16 de noviembre de 2009

ERRAR


En la intimidad del acto de proyectar deben tener natural cabida los momentos para el error. Y en lo que respecta al aprendizaje, el error es imprescindible. Salvar los escollos acrecienta la confianza. Cuando se lograr hacer algo correctamente se deja de sentir el pánico que provoca. El esfuerzo que ha transitado por el fracaso se ha probado que es más fácilmente asimilado. Como se puede imaginar no se trata de un masoquismo triste y vacío sino de un acto que contiene la misma alegría que está presente en el jugador y el atleta en su entrenamiento.
Dar la bienvenida al error no implica que deba precipitarse, a sabiendas de que todo proceso lo contiene y que una vez superado desaparecerá, sino que se trata de una búsqueda de un tipo diferente. En ocasiones sorprende al asalto, pero otras es provocado en el momento justo solo para intentar lanzar el proyecto más allá. A veces es leve y solo se manifiesta como un creciente titubeo, otras como un escollo insalvable que nos hace replantear sus mismos fundamentos.
Como se ve, para el arquitecto el error apenas posee connotaciones negativas. Errar y vagar, borrador y barrer en su etimología comparten origen y hunden sus raíces en la palabra “radere” que significa, tanto raspar y tachar, como limar y pulir. Convivir con él y aprovechar los instantes en que el proyecto debe vagabundear, es una herramienta extraordinaria para comprender las verdaderas interioridades de la generación de la arquitectura.
Es seguramente gracias a la épica del error donde el proyecto consigue asomarse a zonas que de otro modo siempre permanecen en la oscuridad. Es gracias a la ventana abierta por el error por donde el proyecto adquiere su porción de infinito.

4 comentarios:

Jack Babiloni dijo...

Quien dice "error" dice "reubicación". Esto sirve tanto a los (supuestos) "pentimenti" plásticos como a la búsqueda de la pareja (alguien con quien vivir no a la idéntica, sino a la par -pareja-) ideal...

(Nota marginal: Llevo más de 16 horas ininterrumpidas disfrutando de tu blog en una suerte de cerebral excitación (entiéndase su acepción más anglosajona), querido Santiago, tanto más placentera cuanto que por circunstancia más aleatoria que azarosa él me descubrió a mí, elección misteriosa que disfruto con la seria humildad de no creer merecer. Dado el siniestro panorama -que ya dura lustros- de inefable vacuidad intelectiva circundante en los mass media, muchísimas gracias por la redención).

Santiago de Molina dijo...

Gracias por tus comentarios y por tu aguante.
Me siento abrumado, sorprendido y apesadumbrado por no haber sabido decirlo todo en menos horas. Gracias por el esfuerzo de leerlo

Jack Babiloni dijo...

Tranquilo, Santiago; aunque hubiera invertido el doble de tiempo, también te estaría reagradecido, contando con que todo lo que se presta como regalo jamás supone esfuerzo aceptarlo (ley de la receptividad prerregalada).
Y para satisfacer por partida doble tu merecimiento de sosiego, te confesaré un detalle, quizá sustantivo: desde que decidí convertir mis vocaciones pretéritas en trabajo, todo lo que a mí trabajo sirve, sirve también a mis vocaciones presentes.
Y, ya puestos, te participo otra desimportancia fundamental: Hace años me decidí a estudiar japonés porque era complicado. Pasar de un idioma romance a otro ideogramático cuesta un pelín, aunque sólo al principio.
Quiero decir que no me habría tomado la molestia de emplear 3 horas diarias durante 5 años a tamaña innecesidad coyuntural, si realmente hubiera "necesitado" hablar japonés.
Lo que realmente quiero decir es que aquellas 16 horas de lectura exhaustiva de tu blog ya figuran entre los momentos más felices de mi vida.
(Perdón por el circunloquio previo).

Santiago de Molina dijo...

Gracias Jack!
Saludos japoneses!