12 de octubre de 2025

PONER DISTANCIA

En arquitectura, la separación entre dos ciudades pertenece a la misma categoría de problemas que el intercolumnio entre los soportes de un templo. La distancia entre dos edificios o entre dos materiales es el fundamento de esta disciplina entendida como vacío cualificado y, a la vez, el lugar donde se otorga la mayor carga significante a una obra. El aislamiento de una ventana hace depender su efectividad de la distancia entre sus paños de vidrio: el de una cubierta de sus tabiques palomeros, o el de un suelo ventilado mediante esos alzadores llamados plots. En ese universo de guardar las distancias precisas, pocas veces se interpone el relleno con algo sólido, sino que la mayor parte de las veces esa distancia es simple aire. Sin embargo, es en la escala de los detalles constructivos cuando los elementos separadores se vuelven algo tangible.
Entre unos materiales y otros conviene que se interponga distancia para evitar la transmisión de frío, ruido o humedad. En otras ocasiones, simplemente, los separadores tienen el mismo objetivo que un árbitro entre dos boxeadores. Esa es precisamente la esencia de unas pequeñas piezas, de materias y formas variopintas, que sirven para separar ancestralmente la armadura de un muro de hormigón del exterior. El acero, como es sabido, guarda malas relaciones con el aire y la humedad, y para que quede embebido, a una distancia que ronda los tres centímetros, se mantiene separado durante el proceso de vertido del hormigón y de fraguado por medio de pequeñas piezas con formas que van desde las vértebras y las tabas a simples pinzas de tender la ropa.
Cuesta reconocer la importancia de esas distancias de la arquitectura que no son, como sucede en otras ocasiones, de pura cortesía, como en las juntas, sino de verdadera seguridad. Los separadores, dispuestos con el exacto ritmo militar con que lo harían las fuerzas de interposición en un conflicto bélico, garantizan que todo esté a la distancia adecuada, mientras que su humilde presencia quedará oculta una vez que la masa de hormigón se haya petrificado, dejándolos en el seno del muro como una piedra más (pero una fundacional).  
 
In architecture, the separation between two cities belongs to the same category of problems as the intercolumniation between the supports of a temple. The distance between two buildings or between two materials is the foundation of this discipline understood as a qualified void, and at the same time, the place where a work receives its greatest symbolic weight. The isolation of a window depends on the distance between its panes of glass: that of a roof on its tabique palomero walls, or that of a ventilated floor on those little pedestals called plots. In this universe of keeping precise distances, the gap is rarely filled with anything solid. Most of the time, that distance is simply air. Yet it is at the scale of construction details where separating elements become something tangible.
Between one material and another, it is wise to insert distance to prevent the transmission of cold, noise, or moisture. At other times, separators serve the same purpose as a referee between two boxers. That is precisely the essence of those small pieces, made of various materials and shapes, that have long been used to keep the steel reinforcement of a concrete wall away from the outside. Steel, as is well known, maintains a bad relationship with air and moisture. To keep it embedded at a distance of roughly three centimeters, it is held apart during the pouring and setting of the concrete by small objects whose shapes range from vertebrae and knucklebones to simple clothespins.
It is easy to overlook the importance of those architectural distances that are not, as in other cases, mere gestures of courtesy —as in expansion joints— but matters of real safety. Separators, laid out with the exact military rhythm of peacekeeping forces in a conflict, ensure that everything remains at the proper distance, while their humble presence disappears once the mass of concrete has petrified, leaving them buried within the wall like any other stone (but a foundational one).  
 

No hay comentarios: