3 de mayo de 2010

ATAVISMO



En cada obra, en cada acto humano siempre se encuentran las huellas dactilares de otros hombres. Los arquitectos olvidados alimentan lo que hacemos. Esa paternidad secreta que recorre la arquitectura, hace ignominiosa su ignorancia. Cargamos sobre nuestras espaldas con la herencia del forzoso atavismo arquitectónico que nos alimenta y nos provee de verdadera libertad.
Negar esa levísima carga de pasado que posee cada trazo, cada material, o cada uso, amputa felices posibilidades al proyectar. La mera utilización de cierto material de dibujo, la mera visión en secciones o perspectivas, o el simple formato del papel, son parte de su herencia.
Lo queramos o no, somos hijos de generaciones de arquitectos cuyos nombres, para la mayoría, no son ya más que parte de ese ruido de fondo de la arquitectura, en edificios inextricables y desconocidos. Sin embargo, sobre ese sustrato alimenticio han crecido los maestros que hoy nos acompañan, y sobre ese suelo fértil crecerá el futuro, una vez que nuestra generación haya pasado, nuevamente, a engrosarlo como una parte más de la ciudad que habitamos

“Cuando grito, no grita mi yo para decirse.
Cuando lloro, quien llora dentro de mí es cualquiera,
y es tan sólo en los otros donde vivo de veras.
Mis cantos son los cantos rodados que una mansa
corriente milenaria suaviza y uniforma,
y el murmullo del agua los va deletreando.”(
1)

(1) CELAYA, Gabriel, “Pasa y sigue”, Paz y concierto, 1953.

6 comentarios:

Jack Babiloni dijo...

Sin embargo el arte, como el resto de la vida humana (la naturaleza puntúa en otras ligas), sólo avanza con un solo paso: el del no gregario.

Santiago de Molina dijo...

Uno pertenece a una gran familia, pero, efectivamente, no hay más remedio que enfrentarse a una especie de soledad "acompañada" a la hora del trabajo.
Soledad,si, pero en compañía de esos fantasmas.
Saludos!!!

Jack Babiloni dijo...

Totalmente de acuerdo, Santi.

Andrés dijo...

Pasaba a agradecerte tu comentario de la road-movie; y me encuentro con esto: ¡precioso y hermoso! Vaya paradoja: la soledad del canto rodado, moldeado por el río, codo con codo, pero al final diferente, que los cantos de al lado. Saludos, A.

Unknown dijo...

Hola a todos,
¿cómo sería proyectar algo en medio de la nada? sin referencias, sin programa, sin presupuesto....El pasado, junto con sus "condicionantes", nos ayuda más que nos perjudica. Totalmente de acuerdo de acuerdo con tu artículo. Es mejor proyectar con red.

Un saludo,

Santiago de Molina dijo...

Andrés, gracias, como siempre, por tu enriquecedor punto de vista.

Alvaro, me parece que proyectar, al final, siempre es sin red, ¿no?. Pero al menos esas presencias del pasado nos dicen que no somos los primeros en estar solos.

Saludos a todos