si cabe, que la de estudios cuya importancia en este campo ha sido prácticamente exclusiva.
Siempre ha sido interesante esa visión sobre el material y su disposición que ha ido oscilando desde estrategias que trataban de mostrar el proceso constructivo congelado, y pienso en el pladur sin pintar de la IIT, al azulejo con que se forra el techo del palacio de la música de Oporto, o el incesante escalado y falsificado de materiales de tantas otras. 
Por eso tal vez la declaración con la que comenzábamos que trata de la eliminación del detalle constructivo arranca de un punto totalmente distinto. Esa multiplicidad exponencial de materiales conlleva una verdadera imposibilidad física de sistematizar las uniones y su conexión coherente con la idea que gobierna la obra. 
A esa cuestión hay otra que se le superpone: ¿qué persigue esta estrategia?. La simple búsqueda de cierta sensualidad expresiva por mediación de los objetos, queda corta como explicación. La desaparición del detalle parece una consecuencia, prácticamente inevitable, de un derroche de soluciones superpuestas y estratificadas en innumerables capas. (Olvidándose, por necesidad de los lugares donde se encuentran unas con otras). 
En Koolhaas realmente aun no ha desaparecido, por tanto, el interés por el detalle constructivo en cuanto a las emanaciones que desprende la combinación de materiales, sino en cuanto a la conectividad de sus cicatrices. La construcción es para Koolhaas otra forma de iconografía. Desde su punto de vista resulta más interesante, por ejemplo, el efecto de un fluorescente detrás de un panel de policarbonato, que la tradicional resolución constructiva entre dichos paneles y forjado. Desplazándose, esencialmente, el concepto de “encuentros” al efecto abstracto de objetos o superficies. 
Enfocado el razonamiento desde esa idea, el detalle constructivo no valdría ya para la arquitectura más que como parte de un discurso que se sugiere expresado en términos de consumo, materialismo e imagen con un barniz auténticamente posmoderno. Mientras se elimina en cuanto hecho construido, el detalle es eficaz, exclusivamente, desde un punto de vista teórico. Como eslabón especulativo en el que se narra una relación de la arquitectura con la sociedad en términos de imagen. 
Se podría decir, pues, que para Koolhaas hablar del problema de la construcción significa, hoy por hoy, convertir la construcción en un problema. Ahora bien, si se admite ese punto en la cadena de reflexiones, y pensado con detenimiento, no sería posible por tanto, criticar sus obras por quedar inconclusas, sin cuajar, puesto que, una vez eliminado el detalle no podía quedar, en esencia, más que un conjunto absolutamente amargo y sin hacer. 
O lo contrario, completamente requemado. 

(1) GRAAFLAND, Arie; DE HAAN, Jasper, ”Conversación con Rem Koolhaas”, Pasajes de arquitectura y crítica, nº 14, Madrid, 2000, pp.31.

4 de marzo de 2009

USOS ACCESORIOS DEL DIBUJO


La imagen pertenece al cuaderno de viajes de Villard de Honnecourt. Conviven sobre el mismo pliego la cabecera de Nuestra Señora de Vauxelles y una figura en escorzo cuyo rostro queda oculto.
La figura, aunque de un atractivo innegable por el trazado del ropaje y el esfuerzo en lograr retratar la postura, pertenece a un momento previo a la aparición de la perspectiva por la imposibilidad de lograr escorzos verosímiles, por la posición de los pies y las anómalas proporciones de las extremidades superiores.
El modo de trazado de los ropajes permitirían encuadrar la obra en un margen histórico preciso. Dicho de otro modo, en ellos es posible reconocer rastros estilísticos de la época en la que fueron generados. Se trata, podríamos decir, de un dibujo en el que la lectura del estilo prevalece.
Por otro lado, la planta de la parte superior del pliego pertenece a una forma de trabajo en la que se narra un acontecimiento tridimensional expresado ya en términos de modernidad. Secciona soportes y muros pero a ellos se superpone el trazo en proyección de los arcos ojivales. Esa lectura superpuesta establece una conexión vertical entre ambos trazados, lo cual permite su compleja lectura espacial.
Se trata ya de una forma de representación cercana a lo que se entiende como argot, es decir, un lenguaje codificado que exige una lectura especializada. La prueba es que indirectamente se habla en ese dibujo de la luz y de la materia para los ojos capaces de leer los anhelos del gótico. (A pesar de que sobre esa planta no se han trazado ni aberturas ni se han detallado las secciones precisas de las nervaduras).
Pero con todo recogen las bases del dibujo como herramienta capaz de atrapar cuestiones que el viajero considera importantes.
Le Corbusier, 8 siglos después declaraba: "La obra de arte es un juego. Cada uno se crea sus propias reglas de juego. Pero esas reglas deben poder aparecérseles a quienes también quieran jugar. El dibujo, por su parte, es el testigo" (1). Le Corbusier antepone a las funciones del dibujo, en su condición de intermediario entre la tiranía del arquitecto y el constructor, y a su condición instrumental, en cuanto a que es herramienta de pensamiento y de con-formación del proyecto, su condición testimonial.
El dibujo no es el encargado de hacer que las reglas se aparezcan a aquellos que quieren jugar al juego de la arquitectura. El dibujo adquiere un papel exterior a esas reglas. Si el arte es un juego, el dibujo es capaz de mostrar que ese juego se realiza con corrección. Es decir, que no se hacen trampas.
De este modo, el dibujo es testigo, pero indudablemente, también juez de la coherencia que se despliega en el juego sabio, correcto y magnífico de la arquitectura.
Todos estos usos del dibujo coinciden en su exterioridad al proyecto. Ambos son instrumento del arquitecto, pero no para la generación de Arquitectura. Son solo herramientas de contraste. Para capturar la realidad y para enfrentarla al sujeto que proyecta.
De igual modo, otras profesiones emplean escopetas o cazamariposas.

