8 de febrero de 2010

LA ACTUALIDAD DEL BRUTALISMO



El término “brutalismo” se lo sacó de la manga Reyner Banham para definir una corriente de obras inexplicables, toscas y desaliñadas entre las décadas de los 50 y finales de los 60 del siglo pasado. La obra brutalista hacía empleo de materiales cuya expresividad era mostrada con el fingido desprecio con que lo haría un dandy. De ese modo el material se volvió objeto, y se puso sobre la mesa uno de los mayores conflictos de la arquitectura blanca y depurada del movimiento moderno.
Curiosamente quien puso en práctica el brutalismo fue quien más arquitectura blanca y depurada había generado: Le Corbusier. Y por supuesto, y como siempre, no se quedó solo. Rápidamente, y pasando del hormigón a otros materiales, le siguieron selectas minorías, degenerando de nuevo, en estilo.
El recorrido del brutalismo, sin entrar siquiera en su más importante dimensión utópica, y haciendo gala de un inconfundible “torpe aliño indumentario”, sirvió de contrapeso a los vacuos refinamientos de la exhausta modernidad. Tanta pulcritud había dejado a un lado muchas de las cosas trascendentes, entre ellas la relación de la arquitectura con el habitante. Todo ello supuso una vuelta de tuerca de la arquitectura principalmente respecto a su dimensión social, no obstante su abierta y decidida  postura respecto a la dimensión de la obra como fenómeno perceptivo, -y no solamente visual-, hoy resulta de más alcance.
Hoy vivimos, “cada vez más en un eterno presente aplanado por la velocidad y la simultaneidad”, dice Pallasmaa, “en lugar de una experiencia plástica y espacial con una base existencial, la arquitectura ha adoptado la estrategia psicológica de la publicidad”.
Sin embargo la experiencia de la arquitectura es un conglomerado de todos los sentidos. Ojos, sí. Pero ojos y músculo, esqueleto, tacto y olfato... La tarea de la arquitectura sería así entendida, “hacer visible como nos toca el mundo” como dice Merleau-Ponty de Cézanne. (1)
Hoy, donde todo es encantador, donde una proliferación purulenta de imágenes nos hace llegar la arquitectura envuelta en hermosos resplandores crepusculares; donde el público de lo que sucede en la arquitectura, se multiplica más que los actores; donde la percepción de la historia se banaliza y donde todos los síntomas apuntan a la extenuación de una época, el brutalismo, con su elogio a lo tosco y a los valores táctiles de la arquitectura es, todavía, una fuente de inspiración. O de consuelo, nunca se sabe.

(1)  PALLASMAA, Juhani, Los ojos de la piel, editorial GG, Barcelona, 2006, pp.47

5 de febrero de 2010

VENTANA DE UN MATERIAL

 

Cuando hay un empeño firme por hacer una obra de un solo material, – y exagerando aunque no mucho, tal es el caso de las iglesias de San Pedro y San Marcos de Sigurd Lewerentz-, los problemas suelen llegar con las excepciones: ¿Cómo hacer una ventana?.
Estas limitaciones, - al igual que hay quien se obliga en escribir poesía bajo el yugo del verso endecasílabo o del soneto con estrambote-, han forzado a Lewerentz a hacer desaparecer allí incluso el molesto vidrio y sus carpinterías, relegándolo al exterior donde es sujeto con grapas metálicas, o simplemente apoyado. 
La energía en el diseño de esas ventanas no se dedica al encuentro de montantes, a la apertura, a evitar la entrada de agua o tantas otras cosas, que de ordinario ocupan la mente del arquitecto, sino al plegado y disposición material que rodea el hueco. De ese modo, ha desplazando el problema del cierre, a la disposición de la masa en torno al hueco hasta hacerla significante. Pero no con el recurso de simular unos grosores o una masa inexistente, sino por que Lewerentz siente que, al igual que es necesario el umbral para que el habitante se adecue al interior, también ese tránsito debe serle concedido a la luz.
El hueco es el lugar donde la materia se repliega por medio de quiebros, entrantes y aristas, para acompasar y custodiar la luz hacia el interior, trasformada ya en algo tamizado y selecto. Y la ventana de un solo material, como vehículo transparente, permite el paso de la luz – o del espíritu- a la antes oscura habitación.
 

3 de febrero de 2010

CORTESIA


Respecto al lugar en que se asienta, la obra de arquitectura es, por encima de todo, un ejercicio de cortesía. Igual que cuando se es invitado a una fiesta y por mera educación se presta oído antes de irrumpir con un comentario que pudiese resultar impertinente. No sea que el tema que se tiene entre manos sea más sutil o delicado que el que uno imaginaba; o por el contrario, sea dañino o vacuo, y haya que cambiar el tono cuanto antes para salvar la reunión del aburrimiento.
La arquitectura existente, en ese diálogo ya iniciado, tiene derecho de enriquecerse y ganar con lo nuevo. Lo nuevo tiene con lo existente, deber de urbanidad, es decir, de atención y comedimiento. La ciudad y el paisaje estaban expectantes antes incluso que existiesen como tales. Otras construcciones dejaron huellas sobre el solar y éste guarda memoria viva de ello. Todo estaba dispuesto para dar cabida a la nueva obra.
Cortesía, para que al finalizar la fiesta todos salieran como de la vida misma, ni borrachos, ni sedientos de la nueva arquitectura.
 

1 de febrero de 2010

SOBRE SOSTRES



Entre 1941 y 1944, salen de la escuela de arquitectura: Cabrero, Valls, Aburto, Coderch, Fisac, de la Sota, Moragas, Fernández del Amo, y Sostres. Para ninguna otra generación de arquitectos españoles, el movimiento moderno resultó tan influyente.
De todos, la figura de Sostres es, con mucho, la más oscura pero no la menos brillante. Se le ha marginado, santificado, y vuelto a olvidar, en un proceso cíclico y continuo debido a varios motivos: lo irregular de su producción, la visceralidad de la crítica y su silencio.
Cuando parecía que entraba por la puerta grande de la madurez, extrañamente, dejó de producir arquitectura. Vienen a la mente otros casos famosos: Berthold Lubetkin dejó la arquitectura para acabar dedicándose a la cría de cerdos en una granja de Gloucestershire durante más de veinticinco años (1). Rimbaud pasó de genial poeta adolescente al abandono, incluso al aborrecimiento vital de la palabra escrita. Marcel Duchamp, dejó de pintar, de repente, durante más de veinte años, y poco antes de morir, descubrió su obra Dados...
En el repertorio de Sostres aparecen dos obras verdaderamente importantes y algunas notables. Solo por la casa Moratiel y el Noticiero Universal su figura merece atención.
Un aperitivo para aquel interesado en su obra es este interior de la casa Moratiel. Entre la obra proyectada y la fotografiada por Catalá Roca, en un espacio modesto pero lleno de intenciones, aparece un radiador en medio del salón: raspa o el esqueleto del armario que debió ser en un instante anterior en el proceso de gestación de la forma. Alguien ha señalado que las líneas verticales del radiador juegan con las del enlistonado del patio. El conjunto es, sobre todo, una valiosa escultura de luz y sombra en el espacio, digna del mejor Moholy-Nagy. Interesa de esos restos abandonados que hablan de las contingencias del proceso de proyecto y de un arquitecto deudor de su tiempo. En un tiempo, ya pasado pero memorable, donde la contención de las respuestas era tan elocuente como las mismas preguntas:
´El arquitecto medio, a falta de modelos seguros, acaba por ser influenciado por las manifestaciones más vistosas, o sea por la moda, interpretando así la arquitectura moderna como el enésimo estilo decorativo y perdiendo de vista los hechos que preceden a la creación de toda forma´. La verdadera obra de arte nace de un acto selectivo de autolimitación, y éste es un buen camino para llegar a la perfección, en términos artísticos”.(2)
Estas palabras tienen más de 50 años. No es Sostres arquitecto del que valga un ligero aperitivo.

