13 de julio de 2025

TACONES LEJANOS

Colonel Mahlon Haines, The Shoe House, Hallam, Pennsylvania, 1949
Aunque solo sea por su título, de las películas de Pedro Almodóvar, "Tacones lejanos" resulta especialmente resonante para la arquitectura. Los tacones lejanos, evocación del tenso caminar en un espacio, son capaces de condensar la película mejor que su tráiler. El retumbar en la distancia apela, simultáneamente a su dimensión narrativa, a la vez que al carácter del espacio y sus dimensiones. El sonido de unos tacones sobre el suelo imprime una atmósfera, a la vez que este se comporta como una caja de resonancia de un desapercibido acto humano.
A menudo se pasa por alto que, del mismo modo que funciona un instrumento afinado en una orquesta, el eco de los pasos en una gran sala sugiere más el poder, dramatismo o autoridad que el poder, el drama o la autoridad mismos. Por contraste, el atenuado sonido de las pisadas en una moqueta de hotel hace aún más llamativo el barullo borracho de la medianoche. Hay arquitectos que saben que el ruido que produce un pavimento puede atenuar la velocidad con la que se entra a un espacio. Conozco una iglesia, hermosa, en la que el suelo de grava y guijarros se emplea para que los feligreses, al llegar tarde, entren con un cuidado extremo para no molestar a sus correligionarios. El ruido avergüenza.
El suelo "bien temperado" influye en la cantidad de verdad contenida en una obra. A menudo, a la hora de pensar en los acabados de un pavimento, sea o no el de un espacio público, valoramos antes su apariencia, temperatura, precio o color que su sonido. Pero al igual que la poesía no está hecha de palabras sino de sonidos, seguramente con la elección de la materia del suelo debe prestarse atención a la construcción también apoyando la intención del conjunto como una unidad auditiva. La arquitectura hace del sonido un sexto sentido. Por eso resulta tan raro el éxito de los pavimentos que parecen y suenan como lo que no son, desde los laminados plásticos a las imitaciones ceramicas de la madera. El hecho de que los tacones lejanos se graben como una experiencia profunda y simbólica en el cerebro a la hora de describir personajes en el cine, debiera ser suficiente para hacernos pensar sobre estas cosas aparentemente imperceptibles en la vida diaria. No esperen encontrar grandes obras cuyo sonido sea el del falso latón. 
Even if only for its title, among Pedro Almodóvar’s films, High Heels resonates in a special way with architecture. High heels—the evocative sound of a tense walk through space—manage to distill the essence of the film better than any trailer. The echo of those distant heels appeals, simultaneously, to narrative tension and to the very character and scale of the space. The sound of high heels striking the floor casts an atmosphere, while the space itself behaves like a resonance box for that barely noticed human act.
It is often overlooked that, just as a finely tuned instrument functions in an orchestra, the echo of footsteps in a large hall can suggest power, drama, or authority more effectively than power, drama, or authority themselves. In contrast, the muffled sound of footsteps on hotel carpet only amplifies the drunken commotion of midnight. Some architects understand that the sound of a floor can slow the pace of entry into a space. I know a beautiful church where the gravel and pebble floor compels latecomers to walk with utmost care, so as not to disturb the congregation. Noise shames.
A “well-tempered” floor influences the degree of truth embedded in a work. Often, when choosing the finish of a pavement—public or private—we consider its appearance, temperature, cost, or color before its sound. But just as poetry is not made of words but of sounds, perhaps floor materials should be chosen with attention to how they support the intended atmosphere as an auditory whole. Architecture turns sound into a sixth sense. That’s why it’s so strange that floors which look and sound like what they are not—plastic laminates, ceramic imitations of wood—have found such success. The fact that the sound of distant heels is so deeply and symbolically imprinted in the cinematic imagination should be enough to remind us not to overlook these seemingly imperceptible things in daily life. Don’t expect to find great works whose sound is that of false brass.

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