(1) LE CORBUSIER, Suite de dessins, Ed. Forces vives, Paris, 1968. Ahora en QUETGLAS, Josep, Les Heures Claires, Proyecto y arquitectura en la Villa Savoye de le Corbusier y Pierre Jeanneret, Editorial Massilia, Sant Cugat del Vallés, 2008, pp. 19

2 de marzo de 2009

CAMUFLAJE Y MANIERISMO




El camuflaje es algo que conoce bien el mundo natural. Consiste en hacerse pasar por el entorno que te rodea. Se trata de un término emparentado con el disfraz, con el disimulo y con el encubrimiento. Todos ellos términos relacionados con el engaño. Sin embargo, desde otra óptica, consiste simplemente en hacer pasar una figura por fondo. Se trata de una estrategia que trata de indefinir la forma, borrar los contornos y confundir los límites. 
Llama la atención que solo funciona en relación a un contexto que ofrece el original. El animal o la arquitectura camuflada se apropia de ese contexto, siquiera a nivel epitelial, para hacerse pasar por parte de él. 
Curiosamente el camuflaje es una estrategia derivada de la copia, puesto que sin ese contexto original, ya no es que no sea eficaz, si no que no tiene lugar. Es un hecho doble, que exige la imitación de un patrón que le de sentido. Respecto al manierismo podríamos decir otro tanto. La historia del propio término es significativa pero, grosso modo, apenas sometida a grandes variaciones si lo comparamos con lo que ha supuesto, por ejemplo, el desarrollo del término barroco. De modo impreciso podría utilizarse para describir el periodo comprendido entre 1520 y 1600 por descreimiento y liberación de la norma clásica renacentista de la formulación bramantesca. 
Pero si hablamos del significado del manierismo es por lo específico que este periodo comporta en cuanto a la aceptación de una auténtica fuente de origen a la que oponerse. El manierismo, seguramente por vez primera, necesita de una seria de dognas inalterables que transgredir. Es decir, si en los periodos de la historia del arte se han dado siempre convivencias y superposiciones estilísticas, (además de evidentes negaciones y oposiciones) seguramente nunca antes fue de manera tan evidentemente declarada. 
El manierismo es un estilo conscientemente nacido a la contra. Necesita de un sentido histórico que de continuidad y establezca un diálogo. En resumen, necesita de un contexto, - curiosamente al igual que el camuflaje -, para tener sentido. Como el camuflaje, también el término manierismo sigue arrastrando las connotaciones peyorativas de complicación y de inautenticidad a pesar de las muy fuertes y acertadas valoraciones que ha ido recibiendo por parte de la crítica e historia del arte. Con todo, si hoy aparecen aquí hermanadas es porque manifiestan dos actitudes aparentemente defensivas frente a la realización del proyecto de arquitectura. Ambas estrategias tratan de la continuidad pero también de la falta de arrojo. Ambas hablan de un pensamiento que reconoce en el original, en realidad, un modelo de algún modo insuperable y principal. Consecuentemente el objeto así planificado es un objeto subordinado. 
Tal vez, sin embargo, sea capaz de producirse un camuflaje ofensivo, o un manierismo libre de la “maniera” del original. O capaz de transformar radicalmente, desde el fondo, la mismísima figura.