(1) GARCíAS, J., Carlos, y MEADE, M.K., “Les pingouins et les hommes”, en VVAA. Lubetkin, Bruselas, 1983, pp. 13
(2) SOSTRES, José María, Opiniones sobre arquitectura. Comisión de cultura del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos técnicos,  galería Yerba; Consejería de Educación y Cultura de Murcia. Colección de arquitectura nº 10, Murcia, 1983. pp. 66

29 de enero de 2010

ACUEDUCTO EXTRAÑO


En la misma bienal de Milán en la que acechaba aquel animal-templo, se mostraba también esta extraña arquitectura, igualmente de Navarro Baldeweg. Sobra decir que bajo la apariencia de acueducto se esconde un animal saciando su sed. Animal bicéfalo, entre gárgola, desagüe y alambique, pero con cabezas afiladas y punzantes. Sus patas son las de una bestia elefántica, y el sistema de columnas y dinteles es sustituido por la de un organismo de muros, arcos y una sustancia licuada que lo recorre.
Las dos situaciones vistas, - de animal-templo y acueducto-bestia-, comparten una base operativa: Engarzar, igual que un orfebre, lo sólido y pesado, con lo pequeño, ligero y fluido; y amasar, igual que un panadero, ambigüedad y símbolo.  Fruto de ello, nace algo innombrable pero real.
Algo de orfebre y de panadero tiene el oficio de arquitecto.

27 de enero de 2010

ANIMAL EXTRAÑO


La traza de este cuadrúpedo, vigilante y extraño, corresponde a Navarro Baldeweg. Corzo o tigre, es un centinela del espacio que lo rodea. Una esfinge que, elástica, se ha erguido. Pero algo en esos trazos han hecho que el animal haya perdido su condición.
El peso se distribuye en equilibrio sobre cuatro apoyos sólidos. Las patas, como columnas, facilitan el contacto con un terreno imaginario pero cierto. El cuerpo, como un dintel, los unifica y remata sin dulzuras. Así, el animal se convierte en un templo.
Pero al igual que toda obra debe contener desconciertos, los ojos y el apoyo de la cabeza, hacen del conjunto algo móvil e inestable, como un jarrón sobre la arista de una mesa.
El equilibrio parece a punto de desbaratarse. Y sin embargo ahí permanece, prolongado en el tiempo; dejando esa ilusión en suspenso. Igual sucede en cada templo, desde el Partenón a Segesta.

25 de enero de 2010

CONEXIONES



“WG es Walter Gropius, un mierda que se hizo famoso como empresario cultural”(1). Para hablar de Gropius, seguramente bastan esas palabras de Quetglas. A nadie se le escapa que el verdadero insulto es haberle aplicado el término de “empresario cultural".
Su figura aristocrática y sugerente es clave para entender no solo la Bauhaus sino la arquitectura moderna. Klee allí le corona como “Príncipe de la plata”, seguramente, como señala Wolfe, el oro era demasiado chillón para un personaje como Gropius. Argan en una notable monografía dedicada a él en exclusiva, apenas habla de su obra: parece de mayor alcance lo que su figura fue capaz de provocar. Rykwert enseña con cierta incómoda ironía, una imagen de su Blockhaus Sommerfeld, en Berlín, del año 1921, formada por troncos de madera al más puro estilo del oeste americano. Una imagen capaz de destrozar cualquier reputación.
Pero en realidad todo eso importa poco. Como tampoco importa que su fortuna se erigiese simultáneamente a su tarea decana en Harvard, con una patente de casas de madera contrachapada para la General Panel Corporation, de la que era vicepresidente.
Como arquitecto nos ha legado un par de obras maestras. Una construida y otra utópica, pero trascendente: el edificio de la Bauhaus, y el proyecto del “Teatro Total”.
Mucho se ha escrito sobre el edificio de la Bauhaus. Sobre el proyecto del “Teatro total”, cabe, por menos conocido, un comentario: Se trataba de un teatro giratorio, encargado por Piscator cuyo sentido del espectáculo trataba de eliminar los límites entre actor y el espectador. Todo ello en un conglomerado inédito al cual se sumaban varias películas proyectadas sobre las paredes y la cúpula del teatro.
En agosto de 1939, en el primer número de la revista Sur, la más seria de la vida cultural de Buenos Aires, esa propuesta fallida fue empleada por Jorge Luis Borges para elaborar un ensayo titulado “La biblioteca total”. Primer borrador de lo que luego sería su “biblioteca de Babel”. Lo que es desde entonces una imagen verdaderamente antológica y paradigmática para cualquier arquitecto a la hora de  hablar de laberintos o bibliotecas.
La faceta de activador cultural de Gropius es, pues, una aportación no desdeñable. No cabe como insulto. Como ha probado Borges en otros tantos cuentos memorables, una existencia queda justificada por la mera inspiración de un verso, quizás de una imagen, a obras mayores. ”Porque la maquinaria del mundo es harto compleja para la simplicidad de los hombres”.

(1). QUETGLAS, Josep , Escritos colegiales, Actar Barcelona, 1997, pp. 177

17 de enero de 2010

DIBUJOS INFANTILES


Sobre una de las paredes del museo Castellvechio, de Scarpa, cuelga este cuadro de Giovanni Francesco Caroto, donde un niño extraño de sonrisa pelirroja blande su dibujo.
La pintura solo tendría el misterio que encierra un retrato atípico del renacimiento, si no fuese porque se extiende mise en abyme: una pintura que contiene una pintura. Historias que contiene historias como sucede en Hamlet, las Meninas, todo Borges o las mil y una noches.
El retrato corresponde a Caroto pero también el dibujo que sostiene el niño: Es el dibujo de un pintor que dibuja el dibujo de un niño. Si la pintura ya contiene una dosis de maestría, no es eso lo más comprometido. Lo difícil, lo virtuoso, lo violento, es el ejercicio de abandonar la sabiduría para dibujar como dibujaría un niño. Desprenderse para dibujar limpio. Leve. Inocente.
Y lograrlo.
Tan difíciles son esos trazos de Caroto como los de esas fachadas del proyecto de ampliación del IVAM, de Sanaa: Las líneas del suelo donde se apoyan, rectas sin pendiente, imposibles, inocentes.  Allí la puerta sin escala; aquí, sin motivos que avalen su posición. Allí la mancha defectuosa, como una nube, de quien no sabe aun colorear. El cierre de los contornos con rectángulos sin espesor, sin construcción, sin gravedad, sin peso...
Pero no, no hay nada de infantil en esos dibujos, puesto que un niño lo echaría todo a perder con la inclusión de más y más trazos, sin saber parar: Es un dibujo infantil arrebatado por un adulto, a medio dibujar. Tras esos trazos solo es posible imaginar un espacio, aéreo, ligero, leve. Donde el aire se sustituye, gracias a esa fingida inocencia, por esa sustancia respirable, ligera y lechosa que para Sanaa es la arquitectura.

