16 de noviembre de 2015

LO INCÓMODO DE LA COMODIDAD


La comodidad es uno de los mitos de nuestra cultura. De hecho pueda que sea una de las peores enfermedades contemporáneas. Tanto es así que para la arquitectura lo confortable se ha convertido en una exigencia ineludible. 
Hasta el futuro fue soñado como algo confortable. Sólo esa imparable sensación de confort es la que unifica todas las "casas del futuro" del pasado siglo XX. Esta casa edificada en Disneyland, la de Alison y Peter Smithson, la All plastic House de Ionel Schein transmitían la idea de futuro no por medio del plástico que parecía cubrirlo todo sino con la sensación de confort que desprendían.
Sin embargo Rem Koolhaas ha dicho: "me resulta molesta la creencia contemporánea de que la comodidad es la máxima virtud de la arquitectura". No le falta algo de razón. Hoy la comodidad se ha convertido en el marco reglamentario para el desarrollo del habitar contemporáneo. En aras de la comodidad se cometen las arquitecturas más insignificantes o atroces. Porque “la comodidad es la nueva justicia”(1).
Sorprendentemente la comodidad no alcanza siquiera el estatus de un requerimiento funcional, ni formal, sino simplemente un estado, un bien que debe ser distribuido con equidad entre cada habitante, pero que a la postre resulta un añadido insustancial. Es casi una materia gaseosa capaz de impregnar cualquier objeto al ser rociado: es decir, se trata de un perfume. Es el narcótico perfecto.
Aunque se trata de un añadido lo confortable supone la esclerosis de la ciudad y de la arquitectura. Paradójicamente tanto las edificaciones como las ciudades se muestran extremadamente complacientes a la tiranía de la comodidad en todas sus escalas. Podemos subir y bajar persianas automáticamente, encender las luces a palmadas, graduar la temperatura de nuestras casas desde el mando de la televisión, con un regusto onanista. Podemos recibir la caricia complaciente de la forma y de la materia en hogares sin sustancia, con sus porches encantadores, interiores de lujosos acabados en torno chimeneas que nunca se encenderán. Habitamos ciudades confortables donde la pobreza es desplazada de nuestra vista, donde las calles separan a los habitantes del tráfico y donde la basura se traslada a vertederos del tamaño de ciudades paralelas...
Hasta al mismo concepto de comodidad se le exige que sea cómodo, que no muestre su reverso, su soporte. Como una máquina sin engranajes lo cómodo se sustenta en la vulgaridad.
O dicho de un modo más sofisticado, la comodidad esconde un sistema de lo políticamente correcto muy poco confortable. (Por eso tal vez escuchamos la expresión “salir de la zona de confort” no solamente como una invitación de moderno manual de autoayuda, sino como algo que es murmurado por la propia arquitectura). Enfrentarse a lo áspero de la realidad es abandonar esa escenografía de vidas bien vestidas, platos perfectamente colocados y colores pastel que ofrecía la imagen del comienzo.
Ya puestos a elegir para el futuro, quizás sea mejor el glamour que la comodidad. Al menos el glamour es exigente consigo mismo.

(1) KOOLHAAS, Rem. “Junkspace”. October No. 100. (Obsolescence. A special issue). Junio de 2002. pp. 175-190. (tr. al español de Jorge Sainz. Espacio Basura. Barcelona. Editorial Gustavo Gili, SL. «Colección GGmínima». 2008)

16 comentarios:

Unknown dijo...

Me parece una idea muy peligrosa -ya defendida por Eisenmann en términos más radicales- la de que la finalidad de la arquitectura no es buscar que la gente se encuentre bien sino incomodarla para que asuma la ansiedad y alienación en la que vive. (http://tinyurl.com/k6xwhay)

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por el comentario Iago. Desde luego Las razones para la incomodidad en ambos casos me temo que son diferentes.
No me siento muy cercano a esa incomodidad promulgada por Eisenman "para que asuma la ansiedad y alienación en la que vive" el habitante, sino más bien cercana a la incomodidad que produce la belleza. La incomodidad de Eisenman pretende representar la vida en que está inmerso cada habitante, lo cual es un una postura en la que el arquitecto puede declararse causante de esa incomodidad porque el puede ser un ser demiúrgico.
Sin embargo la incomodidad de exigir unos ojos que vean, es de otro orden. No se trata de poner piedras en un zapato que nos haga conscientes de nuestros pies doloridos, si no de poner piedras delante de los zapatos hasta hacer un camino que invite a caminar.
Gracias y saludos

Anónimo dijo...

Algunas veces cuando la belleza esta presente...la incomodidad desaparece...
imagínense en un atardecer sentado en una piedra

Santiago de Molina dijo...

