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11 de marzo de 2024

PASARSE DE LA RAYA

La arquitectura siempre se pasa de la raya. Por sistema. Sin remedio. Se pasa de la raya porque acaba en piedra, vidrio o acero y abandona el lenguaje gráfico de las simples líneas. Salta de los trazos de tinta, lápiz, píxeles o carbón y se transmuta en muros, suelos, techos y puertas. Ese salto olímpico, igual de maravilloso que el que se produce en algún punto del circuito que va de esos grupos de signos en negro sobre papel llamados letras, a los ojos, hasta llegar al cerebro donde se convierten en una Madame Bobary, un hidalgo manchego o en el vértigo salado de un regreso a Ítaca. Ese pasarse de la raya convertido en materia hace de las líneas seres parlantes que emergen desde una monumental rayuela sobre papel hasta ser obras hechas y derechas.
Y la arquitectura se pasa de la raya, también, porque va más allá de lo educado o de lo esperable. Se vuelve algo impertinente porque nos inquiere y urga en una específica intranquilidad.
Por eso precisamente, por las relaciones de la arquitectura con esa raya que siempre cruza, hay que cuidar mucho su cultivo. Los campesinos de rayas, es decir, los arquitectos, como ese arado romano que trazó con su grueso filo un rubicón, deben saber de las consecuencias de cruzarlas para buscar al otro lado una tierra prometida.


*Valga estas líneas para homenajear a alguien que supo bien lo que era pasarse de la raya, Ramón Masats. 
 
Architecture always crosses the line. Systematically. Inevitably. It crosses the line because it ends in stone, glass, or steel and abandons the graphic language of simple lines. It leaps from the strokes of ink, pencil, pixels, or charcoal and transmutes into walls, floors, ceilings, and doors. Such an Olympic leap, as wonderful as the one that occurs at some point in the circuit that goes from those groups of black signs on paper called letters, to the eyes, and then to the brain where they become a Madame Bobary, a Manchegan nobleman, or the salty vertigo of the waves of a return to Ithaca. That crossing of the line, transformed into matter, turns lines into speaking beings that emerge from a monumental hopscotch on paper until they become upright and complete works.
And architecture crosses the line, too, because it goes beyond what is polite or expected. It becomes somewhat audacious because it inquires and probes us in a specific restlessness.
Precisely for this reason, because of the relationships of architecture with that line that it always crosses, its cultivation must be taken care of a lot. The farmers of lines, which is to say, the architects, must know the consequences of crossing over and pursue them as if their promised land lay beyond those lines.


*May these lines serve as a tribute to someone who knew all too well what it meant to cross the line, Ramón Masats.

4 de marzo de 2024

LA RELIQUIA DEL PARTI

A no ser que tengas cerca de ochenta años y seas un vetusto arquitecto, tal vez no hayas tenido la fortuna de haber oído hablar del término “parti”-que no tiene nada que ver con la inglesa y fiestera palabra “party”-. El término, en sí, es una antigualla francesa del siglo XV que proviene de la expresión “parti pris” y que aludía a lo ya “decidido” y que iba a “permanecer”.
La culpa de no haber tratado con el parti no es tuya. Se trata de una reliquia que ha ido hundiéndose entre el polvo de los libros y que se refería a la forma en que la arquitectura venía al mundo. El nacimiento de una edificación, su embrión, podría ser descrito por el parti. Aunque generalmente el parti se ha entendido con “la idea principal” de un proyecto, va más allá porque supera lo que es un simple “concepto” o un “esquisse”, y abarca los rasgos planimétricos que contienen la fuerza motriz de la obra. El parti es pues, una trayectoria que queda atrapada en los esquemas iniciales y que toma cuerpo en el conjunto de los trazos y las trazas del edificio. Lo hermoso es que aunque aparezca en los primeros bocetos, el parti contiene el necesario impulso vital que puede reconocerse en la obra construida a través del tiempo. Por eso, pobre de aquel que aspire a restaurar un edificio sin haber entendido bien su parti.
Tras su momento de gloria en el siglo XIX, este todopoderoso fantasma dirigía la marcha de la arquitectura y de cada escuela de Beaux-Arts. Con el pensamiento del “parti” el sentido de una obra estaba garantizado. El parti legitimó a Durand y a Blondel y a la disciplina de la composición. Hoy el viejo parti se ha deformado hacia la palabra “partida”, se ha transmutado en “la idea”, o simplemente, ha desaparecido.
Sin embargo, en ocasiones, la ideología subyacente del parti, aun asoma: en Hejduk, en las plantas regidas por un esquema de cuadrados de tres por tres, en la actual repetición de habitaciones sin programa dispuestas en una retícula o cuando aparece un ligero embelesamiento geométrico en el trabajo en planta. Si es bueno hoy tratar con este fantasma es porque el parti nos recuerda que la arquitectura es más que un modelo BIM o un doble digital.
Y que siempre lo será. 
Unless you’re around eighty years old and a veteran architect, you might not have had the fortune of coming across the term "parti"—which has nothing to do with the lively English word "party". The term itself is a French relic from the 15th century, derived from the expression "parti pris", signifying what has already been "decided" and is set to "remain".
The blame for not having dealt with the parti is not yours. It is a relic that has been sinking among the dust of books and referred to the way architecture came into the world. The birth of a building, its embryo, could be described by the parti. Although generally the parti has been understood as “the main idea” of a project, it goes beyond because it surpasses what is a simple “concept” or a “sketch”, and encompasses the planimetric features that contain the driving force of the work. The parti is therefore, a trajectory that is trapped in the initial schemes and takes shape in the set of strokes and traces of the building. The beautiful thing is that although it appears in the first sketches, the parti contains the necessary vital impulse that can be recognized in the work built over time. So, poor is he who aspires to restore a building without having well understood its parti.
After its moment of glory in the 19th century, this all-powerful ghost led the march of architecture and of each Beaux-Arts school. With the thought of the “parti” the sense of a work was guaranteed. The parti legitimized Durand and Blondel and the discipline of composition. Today the old parti has deformed towards the word “partida”, it has transmuted into “the idea”, or simply, it has disappeared.
However, occasionally, the underlying ideology of the parti, still appears: in Hejduk, in the plants governed by a scheme of squares three by three, in the current repetition of rooms without program arranged in a grid or when a slight geometric enchantment appears in the work on the floor. If it is good to deal with this ghost today it is because the parti reminds us that architecture is more than a BIM model or a digital double.
And it always will be.

