21 de mayo de 2012

CUANDO LAS PAREDES MANCHAN


Decía Aalto, con pena, en la inauguración de una sala proyectada por él, que al haberse tocado allí como primera pieza una marcha militar, la sala irremediablemente estaba perdida como artefacto para la música.
Las paredes conservan, al igual que los instrumentos musicales, memoria intangible pero cierta de los seres que las han habitado, construido y usado. Cuando una obra se emplea como caballerizas, hospital o polvorín, para siempre tendrá algo de cuadra, de muerte o de guerra.
Por eso, cuando las paredes de una escuela de Arquitectura se han impregnado de su profundo uso, la docencia y el aprendizaje sufren una alteración irreversible. Y entonces casi todo, quizás lo más importante, se desprende de ellas. Como por irradiación.
Entonces las paredes manchan de arquitectura a quien se arrima. Y casi no hay que acudir a las aulas, porque ya hay fantasmas que enseñan y susurran desde allí palabras recónditas que se clavan en los lugares más molestos, comenzando por los ojos y las manos.
Entre esas paredes habita entonces no solo la memoria de los maestros convocados en cada clase, sino cada noche de insomnio, cada dibujo, cada esfuerzo, cada comentario que tenga como centro la arquitectura. Esa gran mancha que da sentido a las paredes mismas.

14 de mayo de 2012

UNA ALTURA CONSIDERABLE


Es leyenda que cuando Alejandro de la Sota visitó el Pabellón de Barcelona se limitó a señalar, lacónico: “tiene una altura considerable”. 
Seguramente, como siempre sucede en de la Sota, se refería a muchas cosas a la vez: tanto a la altura del techo, a la relación con sus propias medidas, y a la altura intelectual de la obra. Sin embargo el caso es que la exclamación de Sota es el germen de una hipótesis a desarrollar. 
Puede decirse que las obras de Mies son de una altura considerable. Pero más allá y específicamente, que todas son de “una” altura, y en concreto, de la misma. (Y se dice de “una altura” no en el sentido de “doble altura” o “triple altura”).
Esta presunción puede verificarse aunque, por supuesto, no métricamente: el techo del Pabellón de Barcelona se encuentra a tres metros y veinte centímetros del suelo, y el de la Galería Nacional de Berlín, por ejemplo, cinta métrica en mano, a cerca del tripe. No obstante, ambas intentan mostrar una misma idea de arquitectura como instrumento capaz de hacer desaparecer la fuerza de la gravedad. Es por eso que puede decirse que ambas obras tienen la misma, precisa y exacta altura. 
Como Evans señaló hace tiempo del pabellón de Barcelona, un techo a 320 cm, participa de una simetría horizontal fruto de la altura de los ojos en el espacio. Suelo y techo permanecen a idéntica distancia de ese eje horizontal y por eso aquella obra aparece sin peso, mágicamente a-grávida. (La introducción en esos planos de techo de perforaciones, la presencia de luz cenital, hablaría de una arquitectura antigravitatoria, leve y volátil, cosa que no es deseo de Mies). 
Puede extenderse esta hipótesis al resto de los techos y sus alturas, desde la casa Farnsworth, al pabellón Bacardí... En todas aparece una altura de techo exacta, lograda de manera lateral, también gracias a la profundidad de ese plano, la posición de los soportes, la escala, el color, la materia, la luz... 
El tema de toda una vida. Un solo tema.

8 de mayo de 2012

"LA CASA DEL POBRE"