13 de enero de 2010

EL VIEJO MUNDO


Vivimos en un mundo viejo, cuando somos aun demasiado jóvenes. En un mundo que tiene adherida una costra que impide empezar nada de cero. Un mundo donde todo aparece ya proyectado, antes incluso de que haya empezado a existir. Todo ya se ha juzgado y criticado, antes de que se haya erigido. Estamos tan atiborrados de imágenes que no podemos ver.
Por eso habrá quien sienta la necesidad de inventarse unos ojos nuevos. Y proyectar como si proyectar fuese algo impracticable. Proyectar por encima de las propias capacidades, con un objetivo fuera de alcance. Pero sentarse y proyectar. Proyectar para hacer que lo no proyectado aun, sea posible.
En cierto sentido, creo que siempre se proyecta lo que no se conoce. Se proyecta para permitir que la arquitectura no pensada aun, se exprese. Dice Marguerite Duras de su escribir: “Si se supiera algo de lo que se va a escribir , antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena.
Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos –sólo lo sabemos después- antes es la cuestión más peligrosa que podemos plantearnos. Pero es la más habitual” (1)


(1) DURAS, Marguerite, Escribir, Tusquets, Barcelona, 2000, pp. 56
 

11 de enero de 2010

CARLO SCARPA O EL PALIMPSESTO


Si de la relación de la arquitectura con el tiempo se trata, tarde o temprano hay que abordar el problema de Carlo Scarpa. Y no se dice que sea un problema pretendiendo, como tantas veces ocurre, inventarlo.
El problema Scarpa no es un problema para si mismo ni para su obra, sino para la crítica: Es un problema de etiquetado. Con criterio razonable muchos no lo han considerado arquitecto, sino un artista,- Bruno Zevi entre otros-. Pero resulta que su mirada sobre el mundo es la de un arquitecto inconmensurable.
No es menester batallar tanto por eso sino por las dosis de hermosura que nos ha legado. Siempre en obras mínimas y delicadas. Es cierto que no hay en Scarpa ninguna revolución, ningún espacio antológico. Sin embargo es significante como en sus dibujos y en sus obras siempre se da la superposición de materias, trazos, detalles y escalas como una dialéctica educada y deslumbrante con el legado de otros tiempos.
En Castelvecchio, -pero podría hablarse de otros casos-, las capas cubren y se superponen a lo existente. Lienzos de hormigón cubren estucos y capas de piedra y mampuesto igual que lo hacen los fragmentos de papel sobre sus dibujos. En ocasiones es difícil percibir la continuidad de los sistemas de representación y la obra, pero aquí es un hecho palpable y digno de reflexión.
La obra nueva añade capas que muestran su espesor constructivo que es sofisticado y cubierto por bordes cuidadísimos. Se ocultan los defectos de lo anterior y la nueva capa los mejora. Pero con esa superposición se altera el significado y se produce un milagro de comunicación y continuidad.
No se me ocurre mejor imagen para entender la producción de Carlo Scarpa que la del palimpsesto: Ante la necesidad de escribir y la escasez de papel, el palimspsesto es la sugestiva operación de usar como soporte de escritura una obra existente, que queda debajo parcialmente oculta por lo nuevo (1). El resultado es una convivencia de capas que son capaces de simultanearse y emerger alternativamente. En las mejores ocasiones, trenzando nuevos sentidos al que tendrían las obras por separado.
En el palimpsesto la superposición de estratos es evidente y permite hacer una lectura multidimensional de la obra, del fondo a la figura y vuelta a empezar. De modo que aunque en principio el texto antiguo quiere ser eliminado con el gesto de la ocupación, no llega a serlo por completo y aflora dialogando con lo nuevo.
Carlo Sarpa es por tanto un exegeta, o mejor un hermeneuta. Alguien que explica y descifra secretos importantes. Pero de arquitectura. Indiscutiblemente.

(1) El palimpsesto es una figura bien querida por Gérad Genette que ha visto en ella una apoyatura útil para dilucidar la literatura de la época posmoderna.

7 de enero de 2010

UNA LISTA


Esta lista fue elaborada por Richard Serra para su propio uso entre 1967 y 1968 (1). Constituye no una colección de formas, como cabría esperar de alguien dedicado a la escultura, sino de acciones. Los verbos están a la espera de una materia adecuada sobre la que avalanzarse. Son máquinas, y la tarea del artista es la del obrero que las conecta y apaga, testigo mudo del resultado. Sin embargo son máquinas intercambiables, combinables en acciones compuestas y aptas también como objetos de reflexión para la arquitectura.
Así, donde vemos la idea de proyecto como algo estático, puede hablarse del modo en que éste se comporta sobre el usuario, sobre el contexto, sobre una materia o sobre el programa, recordándonos su necesidad transitiva. Y poniendo de manifiesto que "la idea" de arquitectura es un tipo especial de máquina, capaz  de activar estratos de la realidad, de modo que el conjunto de acciones superpuestas broten de esa fuente de energía compartida.

(1) “rodar, plegar, doblar, almacenar, curvar, acortar, torcer, motear, arrugar, rasurar, rasgar, hacer virutas, hender, cortar, cercenar, caer, quitar, simplificar, diferenciar, desordenar, abrir, mezclar, esparcir, anudar, derramar, inclinar, fluir, retorcer, levantar, incrustar, impresionar, encender, desbordar, untar, girar, arremolinar, apoyar, enganchar, suspender, extender, colgar, reunir, de tensión, de gravedad, de entropía, de naturaleza, de agrupación, de capas, de fieltro, agarrar, apretar, atar, amontonar, juntar,dispersar, arreglar, reparar, desechar, emparejar, distribuir, exceder, elogiar, incluir, rodear, cercar, agujerear, cubrir, abrigar, cavar, atar, ligar, tejer, juntar, equiparar, laminar, vincular, unir, marcar , ampliar, diluir, alumbrar, modular, destilar, de ondas, de electromagnetismo, de inercia, de ionización, de polarización, de refracción, de mareas, de reflexión, de equilibrio, de simetría, de fricción, estirar, saltar, borrar, rociar, sistematizar, referir, forzar, de mapa, de posición, de contexto, de tiempo, de carbonización, continuar.”
 

2 de enero de 2010

MIMESIS


La figura de Philip Johnson es tan controvertida como necesaria para explicar la arquitectura del siglo pasado, empezando por el “estilo internacional” y acabando por el deconstructivismo. Su talento para leer los signos de los tiempos fue quizás más importante que el mostrado para producir arquitectura.
La obra de Johnson siempre ha funcionado como un espejo o una antena. A las sucesivas preguntas a ese espejo mágico, ha respondido con citas al lenguaje de Mies, de Hejduk, de Ventury, de Eisenman, etc.... -el et cetĕra es aquí más que justo porque su producción es extensa y las referencias usadas son verdaderamente innumerables-.
Pero si nada en su obra parece propio, no significa que no exista en ella algo valioso.
Su famosa casa de vidrio resulta un eco inteligente, aunque travestido, de la casa Farnsworth de Mies. Junto a ella y en una finca de 19 hectáreas, Johnson construyó a lo largo de los años una larga serie de pabellones que, a la vista de lo dicho, podemos considerar uno de los mejores museos de la arquitectura del siglo XX. No importa que todos sean proyectos-citas a otras arquitecturas, a fin de cuentas son los periodos por los que ha trascurrido su vida y esa finca también es su propia biografía.
Una de esas intervenciones es la Ghost House, una pequeña cabaña de malla de simple torsión y tubos de acero, erigida en 1984 sobre las ruinas de una construcción existente, con la finalidad de proteger una plantación de lirios de las enredaderas silvestres. Si bien Johnson habla de la obra de Gehry como su referencia material, se cruzan en su recorrido la pajarera de Price y los intereses artísticos de Dan Graham. 
“Ten cuidado: de tanto jugar a ser fantasma, uno acaba convirtiéndose en uno”, rezaba el aviso de Roger Caillois al comienzo de su artículo sobre el mimetismo para la revista Minotaure. El mimetismo entraña un riesgo de abolir el límite necesario que tiene todo ser vivo respecto a lo que le rodea. Es decir, de mantener su propia diferencia. El ser mimético destruye su borde y se funde con lo mimetizado. “Entonces el cuerpo se desolidariza del pensamiento, el individuo cruza la frontera de su piel y habita del otro lado de sus sentidos. [...] Es parecido a algo, pero solo parecido. E inventa espacios en los que él es la `posesión convulsiva´”.(1)
Tal vez ninguna obra sea mejor reflejo de los problemas que encarna Philip Johnson como esta insignificancia de alambre y acero. Tal vez ninguna palabra le define mejor que la de ser una personalidad con una vocación de “posesión convulsiva” hacia la arquitectura, y la suya una tarea de coleccionista.