1 de marzo de 2009

SIESTA



Una imagen de verano. 
Reúne de manera paradigmática todos los elementos del habitar: la prueba evidente es que permite descansar a su ocupante. Nada más es necesario. 
El muro, formado por unos elementos verticales, anclados en la arena lo suficiente para que al soplar el viento, la tela, no se desbarate y vuele. Sobre alguno de estos bástagos, se tiende la ropa húmeda del mar. 
El suelo se ha formado por dos capas. Una, de mayor tamaño, en contacto con la humedad de la playa parece una tela de plástico. La otra, toallas o mantas, adecuan el contacto con la piel. 
La capa de plástico se ancla por las esquinas con montículos de arena o piedras. 
Las frágiles juntas entre el muro y el suelo se ocupan con las bolsas de playa, evitando que penetre arena. 
La habitante, busca refugio en la cercanía de ese muro, separarse supone que la arena repique en la piel e impida el descanso. Resulta innecesaria una cubrición; el muro de tela provee sombra suficiente en las horas de la tarde. Las palas desperdigadas en la cercanía hablan de un juego olvidado de niños, pero también, gusta uno de imaginar que han servido para allanar el suelo, y así, facilitar la postura del sueño. 
Al abandonar la playa, todo se recoge en las bolsas hasta el día siguiente. 
Nada más es necesario.

RECICLAR IDEAS


De la Sota sabe que las ideas no tienen dueño: “Interpretación gráfica a un texto de Saarinen. Sobre una idea ajena es posible hacer un desarrollo propio”.(1)
Cada uno de estos dibujos pudiese ser fuente de un nuevo proyecto... y sin embargo, por ser múltiples, en su intuición habla de un ser que se divide y transforma y que hace incesante referencia a la mitad de si mismo olvidada. Es la mitosis de una idea.
En cuanto que son formas y no entes abstractos, las ideas parece que se pueden dividir.

(1) DE LA SOTA, ALEJANDRO, Alejandro de la Sota, Arquitecto, Ed. Pronaos, Madrid, 1989, pp. 165. Poco antes había comentado: “Cuanto más claras son las ideas, más cuesta conseguir claramente su materialización”, Ibídem, pp.164.

27 de febrero de 2009

UNA IDEA RECURRENTE



 
Una idea recurrente, un lugar común. 
Un objeto dentro de otro. 
Una piel envolviendo un objeto. 
Esta idea reaparece, salmódica, año tras año. Y conste que no hay ni cansancio ni pesar en esta observación. Se dice con admiración. ¿Qué cualidades ha conseguido atrapar en su dibujo Saint Exupery para que sea tan atractivo?. No creo que se trate de cualidades relacionadas con marcas y logos del mundo de la publicidad. Tal vez de una sencillez extrema unida a la aparente inocencia del trazo. Sabemos que una serpiente no es así, ni siquiera se trata de un dibujo de la idea de una serpiente. Ni siquiera el elefante guarda unas proporciones adecuadas. Parece más bien un elefante dibujado para hacerse pasar por sombrero al ser tragado por una serpiente. Tampoco importa que la serpiente fuese un cadáver a mitad de su ingesta al ser perforada por los colmillos del paquidermo. Si este dibujo importa es porque, en realidad, ha sido un instante de iluminación para generaciones. Y porque, de un modo secreto, ha conseguido unir ilustración y texto con un lazo indisoluble. (Al menos de un modo mucho más firme que Gustavo Doré lo hizo con sus imágenes de la novela de Dante o del Quijote). 
Cuantos no desearían establecer ese tipo especial de conexiones entre dibujo y obra.

26 de febrero de 2009

ELEGANCIA



"¡Ahí tienen ustedes a este animal! El hombre tendrá que ser, desde el principio, un animal esencialmente elector. Los latinos llamaban al hecho de elegir, escoger, seleccionar, eligere; y al que lo hacía, lo llamaban eligens o elegens o elegans. El elegans o elegante no es más que el que elige y elige bien. Así pues, el hombre tiene de antemano una determinación elegante, tiene que ser elegante".(1)

La demostración del último Teorema de Fermat fue un acontecimiento. Después de tres siglos sin resolución, fue desentrañado por Weil, en Cambridge, hace poco más de veinte años. La sala de la Escuela de Matemáticas Superiores tenía cabida para ochenta personas, pero en el exterior se habían congregado más de mil. No obstante si recordamos aquí este suceso es más por unos insignificantes comentarios registrados a la salida de la demostración. Cuando un eminente profesor de literatura pregunta a los matemáticos, estos le responden:"había cuatro posibilidades de lograr la solución, y ha optado por la más elegante, de lejos", ante la solicitud de alguna aclaración,vuelven a responder: "no es posible explicarlo mejor, porque para nosotros, la palabra elegante no es una analogía; no es una metáfora. Tendrías que dedicarte a estudiar durante quince años funciones elípticas antes de que la palabra `elegante´ llegase a significar algo para tí".
¿Podría la Arquitectura hablar en términos parecidos de lo que significa el "término" elegante, o se trata solo de una metáfora?. ¿Existe un modo propio de "escoger" en Arquitectura?. La elegancia en el campo de la arquitectura se mide en términos de belleza final. Solo una decisión sabemos que ha sido elegante en lo construido. No se trata de una elegancia semejante a la de las matemáticas, ni siquiera como la jugada elegante en ajedrez, cuya belleza inmediatamente es percibida como un destello luminoso que cambia el sentido de la partida. Solo cuando las reglas del juego se han puesto en marcha en el proyecto, se es capaz de empezar a escoger, entre las soluciones posibles, la que intuimos mejor. Pero sorprendentemente solo descubre la prueba de su acierto de manera retrospectiva.
Todo arte supone un trabajo de selección. Al principio de cualquier obra el objetivo no es aun muy preciso. En ese instante saber que se busca no es sencillo, pero no tanto , saber qué no debe hacerse. Saber descartar es una gran forma de selección.