 
En una breve historia de la sobriedad en arquitectura, -que daría pie a reflexiones jugosas tanto sobre la propia arquitectura como sobre el contexto histórico donde ésta se produce-, en algún instante habría que detenerse en aquella conocida ilustración del tratado de Ledoux:
“¡Pues bien!, ese vasto universo que os sorprende, es la casa del pobre, es la casa del rico que ha sido despojada; que tiene por cúpula la bóveda azul y se comunica con la asamblea de los dioses”.
Existe una sobriedad arquitectónica que lo es porque existe su contrario: la enemiga de la ostentación del adorno y la materia, de la exhibición versallesca. Pero en otras ocasiones, la sobriedad no necesita rival. Porque existe una ambición de la conquista callada donde lo de menos es la inevitable dignidad que impone su accidental “estética de la desnudez”.
La ilustración misma es mejor y más vivo ejemplo de esa sobriedad, que las declaraciones sobre la ostentación y el falso lujo denunciadas por Ledoux: una sombra donde no hay sombra; un infinito horizonte atrapado por el árbol; alguien sentado y capaz de eliminar el cielo y protegerse de las inclemencias de los dioses molestos, prietos, ruidosos. Dioses sin un verdadero lugar de reposo. Unos dioses que en realidad parecen contemplan recelosos una pobreza que quizá no lo sea.
Porque existe una riqueza en la sobriedad como existe una extraña calidez en el granito del Escorial, en  Delfos o existe lujo en los miserables peñascos de Katsura.
Los versos finales de un poema de Rainer María Rilke, titulados igual que la ilustración de Ledoux, apuntan al centro de la verdadera sobriedad. Esa que ha sido buscada por los espíritus más sutiles de la arquitectura. Sobriedad de alcance, que mana de un lugar despreciado y se expande hasta las estrellas:
“Es como la tierra la casa del pobre: esquirla de un venidero cristal, ya claro, ya oscuro, en su huidiza caída; pobre cual la cálida pobreza de un establo, y no obstante están los anocheceres: en ellos es ella todo, y de ella vienen todas las estrellas”.

30 de abril de 2012

LO QUE ES ARQUITECTURA

Debe leerse este dibujo como una tesis capaz de explicar la arquitectura por completo, en absoluto y sin posibilidad de réplica. (Lo que significa que más que una declaración inapelable tal vez se trate de una específica actitud ante la arquitectura, o de una simple biografía). 
Para Sverre Fehn la arquitectura es aquello que hace visible el horizonte. En ocasiones, gracias a ser un leve contacto con él; en otras, es el objeto capaz de alejar la mirada de él hasta disolverlo; otras, es la construcción erigida como monumento del sol y el tiempo, convirtiendo al horizonte en lo único permanente, estable y eterno. Sobre la base de ese trazado, la arquitectura permite al hombre separarse de él y flotar, o finalmente, le presta la ilusión de sumergirse e incluso navegar bajo ese sólido inaprensible. 
En ese carcelario trazo y la posición relativa de los objetos que la arquitectura coloca para hacerlo presente, se concentra todo el sentido del oficio del arquitecto para Sverre Fehn. La arquitectura sería pues la técnica de saturación del horizonte. Y eso es más de lo que cabría esperarse de un simple dibujo, es toda una definición y toda una filosofía.
Aunque a fin de cuentas para Fehn, la arquitectura, - como la poesía- , no importa nunca lo que dice, sino lo que es.

23 de abril de 2012

LA EQUIVOCACIÓN NECESARIA


La arquitectura siempre ha transitado sobre un amigable y extenso sendero de incertidumbres. De entre toda esa larga lista de inseguridades, quizás la más representativa sea una que siempre acecha en el interior de cada proyecto: el instante en que aguarda la equivocación necesaria.
Esa disposición a aceptar el error como acompañante, incómodo pero ineludible, es uno de los primeros y más productivos aprendizajes para el arquitecto. Saber sobreponerse a esos desaciertos no es por tanto un acto de heroísmo o de fortaleza. Asumir esa mortificación, no es siquiera un rasgo heroico, sino un acto connatural a lo que significa su oficio: “Ves que esta equivocación es estúpida, garrafal, humillante; pero es necesaria porque, suponiendo que al final haya una solución relativamente buena, esta equivocación es un escalón que no puede faltar. Si falta este escalón, falta la solución. Por ello digo que nunca hay que borrar. Nunca hay que utilizar la goma porque hace desaparecer quizá errores muy importantes en la búsqueda de una solución” (1).
Estar dispuesto a transitar por lugares inhóspitos o equivocados es imprescindible antes de llegar a los paisajes memorables. Tras los asaltos, tachaduras y rechazos, a veces se desgaja una línea muy clara, una solución esencial, que deja paso a una nueva vía que antes del error no hubiésemos percibido.
Una vez hecho el aprendizaje de esa “equivocación necesaria” es más sencillo, que no más soportable, convivir con el resto de ese sargazo de incertidumbres que rodean el quehacer diario del arquitecto.