(1) CAILLOIS, Roger, “Mimétisme et psychastenie legéndaire, Minotaure, 1935,  citado en KRAUSS, Rosalind, E.,”Corpus Delicti” en Lo fotográfico, por una teoría de los desplazamientos, GG, Barcelona, 2002, pp. 184

30 de diciembre de 2009

OTROS PATIOS, OTRAS CASAS


Si decimos que un patio es la recreación de un universo, también es el lugar de contacto del hombre con la naturaleza domesticada y la casa un refugio flexible y resistente frente a la intemperie.
La propuesta de Josic, Candillis y Woods para un habitat tropical muestra una vivienda en la que el patio es desde luego un observatorio, pero no de estrellas como la casa del futuro de los Smithson, sino meteorológico, capaz de registrar la violencia del exterior: “Una unidad de vivienda arquitectónicamente lograda,“dice Sloterdijk, ” no sólo representa un trozo de aire cercado, sino más bien un sistema psicosocial de inmunidad, que es capaz de regular, según convenga, el grado de impermeabilización hacia fuera”.(1)
Aquí la brutalidad de la luz y el viento es destilada por medio de la arquitectura, la casa la apacigua y trasmuta lo inhóspito en hospitalario. Imaginamos la casa crujir con el temporal, arquearse e hincharse ágil, igual que la palmera de su patio, y al habitante abrazado a ella, como esa casa-madre de Henri Bosco:

La casa luchaba bravamente. Primero se quejó; los peores vendavales la atacaron por todas partes a la vez, con un odio bien claro y tales rugidos de rabia que, por momentos, el miedo me daba escalofríos. Pero ella se mantuvo. Desde el comienzo de la tempestad unos vientos gruñones la tomaron con el tejado. Trataron de arrancarlo, de deslomarlo, de hacerlo pedazos, de aspirarlo, pero abombó la espalda y se adhirió a la vieja armazón. Entonces llegaron otros vientos y precipitándose a ras del suelo embistieron las paredes. Todo se conmovió bajo el impetuoso choque, pero la casa flexible, doblegándose, resistió a la bestia. Estaba indudablemente adherida a la tierra de la isla por raíces inquebrantables, que daban a sus delgadas paredes de caña enlucida y tablas, una fuerza sobrenatural. Por mucho que insultaran las puertas y las contraventanas, que se pronunciaran terribles amenazas, trompeteando en la chimenea, el ser ya humano, donde yo refugiaba mi cuerpo, no cedió ni un ápice a la tempestad.
La casa se estrechó contra mí como una loba, y por momentos sentía su aroma descender maternalmente hasta mi corazón. Aquella noche fue verdaderamente mi madre. 
`Solo la tuve a ella para guardarme y sostenerme. Estábamos solos´.”(2)

(1) SLOTERDIJK, Peter, Esferas III, Siruela, Madrid, 2006, pp. 387
(2) BOSCO, Henri, La Redousse, citado en BACHELARD, Gaston, La Poética del espacio, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1965 (1957), pp. 76-77

28 de diciembre de 2009

CIELO PRIVADO


La dosis de ambición que contiene la casa del futuro de los Smithson no se limita a lo que tiene de ejercicio plastificado de buenaventura.
Beatriz Colomina, dice que en realidad es el aire y no el plástico el verdadero material de la casa y que la obra solo es un envoltorio sucesivo a ese "tubo vertical de aire privado sin respirar”.
Sin embargo no solo es una casa de aire, sino que también existe en ella, gracias a su “cielo privado”, una vertical sin fin hacia las estrellas y galaxias lejanas. Si cada patio encierra y recrea un universo, corresponde a esta casa la fabricación de uno para un astrónomo, un observatorio espacial. Igual que las piedras de Stonehenge o las Pirámides, aunque por motivaciones bien diferentes. Ese es en realidad su contexto tipológico verdadero y no la arquitectura residencial o la expositiva.
Sobre esta casa, la historia debería ser contada de otra manera.

26 de diciembre de 2009

MAXIMALISMO


La tensión de los espacios contrapuestos, y su conexión, oscura y baja, concentra el interés de esta sección del Banco Nacional de Dinamarca de Arne Jacobsen.
El dibujo hace posible imaginar un espacio sorpresivo, donde el sentido de lo vertical y lo horizontal se acompasa con la luz y la sombra.
Su dibujo tiene algo de ejercicio de circo, donde el lema del “más difícil todavía” es sustituido por el “más sencillo todavía”. Aparecen mesas y suaves trazos de vegetales en el interior de los lucernarios-vitrinas, lo que revela que el criterio de los signos conservados no está en su carácter resistente sino en el significante. Es palpable una lenta decantación gráfica, el destilado tranquilo de cada una sus líneas, que se asoma a algo extremo, que roza el límite donde se pierde la forma.
Quizá en todo ello consiste el maximalismo secreto que contiene el auténtico minimalismo.

23 de diciembre de 2009

CONTEXTOS Y VISCOSIDAD



Como si fuese necesario proteger a la arquitectura de si misma, el contexto ha sido interpretado como una sustancia viscosa capaz de pringarlo todo. Como la miel, o como esas tiras atrapa moscas que impiden escapar al proyecto, por más que éste agite sus alas trasparentes.
Sin embargo el lugar es en si mismo una sustancia estimulante, y no solo algo capaz de animar el cuerpo aun sin vida de la obra. El lugar es la primera materia gracias a la cual es posible ver nacer el significado de la arquitectura en el tiempo, y cuya presencia es sentida como el aire que posibilita su desarrollo; que permite desplegar el proyecto y verlo respirar.
El proyecto no nace, no puede nacer, directamente de su entorno. Por más que en ocasiones se finja. Para mayor gloria de la arquitectura, el lugar y el proyecto no mantienen una narcotizante relación puramente deductiva. El lugar antecede a la obra, si, pero solo una vez que la arquitectura se ha enraizado en él. Antes de la llegada de la edificación no podía establecerse como precursor, solo era un conjunto, un trenzado que contenía potencias y taras. Y el proyecto con su llegada solo las pone de manifiesto o las descarta.
En el destejido de esas posibilidades latentes, su elección y posterior retejido, el lugar queda trasformado y el proyecto adquiere para si auténtico sentido.

21 de diciembre de 2009

EXTRAÑAMIENTO


No hay nada como la realidad para exponernos a los abismos de la imaginación. Para ello es suficiente practicar el hábito de no fiarse de nada. Mirar un suelo, una mesa o una ciudad como por primera vez. Describirla fingiéndonos viajeros de un país lejano. Sorprenderse por su estabilidad o su construcción a pesar de ser la mesa sobre la que comemos a diario. Ver las cosas como por vez primera para ser capaces de revelar las verdades que de ordinario permanecen ocultas. 
Practicar el extrañamiento para librar a la arquitectura de la costra adherida a lo cotidiano y recuperar cierta frescura. Practicar el extrañamiento aunque no precisamente como Shklovsky lo entendía para la literatura a principios del siglo pasado sino en una doble dimensión: Como experimento y como forma de buscar el verdadero tema del proyecto. 
Experimentar con el objeto extraño, probar “injerencias” frente al tema “dominante”, ponerlo a prueba, someterlo a presiones con tal de librarlo de lo inmediato y de lo “automático”. Así descubriremos que su poder coincide con la satisfacción del alquimista aficionado: mezclar sustancias sin saber bien cual será el producto final. Solo por el placer de ver aparecer espumas o cambiar sustancias de estado. 
Por otro lado, averiguar qué se esconde bajo la capa de suciedad que oculta el término “casa”. Qué queremos decir “en realidad” cuando decimos “casa”. Intentar conocer si “la casa” es “refugio”, es “prisión” o “universo”, o “centro”. Hallar, en fin, su verdad poética.

