22 de septiembre de 2013

EL PRINCIPAL PROBLEMA DEL ARQUITECTO


El principal problema del arquitecto, - sin tratar el de su supervivencia-, tal vez sea el de evitar la tentación de juntar materiales para hacer una obra. Recuerda Sábato que fue Claudel quien dijo que no fueron las palabras las que hicieron la Odisea, sino al revés. En la obra, una placa de yeso, un paño de vidrio o un perfil de acero, de algún modo dejar de serlo, para descubrirse como yeso, acero y vidrio, en un sentido auténtico. Y se descubre ese estado aun más universal y profundo desde una disposición combinatoria precisa y no otra. Por tanto no importa la materia en bruto sino el proyecto que lleva a que en verdad aflore como sustancia densa. En realidad en la construcción los materiales deben dejar de serlo para transustanciarse en otra cosa mayor. El problema del arquitecto no es colocar un perfil de acero junto a otro, sino el que ese conexión, a la vez que responde a algo mayor, logre hacerse acero intemporal. (Y se dice no en su duración, sino en su sentido).
Podemos hablar de los problemas infinitos de la casa Farsnworth de Mies Van der Rohe, de sus fallos constructivos y de su pésima climatización, ya que en efecto es una obra plagada de problemas de todo orden. Se compara con la obra de un Philip Johnson sin problemas, y está bien. Dejando de lado el pequeño detalle de que el conjunto de toda la obra de Philip Johnson no equivale a un sólo pilar de aquella casa, se olvida que esas fallas son precisamente su fuente de vitalidad, su grandeza y su amplitud. Esos problemas son una puerta abierta a algo aun mayor respecto a lo que es el simple vidrio y el acero.
Ningún purista habría permitido en esa obra que el acero de un pilar y la losa de cubierta se encontrasen por su exterior con semejante falta de lógica constructiva y estructural. (Al igual que ningún purista vio con agrado que la torre del Seagram escondiese su estructura de acero en una camisa de hormigón para luego hacerla aparecer de bronce al exterior).
Llegados a un punto, el principal problema del arquitecto tal vez sea el bizantinismo de preguntar ante todo por el “cómo” y no por el “qué”, desligando unas preguntas que en realidad deben ser idénticas.

6 comentarios:

ChusdB dijo...

Santiago , y además acertar el "cuándo" que convierte a una obra (mejor o peor ejecutada en los términos que expones) en auténtica y a temporal o eterna obra de Arquitectura ¿no crees?

Anónimo dijo...

santiago estoy total y amablemente en desacuerdo! espero comentarlo pronto delante de una buena cena. abrazo! jacobo

Santiago de Molina dijo...

El "cuando" es otro buen asunto!!
Un "cuando" que ocupe todo el tiempo.
Muchas gracias ChusdB
Un saludo

Santiago de Molina dijo...

Ya se de tu pasión por PJ!
;-)
Espero pronto ese momento para disfrutar de su defensa ante Mies.
Abrazos!!

José Ramón Hernández Correa dijo...

Completamente de acuerdo en que la obra no es el "qué", sino el "cómo". Todo es el "cómo".
La novela "Santuario" de Faulkner es un culebrón morboso digno de cualquier seudoescritor presentador de TV, pero el "cómo" la hace sublime. Hablar de un dictador viejo y hundido es un "qué", pero "El Otoño del Patriarca" es un "cómo".

Santiago de Molina dijo...

Gracias José Ramón.
El ejemplo de Faulkner es preciso. Unir sin fisuras el "qué" y el "cómo" son trabajos que honran a quienes lo consiguen.
Un abrazo