4 de septiembre de 2023

LA LÍNEA DE LA BELLEZA

La belleza ha cautivado al ser humano desde que lo es. De ella ha hecho depender su supervivencia como especie y la obtención del más alto placer intelectual. Visto con distancia, sorprende que algo tan inasible pero a la vez tan palpable, sea uno de los grandes temas y de los grandes misterios de la humanidad. La filosofía, la religión, la estadística, la antropología y las artes han tratado de profundizar en sus abismos con puntual éxito práctico y muy poco teórico. En este sentido, poco más lejos se ha podido llegar que la identificación entre "verdad, bondad y belleza".
Entre los intentos más románticos por capturar la esencia de la belleza podemos encontrar el de William Hogarth, destacado pintor, grabador y teórico del arte del siglo XVIII. Defendió la línea curva como el elemento fundacional de lo bello basándose en su pasión por el barroco. En su obra "The Analysis of Beauty" sostuvo que las líneas curvas tenían una cualidad dinámica y armónica que resonaba con la propia naturaleza humana. Maravillosamente, estudios recientes han encontrado un increible solape entre la forma de sus trazados y la de la biomécanica óptima que conduce a la mayoría de los partos exitosos en las mujeres. Concebir la belleza como algo instrumental, como una sombra de lo puramente darwiniano, parece reducir mucho su abismal enigma. ¿Acaso es mucho de lo más profundo que poseemos una simple derivada de lo funcional o el misterio sigue siendo insondable?
En la arquitectura contemporánea, podemos encontrar ejemplos donde la línea de belleza de Hogarth es evidente. Edificios con formas fluidas y curvas suaves capturan al turista, evocando una sensación de gracia y elegancia. O de puro horror. Ese es el problema. Ni los más sesudos estudios antropológicos, biológicos o proxémicos garantizan la belleza de la mas simple de las obras humanas. Ni un sencillo endecasílabo, ni un muro de ladrillo bien aparejado, ni acaso una ilustración de un libro infantil, pueden garantizar el roce con lo sobrehumano que alcanzan Homero, Palladio o Piranesi casi con los mismos requerimientos formales. Miles de estructuras arquitectónicas solapan sus trazados con las líneas de belleza de Hogarth, pero pueden resultar tan bellas como espeluznantes y huecas, aunque sean trazadas con idénticas curvas. Así pues, seguimos solos. Abiertos, en canal, al misterio. O acompañados, precisamente, por ese mismo misterio. 
Beauty has captivated humankind since its existence. It has depended on it for survival as a species and the attainment of the highest intellectual pleasure. From a distance, it is surprising that something so intangible yet palpable is one of the great themes and mysteries of humanity. Philosophy, religion, statistics, anthropology, and the arts have sought to delve into its abysses with practical success but little theoretical understanding. In this sense, little progress has been made beyond the identification of "truth, goodness, and beauty."
Among the most romantic attempts to capture the essence of beauty, we find that of William Hogarth, a prominent painter, engraver, and art theorist of the 18th century. He championed the curved line as its foundational element, based on his passion for the Baroque. In his work "The Analysis of Beauty," he argued that curved lines possessed a dynamic and harmonious quality that resonated with human nature itself. Astonishingly, recent studies have found an incredible overlap between the form of his designs and the optimal biomechanics that lead to most successful childbirths in women. Conceiving beauty as something instrumental, as a mere shadow of the purely Darwinian, seems to greatly diminish its profound mystery. Could it be that the deepest aspects we possess are merely a derivative of the functional, or does the conundrum remain truly inexplicable?
In contemporary architecture, we can find examples where Hogarth's line of beauty is evident. Buildings with fluid and smooth curves captivate tourists, evoking a sense of grace and elegance. Or pure horror. That's the problem. Not even the most profound anthropological, biological, or proxemic studies can guarantee the beauty of the simplest of human creations. Not a single verse of poetry, nor a well-laid brick wall, nor even an illustration in a children's book can guarantee the same transcendent experience that Homer, Palladio, or Piranesi achieved with the same formal requirements. Rocks of architectural structures are designed to carefully follow Hogarth's lines of beauty, yet they can be as beautiful as they are chilling and hollow, even when traced with identical curves. Thus, we remain alone. Exposed, dissected by the mystery. Or accompanied, precisely, by that very mystery.

7 de agosto de 2023

VIEJAS PLANTAS

Esta planta tiene mil años. Casi los mismos que la abadía de Cluny. El tiempo ha borrado su significado y se ofrece ante nosotros como un ser sin edad, fuera de todo estilo y significado. Los restos arqueológicos de Pueblo Bonito son una delicia para las redes sociales porque son hermosos por sí mismos. Estas ruinas representan una antigua estructura construida por la civilización ancestral de los Anasazi. Ubicadas en el Parque Nacional de Chaco Canyon, en Nuevo México, cualquier amante del dibujo de la arquitectura puede ver en su trazado y geometría de cuadrados anidados, cosidos con habilidad, un ejercicio plástico de primer orden. Es evidente que las formas hablan por sí mismas y que los círculos corresponden a lugares especiales y la geometría rectangular, a espacios de un orden más común. El conjunto se enrosca protegiendo esos círculos. Sin embargo, no podemos deducir mucho más porque permanecemos lejos de su uso, sus habitantes y sus costumbres reales. Las más de seiscientas habitaciones rectangulares que contiene no permiten averiguar si eran casas por sí mismas, espacios compartidos o qué tipo de ceremoniales se producían en su interior. Tampoco sabemos si el conjunto era una ciudad o solo un centro ritual. Ciegos ante estas cosas básicas a la hora de conocer algo sobre el modo cómo se habitaba, para nosotros son unas hermosas ruinas de adobe y piedra. Hay arquitecturas que sobreviven para recordarnos que precisamente es el encanto de la geometría lo que vive y vivirá más que nosotros y no el programa. Ni siquiera en las Pirámides necesitamos saber ya si eran enterramientos de faraones o calendarios celestes. 
This blueprint is a thousand years old. Almost as old as the Abbey of Cluny. Time has erased its meaning, presenting itself to us as an ageless being, devoid of any style or significance. The archaeological remains of Pueblo Bonito are a delight for social media because they are beautiful in their own right. These ruins represent an ancient structure built by the ancestral civilization of the Anasazi. Located in Chaco Canyon National Park in New Mexico, any lover of architectural drawings can see in its layout and geometry of nested squares, skillfully stitched together, a first-rate plastic exercise. It is evident that the forms speak for themselves, with circles corresponding to special places and rectangular geometry representing more common ordered spaces. The ensemble coils around, protecting those circles. However, we cannot deduce much more because we remain distant from its use, its inhabitants, and their actual customs. The over six hundred rectangular rooms do not allow us to ascertain whether they were individual houses, shared spaces, or what kind of ceremonies took place inside them. Nor do we know if the complex was a city or just a ritual center. Blind to these basic aspects of understanding how it was inhabited, for us, they are beautiful ruins of adobe and stone. There are architectures that survive to remind us that it is precisely the charm of geometry that lives on and will outlast us, not its program. We no longer even need to know if the Pyramids were burial sites for pharaohs or celestial calendars.

17 de julio de 2023

EL MISTERIO DE LAS LÍNEAS DIFUMINADAS

El clima y el paso del tiempo difuminan las líneas de la arquitectura que da gusto. Toda geometría, por muy pulida que se encuentre, bajo un metro de agua o entre la bruma de la mañana, se vuelve borrosa y cambia de dimensión. La miopía disuelve lo nítido mejor que un poderoso ácido. El tiempo, por su parte, también hace de las suyas. Mordisquea las líneas, las funde o las devora. Una esquina en un callejón acaba ancha y achaflanada por mucho que se refuerce con la dureza de la piedra. Todo se gasta y las líneas no son menos.
El caso es que las líneas al deteriorarse no se acortan, como sucede con una longaniza, sino que simplemente pierden nitidez, engordan, se arquean o se tuercen hasta, de hecho, ser más largas. Basta contemplar los peldaños gastados para subir a lo alto de las viejas iglesias o castillos para ver que la forma se difumina como si estuviese dibujada con un lapicero blandísimo y que esa línea es de mayor longitud que la recta original. Cuatro mil años de historia han hecho de las pirámides de Egipto algo menos nítido y pulido. Hoy la longitud de sus irregulares aristas es mayor que nunca gracias al repliegue e indefinición fruto de su desgaste.
Existen los fenómenos paranormales de lo infraordinario, y esa secreta elongación, es uno de los más hermosos.
Climate and the course of time blur the lines of architecture pleasantly. No matter how polished the geometry may be, under a meter of water or in the morning mist, it becomes hazy and changes dimensions. Myopia dissolves sharpness better than a powerful acid. Time, on the other hand, has its own way. It nibbles at the lines, melting them or devouring them. A corner in an alley ends up broad and chamfered no matter how reinforced it may be with hard stone. Everything wears down, and lines are no exception.
The thing is, as the lines deteriorate, they don't shorten like a sausage does; instead, they simply lose their sharpness, grow thicker, bend, or twist until they actually become longer. Just take a look at the worn steps leading to the top of old churches or castles, and you'll see that the shape fades as if it were drawn with an extremely soft pencil, and that line is longer than the original straight line. Four thousand years of history have made the Egyptian pyramids less sharp and polished. Today, the length of their irregular edges is greater than ever, thanks to the folding and indistinctness resulting from their wear and tear.
There are paranormal phenomena of the infraordinary, and that secret elongation is one of the most beautiful.

8 de mayo de 2023

CUATRO PIEDRAS BIEN PUESTAS

Dibujar piedras no es una tarea fácil. Ni pintores ni dibujantes expertos logran dotarlas de la debida verosimilitud. Y menos aun los arquitectos. De hecho, estos se tropiezan con esta dificultad cada vez que trabajan en acantilados y terrenos escarpados y se ven obligados a representar su irregularidad y dureza junto a sus edificios. El problema, común por lo demás, es el de la naturalidad. A la mínima salen unos contornos irreconocibles o unos moluscos de lo menos sólido. A la mínima sale un edificio apoyado en una castaña.
La famosísima casa de la Cascada, que se apoya en roca antes que en un chorro de agua al menos representaba esas rocas como tales. Pero la casa que Niemeyer construyó sobre una roca como un altar, más que una roca era un rectángulo gordo con forma de habitación. Y eso por no decir nada de los dibujos de Adalberto Libera para la casa Malaparte, que ni son acantilados ni nada que se le parezca... En fin. El listado de tantos y tantos ejemplos son la prueba palpable de esta dificultad invisible.
Los dibujantes habilidosos de rocas son los menos, y pasan, como decíamos, por Wright, también por Alvar Aalto, que como todos los amantes de la naturaleza, también lo eran de sus peñascos. De hecho, a Aalto le bastaban cuatro cosas para lograrlo. Y como muestra estas cuatro rocas que servían de cimentación a la cabaña de su casa en Muraatsalo. Estas cuatro piedras, apenas un contorno y una cota, forman un archipiélago resonante. Y recuerdan, mucho, a otro archipiélago de quince rocas erigido en el templo de Ryōan-ji, en Kyoto, en el que no es posible contemplar las quince a la vez porque siempre una de ellas se convierte en un obstáculo visual de otra. Misterioso ejemplo, las rocas son metáforas de montañas, de la vida y de las propias metáforas. Por eso su manera de representarlas debiera avanzar el proyecto que vendrá sobre ellas. 
Drawing stones is not an easy task. Neither painters nor expert draftsmen manage to give them the necessary realism. And even less so for architects. In fact, they stumble upon this difficulty every time they work on cliffs and steep terrain and are forced to represent their irregularity and hardness alongside their buildings. The problem, which is common, is that of naturalness. At the slightest mistake, unrecognizable contours or the least solid mollusks come out. At the slightest mistake, a building resting on a chestnut comes out.
The famous Fallingwater house, which rests on a rock more than a waterfall, at least represented those rocks as such. But the house that Niemeyer built on a rock like an altar, rather than a rock, was the drawing of a fat rectangle shaped like a room. And that's not to mention the drawings of Adalberto Libera for the Malaparte house, which are neither cliffs nor anything like them... In short, the list of so many examples is tangible proof of this invisible difficulty.
Skilled rock drawers are few and far between, and as we said, they include Wright and also Alvar Aalto, who, like all nature lovers, also loved his boulders. In fact, Aalto only needed four things to achieve it. And as an example, these four rocks that served as the foundation for the cabin of his house in Muraatsalo. These four stones, barely a contour and a height, form a resonant archipelago. And it is reminiscent, a lot, of another archipelago of fifteen rocks erected in the temple of Ryōan-ji, in Kyoto, in which it is not possible to contemplate all fifteen at once because one of them always becomes a visual obstacle to another. A mysterious example, rocks are metaphors for mountains, life, and the very metaphors themselves.
That is why their way of representing them should advance the project that will come over them.

7 de noviembre de 2022

CÓMO HACER UN BUEN "PLANO DE EMPLAZAMIENTO"


Un plano de emplazamiento no es un documento al que le basta con una simple X para localizar el proyecto, una flecha marcando el norte y un par de decenas de curvas de nivel. Desde luego debe permitir explicar la localización, y también los colores de la vegetación durante el transcurso de las estaciones, los recorridos de quienes por allí cruzan de modo ocasional las tardes de domingo, las huellas de las construcciones olvidadas, los cursos del agua que caen por las pendientes formando remolinos tras la lluvia, los huesos enterrados bajo su suelo, el viento, sus costumbres y cambios de dirección así como las de sus habitantes nocturnos, el rocío matinal, la contaminación, los gatos y los insectos que ahora lo consideran su hogar, la claridad con la que se ven desde allí las estrellas, etc...
Para hacer un plano de emplazamiento ayuda saber que se trata del sumatorio de las capas que constituyen un sitio y las relaciones que éste establece con el proyecto, y que, por tanto, no puede dibujarse fielmente. Es decir, no hay plano de emplazamiento sin renuncia. Hay que renunciar a los gatos, o las estrellas. Aunque sean precisamente los datos omitidos quienes mejor pueden revelar su verdadero sentido...
Todo este fárrago previo es más fácil de entender si se estudia el ejemplo de la imagen y su tema. La niebla entre los árboles, sabiamente representada por Hasegawa Tohaku a finales del siglo XVI, no existe como tal. De hecho, no aparece gracias a capas y veladuras de pintura blanca como haría el más habilidoso de los pintores occidentales del Renacimiento. Se muestra indirectamente gracias a la maravillosa disolución de los trazos de la tinta negra que representan los pinos. La niebla no es lo que se pinta, sino una ausencia.
Para que un plano de emplazamiento pueda considerarse bueno, en realidad, no hay que hacer otra cosa que eso.

24 de octubre de 2022

EN ARQUITECTURA NO HAY LÍNEAS SOLITARIAS


Las líneas de la arquitectura, como los huevos fritos o los calcetines, siempre van en pareja. "Recuerden", decía Matisse, "que una línea no puede existir sola; siempre lleva consigo una acompañante". Esa línea, en ocasiones olvidada (cuando se es muy joven), puede ser suprimida en el dibujo de madurez, cuando se aspira a simplificar y se entiende que toda representación es una mera abstracción. Es decir, cuando verdaderamente se sabe que toda línea, son dos. 
Dicho de otro modo, ningún arquitecto puede construir nada con líneas impares: no puede proyectarse ninguna arquitectura si no es con trazos que signifiquen volúmenes. Por eso, benditas esas parejas de trazos que a veces corren en paralelo y a veces bailan, dejando un espacio intermedio que no tiene por que ser siempre regular. Que retratan las dos caras de un cuerpo de tres dimensiones, por mucho que sea fino como un papel o grueso como los muros de un castillo. Benditas esas líneas mellizas, que dan cuerpo y construyen la arquitectura antes de construirse.

16 de mayo de 2022

BAJO EL PLANO DE EMPLAZAMIENTO

Al contrario de lo que se cree, el plano de emplazamiento (o si se quiere, de situación) no sirve para localizar una obra de arquitectura como hace, por ejemplo, un mapa del tesoro o la chincheta bermeja empleada por Google para marcar un lugar sobre una pantalla. Principalmente porque aspira a mucho más que a señalar el simple punto de llegada de un recorrido. 
Este documento encuentra vínculos, señala analogías y da pistas sobre el sentido del contexto en el que se da una obra. En el plano de emplazamiento estamos llamados a ver el sol y sus sombras. Leemos las inminentes relaciones del proyecto con su lugar nutricio. Al igual que un roble no crece igual en una maceta que en lo alto de una colina, este documento habla de las condiciones de esas raíces y ese suelo, de la escorrentía del agua, y, si se le presta atención, incluso de las huellas del pasado
La íntima aspiración de un plano de situación no se encuentra en describir un solar vacío o un espacio disponible, sino, más bien, en hacer visibles las razones por las que un espacio no es ya ni un No-lugar ni un Terrain Vague. Porque si se da un verdadero plano de emplazamiento, desaparece la vaguedad o la indefinición de un lugar. 
En resumen y aunque parezca una paradoja, el plano de emplazamiento nunca lo es. Posee espesor. Carece de planitud. Si se pudiese ver la sección de ese “plano”, o mejor, bajo él, su envés, veríamos canalizaciones y conexiones latentes como venas o vasos capilares en lugar de la superficie blanca e insulsa del resto de los planos
Dejemos pues de llamar a este importante documento de ese modo porque las obras en él, se “enclavan”, se "anclan" o se “enraízan” por algo.

2 de mayo de 2022

LA ARQUITECTURA IMPOSIBLE


¿En qué momento la arquitectura imposible dejó de serlo? Hoy lo imposible es un epíteto. Ya no es siquiera una añorada frontera a partir de la cual los arquitectos sabían que entraban en el provechoso mundo de la utopía. Sin embargo en la actualidad vemos como lo imposible ha renunciado incluso a uno de sus terrenos preferidos históricamente, el de la construcción en altura. En la erección de rascacielos, los límites se desbordan cada poco tiempo, y otro nuevo imposible vertical se rebasa olímpicamente cada mes. Lo imposible hacia arriba se ha vuelto algo difícil. Pero solo ligeramente difícil. 
Lo imposible se ha degradado hasta ponerse al alcance de cualquiera. Por muy forofo que se sea de las arquitecturas utópicas, por mucho que se sea fan de Filip Dujardin y lo que él califica como su familia de “arquitecturas imposibles”, por mucho que aun enamoren las distopías de Alexander Brodsky e Ilya Utkin, lo imposible apenas goza hoy de tan alta consideración como la que tuvo Piranesi gracias a imposibles que de verdad lo eran. 
En la actualidad la arquitectura imposible está confinada a los límites de la imagen y no como antaño, cuando aparecía gracias al arriesgado alarde estructural o a la intención de engendrar pesadillas por medio de sugerentes arquitecturas de papel. Hoy acariciar el ángel de lo imposible es un hecho popular y barato gracias al inquietante y creciente realismo que ofrecen las infografías. No obstante hay que señalar que esos imposibles de saldo, solo lo son por un segundo. Aparecen después de unos breves instantes, tras reenfocar la mirada, en dos tiempos. Justo cuando comenzamos a decirnos a nosotros mismos, un poco avergonzados por haber caído de nuevo en la trampa: "Eso no puede ser verdad". "Espera, un momento"... "¡Oh no!, otro maldito fotomontaje".

25 de octubre de 2021

LÍNEAS NEGRAS Y OPACAS

 


Para una gran mayoría de personas basta con una retícula de gruesas rayas negras para constituir un vecindario. Las líneas negras son los límites invisibles de la propiedad horizontal para los notarios y el catastro. 
Pero en nuestra experiencia cotidiana sabemos que esas líneas negras no son tan negras ni opacas como parecen. En realidad para los olores de guisos o tabaco, para la radio encendida a todo volumen o las carreras por los pasillos, se comportan más bien como imperfectas líneas de trazos. Las que separan un cuarto de la ciudad dejan pasar el frío y el estruendo del tráfico y sus atascos, las horizontales separan a duras penas el taconeo trasnochado o la fiesta de cumpleaños del vecino y las verticales apenas amortiguan la discusión de los próximos vecinos divorciados…
Sin embargo aquí no hay nada de eso. La vida demuestra que esas líneas negras de la arquitectura son más irregulares, frágiles e inciertas de lo que aparece en cualquier plano. Nadie percibe el grosor de estas líneas en la vida diaria y un simple dibujo, un corte, tampoco permite tomar consciencia de sus cualidades y menos si, como aquí, su interior permanece vacío. 
El vecindario desalojado, propio de una escenografía para “La vida instrucciones de uso”, y que es el bien conocido del 13 Rue del Percebe, no es nada. Su mudez es debida a la ausencia de conflictos y en ese contexto esas gruesas líneas negras son menos que nada. Lo cual es significativo: solo aparece un verdadero proyecto de arquitectura cuando se logra que esos trazos muestren su imperfección y porosidad. Solo aparece la arquitectura cuando late, entre ellos, la vida.

20 de septiembre de 2021

SIMETRÍA Y SALFUMÁN

La obtención de la forma moderna debe más al hundir en el ácido de la abstracción y de la asimetría las formas del pasado, que al funcionalismo y al hormigón juntos. Sumergir un par de días en ese líquido corrosivo cualquier arquitectura garantizaba su completa desinfección ornamental. Bajo un líquido semejante, las acroteras, canecillos y angelotes se desprendían de los muros como la carne de los huesos en un cadáver. Ciertamente la agresiva combinación dejaba un embarazoso olor a salfumán pero, a cambio, lo rancio quedaba completamente erradicado. 
Los químicos saben bien de los devastadores efectos de no manejar con precaución el ácido y sus disoluciones. No sucedió lo mismo con los arquitectos modernos encumbrados en esa nueva alquimia de la limpieza. 
Que Mies van der Rohe, por ejemplo, manipulase aquellas sustancias corrosivas sin precaución era jugarse demasiado. Sobre todo para los ojos. Y que en la necesaria proporción entre abstracción y  asimetría, se prescindiera además de este último componente era tontear con fuego...
La asimetría sin el equilibrio que brinda la abstracción resulta un potente explosivo. ¿Acaso el paso del tiempo no carcome la forma de un modo semejante? ¿Acaso la simetría no es un procedimiento netamente clasicista? En “Complejidad y Contradicción”, Robert Venturi se encargó de subrayar los simpáticos efectos de la exacta compensación entre las partes que brindaba la simetría. Pero es que la empleada por Mies le hacía más posmoderno que el mismo Venturi. Las plantas de los edificios americanos de Mies, desde los construidos a los proyectados, el Crown Hall, muchos de los del campus del IIT, incluso la Galería Nacional de Berlín suponen una bofetada a la moderna asimetría. 
¿Por qué calificar entonces a Mies como un arquitecto moderno? ¿Solo por su abstracta sencillez? ¿Solo por el uso del vidrio y el acero? 

30 de agosto de 2021

DIBUJOS DE VERDAD

 


Sobre la disciplina del dibujo pesa una maldición: todo lo vuelve verosímil gracias a coagular el mundo ante la mirada. Eso sí, no todo lo dibujado llega a ser un dibujo. El dibujo, el de verdad, tiene su razón de ser detrás de los trazos y no se conforma con la pura imitación de la realidad, en un tontorrón equilibrio compositivo o en una ensoñación que toma cuerpo. 
Sabemos que nos encontramos ante un verdadero dibujo cuando sus líneas provocan algo semejante a un hormigueo mental, un vértigo o un desajuste en la mirada. Hay veces que incluso conjugan todas esas vertientes. 
En este caso el dibujo contiene una enorme dosis de verdad aunque esté sembrado con lo imposible, fachadas que son suelos, pisas y huellas que son lo mismo... Saul Steinberg, filósofo del dibujo, se pasó toda la vida a la búsqueda de ese tipo de pellizcos. Y con él, y por mucho que fuese de otro modo, Leonardo, Rubens y Durero
El dibujo, en todas sus formatos e intenciones, si no persigue eso, retorcer el mundo, exprimir su trasdós, no merece la pena (salvo como ejercicio gimnástico). Y poco importa que eso sea con lápiz, ceros y unos o sangre. 
Sobre todo esto deberían estar bien avisados, especialmente, los arquitectos.

26 de abril de 2021

ESTO NO ES ARQUITECTURA



En Mantua, en la casa de un viejo arquitecto, hay dos columnas depositadas como joyas a ambos lados de la fachada. No son parte de la arquitectura de la casa como tal, sino más bien un misterioso añadido. Una es una demostración canónica de proporción, buen gusto vitruviano y precisión constructiva. La otra es, como mucho, su libro de instrucciones. 
El arquitecto, Giovani Battista Bertani, hizo en su propia casa algo más que un ejercicio de pura erudición. Como buen heredero de Giulio Romano, Bertani es un salvaje que se acerca con ese dibujo en piedra a Venturi y a René Magritte con su “esto no es una pipa”. 
Efectivamente y por mucho que un dibujo de una columna se represente con una precisión exquisita, aquella silueta no era una columna. La columna era la otra, la construida. Por mucho que el dibujo se trazase sobre la misma piedra y a la misma escala que la columna “real”, no podría llamarse así… ¿Qué sucedió en las mentes del siglo XVI para que el recién conquistado dibujo aguantase un descrédito semejante? ¿Qué sucedió para que un tratado de proporción saliese a la calle? 
La arquitectura ha soportado sobre sus paredes y desde tiempos inmemoriales la memoria gráfica de sus habitantes. Carteles, pinturas y grafittis ocuparon los muros romanos como soporte de una imparable semiótica urbana, tanto culta como popular. Las catedrales góticas por medio de su historiada piedra esculpida eran un decidido instrumento de pedagogía. Sin embargo el hablar de arquitectura y de tratadística en plena calle era mucho hasta para un italiano culto del siglo XVI. 
Aquella columna, raída ya por los pises de los perros y los siglos, se conserva para todo turista distraído que se pasee por Mantua, sin embargo no es un mal recordatorio de problemas con los que la profesión de arquitecto está aun obligada a convivir. Un dibujo no es arquitectura, sigue vociferando allí Bertani; tan solo es un libro de instrucciones. A quien quiera oírle, claro.