18 de diciembre de 2009

DORMITORIOS



La arquitectura para Adolf Loos es siempre percibida como un interior, un ropaje. Un vestido primordial. Basta leer sus escritos y enumerar sus temas: muebles, sombreros, calzado, trajes, lencería...es interior incluso el modo de tratar el tema del ornamento. Todo le ocupa siempre que sea envolvente. Su arquitectura crece desde el cuerpo, de modo centrífugo.
”Pongamos que el arquitecto tuviera aquí la misión de hacer un espacio cálido y habitable. Las alfombras son cálidas y habitables. Este espacio podría resolverse poniendo una de ellas en el suelo y colgando tapices de modo que formaran las paredes. Pero con alfombras no puede construirse una casa. Tanto la alfombra como el tapiz requieren un armazón constructivo que los mantenga siempre en la posición adecuada. Concebir este armazón es la segunda tarea del arquitecto” (1).
El espacio del dormitorio para su mujer Lina es, al igual que esa funda llena de pieles y cueros que es la casa para Josephine Baker, un espacio para que la arquitectura acaricie el cuerpo. El suelo extendido se convierte en cama. La imagen publicada en 1903 es de los pocos interiores que Loos muestra de su obra. La posición del objetivo frente a los pies de la cama, muestra el objeto como un altar de ofrendas al tacto. Una imagen realizada por un intruso, un vouyeur externo, y la imagen tiene algo de intimidad violada.
Setenta años después, el dormitorio de Paul Rudolph rescata esos viejos temas de Loos. El dormitorio y la alfombra son un encuentro entre los sentidos del tacto y la arquitectura. Pero algo ha cambiado. Y no solo se trata de la enorme foto presidiendo la cabecera de la cama, manos y brazos rodeando un torso al descubierto. No es solo una imagen estereotipada del hombre de los años setenta. La posición del objetivo fotográfico se sitúa en un lateral de la cama. No importa quien sea el retratista, la aparición del espejo y la imagen impiden escapar de la fotografía. Todo es táctil y sensual, erótico. Pero el sentido persuasivo y lo explícito secuestran el posible misterio. Todo es exterior. Todos somos espectadores de esa imagen construida y proyectada. Nada hay de intimidad. Todo es escaparate.
La reunión de las dos imágenes contiene algo de fascinante: Dos objetos, equivalentes desde el punto de vista de la forma, pueden convertirse en opuestos tanto en sentido como en carácter: De madriguera a pantalla.
No todo es cuestión de forma.

(1) LOOS, Adolf, “Das Prinzip der Bekleidung”, Nueue Freie Presse, Viena, 4 de Septiembre de 1898, Ahora en LOOS, Adolf, “El principio del revestimiento”, Escritos I, 1897/1909, El Croquis editorial, Madrid, 1993, pp. 151. Debo agradecer las reflexiones sobre Loos a Josep Quetglas que nos ha puesto sobre la pista de la relación de su obra y el interior.

16 de diciembre de 2009

EL PROFESOR



El vocablo griego que designa la educación es el mismo que se emplea para hablar de la juventud: paideia, paidos. Teniendo eso presente, la tarea del profesor sería sencilla: solo debería ser un fiel intermediario entre esos dos sentidos de la palabra.
El profesor es pues alguien que se interpone, un dique frente a lo inmediato y superfluo. Una figura que debe ayudar a elevar la mirada y a afirmarse por alteridad, por oposición, para que el alumno sea capaz de comprenderse mejor a si mismo. También alguien que despierta en él la codicia por saber, con el escepticismo necesario hacia lo que eso significa. Decía el ilustre Juan de Mairena, que un profesor no es solo el que enseña, sino el que enseña a dudar de lo que enseña.
El aprender es un acto individual, pero el enseñar requiere de oficio y método. Quetglas dice que la arquitectura se enseña en-señando, es decir, dando señas que hagan ver: “Escoge. Deserta las aulas. No vayas a clase. Que queden vacías. Ve a la biblioteca –ellos [los profesores de verdad] te esperan”.(1)
Ahí tenemos al profesor Louis Kahn para enseñarnos una última lección. En un aula se pueden decir muchas cosas, pero no es fácil imaginar el clima adecuado para formular la arquitectura como el transito del silencio a la luz. Seguramente se trata de lo más importante que puede aportar: más que persuasión o entusiasmo,  ser capaz de favorecer una temperatura, una atmósfera auténtica, donde esas palabras inflamen el aire, como fuego sobre las cabezas de los oyentes.
Más que pedagogía, hay profesores que solo necesitan esa meteorología.

 (1). QUETGLAS, Josep, Pasado a limpio II, Ed. Pretextos, Valencia, 1999, pp. 172

14 de diciembre de 2009

MEMORIA AMPLIADA



La arquitectura se consume hoy como se consumen las imágenes o la comida rápida. Sin embargo respecto a la moda o las publicaciones, con el tiempo la arquitectura se enriquece en sentidos y evoluciona, igual que los seres vivos. En lugar de extinguirse actúa como una memoria construida: a la vez que capas de cal y pintura se acumulaban sobre el gótico, las ampliaciones y portadas renacentistas y barrocas cubrían y hacían crecer las viejas catedrales.
Como objeto de cultura, la obra se enriquece con el paso del tiempo. Como la fruta y las flores, se malogra si se congela. En ese sentido, hoy Venecia resulta un cadáver tan putrefacto como las aguas donde flota, igual que la mayor parte de los monumentos del movimiento moderno. Objetos de veneración arquitectónica, detenidos en un instante, que se conservan como parte de una valiosa e irrenunciable memoria, pero inaccesibles e intocables: Objetos de museo.
Por el contrario, el Palazzo Pitti de Brunelleschi es uno de esos objetos maravillosos que ha mostrado su adaptabilidad y viveza con el tiempo. Ampliado multitud de veces, de siete vanos a los actuales veintitrés, pero ampliado sabiamente, conociendo cada uno de los arquitectos que lo modificaron que solo cabía su crecimiento en horizontal, puesto que el palazzo renacentista se establece sobre tres cuerpos apilados.
Ampliar y restauran significan entender la arquitectura como una herramienta para establecer continuidades y diálogos en el tiempo. De alguna manera, su modificación y ampliación, si no niega, al menos atenúa y ralentiza su condición de consumo instantáneo y vindica su permanencia en el tiempo, más allá de las simples imágenes.

11 de diciembre de 2009

EQUILIBRISMO



Por diferentes motivos, la importancia del trabajo de Paul Rudolph no ha sido aun suficientemente valorado. Sus obras, tal vez por su barroca y fiel continuidad a la herencia del movimiento moderno, han sido un referente formal no declarado tanto para los metabolistas, como para arquitectos europeos y españoles como Javier Carvajal.
Sin embargo la imagen de la arquitectura que hoy nos ofrecen sus obras contrasta con las de su entorno vital. Su oficina de Nueva York era un festival de situaciones y experimentos espaciales. Mesas elevadas, pasos absurdos, almacenes impensables.
La ausencia de objetos de valor, la tosquedad y crudeza del espacio contrasta con su uso, cercano al trabajo circense. Una oficina aun sin faldas, donde la jerarquía no va ligada a los niveles de ocupación del espacio, (y donde el propio Paul Rudolph ocupaba un altillo junto a un enorme ventanal del que colgaban enredaderas como cortinas).
Esta imagen resulta quizás una buena metáfora del trabajo del arquitecto: entre el tablero y el equilibrismo y es capaz, aun hoy, de sugerir una atmósfera de trabajo vital y dinámica, capaz de impregnar la de por si exuberante arquitectura de Rudolph.