 (1) ORTEGA Y GASSET, J., El mito del hombre allende la técnica, Obras Completas, IX, 1951, pp.622.

22 de febrero de 2009

SUBVERTIR


Subvertir es trastornar. Un objeto es subvertido cuando recibe un uso imprevisto.
Solo aparentemente, la estrategia de la subversión es ejercida por el usuario, pero desde el campo del proyecto se puede simular. De cualquier modo, siempre exige dos aptitudes a quien la practique: inocencia e imaginación. Una inocencia casi infantil. Así, los niños son capaces de imaginar mesas que son casas, o mantas que son cuevas, o raquetas que son sartenes. Una imaginación que permita ver la realidad con ojos atentos, descreídos. Capaz de criticarla, de ponerla incesantemente en cuestión. Como estrategia de arquitectura, la necesidad la agudiza. Los espacios públicos de la ciudad han sido constantemente empleados para fines diferentes a los habituales. La calle ha sido comedor, y mercado, y salón y campo de juegos. La plaza ha sido patíbulo, y feria de ganado, y auditorio, y almacén, y tribunal y coso taurino.
Para el movimiento moderno, donde la ligazón de forma y función era firme, la subversión, es decir, la rotura de esa cadena de relaciones, siempre fue un hecho incómodo. Sin embargo, todo el pasado ha aprovechado el enriquecimiento que supone la inclusión de nuevos usos en la arquitectura. Santa Sofía ha sido iglesia y mezquita. La Basílica como edificio civil subvierte su uso al ser empleado por los cristianos como lugar de culto. Resulta especialmente útil al arquitecto en el instante de la construcción. Saber ver que una pieza puede ser colocada de una manera inhabitual produciendo un efecto mágico, o un material empleado para algo imprevisto, puede abrir la obra hacia lugares inexplorados.
Un espacio o un proyecto pueden ser subvertidos por medios sorprendentes y livianos. Solo por la colocación de objetos en lugares adecuados o de ligeras modificaciones en la decoración, se puede alterar la esencia fundamental de una arquitectura. No es exagerado decir que precisamente esa es la más trascendente aportación de Charles y Ray Eames a la arquitectura del siglo pasado. Basta ver sus candelabros sobre la alfombra, o la posición alta y horizontal del cuadro para imaginar como la vida en su casa está, inevitablemente, dislocada de los usos habituales. Y por tanto, el cuerpo del usuario obligado a una danza de posturas especiales dentro de su arquitectura. La estrategia de la subversión siempre es alegre, si no, se trata de algo diferente. Contiene encerrada una forma de optimismo encubierto porque obliga siempre a mirar el mundo de nuevas.

20 de febrero de 2009

" IDEA DE PROYECTO "



"Un joven arquitecto vino a plantearme una cuestión: -Sueño con espacios maravillosos; espacios que se elevan y se envuelven con fluidez, sin principio ni fin; hechos de un material sin juntas, blanco y oro-. Pero cuando trazo la primer línea en el papel para capturar ese sueño, el sueño se convierte en algo venido a menos" (1)

Las ideas se escapan entre los dedos como fina arena de playa. Se escapan hasta quedarnos con restos apenas significantes. Si esa es la maldición del arquitecto, esa es, sin embargo, la bendición de la Arquitectura. Porque solo en lo concreto, en la lenta decantación de esas líneas, primero, y de los materiales, después, cobra realidad y se hace comunicable.
Cuantas veces no habremos usado o escuchado la expresión “idea de proyecto”. Existe, entre los arquitectos, cierta tendencia a mistificar el origen de su trabajo. Para muchos la idea germinal, es algo tan sagrado, tan secreto o tan perfecto que es capaz, por si sola, de hacer que aparezca Arquitectura. Puede que así sea, sin embargo, que hermoso es comprobar que esa idea aparece solo en el momento que se ha luchado a brazo partido con el problema. Si previamente se ha logrado fraguar un contexto de concentración creativa. Cuando frente a todas las posibilidades de solución abiertas, una emerge, convirtiéndose en obsesión, en “idea fija”. La imagen pertenece a Cedric Price. Cada dibujo cargado de cierto poder de ideación era marcado con un recordatorio en rojo. Este en especial, es incluso símbolo del umbral del proyectar. Entre una maraña de datos y problemas contradictorios, que nos acechan como la maleza y los arbustos en el camino, de pronto, se abre frente a nosotros un espacio de libertad: esa es la idea de proyecto.

