19 de diciembre de 2011

LISTAS NEGRAS


Aun de estudiante, guardo recuerdo de un hecho que me dio pie a pensar en la inminente y radical transformación que iba sufrir el mundo de la arquitectura respecto a sus figuras. Ante un auditorio desbordado, al finalizar una conferencia, saltaron por encima de los asientos docenas de estudiantes, dispuestos a obtener un breve dibujo o un autógrafo del feliz conferenciante. El jaleo fue tan monumental como la enseñanza que de allí se podía extraer. El arquitecto era Mario Botta. La enseñanza nos la otorgó el tiempo.
Uno se pregunta hoy dónde fueron a parar esos autógrafos o aquellos dibujos. O qué piensan de él los que por entonces saltaron ávidos sobre aquellas butacas.
Botta ha pasado de la gloria de ser un digno heredero de Kahn y lo más serio de la posmodernidad, a una inédita lista negra de arquitectos innombrables. Quién cite su figura en determinados círculos puede recibir una sonrisa condescendiente. Si tiene suerte.
Otro tanto puede decirse de Robert Venturi. Tadao Ando ha oscilado sin compasión de las listas negras a las doradas y viceversa... Igual ha sucedido con los hermanos Krier, Ponti, Stirling o Paul Rudolph, (que curiosamente fue arrastrado a una lista negra por unos injustos comentarios de Venturi). Pero incluso Le Corbusier durante una generación entera fue mirado como el responsable de todos los males y de todas sus porquerías.
Pregunté hace poco a un arquitecto recién licenciado que arquitectos y obras le eran más afines. Me contesto: “sobre todo no Calatrava”. Para qué hablar sobre las diferentes y desiguales etapas de su obra. Si uno hubiese preguntado que obras de Calatrava conocía, la respuesta seguramente hubiese sido: “¿De Calatrava?, ¡Sobre todo ninguna!”. El gesto era grave. En realidad Calatrava importaba poco, lo que no quería es que se relacionase su nombre con el de alguien que ocupaba una lista negra.
¿De dónde, de qué lugar mana la energía de estas listas negras?. Si en literatura su origen puede encontrarse en los salones, en arquitectura proceden de los promiscuos y endogámicos círculos académicos. “En poco espacio se amontona toda una clase intelectual que no hace otra cosa que emitir opiniones; no las propaga mediante estudios críticos o sabios debates, sino mediante astutas fórmulas que deslumbran, juegos de palabras, brillantes perrerías”, dice Kundera de la literatura francesa del siglo XX.
Una comisión de titularidades, una reunión de arquitectos en un pasillo, es una bomba de relojería. “¿Fulanito?, te dirá alguien inteligente en un aparte, mirándote fijamente a los ojos. Luego con una larga y ahogada sonrisa añadirá: “un constructor de la nada...”

6 comentarios:

FM.estudio-Ciudadano 0 dijo...

A los arquitectos no nos hace falta que nadie nos machaque; somos únicos para pisarnos la manguera entre nosotros.

Santiago de Molina dijo...

No es una profesión corporativa, desde luego. Un saludo!

MOG dijo...

En una de sus clases (maravillosas por cierto), D. Ignacio Vicens, en relación con los ídolos de masas y su arquitectura, pronunció: "estar de moda, es estar muerto." frase, que al igual que tu anécdota sobre Botta (yo estuve allí) me dejó bien claro que esto de la arquitectura era algo de más enjundia que una circunstancial pasarela de egos.
abrazo Santi.

Santiago de Molina dijo...

Que viejos si hemos ido a una conferencia de Botta!!
(Si señor, gran profesor y mejor persona D. Ignacio Vicens).

Gracias y abrazos, Mario

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo Santiago, pero creo que los recién licenciados aprendemos de nuestros profesores, porque en sus clases de proyectos reconocemos los primeroa juicios sobre arquitectura, y en cierto modo les imitamos. Yo también recuerdo, como profesores emitían opiniones sin llegar al fondo de los PFC'S expuestos en nuestra aula politécnica, sin llegar a profundizar, tan solo "juzgando" la apariencia gráfica, o que se parezca a los proyectos de este o aquel arquitecto. Creo, de todas formas que esos síntomas nos pasan a todos, primero porque es muy complicado saber el 100% de algo que tiene muchas interpretaciones, y segundo porque el gusto influye, y hay proyectos, que por el simple hecho de no entrarte por el alma, pese a ser obras maestras, nunca te van a entrar. Yo, amo la literatura, y hay nóbeles que no soporto. Soy humano. Todos lo somos.

Santiago de Molina dijo...

Muchas gracias por tu comentario. La fe que manifiestan tus palabras en los profesores son un regalo para todo aquel dedicado a la enseñanza. Gracias también por eso. Un saludo cordial