9 de diciembre de 2009

COPIAR


Copiar sin piedad, sin pudor, impunemente.
Sin miedo.
Afortunadamente para su vitalidad, la arquitectura siempre ha avanzado sobre esa vía dinamizadora. Pero no copiar como el que arrasa un territorio y lo esquilma. No copiar como un ladrón, sino de un modo generoso y en parte anónimo, con un doble compromiso hacia lo copiado y hacia el futuro.
Porque una vez ejecutada la obra, el arquitecto se convierte en donante, para que otros puedan a su vez adquirir los pequeños logros alcanzados. Para ello no basta copiar sin ton ni son, sino que es necesario conocer el origen y las intenciones de la copia,- incluso el espíritu que la anima-, no sea que a base de derivadas, estemos ante un clon degenerado e improductivo del que no se reconoce ni origen ni padre: una vía muerta. Ya el lugar, las costumbres constructivas, el clima y los materiales, ya las eventualidades, los accidentes y las dificultades de la obra, harán necesariamente que ésta se trasforme en algo distinto a su origen.
Sobre esa tierra concreta, ante unas dificultades específicas, el proyecto dejará de ser un vil plagio y empezará a murmurar su propia realidad.
Copiar como herramienta liberadora, con la naturalidad del que usa un desatascador en una cañería obstruida. O copiar como el que sabe que los inventos y las obras maestras corresponden a momentos diferentes a las actuales postrimerías.

6 de diciembre de 2009

PAISAJE PORTATIL


Si hubiese que resumir los intereses de la arquitectura de comienzos de este nuevo siglo en una lista de palabras, tal vez no sería muy extensa, pero con seguridad no podrían faltar ni los conceptos de sostenibilidad, ni de paisaje.
No obstante, y respecto a éste último, resulta verdaderamente precaria la equivalencia de la disciplina sajona del lansdscape architecture con lo que podría ser un espeso y artificial potaje de jardinería y urbanismo. Sobre esa nueva frontera, donde la puerta del edificio supone el fin del trabajo del arquitecto y el comienzo del trabajo del paisajista, se construye gran parte del discurso contemporáneo de las relaciones de la arquitectura con su contexto. No es, por tanto, una dicotomía ni inocente ni carente de una fuerte carga ideológica y obliga a que tengamos ante nosotros una pregunta que generaciones pasadas habían intentado responder con cada obra de arquitectura: ¿Qué es hoy el paisaje?
Nuestras certezas sobre el paisaje no son muchas pero al menos son nítidas: El paisaje nunca provoca risa. No es divertido, ni cómico, porque no existe con que confrontarlo. La oposición es la base de lo risible y no existe nunca un paisaje contrario. El interés de un paisaje, a la larga, no basta, es necesario su interés moral o histórico. Lo que es equivalente a decir que todo paisaje lleva impreso otros paisajes. Que todo paisaje es un hojaldre de paisajes.
Por último, todo sujeto arrastra el suyo, como una joroba, como maleta de la que es imposible librarse; Concepción Arenal lo resumía de modo inmejorable cuando decía: “Desengáñese usted, con los paisajes ocurre como con las posadas de aldea. Cuando llega el viajero y pregunta a la posadera: ”¿Qué hay de comer? –la posadera contesta: “Señor, lo que usted traiga”. Pues esto es el paisaje; lo que cada cual traiga”.

2 de diciembre de 2009

SIMETRIA



Palladio, en sus Cuatro Libri, y hablando de villa Rotonda, dice que la simetría la provee de sencilla estabilidad estructural. No hay mejor razón para su forma. Sin embargo la simetría, como una fiera domesticada, de pronto suelta una dentellada imprevista y acaba de un golpe con su dueño y su inocencia.
Palladio sabe bien de esa violencia oculta y asume su imposibilidad. Su villa Rotonda lo prueba. Cada una de las escaleras, cada uno de los frentes abiertos al horizonte, la deshacen sabiamente.
La simetría tiene algo terrible que escapa a la capacidad de comprensión del hombre. Exacto terror fascinante al de los espejos, capaz de duplicar espacios y multiplicar las cosas. Capaz de extraviar en un eje a cualquiera que se adentre por él.
La simetría es una invención artificial para la arquitectura porque apenas se da fuera de la escala propia del hombre. La realidad solo es simétrica a tamaños ajenos a la percepción humana. Solo en la cristalografía. Solo en las matemáticas. Es decir, solo en lo abstracto y en lo diminuto. Sin embargo ha sido un recurso de primer orden para la arquitectura porque, aunque indomable, habla de profundidad y ritmo.
Si para Vitruvio el concepto de simetría poseía otros matices, Venturi introdujo el concepto de “inflexión” cuando el conjunto lo era en base a componentes no propiamente simétricos, complicando aun más el asunto.
El Tempietto de San Pietro in Montorio de Bramante, dibujado por Palladio, y único incluido dentro de su estudio de las antigüedades romanas, es un buen ejemplo de su difícil carácter. Se presenta a primera vista como un prototipo de simetría clásica. Solo las barandas del remate superior no lo son, pero solo por una cuestión de economía de medios. No obstante y como un detalle que pudiese pasar por alto, sobre el templo, Palladio, traza un pequeño círculo, vacío e insignificante en apariencia. Un círculo flotando al lado de la cúpula que solo puede ser un sol. Un sol que golpea la piedra destruyendo toda la aparente y serena composición axial. Desenmascarando su idílico equilibrio por medio de la brutal sombra inesperada.
Ese nimio círculo dibujado por Palladio es la confirmación de como la simetría se resiste a ser amaestrada. Porque solo sin la luz es posible.

30 de noviembre de 2009

TURISMO



El arquitecto debe viajar. Su formación depende de ello. Pero no contentarse con visitar solo arquitecturas hermosas o ilustres sino también territorios diferentes e inusuales.
Viajar hasta ser incluso un turista de la geometría.
Esto debe hacerse porque en realidad las líneas y los planos, como los monumentos, son un enigma. Son objetos impenetrables y por tanto invisitables. “¿Cómo habitar un vacío, como visitar una línea?” se pregunta Barthes al hablar de la Torre Eiffel.
Visitar la geometría. Pero no según axiomas matemáticos, sino arquitectónicos. Ese tipo de exploración no consiste en jibarizarse para acampar allí a modo de simpleza literaria sino en encontrar lo sustancioso de la geometría.
Es tranquilizador entender la línea como un mínimo que une dos puntos. Pero la línea tiene siempre una condición doble: es simultáneamente una cuchilla y un puente. Siempre conecta dos mundos pero también puede alejarlos. También están en ella nociones de continuidad y prolongación más allá de lo explorado por Kandinsky.
Si de cada línea solo importase el comienzo, el final y su trazado solo veríamos en ellas su axioma matemático general. Pero cada línea tiene sus propias geometrías y sus propios axiomas y solo de ese modo el arquitecto-turista puede cruzar con emoción una y descubrir su significado. Recorrerla desde su interior y sorprenderse porque hay inscrita en cada línea una velocidad. También verla convertirse en un punto cuando se inmoviliza. Así es posible descubrir en cada una su particularidad que la libra de la indiferencia y posibilita la arquitectura.
Como vemos, ese turismo también es necesario, y si el viaje es algo que tiene siempre mucho de lúdico y de apropiación, la geometría es un territorio digno de visitar. Un turismo necesario para ver las cadencias ocultas bajo esos incómodos signos gráficos, que no hacen sino distraer y representar insuficientemente la potencias de la arquitectura.