(1) KAHN, LOUIS I., “La forma y el diseño”, en LATOUR, ALEXANDRA, Louis I. Kahn, escritos conferencias y entrevistas, editorial el croquis, Madrid, 2003, pp125. ( Ed Or. en SCULLY VICENT, Louis Kahn, “form and design”, George Braziller, New York, 1962, pp. 114-121 )

18 de febrero de 2009

CITAR

"En el mundo del cine, para librar a directores y guionistas de la acusación de plagiarios, se utiliza el término “homenaje”. Si un director o un guionista “fusila” –así se decía antes- una situación cómica de una película de Woody Allen se dice que le rinde un “homenaje”. Rindiendo homenajes a Chaplin y a Buster Keaton puede uno llegar a ganarse el sustento y hasta a tener cierto prestigio". (1)
¿Resulta eficaz la estrategia de la cita en arquitectura?. Es más, ¿quién es capaz de percibir que se está ante una?, o dicho de otro modo, ¿hacia quién se dirigen?.
Citar supone aprender perfectamente los objetos de origen. “Leer bien es ser leído por lo que leemos” dice Steiner. De modo que para citar bien es necesario cierta reciprocidad para llegar a abrazar un intercambio total. Y sin embargo la cita también posee un sesgo inevitablemente hostil. Como un enemigo encubierto, quien la emplea puede llegar a malinterpretar, equivocar, e incluso hacer decir al autor lo contrario de lo que piensa. Quien cita, oblicuamente, puede querer apropiarse de algo que no le corresponde. Es, por tanto, un rival o un asesino en potencia.
"La terminología que rodea al plagio posee una reveladora forma bélica, y no en vano, en el lenguaje vulgar se emplea el verbo “fusilar” como sinónimo. “Fusilar” no es imitar, no es estar influido por: es robar intencionadamente algo pensado por otro para hacerlo pasar por propio. Por tanto en este género de robo, que es el de la identidad (...), subyace el deseo de que el otro muera, desaparezca. El que “fusila” odia sin duda al que ha expoliado"(2).
La cita oscila entre la búsqueda de objetos perfectos capaces de mostrar una idea de manera inmejorable, y el más grosero plagio. En un texto la diferencia puede estribar en unas simples comillas o en reconocer las fuentes originales. Pero en este punto, la arquitectura carece de algo fundamental: el espacio a pie de página. Un lugar capaz de saldar la deuda con el origen. ¿Qué objetos gozan de credibilidad como cita si no son capaces de remitir a la fuente, de pagar la deuda?.
Simultáneamente, la cita también es tiempo ajeno, tiempo invertido sobre una forma: Es vida condensada. Por lo tanto, algo que no puede ser desperdiciado. Dicho de otro modo, no puede olvidarse que citar mal también es practicar un tipo especial de asesinato puesto que se ha cometido un crimen impune contra el tiempo de otro. No se trata de algo nuevo. Hace cuatro siglos alguien con tanta destreza respecto a este hecho como Montaigne decía: ”Hay más quehacer en interpretar las interpretaciones que en interpretar las cosas, y más libros sobre los libros que sobre otro tema: no hacemos sino glosarnos unos a otros”. En arquitectura se dio de manera simultánea. Es a partir del siglo XVI cuando se hace más evidente descubrir arquitectura comentando arquitectura.
Si la cita arquitectónica es excesivamente opaca, sutil o indescifrable, se trata de un plagio. Por eso, en los casos de más hermético refinamiento, se confía, -para evitar ser acusado de ladrón-, en que las generaciones futuras tengan un ojo mucho más penetrante y afilado.
La cita está a la terca y constante espera de un agudo espectador. Siempre a la búsqueda temerosa de un especialista. O quizá tan solo al acecho de alguien sensible y paciente. 
Cualquier habitante puede replicar a la arquitectura a partir de la articulada densidad de su propio acopio de referencias y recuerdos. Las exigencias características de la cita son la resonancia y la continuidad. La cita resulta inútil sin su objeto de referencia. Es decir, es un hecho inevitablemente doble. Sin original que lo respalde, no existe. Al igual que si la firma no puede repetirse no es válida. Solo a través de la copia adquiere su validez y su utilidad. Solo como hecho resonante y falsificado adquiere su riqueza y su valor. Por eso cuando se acuña un objeto explícitamente realizado para ser injertado en una cadena de citabilidad, permanece en el más oscuro rincón hasta no verse duplicado.
Le Corbusier es susceptible de ser fácilmente citado debido a la unión heterogénea de sus objetos. Mies van der Rohe con dificultad. Pero seguramente con Mendelhson, (por poner el caso de una continuidad extrema), es prácticamente imposible sin que parezca una inmensa copia fantasmagórica.
Por muy bien que se realice, la cita no puede escapar a esa dinámica. Maldice por necesidad. Esto es, dice mal. No acaba por pronunciar exactamente lo que el objeto original sugiere. Inevitablemente y en el mejor de los casos, la cita es un contra-decir. Una contradicción.
Sin embargo, citar es la única forma que nos queda para decir algo nuevo en un mundo tan condenadamente viejo.