Exactamente. No podría haberse expresado mejor.
Muchas gracias

Unknown dijo...

Hola Santiago,
como decía no se que diseñador francés, no es mejor "cometer un error creativo que una obra de buen gusto estancada" ?
ya que para lograr el confort este nos exige un mínimo de esfuerzo, una cierta cantidad de movimientos y una pizca de creatividad
"no es el camino que es difícil, es la dificultad que es el camino" decía Simone Weil
es caminando en la incomodidad del camino que encontramos la comodidad deseada
gracias y va un abrazo

François

Victor dijo...

Un texto muy reflexivo en cuanto a la arquitectura de nuestros días y creo que extrapolable a todos los ámbitos. Evolucionamos hacia la sociedad de la vía rápida, del mínimo esfuerzo, del placer simple e inmediato, y cada vez más reacia a salir de esa zona de confort de la que hablas. No es extraño que esto se refleje en la arquitectura, y también en la literatura, la pintura, el cine...

Santiago de Molina dijo...

Gracias por tu comentario, François. Se rechaza el esfuerzo porque el esfuerzo incomoda. Pero, efectivamente, es necesario.
Un abrazo

Unknown dijo...

Muchas gracias por la aclaración, Santiago. Creo que celebrar la vida y disfrutar de esos momentos en que nos sentimos más vivos es la finalidad de nuestro breve paso por la tierra y construir un entorno que no sólo posibilite sino que potencie la aparición de tales momentos debería ser la finalidad de la arquitectura. Por eso, si por comodidad entiendes únicamente algo que entumece los sentidos e impide disfrutar de la vida y sus matices, creo que estamos de acuerdo (aunque me parecería más claro hablar de confort) pero si la idea es defender la bondad de arquitecturas incómodas (como el porche del ayuntamiento de Logroño al que se refería Eisenmann) por su capacidad de hacernos sentir (mal), lamento disentir.

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por el comentario, Victor!

Santiago de Molina dijo...

Gracias a ti Iago. Agradezco mucho tu matiz y mucho más aun la posibilidad de discutir. Fíjate que en estos momentos pienso que la arquitectura se debe limitar no a hacernos sentir (bien o mal), sino simplemente a despertarnos. Son caminos que conducen, creo, a lugares diferentes.
(Me ha gustado por eso lo que acaba de decir más arriba François: "no es el camino que es difícil, es la dificultad que es el camino").
Por otro lado es pertinente la diferencia que introduces entre comodidad y confort, desde luego. Mil gracias, de verdad.

Anónimo dijo...

El confort lo lleva y lo produce el habitante. Esas casas monstruosas se hacen buscándolo, y por eso lo son, pero nunca lo consiguen. La arquitectura confortable es como la piedra filosofal; hay gente dedicada a buscarla la vida entera, reuniendo fracaso tres fracaso.

Santiago de Molina dijo...

El confort es de quien se lo trabaja. Como en un momento se decía de la tierra.
Bruno Munari estaría muy de acuerdo. Basta recordar su intento de convertir un sillón incómodo en uno cómodo.
Gracias y saludos!

Néstor Casanova Berna dijo...

Me parece muy acertada su advertencia sobre una cierta falaz idea de comodidad o confort. Lo que no implica predicar necesariamente la incomodidad, la extrañeza o el desconcierto. Tengo para mí una noción más honda del confort, ese que aseguran "las alegrías esenciales" de las que hablaba, hace tiempo, Le Corbusier: sol, sombra, calor, fresco, brisa, calma...
Saludos desde Uruguay

Santiago de Molina dijo...

Gracias Néstor. Hay comodidades de un orden muy serio, claro que si.
Un saludo

Pablo De Souza dijo...

¿Y qué es la comodidad? ¿Y qué lo confortable? De momento es un lujo tener habitaciones espaciosas no solo en lo horizontal sino en lo vertical. ¿A quién se le ocurrió que 250 cms de altura mínima de un piso era algo confortable? Posiblemente a algún amigo de constructores sin escrúpulos. Lo confortable y a lo que deberíamos aspirar es a tener espacios bien iluminados, ventilados y aislados acústica y térmicamente, construidos con materiales no tóxicos, que hagan de la acción de habitar una experiencia placentera. Pero esto solo sería construcción, para que pudiéramos considerarla arquitectura debería ser capaz de transmitir y evocar sensaciones, sentimientos y significados tal como lo hace el arte. ¿Cuántas viviendas de las que se construyeron en el boom inmobiliario podemos considerarlas arquitectura? ¿Y cuántas si quiera cumplen unos mínimos de confort?

Santiago de Molina dijo...

Buenas cuestiones a hacerse y a no olvidar, Pablo. Gracias!