30 de noviembre de 2020

SE DIBUJA EN HORIZONTAL

 

He tardado más de veinte años en entender lo que significaba un texto de Alvar Aalto llamado “La mesa blanca”. No escribió demasiado Aalto, la verdad, y además sus textos no es que fuesen especialmente iluminadores (al menos en comparación con lo que lo es su obra). Otro era el de “la trucha y el torrente de la montaña”. En fin. No es que fueran precisamente tratados de metafísica. En ese texto sobre la mesa blanca relataba una vivencia infantil nada especial: el correteo bajo las patas de una inmenso tablero empleado por en el despacho de su padre, ingeniero, donde se trazaban inmensos planos de territorios aún más inmensos. Tonto de mi. Se me pasó durante demasiado tiempo el profundo significado de ese tablero. 
Se dibuja en horizontal
Esa horizontalidad intrínseca del dibujo repercute en el proyectar pero sobre todo resulta consustancial a este acto y a esta profesión. Walter Benjamin en un texto muy poco valorado, dice que el dibujar tiene un enraizamiento mítico en esa superficie. (Una superficie también compartida por el escribir). Sin embargo la pintura se trae al mundo y se exhibe en vertical y hunde sus orígenes en la misma frontalidad corporal de quien la realiza. Lascaux o las Meninas son ejemplos memorables de ese “tú” que representa la pintura como ser erguido. Mientras que el dibujo, por mucho que los de Rembrandt o Leonardo aguanten dignamente esa postura, requieren de la ontológica presencia del horizonte. (Por eso resulta tan tiernamente ridículo el ver colgados los dibujos de los niños sobre una pared) 
Todo esto, que podrían ser elucubraciones de un simple lunes, tiene directas repercusiones en el modo en que se entiende la arquitectura y su modo de proceder. Se proyecta en horizontal y debe hacerse sabiendo que eso implica hacerlo de abajo hacia arriba y por acumulación. Que el arquitecto hace sagradas rayuelas. Y que eso implica un inevitable dolor de riñones.
Por eso conviene cuidarse mucho de encontrarse con esos arquitectos que proyectan en vertical. Ni más ni menos porque son unos pintamonas. Frente a esos, está Aalto para recordarnos que ser un arquitecto implica hacer de esa mesa algo cada vez mayor: “La mesa blanca de mi niñez era grande; ha continuado creciendo y sobre ella he realizado el trabajo de mi vida”…

15 de junio de 2020

EL DEGRADANTE DEGRADADO


En algún aciago momento, en un despacho, o ante el teclado de un programador informático surgió una idea fija que ha martirizado a toda una profesión. Una idea pérfida, irreal, y por tanto ajena a la construcción, a la luz y a la experiencia cotidiana: el degradante degradado.
Un efecto que hasta entonces pertenecía al dominio de la naturaleza, se coló en millones de pantallas retroiluminadas animando las presentaciones y los dibujos de otros tantos millones de  adolescentes. Sin embargo el degradado no es un efecto óptico de la realidad diaria, sino que es fruto del desgaste o de la óptica. El degradado, que no debe confundirse con el difuminado con el que los miopes disfrutan el mundo, o el que ofrece la bruma, es un efecto puramente marino o del horizonte. A pesar de que el mar y el cielo no son igual de azules.
El degradado resulta degradante para el dibujo y su significado, porque en manos inexpertas acaba haciendo de una superficie plana, un cilindro. Pero los efectos tornasolados mejor dejárselos a los fabricantes de coches y sus pinturas metalizadas, a las alas de las mariposas y a las manchas de petroleo accidentales y levemente mágicas de las gasolineras.
Solo al arte y a los viejos arquitectos de más de una cincuentena de años de profesión debería otorgárseles la licencia de uso del degradado que ofrecen los programas de dibujo. Jean Nouvel entre ellos. De hecho éste último ha hecho del esfuerzo de construir el degradado su religión particular. 
Puede que la culpa de todo fuese de Mark Rothko que nos enseñó que dentro de casa se puede tener un hermoso y carísimo horizonte degradado y desde entonces su popularización se haya extendido como un virus de interiores por obra y gracia de Autocad, Archicad o el Paint de turno... O puede que lo degradante sea no saber utilizarlo con cierto arte.

6 de abril de 2020

EL LABERINTO PERFECTO



A menudo se cree - los prejuicios así lo dictan - que el laberinto es la más intrincada de las geometrías. Pero Borges demostró que los peores son los basados en la uniformidad sin fin. De entre ellos, el desierto es el más letal. 
Así que, y puestos a encerrar a un Minotauro, a un enemigo, o incluso a proteger un secreto, cabe pensar en mejores disposiciones que las basadas en la complicación formal. (Esto se debe a que junto con el laberinto siempre está el tramposo o el inteligente de turno, que logrará escabullirse de sus enredos y peligros y encontrará finalmente la puerta). ¿Qué sitios, pues, no tienen salida (sin contar, momentáneamente, con la casa)? 
El filólogo Miguel Ángel Arcas dice que “de un laberinto se sale. De una línea recta, no". Paul Klee, define la línea como una flecha que posee timón. Deshagamos a machetazos el timón y se convertirá en la cárcel más terrible. 
La línea es una celda eterna para aquel que la habita. Un punto profundo, un pasillo infinitamente puntiagudo y estrecho que no cambia de dirección y cuyos dos extremos permanecen siempre a la misma distancia del prisionero, por mucho que éste corra hacia alguno de ellos, es un invento diabólico… 
Los arquitectos dibujan a diario miles de estas líneas aparentemente inofensivas. Las trazan con grosores variados, representando con ello paredes, muebles o simples proyecciones, pero se olvidan de imaginarlas por dentro. Allí son más peligrosas de lo que parecen. De hecho, encierran miles de minotauros desesperados.
Menos mal que habitamos casas y no líneas. Aunque no salgamos de ellas. Por ahora. 