(1)FERNÁN-GÓMEZ, Fernando, “Madre yo quiero un negro”, ABC, Miércoles, 14.2.2001, p. 3
 (2)ANDREU, Blanca, “Nigra Sum”, ABC Cultural, 17.3.2001, p. 24.

16 de febrero de 2009

TRASPLANTAR


La imagen pertenece a un cuadro de Berruguete que encontramos en el Museo del Prado: El Milagro de San Cosme y San Damian. Su historia es conocida; realizan un trasplante de una pierna muerta a una persona enferma. Son los patrones de los trasplantes. También de los arquitectónicos.
Sin embargo, es bien sabido que los cuerpos extraños producen rechazo en el cuerpo receptor. Ese es el motivo de que tanta arquitectura haya muerto con sus ampliaciones. El trasplante puede producir consecuencias funestas en la arquitectura receptora: No depende del tamaño, ni de los usos, de manera exclusiva, sino de las relaciones que, súbitamente, se establecen entre los dos. Especialmente en el juego conceptual entre la obra y el "nuevo órgano".
La trasplantología arquitectónica posee ejemplos paradigmáticos de buen hacer. Existen trasplantes notorios que actualizan la obra antigua sin trasformarla. Asplund en el ayuntamiento de Goteborg interviene con maestría, completando el cuerpo original y añadiendo sin alterar lo fundamental.
Otros suponen la total transformación del cuerpo de origen. Así sucede en la mezquita de Córdoba con la inclusión de la Catedral.
El mismo recinto que contiene el cuadro de Berruguete, el Museo del Prado, ha ido recibiendo brazos, piernas, ojos y pulmones hasta convertirse en una obra monstruosa en cuanto a las intenciones de Villanueva. Pero viva. También Frankenstein posee una secreta belleza.
Cuando los trasplantes no tienen un cuerpo original que los soporte, se trata de un collage.

AMUEBLAR. "La venganza del cliente"

“¿Habéis intentado alguna vez mover una silla Barcelona?”(1).
Los muebles en Mies son inamovibles. Separan usos tanto como los muros y los tabiques. Generan, simultáneamente, espacio a su alrededor como lo hacen columnas y esculturas.
El mueble, nos descubre Mies, es una estrategia de ocupación, pero también una de proyectación. Una silla Luis XIV nace para estar en una sala buscando el apoyo de una pared, como un personaje que espera a ser recibido en audiencia por un rey. El mobiliario puede ser un personaje, escultura y arquitectura. ¿Acaso no es arquitectura, y de primer orden, el mueble baldaquino de Gaudí en Mallorca?.

