27 de mayo de 2009

ALFOMBRAS MAGICAS



Koolhaas, terco, insiste en describir la arquitectura como ese algo sobrante una vez que lo funcional ha consolidado sus relaciones.
Para Koolhaas, la arquitectura no puede explicitar ya la coherencia de la obra, al haberse convertido en el despojo de los usos. Incapaz de lograr ya la unión de las partes, esa tarea debe dejarse al habitante. Claro que el habitante, aun, no es un ser todopoderoso, ni siquiera roza lo omnisciente, y necesita de pistas, de elementos repetitivos, de ciertas señales bien dispuestas, que le ayuden a reconstruirla mentalmente.
En Koolhaas hay todavía suficiente de arquitecto como para soñar de manera inconfesa con esa unidad, y no tanto de periodista como para hacerlo por medio de mecanismos no arquitectónicos. Recurre, en este dibujo para la Biblioteca de Seattle, a la alfombra como mecanismo de unión visual de igual modo a como lo haría un cineasta con la repetición de determinadas escenas. Los colores y los materiales de esos trozos de suelo rememorados serán capaces de diferenciar los recorridos y sus zonas de tránsito naturales. Entonces, gracias a esas mágicas alfombras, en la cabeza del usuario, quizás la obra sea unitaria.
Creo que eso significa en realidad que Koolhaas da la arquitectura por muerta. Pero esa es una cuestión de otra índole. Y ciertamente sospechosa.
Cuando alguien ha dictado el acta de defunción de la arquitectura siempre llevaba escondida, bajo la manga, la receta de su resurrección.


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