12 de mayo de 2014

CÓMO DESTRUIR LA ARQUITECTURA


Como todo el mundo sabe basta poco más que un pico, una pala y tiempo para destruir la forma de la arquitectura. Sin embargo esta destrucción, que sería una cuestión trivial, inmediata y punible por las sociedades civilizadas de no mediar una orden de demolición y unos kilos de dinamita, traza un límite entre todas las arquitecturas: las sensibles y las blindadas ante la aniquilación.
Este hecho, radical y amenazante en apariencia, pretendería más que animar a una revuelta aniquiladora de arquitecturas peligrosas, nefastas o feas, utilizar la destrucción de un modo propositivo. Del mismo modo que operar un cadáver ha supuesto una fuente irrenunciable de enseñanzas para generaciones enteras de matasanos, destruir la arquitectura puede producir exactos beneficios para un arquitecto. Porque seccionar cuerpos ya sin vida, destripar mecanismos y destrozar vehículos es, antes que un ejercicio de nigromancia, uno de aprendizaje.
Como puede imaginarse no son pues éstas cuestiones de pura destrucción sino que requieren un necesario grado de comprensión sobre la forma sobre la que se opera. Demoler un edificio supone saber de cálculo estructural al menos tanto como para construirlo.
¿Cómo destruir la arquitectura con un mínimo de elegantes movimientos?, ¿que partes recortar, demoler y derribar para que una obra pierda lo que de más profundo posee?. ¿Cómo destrozar el Pabellón de Barcelona?, ¿bastaría un par de kilos de pintura roja sobre sus pilares metálicos para aniquilar toda su dialéctica antigravitatoria?. ¿Cómo destruir el Panteon romano?, ¿sería suficiente permitir la entrada de luz desde uno de sus ábsides para provocar una pérdida de sentido?, ¿dejaría entonces de ser una obra de arquitectura para ser simplemente una ruina?... ¿Eliminando el orden salomónico del baldaquino de Bernini, la rampa de la villa Saboya o el lateral de las escaleras de la Biblioteca Laurenciana sería suficiente para destruir su maestría y su espíritu?
En este antiproyectar de la destrucción fingida hay un aprendizaje profundo. Sublimar ese especial modo de destrucción implica proyectar. El especial desandar el camino del arquitecto que parió la obra implica un mágico descubrimiento: el de su gestación.

6 comentarios:

CUP arquitectura dijo...

Mmmm,... interesante,
Seamos pues terroistas moderados contra las formas y conservadores con el alma sin la cual un proyecto es "un sinsentido". Mi enhorabuena!

Un fuerte abrazo,
Justo

Santiago de Molina dijo...

Un fuerte abrazo, Justo. Y gracias por verlo de interés.

Libe dijo...

Hola Santiago, felicidades, los post cortitos que te llevan a la reflexión son mis preferidos.

Yo añadiría más. El conocer (constructivamente, históricamente, socialmente) hasta la saciedad el edificio sobre el que intervenir es la única manera de ponderar los valores a conservar o destruir.

Sobre formas de destruir, hay muchas. Empezando por la más inocente, la ignorancia.

Un placer leerte.

Santiago de Molina dijo...

Libe reharq, muchísimas gracias por tus palabras. Se agradecen de verdad. Un saludo

ChusdB dijo...

Santi, El quid está en que entendemos pos destruir ... ¿Cuantisima buena arquitectura no se ha "destruido" al re-obrar sobre ella? Añadiendo, quitando, modificando... Y paradójicamente cuanta buena arquitectura "nace" o se crea al hacer una intervención sensata sobre una obra anteriormente realizada.. ¿no crees?

Santiago de Molina dijo...

Exactamente, ChusdB.
Un abrazo y gracias siempre por tu aportación.