9 de octubre de 2009

SOBRE EL PROYECTAR, CON UNA OBRA DE DUCHAMP COMO METÁFORA

El juego es a la infancia, lo que la paradoja es a Duchamp: motivo de regocijo y lugar de exploración de uno mismo. La paradoja de hacer convivir lo que es y no es a la vez, parece el tema central de la mayor parte de su producción. Incluida la ajedrecística. Y resulta evidente que esa es una cuestión vedada para disciplinas como la filosofía, las matemáticas y el sentido común, que han dedicado siglos y traspiración a demostrar la imposibilidad de tales contradicciones (1).
Lo maravilloso de la puerta inventada por Duchamp en el número 11 de la Rue Larrey es que siempre permanece abierta y cerrada. Gracias a la hoja que bate sobre dos huecos siempre será una puerta accesible e inaccesible. Simultáneamente.
No obstante este juego es solo comprensible en el momento en que aparece aquí, es decir ,cuando está doblemente abierta, deshaciéndose el efecto de modo semejante a cuando se adivina el truco de un mago amateur.
También el proceso de formatividad de la arquitectura trabaja de un modo que podríamos considerar equivalente. Las presencias existentes e inexistentes del programa, del lugar, de la materia, de las normativas, de la luz y el clima... se dan simultáneamente en el proceso de la forma arquitectónica. Existen impedimentos y resistencias que obstaculizan el proyecto, y a la vez, éste se da en total libertad. Se trabaja como si se tuviese un ente autónomo entre manos, y a la vez, como si éste solo pudiese nacer y existir en perfecta dependencia de su lugar de asentamiento, de su programa, de su cliente o su normativa.
El proyectar hace posible el “nadar y guardar la ropa”. Permanecer atento y actuar con cierta distracción  sobre otros datos. Ese atento olvido como estrategia del proyectar se debe a la necesidad de resolver la imposibilidad empírica de permanecer concentrado, sincrónicamente, en la total complejidad de su proceso de generación.
No es fácil aprender a convivir con esas contradicciones al principio de la formación, y a explotarlas con gusto después, haciendo de esa forma de trabajo un modo de ver emerger, no sin esfuerzo, los atributos de la obra de arquitectura.
En definitiva, también ella está presente y ausente en la cultura y la vida de los hombres.
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(1) No para la física, desde la aparición de la paradoja del gato de Schrödinger y de la hipótesis de De Broglie

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