20 de noviembre de 2009

METAMORFOSIS


Como bien saben los alquimistas, la metamorfosis es un arma capaz de producir sustancias realmente preciosas. Solo es cuestión de aplicar paciencia y oficio a materiales que otros encuentran despreciables.
Así, hay trabajos, - como el de Enric Miralles al completo, mucho de Clorindo Testa y de Daniel Fullaondo, y alguno de Libeskind -, que de tan cargados de posibilidades resultan sorprendentes y productivos. Donde una mirada firme y ortodoxa solo vería desconcierto, sus ojos son capaces de ver flotar esa carga de posibilidades como una cualidad, como un tipo especial de metamorfosis que hace que, de improviso, el giro inesperado de un dibujo descubra potencias que antes no se percibían. Que hace que una fotografía ajena a la arquitectura pueda convertirse en un recorrido. Y que posibilita que un texto pueda trasmutarse en una distribución funcional con la sencillez con que un buen jugador de ajedrez cambia el sentido de una partida con un simple golpe de peón.
Cualquiera sabe que cada planta se debe a una orientación correcta y que es un trabajo no menor en cada proyecto encontrar la adecuada. Pero la sabiduría de esos arquitectos está en mantener la mirada al acecho de la ocasión oportuna para producir ese cambio de postura en el proyecto. Esos arquitectos enseñan al resto a ver secciones en plantas, alzados en detalles constructivos, y proyectos en los cuadros de Picasso, las manchas de una pared o el despiece de una máquina de escribir.
Este tipo de arquitectos son los responsables de hacernos ver el universo ampliado de la arquitectura, y, como a dioses lares, se les debe tributo cada vez que se descubren esas posibilidades en la realidad.

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