1 de marzo de 2009

SIESTA



Una imagen de verano. 
Reúne de manera paradigmática todos los elementos del habitar: la prueba evidente es que permite descansar a su ocupante. Nada más es necesario. 
El muro, formado por unos elementos verticales, anclados en la arena lo suficiente para que al soplar el viento, la tela, no se desbarate y vuele. Sobre alguno de estos bástagos, se tiende la ropa húmeda del mar. 
El suelo se ha formado por dos capas. Una, de mayor tamaño, en contacto con la humedad de la playa parece una tela de plástico. La otra, toallas o mantas, adecuan el contacto con la piel. 
La capa de plástico se ancla por las esquinas con montículos de arena o piedras. 
Las frágiles juntas entre el muro y el suelo se ocupan con las bolsas de playa, evitando que penetre arena. 
La habitante, busca refugio en la cercanía de ese muro, separarse supone que la arena repique en la piel e impida el descanso. Resulta innecesaria una cubrición; el muro de tela provee sombra suficiente en las horas de la tarde. Las palas desperdigadas en la cercanía hablan de un juego olvidado de niños, pero también, gusta uno de imaginar que han servido para allanar el suelo, y así, facilitar la postura del sueño. 
Al abandonar la playa, todo se recoge en las bolsas hasta el día siguiente. 
Nada más es necesario.

5 comentarios:

Valerian dijo...

Pues yo en la playa me basto sólo con la toalla, ni elementos verticales ni leches ni dobles capas ni ná de ná xD

Lo siento, es que a veces cuando veo las metáforas de la cabaña primitiva me salen estas cosas más prosaicas, e incluso emoticonos!

Un saludo.

Anónimo dijo...

Pues a mí me parece que es una reflexión más que acertada.

Valerian dijo...

Yo no digo que no sea una reflexión acertada o no. Sólo que cuando veo metáforas de este estilo pese a que las entiendo y veo el lado figurativo, me llama más la atención el prosaico (como por ejemplo, la cantidad de cosas que tienes que llevar en la bolsa de la playa para montarte tal chiringuito, y que luego hay que volverse a llevar).

Anónimo dijo...

CIERTO!
Para esto, hay que tener mucha habilidad, tener muchas cosas en cuenta, o, por otro lado tener muchos errores (que se te olviden cosas, por elemplo una toalla, la crema...) que te van dando poco a poco una solución final e idónea (el conjunto total de complementos a llevar) para asegurar un buen espacio, tu espacio, tu lugar; si de verdad es eso lo que deseas, te llevas lo que sea, a no ser que no te importe el cómo disfrutar ese día, sino sólo el pasarlo como sea.
Una vez que hayas disfrutado de tu día sin que te falte nada, luego es instintivo y lo tomas sin que pese el llevar o no, porque el bienestar que te produce es más placentero que el peso de cargar con todo ¿o no?

Un saludo!

Javier González-Adalid dijo...

La situación que se plantea en esta reflexión, me recuerda mucho a la explicación que hace Iñaki Ábalos en su libro "La buena vida" acerca de la que llama la casa del pragmatismo. Un pensamiento arquitectónico en el que dice, se transforma el presente cotidiano en una fuerza creativa. La arquitectura pasa casi a un segundo plano, es el motor que induce el bienestar de cada instante. Un escrito de De la Sota que lo explica muy bien: "La arquitectura es el aire que respiramos, pero un aire cargado de olores, de sabiduría, un aire transformado por eso mismo, por la Arquitectura".