29 de mayo de 2017

EL PEDESTAL DEL MUNDO


Si se le da la vuelta a un pedestal, el mundo se convierte en una escultura. Esta fue la ocurrencia del siempre trasgresor Piero Manzoni en los años sesenta. Un cubo de piedra rotulado convenientemente: "Socle du monde, socle magique n.3 de Piero Manzoni, 1961, Hommage à Galileo". Con ese gesto, el mundo se convertía en una obra de arte cuya base era el aire, un aire tan etéreo e intangible como cierto. El mundo pasaba entonces a ser una obra de arte por completo y con todo su contenido. 
Sin embargo quizás Manzoni se equivocaba en algo, si se piensa, el mundo descansa sobre más pedestales que el suyo: son lo que conocemos como las obras de la arquitectura. Cuando el mundo se tambalea la arquitectura lo apuntala convenientemente. Cada nueva obra de arquitectura se convierte en un nuevo pedestal del mundo, tan sólido como el de ese conceptual cubo de piedra. 
Tanto es así que cabe pensar si no será una falacia eso de que el mundo flota en esa sopa de astros alrededor del sol gracias a la fuerza de la gravedad, sino que tal vez lo haga gracias a esos pedestales artificiales que son las obras de arquitectura. Sin la arquitectura hace tiempo que nuestro mundo se habría derrumbado hacia el fondo sideral, en una caída sin fin. 
Ese en realidad es el peligro de dejar de hacer arquitectura.

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