 (1) Una silla Barcelona pesa aproximadamente 30 Kg

14 de febrero de 2009

COLLAGE



No es sencillo explicar el arte contemporáneo sin hablar del collage. Y no obstante ese concepto apenas se ha empleado para definir un proceso cercano a la arquitectura. En realidad casi siempre la obra producto del collage ha sido considerada “incómoda” o “extravagante”. El collage no solo rechaza la invisibilidad del soporte expresivo, sino que para colmo, se dedica a lucir sus propósitos. La obra incómoda, en el sentido más estricto del término, intensifica al máximo su talante lúdico, lo cual significa como es necesario en todo juego, que este se lleve a cabo con absoluta seriedad. De mano del hombre, el primer collage aparece en Oriente en los alrededores del siglo XII. En Occidente es de vocación aun posterior. De mil modos, surge como trabajo inexplicable en los álbumes genealógicos del siglo XVII. Sin embargo su empleo general no se da hasta el siglo XIX. Se llaman papiers-collés. A pesar de todo, el collage como hoy lo entendemos, es un invento de Picasso de principios del año 1912. Aborda una serie de construcciones por medio de materiales frágiles e insólitos: alambres, cartón, chapa, papel, arena, cuerdas, trozos de madera, estaño, clavos, e incluso envolturas de paquetes de tabaco... A partir de aquel momento, la proliferación de esta técnica se hizo extensiva a todos los ámbitos creativos. El arte comenzó a desfigurar sus límites y se convirtieron en nebulosos los contornos disciplinares. Con el collage, ¿Qué era pintura y qué escultura?.
El collage trabajaba con un material totalmente novedoso: trastos, sobras, basura, es decir, todo lo desechado. Incluso exigía a un autor con nuevas características y con una predisposición diferente ante la obra. El bricoleur, -que será el autor de estas faenas para Levi-Strauss-, ya no pinta, es decir, no recurre al pigmento oleoso sobre una superficie, sino que emplea el pegamento para mantener unidos sus “cuadros”. De modo que la mentalidad del artista se ve obligada a experimentar con formas de trabajo que sitúan en otro nivel el hecho creativo.
Ahora bien, si Picasso es el inventor del collage moderno tal vez sea Kurt Schwitters quien mejor permite distinguir el verdadero salto del collage a la arquitectura contemporánea. El gran invento de Schwitters es el Merz. Su proyecto más importante y ambicioso fue el Merzbau. En el estudio de su casa de Hannover, desde una columna hecha de fragmentos estableció un collage en expansión constante. A partir de la diseminación, esta obra fue creciendo fuera del estudio llegando a invadir otras habitaciones de la casa. Schwitters lo llamó, simultáneamente a Merzbau, “Catedral de la Miseria Erótica”. La catedral era el símbolo vivo de la reconstrucción solidaria del país tras la guerra y, a la vez, una forma artística de colaboración. Un collage que llegó a ser completamente atípico ya que cada inclusión de nuevos elementos requería la reorganización de los demás, y hacía de éste un mecanismo maquinal, vivo, perpetuamente incompleto. Un verdadero flujo de objetos itinerantes, que elevaba a la naturaleza de ley una necesidad interna. El Merzbau participaba de una dinámica ambigua entre la escultura y la arquitectura especialmente interesante. Mientras que hacia el interior el collage se extendía en todas direcciones, el exterior mantenía su apariencia más convencional, dejando inalterados los métodos más recalcitrantemente tradicionales de la construcción. Aquel espacio apenas era posible visitarlo, debido entre otros motivos al clima político manifiestamente hostil hacia las creaciones de “arte degenerado”. Por tanto, no funcionaba como sala de exposiciones, sino como estudio. Y aunque allí llegó a estar incluso la cama del propio Schwitters, el espíritu de la obra decía que aquello era algo más que un dormitorio, que tenía vocación de crecer hasta extenderse como un salvaje virus universal.
La obra de Schwitters permite distinguir dos etapas claramente diferenciadas en el collage, que pueden ser llamadas colecionismo y reciclaje. El instante coleccionista, encuentra paradigmático el Ready-made de Marcel Duchamp. “El Ready made,(...) es el caso límite –por elemental- de la máquina. Es la máquina de pieza única, el collage de si mismo”. La selección de esos objetos se constituye de este modo, en el primer estadio del collage.
Tras él vendrá el complejo hecho del almacenaje y lo arduo de la colección. En realidad, ¿qué es coleccionar?. Etimológicamente Colligere, significa “recoger”. Sin embargo, para el collage se trata, a su vez, del instante en que se centra la atención en establecer criterios de clasificación para los objetos. El collagista llega a idealizar hasta tal punto sus trastos que los libera de la necesidad de ser útiles. Después del cansancio que produce estar rodeado por cosas que tienen la obligación de servir para algo, después incluso de haberlos buscado por basureros y los arrabales de la ciudad, el bricoleur se detiene un buen día, extasiado, ante ellos. Contemplándolos por amor a su pura objetividad.
La reordenación de los objetos coleccionados culmina en el reciclaje. Como tocados por un espíritu benigno, un aire nuevo les es dado y pasan, de ser objetos puestos fuera de uso, desperdicios, a gozar de una nueva y maravillosa existencia. De la tensión entre una colección, siempre incompleta, y la reutilización de sus objetos, brota toda la arquitectura collage.