(1) SORIA, Enric, Conversaciones con J.A. Coderch de Sentmenat, Editorial COAATM, librería Yerba y CajaMurcia, Murcia, 1997, pp. 49

15 de abril de 2012

ARQUITECTO BUSCA EMPLEO



Filadelfia


9 de abril de 2012

PALABRAS DE ARQUITECTURA


...inquietud, pudor, silencio, lugar, modestia, precisión, sensibilidad, construir, intuición, empatía, materia, serenidad, luz, hogar, emoción, idea, macla, amable, mutante, armonía, simetría, mensurable, coherencia, dibujo, cliente, cuidado, cohesión, compromiso, sustracción, precisión, pitipié, honestidad, análisis, hombre, espacio, tiempo, escala, peso, zaguán, presencia, volumen, vacío, enjarje, invisibilidad, efímera, duradera, composición, uso, percepción, ética, ecología, honorarios, belleza, trabajo en equipo, pasión, dimensión, razón, entereza, etc, rigor, cortesía, sinceridad, dedicación, estudio, paciencia, más paciencia, humildad, geometría...(1) 

Las listas de palabras oscilan entre dos vocaciones: lo enciclopédico y lo infinito. Umberto Eco habla de los diferentes vértigos que atraen las listas, una poética del “todo está aquí” y una poética del “etcétera”. 
Aquí cada palabra corresponde a la misma esfera conceptual, incluso cuando los términos de la lista no parezcan coherentes entres si. En ocasiones parecen referirse a la arquitectura y en otras al que la produce. 
Estas enumeraciones son propias de culturas primitivas que las emplean cuando aun no poseen una red de jerarquías capaces de definir las esencias del mundo. Pero también son propias de culturas desarrolladas insatisfechas con algunas de sus definiciones medulares. Cuando se trata de ponerlas en cuestión, o de descubrir nuevas propiedades esenciales, hay que realizar listas. El desasosiego es un acicate extraordinario para generarlas y son signos innegables para detectar, a lo largo de los tiempos, el anhelo de futuro de cualquier disciplina. 
En momentos de incertidumbre, siempre se empieza por hacer listas. Como el que tras un incendio tiene que inventariar lo que ha sobrevivido al paso de las llamas. 

(1) Gracias a todos los que habéis colaborado en tan solo unas horas a la elaboración de esta lista colectiva. 

2 de abril de 2012

ESCUCHAR


De todos los órganos a cultivar por el arquitecto, - además de la especial musculatura localizada donde la espalda pierde su nombre y útil para permanecer sentado largos periodos de tiempo ante su trabajo -, antes que el encéfalo o las vísceras, antes incluso que los ojos, o la mano, antes que todos ellos, está el oído.
Oído para escuchar el lugar, para escuchar al proyecto durante su crecimiento, sus deseos y sus rumores. Para escuchar la materia. 
Louis Kahn, místico y solemne, decía: “Si hablamos con un ladrillo y le preguntamos, dirá que le gustan los arcos. Si le decimos: `Mira, los arcos son caros, en cambio siempre se puede usar un dintel de hormigón que ocupe el lugar de un arco´. Y el ladrillo dice: `Ya se que son caros y que probablemente no puedan construirse en estos tiempos; pero si me preguntas lo que me gusta, seguiré diciendo que los arcos´” (1). 
En realidad la verdadera escucha hace innecesaria la brutalidad encubierta que posee todo interrogatorio. La materia y el proyecto se saben en un terreno, no de amable camaradería, sino de violenta desigualdad. Los  componentes de la arquitectura permanecen trémulos puesto que saben que fácilmente pueden ser exterminados. En realidad, el diálogo se encontraba ya iniciado sin la perturbadora presencia del arquitecto. Sólo bastaba escuchar lo que el lugar, el proyecto y la materia tenían que decir. ¿Cómo, sino con buen oído, puede hacerse de la arquitectura una caja de resonancia de lo latente?. 

