24 de marzo de 2010

COLISIONES



Al encontrarse con este banco-barandilla, los habitantes de la Casa Chitarrini debieron sentir la misma sorpresa que los griegos al toparse con el centauro Quirón.
Sin embargo el encuentro del banco y la barandilla no es nítido, en absoluto. La frontera entre ambas se limita en apariencia a una simple curvatura. Y si es así, ¿A quién pertenece la zona intermedia?. Esas preguntas insidiosas no sirven para aclarar la esencia de estas monstruosidades, igual que a una hidra o a una esfinge no se las acosa de modo innecesario, no sea que acabemos partidos en dos, de un golpe y sin contemplaciones.
De lo que no cabe duda es que el resultado no pertenece a la casta de los objetos verdaderamente híbridos, ni a los juegos de un auténtico collage. El híbrido busca las simpatías entre sus fragmentos y lo hace empleando la estrategia del parasitismo y la simbiosis como método de unión. Cada objeto proporciona características que otros no poseen generando un objeto alternativo. Para el collage la superposición y el pegamento entre sus fragmentos se mostraría como el tercer elemento significante y la independencia de los objetos originales sería patente.
Quizás ni siquiera a Mario Ridolfi cabe hacerle preguntas sobre el resultado o los motivos de esa conjunción. La respuesta, de evidente, resulta ofensiva: La escalera, sin más, asciende primorosa y el banco es la sugerencia del necesario respiro antes de acometerla. Como si el ascenso fuese infinito, y el edificio de unas simples viviendas fuese una verdadera torre. O simplemente fuese el lugar previsto para la tertulia mañanera de los vecinos, trazado con la habilidad de quién conoce la esencia de los espacios verdaderamente comunes.
El caso es que las barras de la barandilla hacen del banco un ejército de personajes sentados, a la espera de quién sabe que permiso para levantarse y echar a andar. Y el hueco insidioso y siempre inútil bajo la zanca de la escalera ha quedado desviado del centro de atención del espacio.

7 comentarios:

Manuel Malagón Álvarez dijo...

Mucho trabajo para demasiada fealdad: incoherencia, desproporción, afuncionalidad.

SANTIAGO DE MOLINA dijo...

Puede ser, pero que interesante.
Saludos y gracias por participar

Andrés dijo...

Siempre pensé que era de lo más natural prolongar las barras de una barandilla para formar un banco en el portal, como hace Ridolfi. Tan natural que nunca me había parado a pensarlo o analizarlo, como hacer. Un saludo, A.

sin espacio dijo...

Genial el blog, lo leo cada poco con atención. Genial la escalera y el arquitecto encontrando posibilidades donde otros ni podrían imaginarlas. Porque las cosas "no necesarias" son muy muy necesarias.

Santiago de Molina dijo...

Natural pero complejo. Gracias por los comentarios. Un saludo, Andrés y sin espacio.

Jack Babiloni dijo...

Sorprendente el primer comentario (Manuel Malagón) y apasionantes sus conclusiones (por los elípticos modelos comparativos manejados). Se me ocurre preguntar:
-¿Es incoherente crear una sola estructura en lugar de solapar dos?
-¿Es desproporcionado adecuar el extracto-barandilla con el extracto-respaldo?
-¿Es afuncional "regalar" un banco -para sentarse- en una ante- o post- escalera -para subir o bajar-?

Santiago de Molina dijo...

Ridolfi respondería con gusto: No todo puede ser respondido.
Saludos de nuevo y gracias por participar, Jack.