Con esta imagen se actualiza una vieja disputa. Una disputa por la supremacía, por la habilidad, por mostrarse mejor que el otro. En un antiguo relato, Zeuxis y Parrasio competían por ver quién era capaz de pintar la realidad con mayor verosimilitud. Al igual que este equívoco entre un mantel y una abeja, Zeuxis pintó un bodegón con unas uvas tan real que engañó a unos pájaros que acudieron a picotearlas. Sin embargo Parrasio fue más lejos. Para probar su habilidad no pintó la naturaleza. No redujo su obra a un problema de imitación. Pintó la idea de arte: pintó un velo. Zeuxis, seguro de ganar, invita a su rival a descorrerlo para poder ver el cuadro. Pero la tela era la pintura. (1)
Lo artificial puede engañar a una bandada de pájaros o a un insecto, pero la reflexión sobre la mirada misma es la meta. Precisamente siempre se trató, fuese en la pintura o en la arquitectura, de tomar consciencia de la mirada. Igual que con esta imagen de Ignacio Borrego, llegados a un punto, nos descubrimos pegados a ella tratando de descorrer su velo, su fondo. Esta imagen es otro mantel para nuestros ojos y nosotros tratamos de libar su jugo, como esa abeja...
Por eso en este tipo de representaciones reconocemos, antes que la confrontación entre lo natural y lo artificial, el universo arquitectónico específico de la mirada y, consecuentemente, de la ventana. Solo entonces descubrimos que esos rectángulos no sirven para ver solamente hacia el exterior, sino para vernos a nosotros mismos mirando. Que para lo que de verdad sirven es para desvelarnos.
(1) Plinio. Historia natural. (Ed. Consultada Josefa Cantó (trad). Madrid: Cátedra, 2007)
Gracias a Ignacio Borrego por el generoso préstamo de esta imagen. Puede encontrarse en: Ignacio Borrego, Materia Informada, Ed. Fundación Arquia, col. Arquitesis 42, 2019.
4 comentarios:
Muchas gracias a ti, Santiago, por esta nueva mirada.
Al revés, Ignacio, gracias a ti. La imagen es por si misma muy ilustrativa de la mirada. Muchas gracias por el préstamo. Un abrazo!
Me recordaste aquella mosca que se empeñaba en salir de la habitación a través de un espejo, chocando una y otra vez contra si misma. Cualquier parecido con la humanidad es mera coincidencia. Saludos
Esa mosca somos, efectivamente. Muchas gracias por tu lectura. Un saludo
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