8 de febrero de 2010

LA ACTUALIDAD DEL BRUTALISMO



El término “brutalismo” se lo sacó de la manga Reyner Banham para definir una corriente de obras inexplicables, toscas y desaliñadas entre las décadas de los 50 y finales de los 60 del siglo pasado. La obra brutalista hacía empleo de materiales cuya expresividad era mostrada con el fingido desprecio con que lo haría un dandy. De ese modo el material se volvió objeto, y se puso sobre la mesa uno de los mayores conflictos de la arquitectura blanca y depurada del movimiento moderno.
Curiosamente quien puso en práctica el brutalismo fue quien más arquitectura blanca y depurada había generado: Le Corbusier. Y por supuesto, y como siempre, no se quedó solo. Rápidamente, y pasando del hormigón a otros materiales, le siguieron selectas minorías, degenerando de nuevo, en estilo.
El recorrido del brutalismo, sin entrar siquiera en su más importante dimensión utópica, y haciendo gala de un inconfundible “torpe aliño indumentario”, sirvió de contrapeso a los vacuos refinamientos de la exhausta modernidad. Tanta pulcritud había dejado a un lado muchas de las cosas trascendentes, entre ellas la relación de la arquitectura con el habitante. Todo ello supuso una vuelta de tuerca de la arquitectura principalmente respecto a su dimensión social, no obstante su abierta y decidida  postura respecto a la dimensión de la obra como fenómeno perceptivo, -y no solamente visual-, hoy resulta de más alcance.
Hoy vivimos, “cada vez más en un eterno presente aplanado por la velocidad y la simultaneidad”, dice Pallasmaa, “en lugar de una experiencia plástica y espacial con una base existencial, la arquitectura ha adoptado la estrategia psicológica de la publicidad”.
Sin embargo la experiencia de la arquitectura es un conglomerado de todos los sentidos. Ojos, sí. Pero ojos y músculo, esqueleto, tacto y olfato... La tarea de la arquitectura sería así entendida, “hacer visible como nos toca el mundo” como dice Merleau-Ponty de Cézanne. (1)
Hoy, donde todo es encantador, donde una proliferación purulenta de imágenes nos hace llegar la arquitectura envuelta en hermosos resplandores crepusculares; donde el público de lo que sucede en la arquitectura, se multiplica más que los actores; donde la percepción de la historia se banaliza y donde todos los síntomas apuntan a la extenuación de una época, el brutalismo, con su elogio a lo tosco y a los valores táctiles de la arquitectura es, todavía, una fuente de inspiración. O de consuelo, nunca se sabe.

(1)  PALLASMAA, Juhani, Los ojos de la piel, editorial GG, Barcelona, 2006, pp.47

3 comentarios:

Pablo Twose dijo...

... o simplemente una casa hecha por el hombre, ( no el arquitecto ) aquellas que rescataba rudofsky. quizás a su manera también eran brutalistas.

Saludos.

TOKI dijo...

tema ineteresantísimo el que planteas. Hace algún tiempo escribimos un artículo sobre los Smithson y nos centrabamos en la idea o la "etiqueta" de brutalismo:
Estas contradicciones estilísticas poco importan a los Smithson, aunque traen de cabeza a los críticos de la época. Reyner Banham consideró a Peter Smithson el padre del Brutalismo. Durante años tuvieron discusiones abiertas en revistas especializadas. Banham deseaba asociar el éstilo de los Smithson con la utilización de los materiales “en bruto”. En 1957, en la revista Architectural Design, Alison y Peter intentaron aclarar que lejos de estilismos sus objetivos se dirigían hacia otros parámetros:
“Cualquier discusión del Brutalismo se desviará si no se tiene en cuenta el esfuerzo Brutalista por ser objetivo con la realidad – los objetivos culturales de la sociedad, sus ambiciones, sus técnicas, y así sucesivamente. El Brutalismo intenta hacer frente a una sociedad de producción en serie, y sacar una poesía áspera de las fuerzas desconcertadas y poderosas que intervienen. Hasta ahora se ha discutido el Brutalismo estilísticamente, mientras que su esencia es ética”.

Humanismo, intimidad, identidad o brutalidad son diferentes conceptos que conforman el conglomerado de los edificios y textos que los Smithson dejaron no como un estilo de hacer arquitectura sino más bien como una actitud de enfrentarse a una realidad social en un momento determinado: La ética de habitar.

http://toki-arkitekturak.blogspot.com/2007/05/alison-and-peter.html

Santiago de Molina dijo...

Efectivamente las resonancias del brutalismo son muchas. No conocía, Toki, vuestro artículo que leeré con atención.

Existe una dimensión ética en el brutalismo, indudablemente, pero creo que se produce desde un enfoque bien particular y está concentrado en las relaciones del habitante real con su habitar.

Si el movimiento moderno había dedicado muchas de sus energías a generar arquitectura para un habitante aun no existente, cuando la genereración del Team X se encuentra con ese legado, ponen en crisis esa relación y tratan de acercarlo a la arquitectura por medio de recursos físicos. (Y se dice por medios físicos, porque se entiende que la arquitectura moderna resultaba metafísica para el usuario).

Existe, con todo, una serie de llamativas coincidencias en el tiempo: En esos años se está desarrollando en España todo el trabajo "informalista" del grupo "el Paso". Pollock y el expresionismo americano está en plena eclosión. Todos los movimientos de art-brut empiezan a cobrar auténtico carácter... desde Dubuffet. Y como señala Twobo, con "la arquitectura sin arquitectos" de Rudofsky, se ponen los ojos exhaustivamente en la arquitectura popular. Por si fuese poco, se forman grupos alternativos al CIAM, no solo el Team X, (y Le Corbusier los respalda de inmediato).
El espíritu de los tiempos soplaba bien fuerte. Parecía aquello un auténtico vendaval...
Muchas gracias a ambos por vuestra valiosa e interesante aportación.