 (1) Hemos visto conversaciones menos ricas con protagonistas más ilustres, KAHN, Louis, “Un Arquitecto dice lo que piensa”, entrevista con Beverly Russell. Tomado de House&Garden, vol. 142, nº 4, octubre de 1972, pp. 124 y ss. Ahora en LATOUR, Alessandra, Louis Kahn, escritos, conferencias y entrevistas, Ed. El Croquis, Madrid, 2003, pp. 309

26 de marzo de 2012

ENCUENTROS


Ver en una fotografía a Le Corbusier y a Einstein ha dejado ya de sorprendernos. Entre otros motivos porque Le Corbusier se retrataba con todo aquello que tuviese visos de publicidad o eternidad. (Ciertamente, de todos los arquitectos modernos, quien había trabado auténtica amistad con Eisntein había sido Erich Mendelsohn, que hasta le dedicó su famosa torre).
Duchamp y Coderch mantienen una extraordinaria amistad fruto de contactos en los que ambos reconocen la grandeza del otro. En el plató de rodaje de “con faldas y a lo loco” se concentraron en un instante, Billy Wilder, los Eames de quienes era amigo el director, Alison y Peter Smithson, de quienes eran amigos los Eames, y Marilyn Monroe, de quien no era amigo ninguno de ellos.
Mies guardó amistad probada con el loco de Kurt Schwitters. Freud curó a Mahler, de los encuentros entre Gropius y su esposa. Adolf Loos compartió una historia de encuentros y desencuentros con Ludwig Wittgenstein, quien se convirtió en su mecenas tras su primera cita en el café Imperial de Viena el 27 de Julio de 1914.
La lista no dejaría de sorprendernos.
A lo largo de los tiempos ese trenzado de encuentros ha dado pie a especulaciones de todo tipo. Los estudiosos las adoran porque ven en ellas potencia para un intercambio intelectual capaz de justificar obras prácticamente per se.
Esos encuentros resultan fascinantes porque es fácil imaginar intercambios de sabiduría y talento en estado puro. Aunque en realidad, y dada la dificultad para la auténtica influencia, se contemplan con la misma curiosidad que los eclipses y otras coincidencias cósmicas.
La explicación más generosa sobre el atractivo de esos encuentros es la de descubrir en un lugar y un espacio preciso el resumen de una época. La explicación más sutil se encuentra en hallar en esta curiosidad un leve desplazamiento en cuanto al valor de la obra de arte: cuando los profesores y entendidos ya no se ocupan de los cuadros, ni de los libros, ni de las construcciones sino de los que los han creado, localizan su raíz en la biografía del autor. Entonces sus listas de la compra, sus enfermedades, sus manías y sus maravillosos encuentros se vuelven el manantial de la creación.
¿Qué quedará entonces de Le Corbusier, de Mies, Loos o Gropius?. "Será que solo quedará de nosotros lo que carece de cualquier interés?", dice Louis Aragón en relación a uno de estos mágicos, irrefutables, solemnes encuentros. No por ello dejarán de tener la fascinación de una "repentina densidad de la vida".

20 de marzo de 2012

TIEMPO Y ARQUITECTURA



La arquitectura es expresión del tiempo, y cada obra se sitúa en él como lo hace respecto a un lugar. Estructura, luz, forma y peso hacen alusión indirecta no solo al contexto, entendido como una presencia física evidente, sino al tiempo.
El tiempo pertenece a la raíz de la arquitectura y lo hace en varios sentidos. Actúa por medio de un fantasmagórico “espíritu de los tiempos”, donde las tendencias imperantes de una época son capaces de calar en la obra y hacer sentir su influencia. Actúa por medio de un orden constructivo capaz de dejar impreso tanto la superposición de cada uno de los componentes, como el sudor y el esfuerzo de quienes han producido la obra. Y actúa, finalmente como una organismo vivo, desde su nacimiento hasta su ruina, capaz de envejecer y acompañar a su contexto como “testigo insobornable de la historia”.
Dicho así, podría concluirse que la arquitectura se halla inmersa en el tiempo, igual que un nonato flota en el líquido amniótico, pero extraordinariamente se trata también de lo contrario. Es el tiempo el que se da en la arquitectura, siendo ésta su contenedor y su recipiente más precioso.
La arquitectura da forma al tiempo. Encargada por la civilización desde tiempos inmemoriales, es la arquitectura la única en hacerlo verdaderamente presente gracias a su capacidad concreta de dilatarlo, prolongarlo, ralentizarlo o extenderlo. (Lo cual debería resultar escandaloso para la física, la filosofía y el respetable gremio de los relojeros). No obstante ésta no necesita de segunderos ni agujas, sino que cada uno de sus componentes es un relato vivo de esa sucesión de minutos y energías. Lo anterior, que casi pertenece al orden de lo indecible, y tiene por tanto algo de confuso y de atolondrado, es fácil de entender por medio de cientos de imágenes cotidianas que hacen presentes estos vínculos: el lento paseo de sol por la rendija de la ventana, el orden en que han sido aparejados unos ladrillos y la geología de su propia arcilla, las sucesivas capas de pintura encerradas en las viejas construcciones, el desgaste central en la pisa de una escalera... Todo hace de la arquitectura cobijo del tiempo gracias a la secreta vocación cronométrica que toda obra posee.
Es la arquitectura el único lugar eficaz para guardarlo, almacenarlo y enriquecerlo. Y hacer de ella una caja de caudales de la vida y su paso.

