20 de junio de 2011

ARQUITECTURA POR UN TUBO


Hay quien mantiene, con rictus imperturbable, que por las barandillas de la fábrica láctea de Clesa, de Alejandro de la Sota, indudablemente, circulaba leche fresca... No sobra decir que es falso, aunque no completamente: dicha imagen contiene algo de certeza, o supone, al menos, una extensión de su poética en un sentido metafórico. 
De la Sota habría admitido gustoso la idea, en coherencia con esas botellas translúcidas como fantasmas retratados por Fray Angélico que pueblan su fábrica soñada. O tal vez por el gusto polifuncional y simplificador que tenía de todo.
Que distinto de este perchero de Jan Duiker en una escuela holandesa de los años 30. Perchero por el que sí circulaba agua caliente y no leche, y cuyo fin no era preparar sopas ni consomés que atemperaran a los colegiales tras el recreo, sino simplemente, secar los abrigos tras la humedad y el frío del exterior.
Entre esos tubos de Sota, por los que no circulaban más que una idea, y los de Duiker, fruto de la observación calma de la realidad y los usos, trascurren dos universos imaginativos. Uno, de una poesía ensimismada y conceptual, y otro de una poética realista cuyo tema es la vida del habitante y sus problemas diarios. Ambas necesarias y ambas inexcusables.
Hasta por el interior de cada tubo, esos arquitectos entienden que siempre debe pasar algo.

2 comentarios:

Jack Babiloni dijo...

Siempre es un placer leer resurrecciones de De la Sota, ese "jovencito" que promete tanto y que cada día que pasa piensa, proyecta y construye mejor.

Enhorabuena (una vez más), querido Santiago.

Santiago de Molina dijo...

Sota es de esas jóvenes "promesas" que no solo promete, sino que cumple. 

Gracias por tu amabilidad, Jack! 
Abrazos