2 de marzo de 2020

SOLO DURANTE UN SEGUNDO


Cuando en una cueva vemos una mano pintada sobre una de sus paredes o cuando tras un largo trayecto nos topamos con un derruido muro de piedra, se produce una extraña y reconfortante sensación. Ver los rastros dejados por los que antes que nosotros inscribieron sus geometrías sobre un lugar nos hace abandonar un especial tipo de soledad. Ese consuelo es fugaz y viene a decir, “por aquí paso antes otro ser humano”. Este alivio, como digo, apenas dura un segundo, puesto que en el mundo no queda ya un mísero rincón inexplorado, sin embargo, durante ese instante, asoma una especie de fraternidad que suprime tiempo y diferencias de todo orden. Se trata de un segundo sagrado. Uno de los segundos más hermosos a los que nos concita la arquitectura del pasado y al que está llamada cada obra que se construye. 
La sorpresa de que antes hubo inteligencias y sensibilidad para tallar, construir y significar un lugar nos admira, y nos obliga luego a medirnos con ellos, con su poderío, delicadeza o herramientas. La arquitectura que aparece en un lugar impensable, en una región lejana, o en un espacio inesperado, sea en medio del desierto o de la selva, nos ofrece un instante de comunión. 
Solo la música hace posible sentir algo parecido a esa minúscula hermandad.

4 comentarios:

Liliana dijo...

La música...una pintura o dibujo, un manuscrito, nos ubican en el proceso del creador de la obra, es como un encuentro breve al doblar la esquina del tiempo.

Santiago de Molina dijo...

Gracias por tu aportación, Liliana!

Anónimo dijo...

Aguda observación, y poética.

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por tu lectura. Un saludo!!