10 de diciembre de 2012

SUICIDIOS Y ARQUITECTURA


Las últimas horas de Francesco Borromini son un reflejo de una especial personalidad, atormentada y dramática. Arrojarse contra una espada después de haber rehecho en unas horas sus últimas voluntades da idea de su tormento interior. Le mató abrazar su sable y el dolor de saber que la tumba de Alejandro VII había sido encargada a Bernini y no a él.
Algo tiene la relación de la arquitectura con el suicidio que impulsó a los estudiosos Marck y Hickler en 1981 a proponer un sistema de variables que calificaron como modelo arquitectónico del suicidio. 
El listado de suicidios de arquitectos que no pudieron sobrevivir a su obra es significativo. A Borromini hay que añadir el moderno Terragni, abatido y vacío tras vivir una guerra, tratado con electricidad y cuya vida acabó impresa en el hueco de una escalera. También el posmoderno Otto von Spreckelsen, autor del arco de la défense, en París, e incapaz de soportar el peso de su obra.
Las circunstancias del suicidio son íntimas y muchas veces incomunicables. Sin embargo hay suicidios peores, si cabe: los arquitectónicos. En ellos la arquitectura sigue haciendo mal a la ciudad en la que se comenten. Y matan a la vez que han supuesto su propio fin.
Los suicidios arquitectónicos son siempre suicidios colectivos.

4 comentarios:

jacobo dijo...

Muy interesante esta nota!

Santiago de Molina dijo...

Gracias, jacobo!!

sol89 dijo...

Estimado Santiago, te debo un agradecimiento por tu referencia a mi libro en esta página tuya, te lo mando en forma de enlace a propósito de esta entrada, espero que te guste, el proyecto existe.
http://proyectandoleyendo.wordpress.com/2010/07/26/la-torre-de-los-suicidas-agustin-fernandez-mallo/

Juanjo López de la Cruz

Santiago de Molina dijo...

Hola Juanjo,

Un placer haberte conocido a través de tu libro!!
Muchas gracias también por la interesante referencia que nos regalas.

Un saludo afectuoso!!