12 de marzo de 2012

ARQUITECTO DESCENDIENDO UNA ESCALERA

El que desciende por las escaleras es Eero Saarinen, y no una estrella de cine en un plató de televisión. Y esas escaleras son una maqueta a escala real del acceso de su Arco conmemorativo de San Luis, en Missouri.
Este modelo extravagante, que no conduce a ninguna parte, se erige como un simple ensayo. Sin embargo además de una excentricidad, también resulta ser una maravillosa escenografía, un mirador improvisado y un auténtico salto de esquí.
En una escalera en que la pendiente varía, las relaciones entre huellas y tabicas se vuelven irregulares. Sólo existe en su recorrido una breve ”zona de confort”. El resto supone una distorsión cuyo remedio consiste en hacerla soportable y proporcionada entre los sucesivos peldaños. Y su éxito reside en lograr un descenso aceptable entre esa irregularidad porque toda escalera esconde un electrocardiograma en su trazado. Hacer una escalera significa poner a prueba unas pulsaciones y una capacidad pulmonar. Es decir, toda escalera pone a prueba una antropometría particular. Igual que hace la poesía con los versos endecasílabos y la respiración del lector.
El arquitecto desciende ágil, veloz, con un gesto que no oculta cierta satisfacción. En esa escena solo parece faltar un público entre aplausos, hermosa compañía y un sonriente entrevistador. Pero claro, eso a pesar de las coincidencias, ya es Hollywood.

5 de marzo de 2012

RELICARIO


Esa bendita habitación,- aquí trastero del olvidado pero espléndido Denys Lasdun y del proceso del Teatro Nacional de Londres-, donde se recogen cuerpos ya sin vida, inexplicablemente intacta, provoca el mismo respeto que los compañeros descuartizados sobre el campo de batalla.
Alabada sea la habitación de los esfuerzos y los fracasos. Alabada sea la estancia que custodia las pruebas y los errores. Gloria a los comienzos remotos y arrinconados, como reliquias tras un cataclismo. Pruebas olvidadas, sacramentos de la forma. Trabajos de amor perdidos. Pruebas, escoltad por siempre la obra hasta un final incierto”(1).
El esfuerzo de la arquitectura no aspira a ser venerado en sacrosantas vitrinas sino que asume, con el valor de la milicia, acabar desmembrado en un basurero por fines más altos. Bendita habitación donde se velan esas reliquias.

(1) ROTTLE, Banham, Todo pasa y una sola cosa te será contada, Ed. Monticello, Londres, 1954, pp. 55

24 de febrero de 2012

¿DE DÓNDE SE SACAN LAS IDEAS?



Alphonse de Lamartine, extraordinario poeta francés del siglo XIX, gustaba contestar a la pregunta referida al origen de sus ideas contando las circunstancias en que había escrito uno sus mejores poemas: una noche que paseaba por un bosque, el poema en cuestión fue revelado en una súbito destello. Tal cual, completamente acabado y pleno. (Después de su muerte, encontraron en su estudio un impresionante número de versiones de ese poema, que había estado escribiendo y rescribiendo a lo largo de los años).
Billy Wilder, caso igual de extraordinario, aunque director de cine, respondía a esa misma cuestión: “A veces cuando estaba sentado en el retrete, a veces cuando estaba en la ducha, a veces mientras comía. En diversos sitios. Si supiera qué estaba haciendo cuando se me ocurrieron esas ideas, siempre me colocaría en la misma posición." La inspiración es pertenencia del genio creador que parece conectado a la divinidad por lazos más fuertes de los del vulgar trabajo y el desgaste artesanal del oficio. Responder con misterio a la pregunta se hace para parecer intelectualmente respetable.
Sin embargo, todo caso, por extraordinario que sea y por mucho talento de que disponga, sabe que las ideas no se “sacan” sino que se “incuban”. Igual que un catarro o la gripe.

