28 de enero de 2013

AUMENTAR

Las recetas para producir imágenes de arquitectura no han requerido nunca de imaginación a raudales. Sin ir más lejos, el agigantar un objeto de la vida cotidiana ha hecho de lo ordinario la principal fuente de cientos de gloriosas transmutaciones, reflexiones imprescindibles y escándalos no menores: la celebérrima columna de Adolf Loos para el Chicago Tribune, todo el trabajo de Oldemburg o los viajes de Gulliver, han contemplado el universo desde la posibilidad de un constante cambio de tamaño como fuente de sorpresas, riqueza plástica y pensamiento.
El agigantar, como su contrario el reducir, nos ofrecen un universo de imágenes, bien que bajo dos condicionantes irrenunciables: primero, saber que solo se trata de imágenes, y nada más que imágenes. En segundo lugar, y como ya apuntaba hace unos siglos Galileo con sus estudios óseos, saber que existen límites mecánicos a partir de los cuales todo gigante colapsa. Es decir, que el limite no es de tamaño sino de esfuerzos.
A estas dos condiciones Koolhaas añadió hace ya años su corolario, "Bigness": a partir de un aumento excesivo de tamaño, una sola idea de arquitectura no basta para lograr la congruencia de todas las partes.
De sobresaltar esas condiciones y su corolario, los aumentos pueden acabar resultando anómalos y carentes de garbo. Porque la arquitectura, entre otras dolencias, también puede sufrir de apendicitis, o de aumentos irrecuperables. Se ve en las obras del Brutalismo menos logrado, en el Gehry más excesivo o de mucha de la penúltima y reciente arquitectura del espectáculo holandesa. Donde, por cierto todo gigantismo termina en metástasis.
Por cierto, como otro tipo aumentos que, a base de ampliar y siliconarse, acaban demasiado lejos. Es decir, terriblemente insignificantes. Minúsculos y deformes. Entonces aparece su límite inferior: la pequeñez de lo grande.

2 comentarios:

acota-t dijo...

Cuando se habla de "aumentos" siempre conviene puntualizar que un aumento exacerbado de la arquitectura y de los espacios que genera puede hacernos parecer demasiado pequeños, cuando realmente lo importante en la arquitectura son las personas que la habitan.
Quizás el concepto opuesto, sin llegar a caer en la radicalidad "€/m2" de los promotores podría ser más adecuada al individuo.

Curiosamente, ¿quién no puede decir que tiene un espacio en su casa donde le guste estar? Normalmente, este espacio suele ser pequeño, íntimo, pues es donde nos sentimos más a gusto, ahondando en nuestros sentimientos y personalidad interna.

¿Pequeño? No, únicamente los espacios en su justa medida.

Santiago de Molina dijo...

acota-t,

Lo pequeño es hermoso.Y lo grande una fuente de sorpresas.

Gracias por tu comentario y un saludo !!