25 de noviembre de 2009

COMPLEJIDAD



La complejidad es un tema muy querido para toda una generación y aquí se nos muestra toda su trayectoria como concepto arquitectónico. Decir que la evolución de la arquitectura funcionalista ha degenerado en vacuos monstruos simétricos y que tras ella todo ha devenido en estilo, es mucho simplificar. Sin embargo, es de señalar como el dibujo continúa siendo el cordón umbilical que une al arquitecto con el mundo. Por medio de este lenguaje cifrado es posible hablar incluso de lo más intangible, del pensamiento arquitectónico y también de su historia.
La expresión escrita nos sobresatura a diario para explicar los procesos y los proyectos de arquitectura, y sin embargo, “nada que no merezca ser dibujado, merece ser explicado”, parecía ser la divisa también de la generación más descreída y pesimista incluso respecto a la propia arquitectura. Por eso esta lección dibujada de Leon Krier continúa siendo ejemplar.

23 de noviembre de 2009

TIEMPO FORMADO



Cada naturaleza, cada paisaje encierra un tiempo. La amplitud de las edades geológicas y biológicas desbordan la capacidad de comprensión del hombre. Para ello se emplea la arquitectura: igual que un marino usa un ancla.
Sin embargo, el propio tiempo de la arquitectura es un tiempo premioso respecto al del consumo, la electricidad, los medios de comunicación y la vida diaria. Esa doble temporalidad es también compartida por algunas sustancias que aceleran procesos en el campo de la biología. O que los pausan, casi como el retardo musical, o como un relé. Esta duplicidad, donde lo tremendamente lento y lo veloz se entretejen, forma un conglomerado capaz de representar la vida del hombre respecto al universo.
La arquitectura puede interpretar pianissimo el paisaje, la ciudad y trasformarlos. Puede puntuar el tiempo y representarlo. Puede atraparlo y detenerlo.
Así, la arquitectura es tiempo formado.

20 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS


Como bien saben los alquimistas, la metamorfosis es un arma capaz de producir sustancias realmente preciosas. Solo es cuestión de aplicar paciencia y oficio a materiales que otros encuentran despreciables.
Así, hay trabajos, - como el de Enric Miralles al completo, mucho de Clorindo Testa y de Daniel Fullaondo, y alguno de Libeskind -, que de tan cargados de posibilidades resultan sorprendentes y productivos. Donde una mirada firme y ortodoxa solo vería desconcierto, sus ojos son capaces de ver flotar esa carga de posibilidades como una cualidad, como un tipo especial de metamorfosis que hace que, de improviso, el giro inesperado de un dibujo descubra potencias que antes no se percibían. Que hace que una fotografía ajena a la arquitectura pueda convertirse en un recorrido. Y que posibilita que un texto pueda trasmutarse en una distribución funcional con la sencillez con que un buen jugador de ajedrez cambia el sentido de una partida con un simple golpe de peón.
Cualquiera sabe que cada planta se debe a una orientación correcta y que es un trabajo no menor en cada proyecto encontrar la adecuada. Pero la sabiduría de esos arquitectos está en mantener la mirada al acecho de la ocasión oportuna para producir ese cambio de postura en el proyecto. Esos arquitectos enseñan al resto a ver secciones en plantas, alzados en detalles constructivos, y proyectos en los cuadros de Picasso, las manchas de una pared o el despiece de una máquina de escribir.
Este tipo de arquitectos son los responsables de hacernos ver el universo ampliado de la arquitectura, y, como a dioses lares, se les debe tributo cada vez que se descubren esas posibilidades en la realidad.

18 de noviembre de 2009

LA MODESTIA DEL LADRILLO



El ladrillo es un material humilde, terco, paciente y hermoso. Es pieza básica de la historia de la arquitectura y de las barricadas y protestas ciudadanas.
Los hechos demuestran que no importan verdaderamente sus dimensiones sino su condición de portabilidad. El ladrillo encierra en si algo de la corporeidad del hombre que es capaz de manejarlo con una sola mano gracias a un peso y unas dimensiones necesariamente equilibradas.
Cientos de aparejos posibles surgen cuando estos se conjugan para formar un muro:  todos hermosos, la mayoría con el nombre de su lugar de procedencia. Tanto que muchos han llegado a ser en algún instante casi banderas o himnos nacionales.
Ningún material como el ladrillo, gracias a su modesta condición, expone tan marcadamente su dimensión ética, fruto de los sucesivos usos y los procesos por los que ha ido renovándose: desde la artesanía primitiva donde eran secados al sol, pasando por el proceso de cocción en hornos, hasta ser hoy un sofisticado producto de la industria. Ese tránsito está cargado de saltos y descubrimientos.
El ladrillo en tiempos antiguos recibía la marca impresa del artesano que lo producía. De ese modo no solo era posible contabilizar la obra ejecutada sino que se establecía una correspondencia entre material y obrero. La historia de su honestidad como material corre paralela al añadido de sustancias que lo colorean artificialmente. A nadie se le escapa que “honestidad” y “humildad” son conceptos solo aplicables al ser humano. En ningún material como el ladrillo se ha producido esta identificación tan temprana y de modo tan persistente. Quetglas dice del monumento a Rosa de Luxemburgo, de Mies van der Rohe, que allí los ladrillos son auténticos obreros, formando violentos batallones ingrávidos.
Por el contrario en la casa de Muuratsalo, de Alvar Aalto, además de ser un elogio a la ruina y al pasado, también los ladrillos son pequeños grupos festivos. Como una comparsa en carnaval, cada pieza cerámica subraya la pertenencia feliz a su propio grupo. Un elogio a la diferencia. Como el desfile de atletas en una Olimpiada.

16 de noviembre de 2009

ERRAR


En la intimidad del acto de proyectar deben tener natural cabida los momentos para el error. Y en lo que respecta al aprendizaje, el error es imprescindible. Salvar los escollos acrecienta la confianza. Cuando se lograr hacer algo correctamente se deja de sentir el pánico que provoca. El esfuerzo que ha transitado por el fracaso se ha probado que es más fácilmente asimilado. Como se puede imaginar no se trata de un masoquismo triste y vacío sino de un acto que contiene la misma alegría que está presente en el jugador y el atleta en su entrenamiento.
Dar la bienvenida al error no implica que deba precipitarse, a sabiendas de que todo proceso lo contiene y que una vez superado desaparecerá, sino que se trata de una búsqueda de un tipo diferente. En ocasiones sorprende al asalto, pero otras es provocado en el momento justo solo para intentar lanzar el proyecto más allá. A veces es leve y solo se manifiesta como un creciente titubeo, otras como un escollo insalvable que nos hace replantear sus mismos fundamentos.
Como se ve, para el arquitecto el error apenas posee connotaciones negativas. Errar y vagar, borrador y barrer en su etimología comparten origen y hunden sus raíces en la palabra “radere” que significa, tanto raspar y tachar, como limar y pulir. Convivir con él y aprovechar los instantes en que el proyecto debe vagabundear, es una herramienta extraordinaria para comprender las verdaderas interioridades de la generación de la arquitectura.
Es seguramente gracias a la épica del error donde el proyecto consigue asomarse a zonas que de otro modo siempre permanecen en la oscuridad. Es gracias a la ventana abierta por el error por donde el proyecto adquiere su porción de infinito.