13 de febrero de 2009

MULTIPLICAR


Hay un momento en la trayectoria de un artista mucho más peligroso que el de la simple crisis de creatividad. Un instante mucho más dramático que el miedo al vacío y la soledad ante la tela o el papel en blanco. Es el momento en que el creador siente que ha hecho su verdadero descubrimiento. Cuando percibe que se le han abierto las puertas de lo sublime. Cuando ante su vista se despliega en todas direcciones su propio lenguaje. Como algo irrefrenable. Imparable. Y terriblemente amenazador.
Ante ese despeñadero abierto ante sus pies, tiembla toda rodilla, y el cuerpo se tambalea atraído por el vértigo de esa profundidad. Es el abismo de los múltiples. Es el abismo que se ha tragado a Mondrian, y a tantos otros. Es el abismo del que Picasso se pasó huyendo, a la carrera, toda su vida. Con el que Duchamp y Beuys flirtearon y que obligó a Pollock a suicidarse. Es el abismo ante el que Mies van der Rohe cayó, desparramando sus tripas y su cigarro humeante sin que nadie se diese cuenta.
El instante de los múltiples es aquel en que el artista se repite. En el que comienza la imparable autoimitación que inaugura el mito. El artista ante el hallazgo de su lenguaje original, cómo puede abandonarlo en la cuneta como si fuese un trasto viejo. ¿Cómo pasar sobre él sin gritar que por fin ha descubierto su camino?. Y lo que es más substancial, ¿Cómo no mostrar al mundo que él mismo se ha dado perfecta cuenta de su descubrimiento, que ha sido el primero en reconocerlo como tal?. De ese modo, los múltiples llegan a ser, en realidad, la estrategia de comunicación más verosímil de todo el arte moderno, el auténtico diálogo del artista con el público. En sí, una metacrítica y un metalenguaje.
La repetición es la única vía que le resta para acentuar que nada ha sido por casualidad. Es la única vía por la que puede, por vez primera, y por medios verdaderamente propios, mostrar que es consciente de su invento. Así pues, vindicar los múltiples supone reclamar la creación como acto de dialogo. Admiramos a los artistas que se repiten en cuanto hecho comunicativo. Más a quienes no lo hacen y pasan altivos delante de su invento, porque, inevitablemente, es con la misma pose dialéctica y dandy de los grandes personajes de Platón.
Múltiples pertenece a ese espacio comunicativo y dialógico. Múltiples no es un estilo, al menos literalmente. Ni una receta, sino una actitud. La repetición como diálogo exige valentía y cierta capacidad de sorpresa ante una pluralidad de conexiones que se despliega ante nuestros propios ojos.
Múltiples concede igual valor al original que a la repetición porque ambos manifiestan su propia trascendencia. Si el original contiene el atractivo de la iniciación y lo pionero, la repetición comparte ese descubrimiento de manera retrospectiva.
Walter Benjamin señala como en los múltiples, la copia antigua y la reciente hablan de cosas distintas, aunque poderosas. El tiempo dota a las copias añejas de valores, al igual que a los hombres de arrugas. Con los múltiples, ni forma, ni autenticidad, por primera vez, son protagonistas, ni siquiera lo es la edad de la obra, sino las relaciones que establecen unas copias con otras. Múltiples es un hecho doble. Sin duplicidad no existe, solo adquiere su riqueza y su valor por medio de la copia. Como la propia firma, solo le es dado su poder en el instante en que se convierte en un hecho reiterado, falsificable. Múltiples vive en una cultura de la copia, de la duplicidad, del doble y hunde sus raíces en la serie y en el ready-made. Pero al igual que Duchamp, al igual que Beuys, a los múltiples les es imposible no manifestar su espíritu lúdico y la pertenencia a una cadena de formas.
Cada cual juega a los múltiples de una manera distinta. Cuando preguntan a Beuys, responde que en ellos se esconden, simultáneamente, tanto una estrategia de distribución masiva, como un mensaje, contenido en la misma multiplicidad del objeto. La estrategia de los múltiples está en la constante repetición de la fachada de Mies y en la retícula de todo el minimalismo. En la obra íntegra de Duchamp. En las cúpulas multilobuladas y supurantes de Bernini y Fuller. En ese Warhol que apila las imágenes como billetes de dólar falsos y en las infinitas puertas del infierno de Rodin. Pero también y secretamente, en el orfanato de Van Eyck, donde las formas se repiten sobre sí mismas con la fuerza de un salmo bíblico; en Koolhaas, cuando en cada obra falsifica una parte del objeto surreal y trasero que es él mismo. En Jasper Johns y en sus banderas repetidas como negras botellas de refresco gaseoso. Existe en Zaha Hadid o en Brunelleschi, con la producción de un universo formado por objetos perspécticos que proliferan como un virus mortal.
Múltiples, como hemos visto, ama las fronteras, los bordes, y se acerca a los sitios donde las formas brotan y se entremezclan con ese algo superior que las hace distintas. Cada cual verá Múltiples de una manera distinta, como es natural, pero todas unen sus raíces en un punto común; ese punto común son los ecos resonantes de una estrategia con vocación de intercambio. Un intercambio que hace que, mientras el discurso moderno permanece intocable, y el mercado está pendiente de la última subasta o publicación, nadie se pregunte: ¿Qué sucede con los múltiples?.
Múltiples aparece con el aire de las cosas redescubiertas, de los espacios semi-nuevos. Múltiples hace que, mientras la crítica sermonea altiva a un público inexistente, o el mercado firma talones ante lo peor del viejo arte moderno, la obra grite, desbaratando discursos, depreciando autenticidades y billeteros, con la fuerza de lo plenamente verdadero. Con la fuerza de una auténtica resurrección.