(1) CROWE, Cameron, Conversaciones con Billy Wilder, Editorial Alianza., Madrid, 2009, (Ed. Or. Conversations with Wilder, 1999), pp. 298.

20 de febrero de 2012

PLÁSTICO

Por mucho que estén instalados desde tiempos ya lejanos en el centro del habitar, -como en otro orden de cosas sucede con los ácaros-, existe un material que permanece igualmente indomable: el plástico. 
Hoy que “el mundo entero puede ser plastificado”, apenas queda nada por copiar en esa sustancia perpetuamente impostora y pequeño burguesa. Toda la euforia que acaparó hace tiempo ha tenido ocasión de desvanecerse, dando paso a un sentimiento contradictorio entre sus sombrías posibilidades y su cruel eficacia contaminante. Vivimos rodeados de él pero apenas es posible redimirlo de su vulgaridad y falsedad. De ese tipo especial de "noblesse" de la materia que gozan el acero, el vidrio, la madera, o el hormigón, el plástico ha sido proscrito. 
Esto se debe a que diseñar con plástico en realidad no es otra cosa que diseñar sus efectos ya que su forma es ilimitada y por tanto prescindible. “En cualquier estado en que se encuentre, el plástico mantiene cierta apariencia de copo, algo turbio, cremoso, coagulado; muestra una total impotencia para alcanzar el pulido triunfante de la naturaleza. Pero lo que más traiciona al plástico es el sonido que emite, hueco y opaco a la vez; su ruido lo derrota, tanto como sus colores, pues sólo parece fijar los más químicos: del amarillo, del rojo y del verde no retiene más que el estado agresivo.”(1)
Seguramente por todo ello el único valor auténtico del plástico se encuentra concentrado en sus posibilidades como textura. Es decir, el diseño de la superficie es su único territorio de preciosismo y honestidad que le queda por explorar. 
Esto lo entiende perfectamente Ettore Sottsass cuando, para un proyecto de laminado, se obliga a dibujar su tejido hasta describir un acabado cuya rugosidad no sería aprensible de otro modo. Diseñar una ligera aspereza e imaginar el roce de la piel al tocarlo es dotar al dibujo de una sensualidad inusitada y maravillosa. Diseñar una superficie no imitativa de otras materias, es presentar el plástico en su esencia.
Llevar a cabo ese proyecto implicaría a su vez ser capaz de borrar la repetición del patrón original para generar una superficie mayor sin los sobresaltos en su interior. Después serán diminutas lombrices coaguladas sobre encimeras de cocina y sillas en los hogares de medio mundo. 

(1) BARTHES, Roland, Mitologías, Ed. S. XXI, 1999 (1957), pp. 177.

13 de febrero de 2012

CONTRA EL LUGAR



Como si fuese posible insultar a las montañas, o a la ciudad, o al clima, el gesto contra ellos tiene la inocencia y la provocación de quien se sabe ante unas deidades inaccesibles y tiránicas. Clamar al cielo, contra un estado y su gobierno, o despotricar contra el lugar a través de aspavientos, no es el sistema. Para ir contra el lugar, para destruirlo, para criticarlo, hay métodos mejores que los extremos de lo incendiario y lo inocente: la todopoderosa arquitectura.
Cuando el lugar ha degenerado en algo malvado, cruel o indeseable. Cuando hay que denunciar todo lo rancio que allí se ha instalado, todo lo vacío o todo lo monstruosamente ineficaz, la arquitectura se convierte en un extraordinario bisturí, capaz de extirpar lo decadente y muerto para cerrar heridas y restallar nuevos sentidos y futuro.
Así lo ha demostrado Machuca en el palacio de Carlos V, Santa Sofía, el Ayuntamiento de Göteborg, Le Corbusier con el Plan Voisin y el hospital de Venecia, y todos aquellos que con arquitectura han construido sobre lo construido. “No hay arquitectura sin destrucción, como no hay carpintero sin leñador ni cocinero sin matarife, y en esa condición violenta reside su grandeza culpable”(1).

(1) Dice el periodista y académico Fernández-Galiano en, “Una historia de violencia”, Arquitectura Viva, nº 110, Madrid, 2006.