13 de noviembre de 2009

LO OBLICUO


No encontramos superficies puramente horizontales en la naturaleza salvo la del agua. Resulta tan terrible como fascinante esa tabula rasa que ofrecen los ríos tras el aluvión. En las inundaciones, el territorio anegado nos descubre un paisaje sin suelo, horizontal, puro, y la arquitectura flotando libre de referencias se “objetualiza”.
El resto de las ocasiones al ser humano se le ofrece necesaria la identidad del suelo oblicuo y la naturaleza. Algunas veces escarpado e inaccesible, otras transitable y apto para ser habitado. Sobre esas últimas la arquitectura ha desarrollado la mayor parte de su tarea. El suelo oblicuo es el protagonista de la arquitectura egipcia y de los grandes accesos procesionales de la arquitectura griega. El moderno “paseo arquitectónico” de Le Corbusier es su visible depositario y su influencia ha estado especialmente presente en el último cuarto del siglo XX.
El recorrido oblicuo es el que realizan los niños en sus juegos, donde la incomodidad es suplantada por la libertad en la elección del camino. Lo lúdico, lo joven y desprejuiciado de esas superficies es observado en los trabajos de Parent y Virilio bien que en un lugar tan inesperado como es la arquitectura defensiva de los bunker de la segunda guerra mundial. Sus trabajos de los años 60 corren silenciosos, como una corriente secreta, hasta el manantial que supone el influyente proyecto de la Biblioteca de Jussieu de Rem Koolhaas, casi treinta años después. Posteriormente tal vez la puesta en práctica más notable de las teorías lúdico-oblicuas de Parent y Virilio se concentren en el Proyecto para la terminal de Yokohama, donde el suelo es capaz de aparecer con su potencia para configurar tanto los recorridos como el propio funcionamiento del edificio.
Por breve e incompleto, este recorrido por lo oblicuo seguramente resulta deformado, pero es la base más profunda desde donde entender algunas de las más importantes operaciones formales de plegado, de las topografías artificiales y las deformaciones de láminas y planos de cientos de proyectos de la arquitectura más reciente.
Hay tranquilas corrientes que tardan en encontrar el hueco por donde manar, pero cuando afloran, pueden llegar a provocar auténticas inundaciones.

10 de noviembre de 2009

ELEVAR LA MIRADA



En la historia solo ciertos arquitectos se han hecho necesarios. Junto con los que han logrado obras delicadas, brillantes o memorables, también se hallan los que han hecho cambiar el enfoque de la arquitectura y han iluminado zonas que hasta entonces se hallaban en tinieblas. De los últimos, quizá alguna de sus producciones sean notables, pero su dimensión como catalizadores de arquitectura las desborda. Tal es el caso de Eisenman, Piranesi, Boullée, Serlio y Yona Friedman.
Es fácil vindicar hoy la figura de Friedman, tras la popularidad y el resurgir de toda la metafísica situacionista. Grandes exposiciones y fastos se han celebrado y hoy goza del reconocimiento que nunca tuvo en el momento de su mayor esplendor intelectual. Hoy todas las utopías de los años 70 quedan como símbolos perdidos y ni siquiera el trabajo de los metabolistas ha logrado cosechar los éxitos soñados, - lo poco que resta del trabajo de Kishō Kurokawa está siendo demolido sin contemplaciones- .
El peso de las propuestas de Friedman, y sus ciudades verdaderamente tridimensionales, apelando en parte a las propuestas de Hilberseimer y a la separación corbuseriana de las circulaciones, se constituye aun en una visión arquitectónica de valor.
La realidad de sus ilustraciones encierran toda una poética, no maquinal, de una ciudad cercana y posible. Sin embargo de todas las aportaciones de la ciudad de Friedman, desde mi punto de vista, la más importante  se concentra en el colocar un techo a las ciudades existentes. Ese techo y su altura son lo que aun hoy resulta tanto más excitante que la nueva ciudad en sí. La sabiduría de su altura variable según los montajes, permite hacer de zonas de París o Londres, auténticos salones, recibidores y dormitorios urbanos, y a su vez,  reinterpretar y rehacer sus existencias esclerotizadas desde hace siglos.
Junto a eso, los amables dibujos, expresados con la sencillez con que se hace un garabato en una servilleta de papel, no resultan sobrecogedores ni apabullantes. No es una ciudad antipática ni alienante sino una que pasa sobre lo existente como la sombra de los árboles lo hacen sobre un parque. El garbo de la forma de expresión a pesar de la amplitud de su desarrollo, no deja de sorprender y muestra a un arquitecto con una enorme ambición, sobre todo, humanística.
Habitar las ciudades de Friedman significa hoy hacerlo sobre la capacidad del arquitecto para soñar con otros mundos posibles. De ahí que su legado permanezca para generaciones que han crecido bajo el exclusivo mandato del material y la realidad, como una meta hacia los fines más altos a que la arquitectura debe aspirar.

6 de noviembre de 2009

CONJUNTO



Las obras de arquitectura forman un conjunto abierto en el que cada nueva incorporación requiere recolocar  las existentes. El poder de la nueva obra de arquitectura para interpretar y por tanto modificar las precedentes es sobrecogedor. Esa colección se reajusta y no parece completarse sino que se crean afinidades y vínculos no exclusivamente formales, sino también temporales, morfológicos, filogenéticos, sociales, tipológicos… Consecuentemente ese conjunto también es un organismo acogedor y abierto al por-venir.
Desde ese punto de vista, cada nueva obra es la mejor interpretación de la arquitectura pasada, y el arquitecto, un auténtico crítico, libre de la pedante literatura exegética. Pero con una responsabilidad apabullante: y es la de no poderse permitir la ignorancia.
Conciente de esas potencias de la obra de la arquitectura y su capacidad de cambiar el pasado, remitirnos a otras obras y enlazarlas, el arquitecto podría darse por satisfecho si por medio de las suyas alguien descubriese la grandeza de otras mayores.

4 de noviembre de 2009

EL FIN DE LA ARQUITECTURA


El dibujo “el sexto orden o el fin de la arquitectura”, de Leon Krier, se abre en dos direcciones opuestas.
El “sexto orden” es remitir la arquitectura a una tradición en la que aun es posible hablar en términos de lenguaje. A los órdenes clásicos, la arquitectura contemporánea debe aportar una propuesta que les dote de continuidad. Y hablar de continuidad es hablar de tradición pero también de una disciplina con posibilidades de futuro.
Por otro lado se nos muestra la deplorable ejecución de un soporte, cuyo armado se oxida y retuerce, -cuando no aparece en posiciones anormales-, cuyo encofrado realizado con  restos irregulares de madera  obstaculiza su necesaria pulcritud, y cuya cimentación apenas tiene sentido estructural. Lo cual es hablar a su vez, y sin tapujos, del “fin de la arquitectura” entendida según Leon Krier, como el fin de la construcción.
El conjunto de la superposición de los dos títulos es un mensaje cargado de ironía. Casi con el poder de una amarga caricatura, como un espantapájaros de hormigón, el dibujo es capaz de descubrir una realidad de la arquitectura bajo un palpable desencanto.
Por si fuera poco, esa ironía es capaz de incardinar al mismo autor en un panorama concreto, convirtiendo el dibujo también en una fiel autobiografía.

2 de noviembre de 2009

ARCO DEL TRIUNFO




En la misma exposición de artes decorativas de París en la que Le Corbusier presentaba su pabellón del Esprit Nouveau, Melnikov construía estas escaleras. La disposición de la planta con su potente e inquietante diagonal sigue siendo un ancestro de lo más respetable para aquellos volcados hoy en las geometrías de lo fragmentario, lo dislocado y lo afilado.
Que de ese espacio se diese acceso a dos cuerpos enfrentados que funcionaban como lugar de exposición, es secundario; la fuerza del pabellón estaba concentrada en realidad en aquel acceso dinámico.
La habilidad de Melnikov para estrechar la entrada a cada paso, para ascender por unos peldaños no en su dirección natural sino en sentido oblicuo, la continuidad de un recorrido en que nada nos detiene hasta atravesar el edificio, la manera de dirigir la posición de los ojos hacia un cielo enlazado, dinámico y activo, como los dedos de una mano en mitad de una plegaria, eran sobre todo la construcción del símbolo de la revolución Soviética. La fe en las posibilidades de la arquitectura hacía aun posible erigir arcos del triunfo.