13 de enero de 2020

MIRAR A TRAVÉS DE UN LÁPIZ


“Hay una inmensa diferencia entre ver una cosa sin el lápiz en la mano y dibujándola. O más bien son dos cosas muy diferentes las que se ven”, dice Valéry. En realidad las cosas son diferentes precisamente cuando se miran a través de un lápiz
Sabemos que incluso el objeto más familiar se vuelve otro cuando se dedica uno a dibujarlo. Sin embargo el mirar a través del lápiz es como mirar a través de las cosas. Ese ya es buen motivo para emplear el dibujo aunque sea como una metáfora de una forma de apropiación de la realidad concentrada. Desde luego mirar cómo se dibuja es un modo de hacerse inmune a la velocidad contemporánea.
Dibujar para ver implica, en primera instancia, querer ver. El mirar deliberadamente importa porque consigue desentrañar, desvelar y seleccionar lo importante de lo superfluo. Mirar a través del dibujo es, por tanto, destilar la mirada
Por eso me gusta tanto este dibujo de Leonardo. Es el de alguien que mira concentrado y emplea el dibujo para ver lo invisible. Para ralentizarlo. A primera vista es una más de sus páginas delicadamente trazadas, un estudio sobre los fluidos y sus vórtices y fuerzas. Pero la interferencia de esos volúmenes en el agua se vuelve metáfora del mirar. Vemos el agua por el obstáculo injertado en su corriente. Igual, exactamente igual, que sucede con un lapicero y el fluido de la mirada. Es, pues, un retrato de una forma de mirar. No es ni siquiera un dibujo de Leonardo sino de un mirar específico. Si somos capaces de distinguir inmediatamente una radiografía por su forma, este dibujo de Leonardo es el del propio lapicero dibujándonos. El lapicero ve. Porque el lápiz es una máquina perfecta para la mirada, para mirarnos. Mucho mejor que unas gafas, una lupa y un microscopio. O un espejo.

2 de septiembre de 2019

EL PAPEL Y EL LAPIZ NUNCA SE TOCAN


Los físicos dicen que el papel y el lápiz nunca se tocan. El papel se queda a una distancia del grafito del orden de 10-5 centímetros. No es poca distancia porque los átomos son todavía diez veces menores.  
Ese negro polen, como lo llama Bachelard, queda flotando en una nube, solo ligeramente agarrado a la superficie irregular y volcánica que debe ser el papel a la astronómica escala de lo pequeño (1). Sobre esa distancia del orden de la diezmilésima de milímetro suceden cosas que no vemos y que pertenecen al mundo de las ideas. Pero el mero hecho de pensar que no hay una imbricación real entre el negro y el blanco abre un abismo al pensamiento de lo que es un dibujo. Porque si el carbón del lapicero y el papel no constituyen una unidad, al menos en nuestra mente, podemos temer incluso su posible divorcio. ¿Qué sucedería si de improviso el polvo acumulado de grafito vertido en la historia del hombre decidiese despegarse de los papeles que levemente les sostienen? Como mariposas negras esas nubes quedarían flotando y ya no tendríamos los restos de las ideas, ni acaso las sombras corporales de sus autores, sean de Giotto, de Mies Van der Rohe, o de nuestros seres queridos…
Solo el pensarlo asusta. Mejor seguir creyendo que nada hay tan sólido como esa unión entre el negro y el blanco en el que se fundaba el hacer del viejo arquitecto. Y que la memoria de lo trazado permanecerá más tiempo que nuestra propia vida. O al menos, más que lo dibujado con los aún más frágiles y etéreos ceros y unos.

(1) Bachelard, Gaston: «Materia y mano», en El derecho de soñar, Madrid: F.C.E., 1985, pp.71.

26 de febrero de 2018

LA RECTITUD DEL ESTILÓBATO


A finales de verano de 1911, durante tres semanas, Le Corbusier realizó un peregrinaje diario a la Acrópolis a contemplar el Partenón. Allí realizó numerosos apuntes. Dibujó sus proporciones, midió su tamaño y los efectos de sus escorzos. Se dejó impresionar por un edificio que había marcado la historia de la arquitectura durante más de dos mil años. Entre los dibujos realizados, dos son prácticamente iguales, y no dejan de llamar la atención. Son el retrato de las columnas de mármol llegando al estilóbato en las fachadas este y oeste del Partenón. 
Los peldaños grandiosos y de escala desmesurada de ese templo están curvados hacia sus bordes para compensar el efecto óptico que tendía a combar esa línea en dirección contraria. Una famosa corrección que permitía verlos horizontales cuando se contemplan a distancia y que ha sido la fuente de hermosas leyendas sobre el conocimiento y finura de los griegos sobre el funcionamiento del ojo. Le Corbusier no podía ignorarlo, no podía no verlo y dejar constancia de ello en aquellos dibujos. Aunque le hubiese parecido mucho más hermosa la explicación de esa curvatura como el simple y natural desagüe de la gran superficie de suelo por motivos funcionales, con ese encuadre la curva era imposible de obviar. 
Aquellos peldaños fueron retratados por el pintor suizo como exquisitas líneas horizontales, puras, cuya única función era la de oponerse a las verticales de las columnas. Ni siquiera esos peldaños eran el instrumento para domesticar el suelo irregular y convertirlo en un suelo civilizado sino un mecanismo plástico de contraste. 
Gracias a esas dos imágenes podemos aún imaginarnos a un Le Corbusier sentado en escorzo, incómodo, acalorado en el agosto griego, buscando la posición de la libreta predominante y preguntándose ¿Dónde se esconde el secreto equilibrio del Partenón? Y dibujar esas oposiciones binarias de tonos rojos y azules, y dudar si girar nuevamente la libreta. 
Aún hoy esos peldaños monumentales y las columnas siguen siendo lanzados hacia nosotros como un conjunto indisociable. No existe verticalidad en el templo sin la horizontalidad ficticia de esas escaleras curvas y paradójicas que Le Corbusier se empeñó en dibujar rectas y cartesianas.

PS: seguiremos con las escaleras más adelante... Por ahora, tomémonos un descanso y comencemos una nueva serie.