5 de septiembre de 2016

ARQUITECTURA DESVIADA

Una ligerísima desviación en lo ortogonal, de apenas unos grados, deshace la arquitectura del opresor ángulo recto. Sin embargo, ¿quién es capaz de percibir esa tiranía? ¿A partir de que desviación no somos conscientes de la rectitud de una esquina?
El propio Euclides, progenitor de la geometría, no estuvo nunca interesado en definir el ángulo recto como aquel que tiene noventa grados. ¿A quién le importa saber que son los grados? Euclides dice que “cuando una línea recta que está sobre otra hace que los ángulos adyacentes sean iguales, cada uno de los ángulos es recto, y la recta que está sobre la otra se llama perpendicular a la otra recta”. Es decir, nos ofrece la comprensión de lo que un ángulo recto con un tipo de precisión que sobrepasa la necesidad de entender lo que es un grado. Lo cual es instructivo. 
El escultor Eduardo Chillida justificaba su abandono de la arquitectura precisamente por ese despotismo del ángulo a noventa grados: "Creo que el ángulo de noventa grados admite con dificultad el diálogo con otros ángulos, sólo dialoga con ángulos rectos. Por el contrario los ángulos entre los ochenta y ocho y los noventa y tres grados, son más tolerantes, y su uso enriquece el diálogo espacial. ¿No son por otra parte los noventa grados una simplificación de algo muy serio y muy vivo, nuestra propia verticalidad?".(1)
Efectivamente el ángulo que formamos respecto a la tierra que nos soporta no es el de la precisión matemática de la simple plomada. Somos huesos y músculos en un milagroso equilibrio que poco tiene que ver con la precisión de los noventa grados. Y sin embargo en lo avanzado por Chillida se trasluce una iluminación añadida: el ángulo de noventa grados resulta siempre una simplificación. Es, de hecho, la representación del mismo simplificar. Con la salvedad de las matemáticas y de la metafísica, es el signo más puro de lo abstracto. Esto se debe a que el ángulo recto es más un sistema de relaciones que un ángulo en sí mismo. Cada ángulo de noventa grados es por tanto y antes que nada, una idea del mundo, que solo llega al puerto de la realidad cotidiana desde la pura abstracción, desde el mundo de las ideas. Algo, a nadie se le escapa, difícilmente compatible con la arquitectura. Ni siquiera el ángulo recto al que cantó Le Corbusier en su oscuro poema escapa a este hecho…:

La espalda en el suelo...
¡Pero me he puesto en pie!
Ya que tú estás erguido
hete ahí listo para actuar.
Erguido sobre el plano terrestre
de las cosas comprensibles
contraes con la naturaleza un
pacto de solidaridad: es el ángulo recto

Por eso desde antiguo no hay modo mejor de hacer tangibles los euclidianos ángulos rectos en cada obra, con la seguridad de que son ángulos rectos-correctos, que ese otro ingenio pitagórico elemental del triángulo de tres, cuatro y cinco medidas en cada uno de sus lados. Cosa que no deja de ser un juego abstracto, pero que al menos es la traducción a la realidad de más calado de que disponemos porque llega desde la medida. Pero que habla de cómo se construyen las cosas con una pedagogía de lo concreto que maravilla.


(1) CHILLIDA, Eduardo, Preguntas, Discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1994, pp. 44.

6 comentarios:

Miguel Villegas dijo...

¿Por qué Chillida tiró más a derecha que a izquierda? (-2/+3)
Uno de esos ángulos casi imperceptibles que me encanta, y seguro que a ti también, es el de la cubierta de los andenes de Atocha, pero la primera.

Santiago de Molina dijo...

Porque lo que se desviaba de esos noventa grados exactos exigía cierta asimétrica imprecisión... pienso.

Y comparto, claro que si, esa admiración por la angulación obliqua de Atocha.

Un abrazo y gracias por el comentario, Miguel.

Unknown dijo...

Muy interesante, Santiago! Es un tema con mucha "chicha". También Christopher Alexander pensaba, como Chillida, que la virtud está cerca del ángulo recto, pero no en él.(http://tinyurl.com/zmjw2nn)

diego sologuren dijo...

Hola Santiago, muy interesante artículo.

Recientemente he presentado una pieza para un festival de arte basada en un juego de ángulos rectos y que acabé resolviendo precisamente rompiendo la imposición de los 90 grados (no tan sutil como Chillida...).
Creo que esta desviación, en dos de sus caras, hizo que la pieza adquiriese una especie de vida por si misma.
Te dejo el enlace de Facebook.

https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10153947997537473.1073741834.580862472&type=1&l=bb5e51e3fd

Gracias

Diego Sologuren

Santiago de Molina dijo...

Muy interesante, Diego. Gracias por la referencia.

Santiago de Molina dijo...

Y gracias atrasadas también a Iago.
Abrazos a todos en la distancia que da el tiempo.
(a veces a uno se le pasa el contestar...)